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Y DEMÁS/Totalitarismos
El reseteo, un totalitario
menjurje megaconconsorcios, gobiernos y cyberjeques
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NOVIEMBRE, 2O2O. Por lo visto, los amantes de
las teorías conspiratorias se encuentran ante una acusación real y
de la que incluso ya hablan abiertamente: la instauración de un
gobierno mundial. Se veía venir que, en tal sentido, The New York
Times, esa bazofia que muchos ingenuos aún llaman periódico,
haya negado tajantemente su existencia, esto es, una conspiración en
torno a la implantación de un nuevo orden mundial.
Pero en cierto modo esta implantación a la que se le ha dado el
cibernético título de El Gran Reseteo Mundial (perdónese el
horripilante espanglish) no es una conspiración si nos
apegamos estrictamente a lo que conocemos como una conspiración, un
plan que se mueve entre las sombras y quienes lo promueven se mueven
en el máximo secreto, incluso con sus vidas amenazadas si revelan el
asunto más allá del círculo de conspiradores. En tal sentido el
reseteo ya no es una conspiración, es una abierta intención para
materializar un gobierno mundial.
Los principales promotores de este reseteo no quisieron
esperar a que termine la pandemia para anunciarnos la "urgencia"
para "reciclar" lo mal que anda este mundo para sustituirlo por otro
que planean conseguir cuando lleguemos (eso esperamos) al año 2030 y
tener una sociedad que haría palidecer de envidia al Brave New World
de Aldous Huxley (de eso en un momento). Por eso es difícil desechar
la idea de que esta gente algo trama, como sugiere ese pasquín de
marras, cuando el Príncipe Carlos, quien para infortunio de la Gran
Bretaña tiene amplias posibilidades de convertirse en el próximo
rey, dio a conocer un mensaje donde advierte de la "urgencia" de
cambiar el esquema económico, y lo mismo hizo el primer ministro de
Canadá, Justin Trudeau, una coincidencia más que extraña cuando
Klaus Schwab, líder del Foro Económico Mundial, habla de resetear la
economía pues, según él, "es necesario reorientar las prioridades
luego que la pandemia ha expuesto nuestros puntos débiles".
Aún más, la OMC subió un video en las redes donde nos
dice "cómo será el mundo en el 2030" donde, entre otras cosas, nos
da el
lennonesco vaticinio que "tu no serás dueño de nada y serás
feliz", "se reducirá al mínimo el consumo de carne", "todo lo que
necesites se te prestará (sic) y te se será llevado a casa con un
dron", así como un punto dónde uno se pregunta qué tiene que ver con
los objetivos por los que fue creada la OMC: "los valores
occidentales serán llevados al punto del rompimiento".
Es fácil asumir que ese "rompimiento" ya se puso en marcha desde
hace rato: solo basta asomarse a una película, a una canción, a un
programa de TV, a una revista, para dar cuenta del ataque incesante
hacia los conceptos de familia, de matrimonio, hacia la escala de
valores y hacia los preceptos religiosos o, más bien, el
cristianismo. Pero el New York Times hace fuchi a la idea de que se
trata de una conspiración y en cambio como disco rayado vuelve a
tachar de "paranoicas!" a las "fuerzas de la derecha".
Ya se ha hablado de cómo Orwell había advertido hace
ocho décadas acerca del surgimiento de un gobierno mundial que
manipulara la información y las mentiras a su antojo. Sin embargo hay
otro libro más reciente que refleja con igual claridad lo que
estamos viendo detrás de ese reseteo que se nos quiere administrar a
rajatabla. Si título es Agenda 21 y fue escrito por Glen
Beck: es una novela que resume cómo "apenas una generación atrás, esto
eran los Estados Unidos pero ahora, luego de la puesta en marcha
de un programa creado por la ONU llamado Agenda 21, a éste sitio
solo se le conoce como la Nueva República. No hay presidente, no gobierno, ni Corte... ni libertad. Solo existen las autoridades
(...) los ciudadanos tienen dos tareas básicas en la Nueva
República, crear energías sustentables y tener hijos. Quienes no
demuestren estar aptos no le sirven a esta sociedad".
Cuando Agenda 21 salió la venta en el 2012 se acusó a Beck --un
autor conservador anti Trump quien hasta hace poco cambió su
postura--
fue acusado de "fantasioso"; la revista
Playboy publicó un articulo donde, aparte de
burlarse del autor hasta el occipucio,
de llamarle "redneck del norte" y calificar a Agenda 21 de "insufrible y
tedioso" además de acusar a Beck de
haber haber violado a un menor de edad.
Por supuesto que lo más asombroso es que quienes proponen este reseteo son las mismas momias que poco o nada han hecho
desde que sabemos de ellos, para que
tengamos un mundo mejor. El caso más ilustrativo es el del
güevonetas Príncipe Carlos. Aparte de vivir de los impuestos que
abruman al contribuyente británico, el máximo galardón que puede
achacarse a este princifeo es haberse
ligado a la Princesa Diana,
aunque luego la cambiara por (algo verdaderamente ripleiano) la
igual de fea que él Camilla Bowles. ¿Cómo es entonces que este
sangreazulino que en más de medio siglo no ha hecho nada
recordable quiera sumirse ahora como uno de los líderes del
reseteo?
Igual sucede con el primer ministro canadiense Justin
Trudeau, a su vez hijo de otro gobernante al que de milagro no se le
deshizo el país entre las manos, y de una socialité quien
pasaba más tiempo a baile y baile en la
Studio 54
de Nueva York que en su propio país? Los promotores del reseteo
aseguran que para el 2030 ya se habrá borrado el racismo del planeta
pero asombrosamente cuentan en sus filas a Trudeau, un sujeto que se
pintaba la cara de negro y se ponía un turbante hindú como parte de
sus disfraces.
Si este par de ineptos, el príncipe Carlos y Justin
Trudeau, nos hablan de la "urgencia" de resetear a la sociedad
mundial, nos da una idea de lo peligroso que resultará la aplicación
del reseteo en el cual, abundan, curiosamente, gente que ya pasó los
70 años de vida y cuya trayectoria en la política y la economía
mundial ya es longeva, como es el caso no solo del principobo y de
Schwab, el líder de la OMC, sino también del casi octogenario
Joe Biden.
El historial de todos ellos y su influencia en poco o nada ha
resultado en que hoy tengamos un mundo mejor; de hecho, y si
juzgáramos el pretendido reseteo desde una perspectiva
lógica, todos esos carcamales serían parte del problema.
Por supuesto sería igualmente absurdo dar la estafeta de ese reseteo
a una adolescente berrinchuda como
Greta
Thunberg o a peor aún, a
Alejandra
Ocasio Cortes, aunque al final se trata de títeres
de muchos de esos vejestorios políticos que buscan resetear a
nuestro mundo.
Con todo, ¿por qué esa urgencia de resetear al mundo
occidental con la megapandemia como pretexto. ¿Por qué nadie habla
de un reseteo para China, el país culpable de que todos ya
llevemos más de 6 meses con tapabocas? El reseteo equivale a
que todos los empleados de una empresa fueran obligados a cubrir los
gastos del empleado al que se le quemó su casa por irresponsable y
de ribete a ese personal sea forzado a tomar una serie de cursos
para prevenir incendios.
El reseteo es la intención más clara, quizá desde la segunda
guerra mundial, para implantar un gobierno mundial totalitario, esta
vez una mezcolanza de políticos, multinacionales y los cyberjeques
de Silicon Valley. Por fortuna, la historia nos deja la lección de
que el reseteo más reciente de la historia que dio nacimiento
a la Unión Soviética, terminó derrumbándose, podrido desde sus
propias entrañas.
No se dude que este reseteo sufrirá igual suerte: su disco duro ya
viene defectuoso de antemano.
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