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No: Galileo no fue un perseguido de la Iglesia católica

Desde hace buen rato hablar de Galileo Galilei nos lleva irremediablemente a condenar por su "cerrazón" a la Iglesia católica que le "ordenó callar" y lo mandó a las mazmorras, algo normal en una institución que, nos dicen, se caracteriza por ser enemiga de la ciencia. No necesariamente: un repaso histórico honesto da cuenta de cuáles fueron las verdaderas circunstancias y quiénes echaron a rodar el cuento del Galileo perseguido

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SEPTIEMBRE, 2020. Mencione usted en cualquier conversación el nombre de Galileo Galilei e invariablemente saltarán las acusaciones hacia la Iglesia católica de cómo este científico fue mandado callar y, ante su negativa a hacerlo, fue enviado a prisión donde pasó el resto de sus días. De hecho ya se ha vuelto lugar común que lo ocurrido a Galileo marca impecablemente a la Iglesia católica como enemiga de la ciencia y el conocimiento y al mismo tiempo promoviendo la superstición y la superchería.

De hecho el Vaticano mismo pidió perdón post mortem a Galileo durante el pontificado de Juan Pablo II tras siglos de negarse a hacerlo, esto pese a que desde siglos atrás Se había dado la razón a su planteamiento principal, que la tierra gira alrededor del sol, y no al revés.

Y dado que fue en 1633, cuando se dictó prisión a Galileo, es momento de aclarar exactamente cuál fue la acusación contra el científico y cuáles razones fueron las que más pesaron para su encierro, incluso por arriba que una mera discrepancia y enfrentamiento hacia lo que la Iglesia consideraba un dogma.

Galileo fue el Stephen Hawking de su tiempo. Y al igual que hoy, la comunidad científica se veía precisada a estar cerca del poder político no solo para recibir subvenciones e ingresos económicos sino a modo de hacerse de un mecenas, algo totalmente común y aceptado en el siglo XXV. Era inevitable que la comunidad científica tuviera cercanía con los prelados y las altas autoridades de la Iglesia católica cuya autoridad estaba por encima de reyes, feudos y principados (el concepto de país que hoy tenemos es radicalmente diferente; como muestra, no fue hasta 1861 cuando finalmente Italia se convierte formalmente en una nación).

El concepto de Aristóteles en el sentido de que el sol giraba alrededor de la tierra fue asumido como un dogma por las autoridades eclesiales. Ahora bien, debemos tomar en cuenta que la Iglesia confió en ese concepto dada la estatura moral del pensador griego y al hecho de que, bueno, no había manera de contradecir a alguien que se consideraba un sabio y por tanto una autoridad en el tema.

 Una condición para realizar investigaciones científicas era convertirse en clérigo, como fue el caso de Isaac Newton, o al menos mostrar ser un buen cristiano, algo en lo que Galileo tenía intachable reputación. Uno de sus mecenas era el arzobispo de Tusca Maffeo Barberini. Gracias al patrocinio y apoyo de Barberini, el científico pudo publicar El Mensajero de las Estrellas, un libro que daba cuenta de sus descubrimientos gracias al telescopio. Esa edición recibió encendidos elogios; el Colegio Vaticano de Roma elogó su aparición con una serie de celebraciones, lo que significaba el ascenso de Galileo dentro de la estructura política de ese momento.

La suerte del científico siguió cambiando para bien. Su amigo Barberini se convirtió en  el Papa Urbano VIII quien gustosamente continuó financiando parte de sus investigaciones. El tema de su siguiente libro, titulado Diálogo Sobre los Dos Máximos Sistemas del Mundo pisaba terreno espinoso, que era el colocarse del lado de Nicolás Copérnico, otro investigador que se había atrevido a cuestionar la tesis aristotélica. Por otro lado, en aquella época se requería que la publicación de cualquier obra de carácter científico fuera aprobada por la autoridad eclesiástica: Galileo presentó la obra al Pontífice luego que éste mostrara su entusiasmo y le animó a publicarla siempre y cuando manejara el tema como una hipótesis.

El libro refiere una conversación sobre astronomía donde participan tres tipos sentados alrededor de un jardín. Uno de ellos rechaza abiertamente la teoría de Copérnico en torno al sol como centro del universo. ¿Su nombre? Simplicius. Entre algunos puntos: si el sol giraba alrededor de la Tierra ¿cómo explicar entonces que a lo largo del año las constelaciones visibles en el firmamento iban cambiando?

Galileo fue llamado a comparecer ante el Santo Oficio, sede de la Inquisición donde se le acusó (y esto es importante) no de hereje, sino sospechoso de difundir la herejía. El juicio lo consideró culpable y se le condenó a cadena perpetua la cual sería luego conmutada a un arresto domiciliario. Sin embargo el fiscal del caso, quien estaba del lado del científico, propuso que todo terminara en una reprimenda. Esta idea coincidía con la del Papa Urbano VIII, quien se aseguró que su amigo recibiera un trato digno.

La "condena" contra Galileo fue relativa: el "arresto domiciliario" más bien exigía que no pasara la noche en otros sitio que no fuera su hogar y se le permitía salir y a seguir realizando investigaciones científicas. ¿No se antoja raro que, en primer lugar, si la Iglesia reprobaba a Galileo, no le haya aplicado una sentencia más severa y, segundo, le habría impedido seguir con sus trabajos dado que ya representaba un peligro al poder clerical?

De hecho, las aportaciones más importantes de Galileo se dieron después de su "arresto domiciliario", incluido su Dialogo Alrededor de Nuevas Ciencias, compartido y discutido con sus colegas de Europa. ¿Dónde estaba la tan llevada y traída "censura" eclesial que estaba sufriendo el científico tuscano?

En contraste, el principal enemigo de la Iglesia en ese momento no era la comunidad científica sino los movimientos en pro de la Reforma de modo que haber dado por buena la teoría de Galileo se habría abierto la puerta a mayores cuestionamientos, entre ellos los dogmas: el echar por tierra lo que hasta entonces el Vaticano había defendido con ahínco.

Es verdad que Galileo terminó por retractarse, pero también es cierto que --como ocurriría siglos después con los regímenes comunistas-- para la Inquisición el aceptar la culpa no eximía a nadie de recibir su castigo, por lo general una sesión de tortura hasta producir la muerte. De nuevo, ¿por qué esa no fue la suerte de Galileo?

Asimismo obraron los poderes burocráticos en la decisión de condenar, por lo menos en su teoría, a Galileo. Dado que Galileo fue de los primeros en introducir términos matemáticos en el mundo de la física con sus tratados que fueron más que meras hipótesis escritas, muchos de sus colegas se habrían visto en aprietos y, quizá, habrían perdido sus trabajos, de ahí que ninguno de ellos salió en defensa del toscano en cuanto fue requerido por el Santo Oficio. Si se era un físico que no estuviera relacionado con las matemáticas, tesis como al expuesta en Diálogos los habrían puesto en serios aprietos.

De hecho, y de acuerdo con el libro escrito en 1597, Galileo envió una carta a Johannes Kepler, el autor de la Ley del Movimiento de los Planetas y le expresó su convencimiento de que Copérnico tenía razón pero temía admitirlo públicamente por miedo al ataque de sus colegas, no tanto del poder clerical.

Uno de esos colegas celosos fue el astrónomo Orazio Grassi, quien era sacerdote jesuita. De hecho y según refiere Pietro Redondi en Galileo Herético, fue Grassi quien anónimamente denunció a Galileo para que fuera sometido a juicio. Obviamente Grassi lo denunció no porque estuviera en contra de sus creencias religiosas sino por sus investigaciones científicas.

Grassi no fue el único, por cierto: hubo otro más, llamado Christoph Scheiner, resentido porque Galileo había recibido crédito por descubrir las manchas solares y deducir correctamente su origen. Scheiner se unió al coro que exigían no solo que Galileo fuera juzgado sino que se prohibiera la publicación de más obras suyas... como se ve, el querer asilenciar a los colegas no ha cambiado gran cosa en casi medio milenio.

 

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