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El hedonismo sórdido de San Fernando Valley

Al principio se le consideró como respuesta contracultural a una sociedad doblemoralista y terminó por convertirse en un negocio que hoy maneja diariamente millones de dólares. Su Hollywood también está en el sur de California. No parece ser, sin embargo, el mundo feliz que muchos creen que es

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OCTUBRE, 2011. Corrían los alocados sesenta cuando comenzaron a circular unas películas en formato Super 8, unos carretes que apenas duraban 10 minutos pero que exhibían escenas de coitos reales. Al mismo tiempo, en Suecia empezaron a comercializar revistas con mujeres y hombres desnudos las cuales en su momento se consideraba material ilegal en otros países europeos. Fue el inicio de la industria XXX la cual pasó de ser una especie de rebeldía underground a una industria que para mediados de los 80 manejaba medio billón de dólares anuales, casi una cuarta parte del Hollywood convencional.

Desde entonces la industria no ha hecho más que crecer, y ha llegado incluso a ser aceptada como algo que ahí está, y que difícilmente alguien podrá remover. Desde los setenta la industria se estableció en San Fernando Valley, un suburbio perteneciente a .Burbank, una ciudad que forma parte del enorme conglomerado urbano que es Los Ángeles y donde se encuentran además los grandes estudios que la CBS, la NBC y la NBC tienen en su zona oeste, También ahí se hallan algunos estudios cinematográficos, como la Paramount.

San Fernando Valley está lejos de ser una zona pobre. De hecho es un sector residencial con casas elegantes, modernas y enormes, muchas de ellas ubicadas en las boscosas montañas que ofrecen una envidiable vista a todo el valle. Más de una película XXX se ha firmado en esos escenarios, al lado de albercas, jacuzzis o amplios jardines. Según el fotógrafo Ian Glitter, los dueños de estas residencias reciben hasta 500 dólares diarios por rentarlas como sets de grabación.

En un principio el formato era el Super 8, y como lo refiere magistralmente el director Paul Thomas Anderson en su película Boogie Nights, fue un formato al cual los primeros cineastas se aferraron y lucharon hasta donde pudieron ante la amenaza del videotape que, según ellos, quitaba calidad a sus trabajos, y en tal sentido nada los diferenciaba de un Robert Atlman o un Fellini, que pensaban exactamente igual. Al llegar los ochenta sucumbieron al video Beta y luego al VHS, el cual fue el soberano indiscutible hasta la mitad de los 90 cuando comenzó a ser desplazado por el DVD, un reinado más bien corto pues en poco tiempo el Internet barrió con todos sus competidores. Según un reciente artículo aparecido en (¿dónde más?) Playboy, más del 60 por ciento de las películas XXX que hoy se ven en Estados Unidos son bajadas de la red. El hecho de que mucho de ese material sea gratuito o de fácil acceso ha hecho que muchas revistas porno se hayan desplomado en ventas. Los pornopasquines --los cuales "se leían con una sola mano!, según la cita del genial Tom Wolfe-- se extinguieron hace rato.

Ha habido nombres legendarios en la industria, pero en realidad apenas rebasan un puñado. Por un John Holmes, "actor" que falleció de sida en 1986, lo que sí ha habido son infinidad de rostros desconocidos que lo mismo podría ser el que atiende en la gasolinera o quien reparte las pizzas a domicilio. En tal sentido, y pese a que la industria XXX de repente se cuela en lo que los gringos llaman mainstream, existe una línea, invisible pero muy tangible, entre ambos mundos. En tal sentido recuerdo cómo en los años 70 una tal Andrea True tuvo un hit pop con "More More More", aunque su trabajo que le absorbía más tiempo, por decirlo de algún modo, era ser estrella porno. Otro caso fue el de Ron Jeremy, "actor" que se jacta de haber participado en más de 4 mil películas XXX, un tipo regordete y ordinario cuya carrera --habrá que emplear un término-- se remonta a los tiempos que Ronald Reagan era presidente de Estados Unidos. El mainstream lo ha aceptado totalmente: los televidentes nocturnos en Estados Unidos se han acostumbrado a verlo en promover productos para informerciales.

El caso más reciente se dio con Jenna Jameson, quien se retiró en el 2005. Según el fotógrafo Glitter, la Jameson es la "última diva del cine porno como lo conocimos", o dicho de otro moto, el Internet mató, a su juicio, a la estrella del porno. Su fama fue tal que muchos artistas de rock angelinos se jactan de haber salido con ella. entre ellos Fred Durst, vocalista del grupo Limp Bizkit. Slash, Axl Rose, los miembros de Blink 152 y Bret Michaels, ex volcalista de Poison.

La industria no se ha detenido, por supuesto. Los "figurones" de otros años han sido suplidos por videos que igualmente se graban en San Fernando Valley pero donde participan actores en su mayoría desconocidos. Glitter mismo se preguntaba que todos ellos eran "personas normales que descorren para todos las cortinas de lo que usualmente es asunto privado". 

En toda película porno (a menos que se trate de videos sadomasoquistas o perversiones aun peores) el mundo de los protagonistas parece normal hasta que todos comienzan a quitarse la ropa. Como decíamos anteriormente, él bien podría ser el que atiende en la farmacia y ella la encargada de vender flores en su pequeño local.. Por ello quien haya visto una de estas películas se pregunta en qué momento de la vida de estas personas se fue por el despeñadero y perdió toda dignidad: nadie que esté a punto de graduarse con mención honorífica o que este próximo a ser ascendido en su trabajo va a consentir que se le tomen imágenes en plena faena sexual. Sin embargo es seguro que muchos de esos "actores" alguna vez tuvieron aspiraciones, buscaron en sus vidas algo más benéfico para sus vidas.

Dado el cambio étnico que Estados Unidos ha experimentado el último cuarto de siglo, los "actores" caucásicos de los 70 y 80 han cedido espacio a los provenientes de América latina, Asia, Europa Oriental, aunque sería mejor decir "las". ¿En qué momento se le evaporó el American Dream a estos inmigrantes o hijos de inmigrados? Porque difícilmente ellos pensaron pensaron terminar sin ropa y jadeando frente a una cámara cuando se embarcaron a ese país.

Thomas Anderson reproduce fielmente San Fernando Valley en la ya referida Boogie Nights, la cual comienza en un mundo donde las ilusiones y los deseos de sobresalir difieren poco a los del resto del mundo, un ambiente de glamour barato pero cuyas posibilidades de ganar dinero rápido lo hacen más soportable. Sin embargo el ambiente comienza a ser más oscuro, aderezado con el consumo desenfrenado consumo de drogas. No es un mundo de felicidad, como quizá tampoco lo sea el del Hollwyood convencional, pero al menos en éste último se puede presumir ante los familiares el haber aparecido en un cameo que duró menos de dos segundos. Un actor porno, en cambio, difícilmente puede presumir preseas similares.

El show, de alguna manera hay que llamarle, debe continuar. Seguramente San Fernando Valley mantendrá su estatus de capital del cine XXX por algunos años más, quizá los que le queden de decadencia a un país que inexorablemente empieza a difuminar su estatus de potencia mundial.

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