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El silencio cómplice de la izquierda: hoy Venezuela, mañana México

Era predecible, aunque no por ello menos preocupante: la izquierda en México ha volteado hacia otro lado ante el totalitarismo, los abusos y la represión de su correligionario Nicolás Maduro. Este silencio encierra un adelanto de lo que ocurrirá aquí si el año próximo esa facción alcanza la presidencia

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AGOSTO, 2017. Por primera vez en muchos años, el gobierno mexicano dejó su tradicional tibieza en política exterior y criticó el pisoteo al estado de derecho y los derechos humanos en Venezuela por parte de un aspirante a dictadorzuelo. Era lo menos que se podía, y debía, hacer: en este país radican alrededor de 20 mil venezolanos, la mayoría de ellos llegados aquí a consecuencia del desastre, la barbarie y una miseria nunca antes vista en Venezuela producto de, chavismo-madurismo. Será inepto en muchos otros aspectos, pero por lo menos en esta condena, el gobierno de Peña Nieto mostró una posición definida, con la cual México se alinea del lado de los presidentes Macri, de Argentina y Pedro Pablo Kuczynski, de Perú, que igualmente han condenado las fantocherías de un autócrata al que, desde que dijo que hablaba con pajaritos, se le debió considerar un desequilibrado mental.

La condena generalizada hacia un país que está violando su propia Constitución y para ello oprime al pueblo se ha generalizado. Lo insólito es que es contra un gobierno inclinado hacia la izquierda; la historia demuestra que las condenas son más tibias y ambiguas cuando la radicalización va hacia la izquierda que hacia la derecha. La excepción a esa condena, por supuesto, se encuentra en nuestros partidos de izquierda que no han dicho este bigote de morsa es mío cuando se trata de censurar y denunciar al dictador venezolano Nicolás Maduro.

No lo han hecho hasta el momento de publicar este texto, lo cual los convierte en cómplices de un gobierno represor y dictatorial que desea reproducir, casi como un guión, la desventura que por décadas han sufrido millones de cubanos en lo que puede ser la peor de las suertes para Venezuela: el recorrer un camino plagado de fracasos, pobreza y pérdida de esperanzas, como si la caída del Muro de Berlín jamás hubiera ocurrido en la historia.

El silencio de la izquierda, claro está, no ha sido total, pero cuando se rompe da claras muestras de que nuestros progresistas marchan a ritmo madurista. Ya lo dijo Yeidckol Polevnsky, miembro de Morena y quien, paradójicamente, anteriormente fue dirigente de una de las principales cámaras empresariales del país: "la Venezuela bolivarista es un ejemplo para el resto de América latina". ¿Ejemplo de qué? ¿De hasta dónde puede llegar la detención de disidentes en nombre de la justicia social? ¿de los niveles de hambre, de violencia, de escasez y pobreza que se pueden lograr cuando se destruyen la actividad productiva y el estado de derecho?

Una izquierda que denuncia en los foros internacionales la "desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa" pero guarda silencio en torno a la detención y tortura contra líderes opositores como Antonio Ledezma y Leopoldo López no merece recibir un grado de seriedad ni credibilidad. Aparentemente para ellos, la represión y las dictaduras únicamente se dan en regímenes "de derecha", apoyados y financiados por Estados Unidos, nunca en gobiernos de izquierda, mal llamados "progresistas" y donde la violación a los derechos humanos que tanto escándalo produce en nuestra izquierda cuando es cometida por gobiernos "de derecha", ni cosquillas les causa cuando los responsables se ubican en el espectro de la izquierda.

Este silencio cómplice lleva a un razón: la izquierda mexicana quiere para México la misma receta que en Venezuela.

Para la izquierda mexicana --y prácticamente la de toda el área-- lo ocurrido en Venezuela no es consecuencia de tener gobiernos botarates, irresponsables, corrompidos y represores; por el contrario, si las cosas no salen bien se debe a complots tanto de la burguesía local como del ominoso apoyo del imperialismo yanqui; si Venezuela tiene hoy la inflación más alta del mundo hay que denunciar al comercio insensible que sube los precios a su antojo; si desde que Maduro llegó al poder se han ido a vivir a otros países casi 600 mil venezolanos hay que atribuirlo a que se trata de una sarta de ignorantes incapaces de comprender un proceso revolucionario.

Quienes salen a las calles a manifestarse en contra de una fraudulenta constitución son conspiradores a sueldo de la CIA, desesperados ante la inminente pérdida de sus privilegios; si el dictador Maduro afirma "lo que no logramos con los votos, lo conseguiremos con las armas" (¿imaginamos esa misma pasividad si el presidente argentino Mauricio Macri dijera algo así?), no muestra abiertamente su rostro dictatorial: simplemente responde a las amenazas y agresiones de sus enemigos.

Y qué mejor muestra de esa indiferencia y del proyecto que la izquierda quiere para México: el mismo día que se intensificaban las protestas contra la constituyente del dictador Maduro, Andrés "rayito de esperanza" López visitaba a Michelle Bachelet y le decía que "Salvador Allende siempre ha sido mi ejemplo a seguir" --un político que llevó a Chile al mismo drama que hoy sufre Venezuela-- queda claro que, para nuestra izquierda, si con el fin de alcanzar el paraíso socialista hay que llevar a México al mismo abismo por el que camina Venezuela, que así sea.

Mientras la izquierda mexicana no se pronuncie y condene la brutalidad de la dictadura de Nicolás Maduro, será su cómplice regional.

 

 

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