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CINE

Michael Moore, o cuando la basura deja de ser útil

Insólito: hasta hace poco, este cineasta avenido a propagandista demócrata es hoy repudiado por esa izquierda totalitaria que él ayudó a promover y dar alas, todo por un documental que, a diferencia de los anteriores, tiene varios puntos válidos. Pero dado que ya se salió del guión progre, Michael Moore es mandado callar por esa censura que él tanto se encargó de promover

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MAYO, 2020. Qué tiempos cuando Michael Moore, ese "cineasta" creador de "documentales" como Fahrenheit 911, Bowling for Columbine y SiCko, era el que marcaba el ritmo de la izquierda en la industria del entretenimiento. Cómo olvidar cuando Moore regañó al entonces presidente George W. Bush, diciéndole que "debería darle vergüenza", o cuando escribió en un libro llamado Stupid White Man (Hombres Blancos Estúpidos donde, por supuesto, Moore se ha de sentir parte de otro otro grupo étnico pues en ningún momento se critica él mismo) denunció que los norteamericanos eran "los más idiotas del mundo" y que ese país "era el peor de todos", aunque no tanto para obligar a Moore a mudarse a otro país. (Ya hemos escrito bastante acerca de la hipocresía de este director: incluso es parte del Club de los Tontos de la Semana).

En los días que corren, es evidente que Michael Moore al mismo tiempo ha pasado a la obsolescencia y ha sido rebasado por el radicalismo que se ha apropiado de la izquierda norteamericana, una izquierda a la que, por cierto, Moore nunca ha dejado de apoyar y de celebrar. Le ocurrió lo mismo que a todos esos incautos e ingenuos que aplaudieron la llegada de los bolcheviques y los castristas al poder. A todos ellos en su momento se les persiguió, se les confiscaron sus propiedades y se les envió al paredón. Esto último también le acaba de ocurrir a Moore, figuradamente pero al final es lo mismo.

Hace unas semanas, Moore subió a YouTube su  nuevo "documental", titulado Planet of the Humans, en alusión a las famosísimas películas sobre el Planeta de los Simios (incluso el tipo de letra es idéntico). La hipercomentada epidemia cambió los planes de Moore, quien coincidentemente, tenía pensado estrenar Planet of the Humans apenas unos días antes que los organizadores del (también cancelado) Festival de Cannes escogiera a los prospectos de este año.

Sabemos sobradamente cómo a Moore le encanta Cannes, y cómo Cannes ha recibido con orgásmico gusto cualquier cosa que Moore eructa en sus películas, más si se trata de darles un baño de peroratas donde los republicanos y el capitalismo son los monstruos y los demócratas y los socialistas unos angelitos idealistas. Como ejemplo, el "documental" de Fahrenheit 911 recibió 20 minutos de aplausos en Cannes por parte de un público constituido en su mayoría por millonarios igualmente inflados de hipocresía como Moore, quien se estima se ha embolsado alrededor de 140 millones de dólares con sus películas (la mayoría de ellos por la taquilla fuera de Estados Unidos... cómo se ve, Michael Moore es todavía más farsante fuera de su tierra).

Ya con el producto terminado, no le quedó otra a Moore que subir la película, convencido que nuevamente la izquierda lo iba a ensalzar, a llevarlo en brazos --bueno, figuradamente, por razones evidentes-- y quizá a nominarlo nuevamente al Óscar. Después de todo a Moore le urge el dinero: su último "documental" titulado Fahrenheit 119, apenas y recaudó una cuarta parte de lo que costó, además que, como se sabe, este cineasta tuvo que erogar una buena millonada en gastos de divorcio y darle una buena rebanada de su fortuna a su hoy ex esposa.

Su ansia de protagonismo y de ego ganaron la partida y Moore optó por subir su documental", aun a costa de ofrecerlo gratis... claro que sin olvidar solicitar "donativos" de los cuales debió haber recibido bastantitos, pues Planet of the Humans recibió 8 millones de visitas.

Pero las cosas la salieron al revés al robusto cineasta. En vez de los acostumbrados aplausos que le otorgaba la izquierda, esta vez hubo, primero, un silencio desaprobatorio y, segundo, críticas cada vez más abiertas al tema central hasta que la presión consiguió que Youtube retirara el "documental". Como la vez que predijo el triunfo de Donald Trump y paradójicamente le atinó y perdió la apuesta, Moore se enfocó en el tema de los combustibles fósiles y lo denuncia --¿podría ser de otra manera?) como una colusión de las multinacionales. Sin embargo el "cineasta" entró en terrenos pantanosos al denunciar que en el negocio también hay grupos ecologistas cuya hipocresía les hace omitir un hecho que Moore puntualiza desde el principio mismo del "documental": el uso de electricidad también requiere de combustibles fósiles, o lo que es lo mismo, la solución no es la solución.

El asunto no es novedad: ya en su libro El Ambientalista Escéptico, Bjorn Lombog deja en claro cómo los grupos ecologistas tienen entre sus objetivos chantajear a los grandes consorcios empresariales con armarles un escándalo mediático si no les proporcionan fondos para seguir costeando sus "investigaciones". Sin embargo, a Moore aparentemente no le enviaron  la circular de que el discurso de la izquierda ya va ahora en otra dirección; con su "documental", que no dirigió pero sí financió, Moore pisó callos que ya no debería seguir pisando, solo que no le avisaron del cambio.

Lo irónico es que ante el argumento de Moore, la izquierda no supo cómo refutar sus argumentos y por ello, en vez de debatir y discutir, optó por callar a Moore con un detalle baladí: un fotógrafo británico lo denunció por haber tomado "sin permiso" unas imágenes y acusó violación a derechos de autor; esto fue suficiente para que YouTube decidiera darle matarilililerón a Planet of the Humans. Y eso que se trata de sus amigos y colegas de la izquierda.

Es curioso: en otros "documentales". Moore tomó imágenes y segmentos de aquí y de allá pero nadie protesto no exigió que se dejara de exhibirlos de las salas, o cuando ello ocurre se acude al argumento de que se trata de una "libertad artística"; igualmente sorprende cómo hasta antes de este "documental", Moore soltaba cientos de mentiras y engaños y nadie se molestró en retractarlo. Pero ahora que por fin dice algo que es cierto y evidente ¡resulta que Moore es miembro de la derecha, como lo denunció el diario británico The Guardian!

Ojalé estos sirva para que Michael Moore vea donde se encuentran los enemigos de la libertad, si es que él no se considera uno de ellos. Moore empezó como buen cineasta --su Roger and Me, aunque un tanto tendenciosa, es un buen trabajo de investigación-- pero se convirtió en un cineasta chafa y predecible en cuanto se agachó al Partido Demócrata, ansioso también de los aplausos en Cannes, los Globos de Oro y demás certámenes que siempre habían visto con aires de admiración toda argumento eructado por Moore. Lo más probable es que este señor de la cachucha inlavable se ponga del lado de sus atacantes y vuelva a agacharse ante sus exigencias. Después de todo, es bien sabido que Michael Moore cambia de convicciones con más frecuencia que de sus calzoncillos.

 

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