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Pere Lachaise, el cementerio más célebre del mundo

Baudelaire Chopin, María Callas, Jim Morrison, Wilde, Porfirio Díaz... si hubiera que referir a un conglomerado de personas que han contribuido decisivamente en la historia, este cementerio parisino ostenta una marca inigualable. Cierto que de ellos lo único que queda son sus lápidas, pero para muchos no importa: esta es la tercera atracción turística de la capital francesa

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AGOSTO, 2011. Rara vez los cementerios suelen ser incluidos en la guía turística de una ciudad. Quizá, sí, para visitar los mausoleos donde reposan los restos de gente como Lincoln, Kennedy o el cuerpo embalsamado de Lenin, el cual todavía suele atraer a gente que suspira por los años aquellos de la guerra fría, Quien visite el panteón de La Recoleta en Buenos Aires, específicamente lo hará con él afán de ver la tumba de Eva Perón --si reposa ahí o no es asunto que no deseamos abordar aquí-- aunque es dudoso que le preocupen gran cosa los otros "huéspedes". La Rotonda de los Hombres Ilustres, en ciudad de México, quizá pueda competir en tal respecto, aunque Pere Lechaise lo rebasa, empezando porque muchos de quienes ahí reposan no nacieron en Francia, y ostentan hoy alturas de iconos. Con 44 hectáreas y 5 mil árboles, Pere Lachaise es el parque parisino de mayor extensión.

En otros tiempos el cementerio se encontraba a las afueras de París pero con su enorme crecimiento se halla hoy en pleno centro, al final de la avenida Republiqué, no muy lejos de la Ópera y sobre la colina Mont Louis, una de la siete que conforman la ciudad luz. Muchos la han equiparado --para disgusto de no pocos parisinos-- con Central Park, la diferencia es que en éste no hay personalidades enterradas dentro de su perímetro. Para la mayoría, sin embargo, Piere Lachaise es un sitio que hay que visitar y ello se demuestra en el hecho de que, después de la Torre Eiffel, Nortre Dame y el Louvre, este sitio es el que atrae más turistas, de ahí lo mencionado al principio.

Quizá el mejor homenaje que alguien pueda recibir es que siga recibiendo un constante flujo de visitantes aun después de muerto, y en tal sentido Jim Morrison es el homenajeado mayor de Pere Lachaise. Poco después de llegar de su autoexilio procedente de Norteamérica, Morrison visitó el cementerio y quedó profundamente impresionado por estar frente a las tumbas de algunos de sus héroes, en especial Arthur Rimbaud. Expresó su deseo de reposar ahí cuando llegara su hora, la cual inesperadamente se cumplió días más tarde. Jim Morrison fue enterrado lejos del país de su nacimiento y desde entonces acuden anualmente a su tumba alrededor de 150 mil fans, parte considerable de los casi cerca de 2 millones que van anualmente a Pere Lachaise. Durante décadas los hippies, los anarquistas, los poetas y los músicos conformaban la mayoría de quienes iban a rendirle sus respetos a Morrison. La mayoría solía dejar graffitis en la tumba, frases desde ingeniosas hasta insolentes --sin faltar los símbolos fálicos y, claro, el recuerdo de algún fan mexicano-- o garabatos escritos con gis que se esfumaban tras el primer aguacero. En 1986 el entonces alcalde parisino Jacques Chirac ordenó restaurar completamente el cementerio, algo que incluía enrejar la tumba de Morrison y de otras celebridades.

Hay quienes aseguran haber visto el fantasma de Morrison bailando en trance cerca de su hogar final, y en tal casi tendría aquí enorme competencia: cada fanático de determinada celebridad afirma haber visto algo igual. Sin embargo se carece hoy de pruebas concluyentes al respecto, en caso que los huéspedes de Pere Lachaise hayan optado por no descansar en paz.

Otro exiliado que reposa en el cementerio es Óscar Wilde, escritor inglés que hoy sería irlandés dado que la porción de terreno en que nació es hoy un país independiente. Wilde es visto hoy no solo como un autor genial y el mejor dramaturgo de la época victoriana sino una "mártir", digámoslo así, de los derechos gay. Alrededor de su mausoleo se reúnen admiradores que llegan de todos puntos del planeta y no necesariamente coincidentes con las tendencias sexuales que Wilde tuvo en vida. Con mucha frecuencia aparecen a los pies de la tumba flores color púrpura, su color favorito, así como besos rojos pintados alrededor de la escultura, que no se sabe con certeza si es una ave o un demonio volador; el caso es que fue realizada por el escultor Jacob Epstein. También se le colocó una cerca aunque es posible tocarla al estirar la mano.

La tumba de Wilde se encuentra en el sector 89, muy cerca de Marcel Proust, colega suyo. Pero la lista de quienes encontraron su reposo final en Pere Lachaise encierra en sí un voluminoso libro de historia del arte, literatura, música y demás artes humanas.

Aquí están, por ejemplo, Miguel Ángel Asturias, Premio Nóbel guatemalteco, Frederic Chopin, cuyo busto siempre tiene en su base dos claveles; la diva Edith Piaff, Simone Signoret y su amante, el legendario Yves Montand; George Bizet, autor de la ópera la españolísima ópera Carmen, escrita por alguien que jamás visitó España, la soprano María Callas, Gioachanno Rossini, quien compuso la inmortal El Barbero de Sevilla; Sarah Bernhardt, el cineasta George Melies, Isadora Duncan, quien falleció asfixiada cuando su enorme bufanda se enredó en la llanta trasera de su auto y Amedeo Modigliani, quien alcanzó la fama y reconocimiento mundial años después de haber muerto en la miseria más absoluta.

Con semejante repertorio no sorprende, entonces, que Pere Lachaise sea el cementerio más visitado del mundo. Sus ilustres habitantes murieron hace décadas, y estar ahí es llegar lo más cerca que alguna vez se podría estar de quienes participaron directamente en la historia. ¿Y quien no quiere llevarse un pedacito de ella, así sea mediante una foto tomada a una tumba?

                                                     Otro huésped célebre

Por supuesto que para México, cuando se escucha hablar de este cementerio, de inmediato se le relaciona con Porfirio Díaz, cuyos restos reposan ahí desde 1913, año en que el dictador murió tras un exilio de casi 3 años.

Convencido de que ya nunca regresaría a su patria --aunque obsesionado con ella en todas sus pláticas, envueltas en nostalgia-- Díaz dispuso la compra de un lote para el final que veía cerca. Con el colmillo de experiencia que le habían dado tres décadas en el poder, el dictador sabía muy bien que Francisco I Madero sería rebasado por la jaurií de intereses que reclamaban el poder y, efectivamente, en ese mismo año Madero fue asesinado en un golpe de Estado propinado por Victoriano Huerta. A las pocas semanas de ese hecho, el mismo Díaz dejó de existir. Curioso que dos de las figuras más importantes de México a principios de siglo hayan muerto el mismo año.

Desde entonces los descendientes de Porfirio Díaz han pedido al gobierno mexicano que permita la repatriación de los restos de Díaz, que se encuentran en un pequeño mausoleo que en un principio fue de mármol prístino pero que hoy tiene un color grisáceo. Por más de siete décadas se armaron enormes discusiones que terminaron en la virtual imposibilidad de que Díaz reciba un homenaje, ya ni se diga que sea inhumado en México con honores.

Poco después de asumir el poder, Vicente Fox aseguró a la familia Díaz que "analizaría" el asunto de los restos, convencido, dijo "que ese hecho marcaría una reconciliación con el pasado de México". Sin embargo olvidó el asunto para después estar presente en homenajes a los héroes de la revolución mexicana, mismos que Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, había criticado en su tiempo. Con Felipe Calderón la posibilidad de repatriar los restos se alejó más: el actual presidente sigue vehementemente el calendario oficial impuesto por el PRI, y para el siguiente sexenio (en el cual se marcaría el centenario de la muerte de Díaz) no se contemplan cambios al respecto, mucho menos si el PRI recupera la presidencia el 2012.

Nadie quiere moverle el asunto. Pero por lo menos en Pere Lachaise Díaz sí ha podido descansar en paz. A excepción de los años treinta cuando un grupo de enardecidos simpatizantes cardenistas arrojaron pintura roja al mausoleo, el cementerio más famoso de Francia ha respetado el descanso eterno de un hombre injustamente condenado por la historia.

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