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NACIONAL

 

El maruchanazo es un pretexto para administrarnos más sopa totalitaria

 

¿Acaso los ingredientes de un producto profesan ideas políticas al punto que de un sexenio a otro pasan, de ser aprobados por las autoridades, a malísimos y nocivos para la salud? La corrupción burocrática, en combinación con los afanes totalitarios de la 4T, amenazan de nuevo con un embate que empieza en el estómago para de ahí colarse hasta limitar nuestra libertad individual

 

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OCTUBRE, 2021. Una muestra clara de que la burocracia fue inventada con el fin de retrasar el progreso humano y fastidiarnos la vida es la impunidad de la que goza tras anunciar un súbito cambio de reglamentos en detrimento de la productividad y la realización de negocios en un país.

 

Si un día una empresa le comunicara a la Secretaría de Hacienda que en adelante pagará sus impuestos semestralmente y en plazos establecidos unilateralmente, la dependencia se iría sobre los infractores y los aplastaría hasta hacerlos desaparecer. Pero Hacienda y cualquier otro armatoste burocrático cambiar sus reglamentos de un día para otro, aun si contradiga las leyes anteriores, muchas veces por arriba de las Cámaras de Diputados y de Senadores. Pero a nadie importa que el sector productivo, el directamente afectado por esas decisiones, se vea obligado a modificar sus planes, proyectos y expectativas ante medidas que se aprueban sin que se les consulte.

 

La pretendida reforma eléctrica del pejepresidente es una muestra clara de ello: pese a que contraviene incluso los acuerdos del Tratado de Libre Comercio que existe con Estados Unidos y Canadá, si la reforma se llega a aprobar mandaría por la borda los cientos de millones de pesos en inversión por una ley que ese mismo Estado --y no importa que haya sido de otro partido-- aprobó tras un largo estirafloja.

 

Ese súbito cambio de reglamentos es una de las maldiciones más aberrantes de la burocracia, no solo mexicana sino mundial. Pues bien, algo similar acaba de darse con las conocidas sopas Maruchan: luego de "diversos estudios publicados en la Revista del Consumidor, se determinó que éstas contienen "hidratos de carbono, cantidades variables de grasas y proteínas, un aporte energético que puede ir de las 290 a las 230 calorías por cada 100 g de producto y otros productos como el glutamato monosódico (GMS).

 

Este producto, según la publicación, "arroja investigaciones que prueban su relación como: dolor de cabeza, sofocación, taquicardia, sensación de presión en la cara, adormecimiento de la boca, dificultad para respirar, sudoración, dolor de pecho y debilidad (...) otro estudios demuestran que interviene en la parte del cerebro que regula la saciedad y voracidad en el individuo, contribuyendo a la obesidad".

 

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Confieso que solo un par de veces he probado las cacareadas sopas Maruchan pero no recuerdo haber experimentado taquicardia, dolor en el pecho o dificultad para respirar (de hecho, esos síntomas se me han presentado en los días precios a que llegue el recibo de la CFE o cuando me entregan requerimientos de Hacienda). No me gustó su sabor, francamente, pero si alguien le gustan y las disfruta aunque se diga que contienen camarón, que les aproveche. Pero para la burocracia eso es imperdonable: ya lograron que se prohíba la venta de las Maruchan con lo cual no solo se afectará económicamente a cientos e empleados y a sus familias sino que expone, de la manera más vergonzosa, la incompetencia del Estado, sea del sello partidista que sea.

 

¿Que acaso los valores nutrimentales de un producto son buenos y recomendables en un sexenio pero pasan a ser nocivos cuando otro partido político toma el poder? Se supone que estas sopas pasan por una exhaustiva revisión de su contenido a cargo de la Secretaría de Salud antes que se autorice su salida al mercado; es frecuente que la anhelada autorización tarde meses mientras el empresario pierde dinero pues ya invirtió millones de pesos en maquinaria, capacitación de sus empleados y demás infraestructura que no puede echar a andar mientras tanto.

 

Aquí se podría alegar que esa demora suele ser intencional por parte de los burócratas para obligar al empresario a darles una "ayudadita" y así acelerar la autorización. Pero, de nuevo ¿por qué jamás hemos sabido de investigación alguna contra estos burócratas corruptos que exigen y reciben las mordidas? Y muchas de las veces, se trata de los burócratas que ahora nos salen con que ese producto es nocivo para la salud y, por tanto, hay que sacarlo de circulación.

 

Asimismo, es el consumidor el que se supone decide y sabe qué alimentos echarse al estómago. Visto superficialmente, parecería que el Estado tiene un interés especial por nuestra salud pues prohíbe la venta de la Maruchan y de otras sopas que, efectivamente, no nutren y nos producen malestares como dificultad para respirar, taquicardia, dolor en el pecho. Motivo suficiente y, diría uno, para que los pejepolíticos hubieran restringido también el consumo de bebidas etílicas o la hoy "regulada" venta de mariguana. Pero por lo visto a la pejeburocracia importa más la recaudación de impuestos por concepto de ponerse pedo bebiendo cheve que sufrir sofocación y dolor de cabeza consumiendo las Marushan.

 

El Estado no tiene como obligación el prohibir determinado tipo de comida cuya venta, al pasar a ser ilícita, florecerá en el mercado negro y en su comercialización por parte del crimen organizado; alguien que disfrute las Maruchan o cualquier otro producto hará lo imposible para adquirirlas. Pero el Estado tiene la obligación constitucional de dar a los mexicanos un nivel educativo de calidad que incluya explicar el valor nutrimental de ciertos alimentos así como la inconveniencia de consumir otros. Que yo sepa ( y que me desmienta alguien si no estoy en lo cierto; hace años que dejé de usar uniforme escolar) nada de eso se enseña hoy en las primarias y las secundarias.

 

Y, de nuevo, tenemos que referirnos al brutal contraste entre buena alimentación y bajo ingreso económico. Millones de personas que consumen Maruchan no lo hacen por gusto sino porque no les queda de otra. Es innegable que una ensalada resulta más nutritiva que esas pastas artificiales ¿pero cuánto cuesta preparar una ensalada y cuánto comprar un envase de sopa? Cuando en este momento nos topamos conque un aguacate de regular tamaño (¡uno!) cuesta 16 pesos, casi el doble que una sopa Maruchan, y que hoy la "canasta básica" es un 12 por ciento más cara que hace un año, ¿acaso cree la pejecracia que estas sopas se venden en millones por mero gusto aunque se sepa que su valor nutricional es muy bajo?

 

Obviamente, y dado que así suelen actuar los gobiernos prototalitarios como el que hoy tenemos, esta embestida contra las Maruchan pareciera tener tras de sí sombras de politiquería.¿Acaso los empresarios que las venden --o franquicitarios, dado que se trata de una multinacional-- están financiándole alguna campaña al PRI o a Acción Nacional o tal vez han estado hablando mal del rayito tabajqueño?

 

Es regla que a un Estado le interesa ir quitándonos la libertad individual de elección y para ello suele empezar en el área de los alimentos. Si a alguien no le gustan las Maruchan, simplemente no las compra y punto, esa es la ley de oferta y demanda que obliga a quien vende poco a mejorar su producto si no quiere salirse de la jugada. Cuando la burocracia prohíbe la venta de un artículo y nosotros lo permitimos, el día de mañana nadie impedirá a esas autoridades prohibir la publicación de libros, revistas o emisiones de opinión que le resulten inconvenientes. Ese es el daño que realmente preocupa a los gobiernos: no el de una alimentación deficiente, sino la propagación de una idea eficiente. Vaya que eso sí lo que les produce, sudoración, taquicardia, malestar estomacal y boca reseca.

 

 

 

 

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