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El espía que me aburrió

Hay muchas cosas que el mundo no necesita: otra película de Al Gore, discos de Laura León, un producto promocionado en infomerciales. Añadamos a esa lista una película donde se haga mofa de James Bond, y si a ello agregamos que es una mala película, Johnny English es un personaje que nunca debió ser desempolvado. Cuando los clichés ya no son graciosos, es hora de retirarse (o mejor ni entrar) a la sala

Johnny English Reborn
Rowan Atkinson, Gillian Anderson, Daniel Kaluuya, Eric Carte
Dirigida por Oliver Parker
Universal/2011


NOVIEMBRE, 2011. Hace ocho años Rowan Atkinson quiso mostrar al mundo que había algo más que Mr. Bean y con tal de evitar en encasillamiento tomó el rol de un superespía cuyo ego era inversamente proporcional a su torpeza. El experimento funcionó bien aunque al final se cae en excesos de mal gusto como, por ejemplo, hacer que un sacerdote anglicano muestre su trasero desnudo frente a los fieles durante la celebración de una boda. Al éxito ayudó sin duda la presencia de John Malkovich como el villano con acento francés, una sátira absolutamente genial. Sin embargo pensamos que con el primer Johnny English iba a termina la historia. El mensaje de burla total hacia James Bond era claro y certero. ¿Para qué hacer entonces una segunda parte?

Bueno, por la razón que el lector puede deducir fácilmente: Johnny English recaudó 245 millones de dólares (más valiosos que los actuales pese a que el estreno fue hace menos de una década) y a los estudios el seso ya no les da más que hacer remakes y exprimirles hasta el último níquel. Atkinson dijo entonces que no tenía intención alguna de volver a enfundarse en el tuxedo del personaje, pero qué más da, lo mismo dijo Sean Connery tras filmar Sólo de vive dos veces en 1967 y a los pocos años regresó con Los diamantes don para siempre. Como dijo alguna vez el extrañado Max Rivera, gran amante del cine: "el actor dice pero la cartera decide".

La mención de Bond, claro, está lejos de ser gratuita. Johnny English Reborn hace burla de todo lo que pueda ser satirizado en las películas del superespía, ya sean la escena con los monjes sacada de The Man with the Golden Gun, un juego de golf de Goldfinger, una pelea al lado del Támesis de Tomorrow Never Dies, los artilugios de escape de Thunderball e incluso la escena de persecución que vimos recientemente en Casino Royale. En gags, pues, no paramos: el problema es que el guión se centra tanto en ellos que el personaje nunca termina por definirse; después de todo, los más jóvenes ni idea tienen del James Bond interpretado por Connery, y quizá del mismo Connery. Más adelante tenemos una teoría al respecto.

El caso es que English es expulsado del M1-6, el servicio secreto británico, y es enviado con unos monjes donde deberá aprender varias cosas, entre ellas el control de su mente sobre el cuerpo, artes marciales y técnicas ninja. Los monjes respiran aliviados cuando es momento que el espía "renazca" y se le mande de vuelta a Gran Bretaña. Sin embargo llega al lugar un agente de la CIA que trae importante información que solo le puede confiar a English. Pero antes que ello ocurre el agente es asesinado por lo que inicia una persecusión entre dramática y ridícula, con puntados que ya hemos visto anteriormente, y entonces tampoco fueron exactamente graciosos.

English regresa al M1-6 junto con Tucker (Kaluya), otro agente secreto. Ahí los espera Pegasus, encargada del departamento y quien es interpretada por Gillian Anderson, la agente Scully de los Expedientes Secretos X. Según informes secretos, un grupo radical buscará asesinar al primer ministro chino durante su próxima visita a Londres por lo que será responsabilidad de los dos agentes deshacer el plan. La ineptitud de English quedará de manifiesto cada vez que logre derrotar al enemigo, baje la guardia y reciba un inesperado golpe. El recurso se presenta para evidenciar que tenemos aquí a un tonto de capirote aunque no tarda en convertirse en lugar común y se hace absolutamente predecible: allá donde a Bond le salen las cosas del modo más inverosímil, English cometerá una tontería. Desafortunadamente, esos gags son en su mayoría igualmente inverosímiles.

A media película sentimos que algo anda mal, que Johnny English Reborn no cuajó y que incluso los actores ya olían el desastre durante la filmación. Y eso queda claro cuando en el último cuarto se recurre a escenas que ya hemos visto, diez, cien o hasta mil veces antes: ¿Golpes en los bajos, inhalación de gases para hacer la voz chillona, caída estrepitosas, flatulencias? Aquí los encontraremos en cantidades asfixiantes. Ya para entonces ni la risa forzada funciona entre los espectadores.

Pero si quisiéramos encontrar una razón más poderosa para explicar este desastre la tenemos en el personaje al cual Johnny English toma como elemento de burla. ¿Qué caso tiene ver otra sátira de James Bond tras la decena de sátiras que se han hecho del superespía? Cuando apareció la tercera parte de Austin Powers era incuestionable que el recurso ya se había agotado, y que si veíamos otra burda imitación de Blofeld lanzaríamos las palomitas de maíz a la pantalla. Si ya con Roger Moore el agente era un chiste en si mísmo, lo cierto es que el mundo no necesitaba, ni de pasadita, otra película de Johnny Egnlish. Tal vez sea tiempo de filmar una película que haga mofa de Mr. Bean.

Johnny English Reborn, en suma, es un desastre que nunca alcanza su destino, y no precisamente por culpa de Atkinson; se trata de un gran comediante pero que necesita estar reforzado por gags visuales, y en éstos es un genio más cuando se hacen sin abrir la boca. Por ello en esta cinta el actor se ve encerrado y forzado en su persona, quizá atrapado ante la exigencia de emplear diálogos.

Por cierto, y una trivia que quizá no sea graciosa pero sí interesante, el nombre de Pegasus apareció en la película de James Bond A View to a Kill, de 1986. Era el caballo ganador de una carrera del hipódromo londinense y al cual Roger Moore había apostado. Con esta cinta, sin embargo, tenemos una apuesta perdedora.

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