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Alicia, la musa de un autor complejo

Un diácono puritano cuyo gusto por las menores de edad lo habría puesto hoy en prisión fue el autor de una de las obras más imaginativas y liberadoras de la Inglaterra victoriana. El mundo de Lewis Carroll y Alicia en el País de las Maravillas es tan perenne hoy que ha valido llevarlo de nuevo al cine, pero antes de eso, lea primero el libro

MARZO, 2010. ¿Quién era Lewis Carroll? En breve descripción, es autor de una de las obras literarias más leídas de la historia, igualmente analizada por matemáticos y psicólogos que por décadas han visto en Alicia en el País de las Maravillas una fuente riquísima para desarrollar sus campos. Carroll quizá sea considerado el autor más conocido de la Inglaterra victoriana, sucesor en popularidad a la que disfrutó Charles Dickens, y alguien cuya obra permitió que miles de lectores vieran liberada su mente de los libros "para niños" que existían en aquél tiempo. Virtual creador de la literatura nonsense --"no es el nombre de la canción lo que importa, sino la tonada, aunque el título es lo más importante para identificarla", dice uno de los personajes-- Carroll proyectó su trabajo incluso en las letras de los Beatles, las cuales, combinadas con el consumo de drogas, dieron una nueva dimensión al mundo visitado por la niña Alicia. Sin Lewis Carroll, "Strawberry Fields Forever" jamás jamás habría sido escrita, aunque el nombre de la canción sea lo más importante, no lo será tanto como la tonada.

Por otro lado está un Charles Dodgson, un diácono de afanes puritanos y profesor universitario que en las fotografías aparece con una cara de seriedad rayana en lo tedioso. En una de las más grandes paradojas de las letras inglesas, el autor de un libro que ha maravillado y atrapado a millones de lectores por su derroche de imaginación daba las clases de matemáticas más aburridas de una materia que de por sí es en extremo tediosa de modo que sus alumnos desertaban en parvadas, según narra la periodista española Rosa Montero en su libro Pasiones.

En otros aspectos Hodgson era lo que podríamos considerar alguien avant-garde. Así como en nuestros días en twitter y la red en general son utilizadas por gente que desea comunicar un mensaje, el autor de Alicia veía en la fotografía una manera de avanzar sobre el resto. Pero lo que a él le importaba fotografiar eran niñas, y si aún no llegaban a la pubertad, pues qué mejor. Con frecuencia se ha acusado a Hodgson de lo que hoy calificaríamos de pederasta aunque el término es un tanto inexacto; más bien padecía de satirismo, esto es, gustaba y aun se enamoraba de niñas sin alcanzar una relación sexual.

Fue así como Hodgson conoció a Alicia Lidell, quien con frecuencia asistía al pequeño estudio que el diácono poseía en terrenos de la universidad, y a donde también asistía una hermana de ella. La debilidad de Hodgson eran las niñas pues a los niños los consideraba inferiores y maleducados. En una Inglaterra victoriana donde para impedir que la niñez cayera en pensamientos pecaminosos se le daban pequeñas raciones de comida, el ir a un estudio fotográfico donde podían comer golosinas y chocolates sin límite, Hodgson debió haber sido alguien muy requerido. Claro que cuando los padres no estaban presentes el autor gustaba de fotografiar a sus jóvenes modelos sin ropa; claro que en ocasiones les mostraba esas imágenes y mostraba sorpresa cuando algunos de ellos se escandalizaban. "¿Qué podía haber de criticable en plasmar la inocencia de una niña como Alicia?", preguntó Hodgson a un amigo. Tal interrogante nos recuerda de inmediato a Michael Jackson cuando respondió a su entrevistador qué tenía de malo en dormir con un niño si ellos representan al pureza y el amor sincero.

Cuando las críticas contra Hodgson arreciaron tuvo que abandonar la fotografía. Mientras la homosexualidad en la Inglaterra victoriana era un delito que ameritaba prisión, la actividad del autor ni siquiera estaba tipificada como algo ominoso. Algunos historiadores señalan que Hodgson tuvo que hacerlo ante la amenaza de un padre por denunciarlo mientras otros afirman que simplemente se aburrió de las demás chiquillas en cuanto quedó prendado de Alicia. Incluso, a sus 37 años, la pidió en matrimonio cuando ella apenas acaba de cumplir los 11. Los padres, sonrientes, declinaron la oferta, algo que deprimió a Hodgson. Sin embargo permitieron que Alicia y su hermana pasearan en un bote con Hodgson mientras éste les contaba deliciosos cuentecillos, todos improvisados.

Uno de esos cuentos hablaba de una niña que caía en una madriguera y entraba a un país donde nada era lo que parecía y para averiguarlo había incluso que manejar conocimientos matemáticos. A Alicia le encantó tanto el cuento que le pidió que lo escribiera, de modo que durante toda la noche un emfebrecido Hodgson concluyó la historia a la que puso Alice in Wonderland. El título en inglés es más complicado pues "wonder" significa "maravillarse" pero también "quedar intrigado", de modo que un título más apropiado en español habría sido "Alicia en la Tierra de la Incertidumbre", algo que, sin duda, no suena muy bien en términos comerciales. A la siguiente vez le entregó una copia escrita a mano.

Un amigo editor de Hodgson supo del cuento y le propuso publicarlo. En un principio el autor se escandalizó porque en las ilustraciones aparecían niños en actitudes que calificó como groseras y amenazó con dejar el proyecto. El dibujante, aunque lento hasta la exasperación, logró ilustrar todo el cuento el cual tuvo éxito inmediato. La literatura infantil inglesa de finales del siglo XIX se encontraba saturada de clichés sin que en ningún momento retara la imaginación de sus lectores... claro, esto si consideramos que Alicia en el País de las Maravillas sea en realidad literatura infantil.

Y aunque al principio le repugnó la idea --ya había perdido contacto con su pequeña musa Alicia-- Hodgson escribió la segunda parte donde la protagonista entraba a ese mundo atravesando un espejo. El éxito también fue espectacular aunque Hodgson ya no pudo recuperarse de haber perdido a Alicia. Una de sus personalidades había terminado por devorar a la otra: La de Lewis Carroll, el magnífico contador de historias poseedor de una imaginación a borbotones, terminó por sucumbir a la de Charles Hodgson, ese diácono puritano que simbolizaba la doble moral victoriana.

Muchos años después de muerto Hodgson, una septuagenaria Alicia decidió vender el manuscrito tras lo cual pudo pasar el resto de su vida sin tantas preocupaciones económicas. Para entonces, en los años previos a la segunda guerra mundial, la historia de Alicia había quedado parcialmente en el olvido hasta que los estudios Disney adquirieron los derechos para filmar la película que se estrenó con enorme éxito. Desde entonces, las imágenes que todos tenemos en torno a Alicia en el País de las Maravillas corresponden más a Disney que a las ilustraciones del libro. Lewis Carroll volvió a ponerse de moda en los sesenta cuando el consumo de drogas llevaba directamente a ese mundo sin necesidad de caer en una madriguera. The Jefferson Airplane dedicó su tema "White Rabbitt" a la combinación del mundo carrolliano y el uso de estupefacientes.

Este año regresa Alicia al cine, de la mano de Tim Burton. Seguramente habrá muchos giros y alteraciones al concepto original de Lewis Carroll con tal de adaptar la historia al público del siglo XXI por lo que ésta no es una apuesta segura. Deberemos estar pendientes sobre el asunto se va esfumando como el gato de la sonrisa burlona o si algún truco de la chistera mantendrá el interés para una segunda parte.

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