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Galería de celebripócritas: Brad Pitt

Con este texto inauguramos una sección que aborda a esas celebridades que quieren dar al mundo y a sus fans lecciones de moralidad y convicciones políticas mientras trabajan en el corrupto y pervertido mundo del entretenimiento. Y lo hacemos con un exponente de lujo, un galán cuya hipocresía hace rebasó los límites que la sensatez puede soportar

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FEBRERO, 2020. Pues bien, por fin se le hizo a Brad Pitt recibir un Óscar, no como actor principal, algo a lo que hace rato le trae ganas, sino como actor de reparto. Cualquiera podría decir que finalmente la Academia le da su reconocimiento a este histrión luego que hace poco más de una década les hiciera un descarado coqueteo con The Curious Case of Benjamin Buttons, película mediocre donde las haya y que venía a ser un refriteo casi total de Forrest Gump.

Antes de avanzar puntualicemos una observación que ojalá no nos llene de hate mail: Brad Pitt no es un gran actor. Cuando ha intentado sorprender a los señores de la Academia, lo que más ha llegado es dejar en evidencia sus carencias interpretativas. El ejemplo más claro lo tuvimos con Meet Joe Black donde la idea de ponerlo frente a un señorón de la actuación como Anthony Hopkins produjo efecto risibles gracias a la mera comparación (además que la película tiene muchos tramos tediosos y es innecesariamente larga).

Algo similar sucedió con 12 Monkeys donde Pitt ni de chiste supera en pantalla a Bruce Willis, quien no es precisamente un actorazo, o bien en La Sombra del Diablo (The Devil's Own) donde el ex de Angelina Jolie interpreta a un terrorista del Ejército Republicano Irlandés que pasa una temporada en Estados Unidos en la casa de un personaje interpretado por Harrison Ford, quien se devora a Pitt prácticamente desde la primera escena, algo en lo que tampoco ayudó su acento irlandés, claramente fingido y, donde, por cierto, Pitt y Ford terminaron agarrados de la greña, profiriéndose odio mutuo.

Quede claro: Pitt se encuentra igualmente muy lejos del nivel de Matt Damon, quien pese a ser un higadito en la vida real, su talento y versatilidad como actor son incuestionables (en este punto ya resulta pueril comparar a Pitt con, digamos, Samuel L. Jackson, Denzel Washington Jr. o Jeff Bridges... el oriundo de Missouri nada tiene que estar haciendo al lado de estos gigantes).

La obviedad rayana en el descaro es que Brad Pitt siempre ha querido convertirse en el nuevo Robert Redford, esto es, un actor que rehúsa se le juzgue por "carita" sino por sus capacidades histriónicas, las cuales al final resultan regulares. Sí, Redford tampoco es buen actor, en contraste con su sobrado talento como director, donde Refdord debió haber empezado su carrera. No se dude entonces que dentro de poco, y cuando su carrera entre en decadencia, Pitt también funde su propio festival de cine, copia del Sundance.

Pero el ser un actor mediocre el cual le debe mucho a su rostro agraciado el haber alcanzado el estatus de sex-symbol mundial puede ser perdonable: no fue el primer caso y definitivamente no será el último. Lo molesto es la hipocresía que Pitt suele demostrar cada vez que abre la boca. Parece que a él y a otros celebripócritas que viven en una burbuja, desde Barbra Streisand hasta Alissa Milano, no les importa que la gente que alguna vez los llevó a la cima de la fama les exige que ya se callen, que se pongan a actuar y que dejen de estarlos sermoneando.

He aquí lo que dijo Brad Pitt durante su discurso cuando recibió el Óscar la noche del pasado 9 de febrero:

"Gracias a la Academia por este honor de honores. Me dijeron que solo dispongo de 45 segundos para dar mi discurso, que son 45 segundos más del tiempo que el Senado le dio a John Bolton esta semana", ello en relación al ex funcionario quien escribió un libro "inculpatorio" en el "juicio político" contra el presidente Trump. ¡Qué valentía la del alguna vez Benjamin Buttons!

Lo curioso es que Pitt "olvidara" mencionar que los demócratas en la Cámara de Representantes, encabezados por Adam "Cuello de Lápiz" Schiff, en primer lugar se hayan negado a llamar a declarar al "soplón" que les dio la información acusatoria contra el presidente y, segundo, que los mismos demócratas bloquearan toda petición de los republicanos para que éstos llamaran a sus propios testigos; a éstos no les dieron ni siquiera un segundo.

En cambio, si Brad Pitt le hubiera dedicado al menos 45 segundos a su relación con el pervertido sexual Harvey Weinstein durante su discurso y con quien aparece muy sonriente junto a él en varia fotografías, su discurso de aceptación habría resultado más provechoso.

Pero por lo visto a Pitt le preocupa más que a John Bolton, un burócrata incompetente --válgase el pleonasmo-- que acaba de escribir un libro que apenas y lo han comprado sus familiares más cercanos y cuyo testimonio habría servido, si mucho, para inculpar al presidente Trump de no haberle jalado a uno de los excusados de la Casa Blanca.... y no se dude que los demócratas pronto quieran utilizar argumentos como esos para llevar a Trump de nuevo a un juicio político.

En suma, Brad Pitt es otra de esa celebripócritas que se la pasan graznando en contra del cambio climático pero viajan para todos lados en avión, que exigen abrir las fronteras y aplicar un estricto control de armas pero viven en residencias amuralladas y con guardias empistolados, o que denuncian al "uno por ciento" pero igualmente cobran hasta 20 millones de dólares por película sin que en ningún momento su aberrante hipocresía los haga siquiera ruborizarse.

Mientras Brad Pitt no reniegue de su amistad con el asqueroso Weinstein ni se ofrezca a dar su testimonio en el juicio que se lleva contra este ex magnate de Hollywood, su politiquería barata será equiparable a sus reales capacidades actoriles. Seguirá siendo un celebripócrita quien, a diferencia de casi todos sus colegas, posee un talento más que sobrevalorado.




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