Editorial:
Futbol y balazos
¿Gusta
otra muestra más, presidente Calderón?
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AGOSTO, 2011. Lo ocurrido la tarde del sábado en el estadio de futbol de Torreón debe ser
la muestra más clara de que la estrategia del presidente Felipe Calderón en contra del crimen organizado no está funcionando. Es un fracaso rotundo, exasperante, cuando los pobladores de esa ciudad viven ya en un ambiente de paranoia, de no saber si a serán víctimas del "fuego cruzado" o, como ese día, de un ataque que se
da en un sitio impensable, un lugar donde la gente va, precisamente, a olvidar sus problemas cotidianos, en los cuales se incluye, ese ambiente de temor en el cual los laguneros han tenido que vivir desde mediados del 2008
cuando se intensificó la "guerra contra el narcotráfico" del gobierno federal.
Un mensaje gubernamental presenta a un hombre y a una mujer hablando sobre la situación actual de inseguridad. Cuando él le dice que "las cosas están mal" ella le responde "pero podrían estar peor ¡estos desgraciados ya tendrían controlado al país", a lo que él --suponemos es su marido-- respira aliviado, como si se tratara de un traguito desagradable tras el cual vendrá sobre el país una lluvia de albricias y alegrías.
Le tenemos noticias al gobierno federal: el "ya tendrían controlado" está pasando a un "han controlado" entre la población. Dicho de otro modo,
los cárteles se han adueñado del país. No solo en la Laguna sino en otras muchas otras partes del país salir de noche a divertirse, a ir a un bar, a un casino o a una fiesta se ha convertido en factor de riesgo. Como muestra, la ciudad de Torreón era conocida en otras latitudes por su intensa vida nocturna, con bares, restaurantes, billares y demás centros de diversión que estaban repletos y cerraban a las dos o tres de la madrugada. Hoy los billares prácticamente se extinguieron, son pocos los restaurantes que permanecen abiertos más allá de medianoche
y a los bares sólo se permite la entrada a los parroquianos frecuentes. Los pocos lugares que se atreven a abrir lucen semivacíos.
Pero hay otro dato igualmente grave: los fines de semana en la Laguna rebosaban por la organización de bodas y bailes. Pero tras la masacre en una quinta en julio del año pasado y donde murieron 17 personas, esa actividad
se ha desplomado y las bodas se efectúan en domicilios privados o, sencillamente, como refirió un contrayente a un diario local, "sólo habrá ceremonia religiosa, cero fiesta, de la iglesia nos iremos directamente de luna de miel. No queremos arriesgar la integridad física de nuestras amistades".
Sin sitios para divertirse, el futbol quedaba como única opción de entretenimiento para los laguneros. Hasta el sábado pasado parecía ser un sitio a salvo del ataque de estas bandas; un estudio realizado localmente indicaba que las noches en que había partido los hechos de violencia bajaban relativamente en la ciudad. Con lo ocurrido el sábado esa consolación se ha esfumado.
Los resultados de este acto rebasan lo futbolístico: ¿qué inversionista foráneo se atrevería a
abrir empresas en una región donde ni siquiera puede uno estar seguro en un estadio de futbol? La noticia no sólo se propagó nacionalmente sino que medios como el
Toronto Star, El Mercurio, de Chile, El Tiempo de Bogotá,
El País, de España, Le Figaro de Francia, El Universal, de Caracas y
La Nación de Argentina dieron cuenta de ello, ello sin contar a The Miami Herald, Los Angeles Times y el
Dallas Morning News. El daño a la reputación de una ciudad que por décadas se distinguió por su tranquilidad, su ambiente para los negocios y su espíritu progresista será incalculable, máxime porque se trata de un estadio que recibió igual difusión mundial cuando fue inaugurado hace casi dos años.
Esta es una muestra enorme, gigantesca, de que la estrategia del presidente Calderón no está funcionando. Antes de su instrumentación, Ciudad Juárez estaba
emproblemada con el asunto de las llamadas muertas de Juárez; Monterrey era considerada la máquina del progreso mexicano y la Laguna era un sitio donde en menos de dos años se abrieron un par de campos de golf y cinco hoteles, símbolo de la confianza para abrir negocios ahí. Hoy son ciudades a las que nadie pensaría irse a radicar para salir adelante en sus proyectos personales. Y es un declive que se dio a partir de que el presidente declaró la "guerra al crimen organizado". No hay de otra, las cifras ahí están.¿Y todavía Calderón cree, como se lo dijo a Javier Sicilia, que los "equivocados" somos quienes reprobamos esta estrategia?
Ya nadie asistirá despreocupado al estadio lagunero de futbol en el futuro. A ello debe agregarse que el balompié es una válvula de escape de las frustraciones diarias de un pueblo. Las repercusiones son impredecibles cuando a un pueblo se le limitan sus formas de distracción y entretenimiento. En eso (y muchas otras cosas más) debió haber pensado Calderón cuando echó a andar una estrategia en la que involucró a un ejército que por décadas fue de paz.
Con su estrategia fallida, Calderón está hundiendo al norte del país, la región que le dio los votos para que pudiera alcanzar la presidencia. Por ello
sus habitantes anhelan que se dé el silbatazo final a su gobierno, que al momento de escribir estas
líneas se encuentra a 416 días de distancia. Muy poco y al mismo tiempo
una eternidad.
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