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Insólito: una revolución que no inspira a los literatos

Al contrario de lo ocurrido con la cubana, la nicaragüense y el levantamiento zapatista, la comunidad literaria ha mostrado escasa devoción a la revolución bolivariana. Quizá porque su posición es hoy más realista o porque ven la certeza de que todo se resume a la megalomanía del presidente que la encabeza

AGOSTO, 2010. "Ante la mirada impotente del imperio, otros países se levantan, reclaman, y dicen ya basta. Hoy están en busca de su propio destino, su propio bienestar, su propia gloria". Esas palabras, un otros conceptos parecidos, los hemos escuchado cientos de veces. Pero esa frase no proviene de Hugo Chávez sino que fue escrita por un visiblemente entusiasmado Carlos Fuentes en 1980, poco después que Anastasio Somoza fue derrocado por los sandinistas en Nicaragua. Era el reverdecer de las esperanzas para muchos literatos quienes pensaban que Daniel Ortega y sus secuaces se encontraban frente a una oportunidad histórica de. ahora sí, cambiar el rumbo de Latinoamérica.

El mundo literario de América latina aplaudió con gusto la llegada del sandinismo (incluso el grupo inglés The Clash grabó un álbum llamado Sandinista), que lo mismo le compuso odas, poemas, cuentos y demás relatos. Pero ese entusiasmo difícilmente puede compararse al que le rindieron a la revolución cubana. Mario Vargas Llosa reconoce en su biografía El pez en el agua que "nuestra emoción era igual a la espera de Papá Noel con sus regalos" mientras que Carlos Alberto Montaner apunta que "la llegada de Castro a La Habana nos provocaba cantar sin parar y una inspiración ilimitada". Ambos despertaron años después de ese letargo aunque muchos de sus colegas si mucho han guardado silencio en torno a la revolución cubana. Igual sucedió con los sandinistas, cuyo gobierno terminó convertido en una cleptocracia sin que hasta el momento sus adoradores hayan refutado las parrafadas de incienso.

El contraste con la "revolución bolivariana" es claro; simplemente, la comunidad intelectual no sólo muestra una enorme indiferencia hacia Hugo Chávez sino que incluso lo  ha criticado. El ya referido Fuentes lo llamó "payaso continental" mientras que el fallecido Nóbel José Saramago, tan amigo de las revoluciones cubana y nicaragüense acusó a Chávez de "un caso perdido". Solamente gente como Mario Benedetti aplaudió a Chávez (dentro de Venezuela el caso es distinto: ansiosos de recibir parte del presupuesto público, decenas intelectuales escriben loas al mandatario, más como parte de un mercenarismo cultural que por convicción política. Sabremos lo que realmente opinan cuando salgan de la nómina chavista).

La revuelta zapatista de 1994 todavía provocaba simpatías a ese gremio; otra vez citamos a Fuentes, quien la llamó "la primera revolución del siglo XXI" en un artículo publicado en Le Monde. Pero difícilmente alguno de ellos se ha referido al chavismo con los epítetos de la más elevada simpatía. Curiosamente, el fenómeno tampoco ocurre en Europa, donde sí han abundado los comentarios favorables en torno a Evo Morales, sin duda influidos por su origen indígena.

Pero así como en los primeros años de la revolución cubana tuvieron poco efecto en Hollywood, ha sido el gremio actoral el que más se ha acercado, e incluso repetido con fruición, las sandeces chavistas. Entre los más embebidos con la "revolución bolivariana" están Sean Penn, Danny Glover y el director Oliver Stone, quien incluso filmó el documental South of the Border, filme que fracasó vergonzosamente en taquillas al exhibirse en las salas norteamericanas. Pero la adoración no cesa (o más bien, la búsqueda de los dólares petroleros que Chávez puede proveerles: Glover tiene pensado estrenar una cinta sobre la independencia de Haití a fines de año, naturalmente financiada por Caracas).

¿A qué se debe, pues, esta reticencia al "experimento socialista" de Chávez? Entre las aristas a explorar: a diferencia del Ché Guevara, o del sub Marcos, ambos lectores voraces, o de Castro, quien siempre poseyó una memoria prodigiosa, Chávez cuenta con mínimas credenciales literarias. Ningún biógrafo, sea crítico o adláter, ha citado alguna referencia importante en el mundo de la literatura; al señor siempre le gustó jugar beisbol, y nada más. Ni un poema, un pensamiento, un legajo de papeles escritos en prisión que se volverían luego algo así como la edición caraqueña de La historia me absolverá. Fue hasta que llegó al poder cuando comenzó a allegarse asesores que le dieran una pincelada de conocimientos a sus discursos al punto de citar a Walt Whitman y, por supuesto, a Eduardo Galeano. Pero como puede atestiguarlo todo aquel que tenga la voluntad suficiente para escuchar sus peroratas en el programa Aló Presidente, que en México se puede sintonizar por Internet, los requiebros literarios de Chávez son superficiales. La literatura, simplemente, no es algo que le haya ocupado su interés.

Otra arista: sabedores que los "experimentos socialistas" del pasado han resultado en fracasos, los literatos ven a Chávez como aspirante a seguir con el show que pronto concluirá en Cuba. La diferencia es que el espíritu revolucionario de otras épocas ya no está en el ambiente. Hace 40 años el ideal a seguir era la URSS, pero desaparecida ésta ¿hacia dónde ir? Difícilmente a repetir lo que ocurre en Cuba, ni mucho menos Corea del Norte. En general, la percepción es que la "revolución bolivariana", lejos de ser un anhelo colectivo, es la aventura de un tipo que necesita asirse a una causa para esconder una personalidad megalómana. Como escribió Álvaro Vargas Llosa: "El viejo chiste dice que los manicomios están llenos de gente que afirma ser Napoleón. ¿Por qué ha de ser distinto el caso de Chávez, quien dice ser Simón Bolívar?"

En México ha habido periodistas, como Manú Dornbierer, o escritores, como Elena Poniatowska, quienes han defendido la postura chavista (esta última incluso se presentó en Aló Presidente hace un par de años). Coincidentemente, es una postura de apoyo que han mostrado también a Andrés López. Pero ni de lejos está lo que pudiéramos llamar un fervor como el ofrendado al castrismo o al sandinismo.

Un personaje admirado por la comunidad literaria mundial decía que la historia primero ocurría como tragedia y luego como farsa. Quizá el chavismo les representa esto último, ya sin ambage alguno.





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2 comentarios

mauro_ortega escribe 14.08.10

Se equivocan, si hay literatos que creen en el bocón venezolano ahi etsá Gabriel Gracía Marquez quien escribió un articulo que no podría llamarse sino de lambisconería pura

jjsu_muri escribe 08.06.10

QUE RISA ESA FOTO PARECE QUE HUGO CHAVEZ TIENE PUESTAS OREJAS DE MICKEY MOUSE AUNQUE YO MAS BIEN CREO QUE SE PARECE AL RATÓN CRISPIN, COMO SEA QUE HORROR TENER COMO PRESIDENTE A ALGUIEN ASI

 

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