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Nevermind, tiempos de franela y depresión 

Cuando originalmente salió a la venta, los críticos, embelesados por el hip hop, lo despreciaron pues consideraban que el rock estaba en terapia intensiva. Luego se volcaron en alabanzas aunque, en el fondo, este disco que hoy cumple 20 años reflejaba, más que a una generación, a la tormenta emocional que sufría Kurt Cobain, su creador

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SEPTIEMBRE, 2011. Es curioso cómo los críticos de rock sacan sus prejuicios y opiniones personales al comentar un disco. Hace unos años Rob Sheffield, de Rolling Stone, escribió en torno a The River, de Bruce Springsteen: "es un álbum que reflejaba claramente la bancarrota moral que significaba vivir en los Estados Unidos de Ronald Reagan". Semanas después y en la sección de correspondencia, un lector le hizo ver a Sheffield que The River había salido a la venta en abril de 1980, cuando Jimmy Carter todavía era presidente.

Algo similar sucedió con el Nevermind, de Nirvana, y sobre todo la canción "Smells Like Teen Spirit" de la cual Steve Pond, otro crítico, señaló: "El espíritu adolescente al que alude esta canción es un grito de desesperación juvenil ante la falta de oportunidades de una sociedad que no los toma en cuenta". Más de uno de esos críticos se sorprendió cuando Kurt Cobain, el autor de aquel tema, dijo que lo de "espíritu adolescente" lo tomó del nombre de un desodorante que usaba una de sus ex novias. Sin embargo ni un solo crítico llegó a refutar sus exageradas opiniones.

Apenas cabe imaginar que cuando el Nevermind salió a la venta, el 22 de septiembre de 1991, los críticos lo recibieron con una mezcla de bostezos e indiferencia. En retrospectiva no debería extrañarnos: En aquellos años era una comunidad que se preguntaba si el rock había muerto, como lo hizo Jim Farber en Entertainment Weekly o estaba obsesionada con el rap (hoy se le llama hip hop) y otro grupo cuya mayoría radicaba en Europa, veía the big next thing en la música electrónica. Ninguno de ellos expresó, en principio, lo maravillados que se sentían en torno al CD Nevermind, ya no digamos el grupo que lo había grabado.

Así, David Wild escribió en Rolling Stone respecto al disco, al cual le dio tres estrellas: "la boyante escena de Seattle nos trae este material con reminiscencias de rock clásico, rock punk y otros factores que, sin embargo, no logran escapar a la fuente de sus influencias". Lo que equivalía a decir que, bueno, era un buen disco y nada más y donde los músicos estaban copiando abiertamente a sus ídolos. Menos benévola fue la opinión de Jonathan Bernstein, de Spin, quien opinó en su crítica del Nevermind: "se percibe el deseo de sobresalir, de hacer algo distinto en las canciones que van de la calma aparente a la explosión de rabia" y cierra el comentario con "el disco describe un futuro sombrío, sin esperanzas.¿Pasará lo mismo con Nirvana?", comentario que otorgaba el beneficio de la duda pero que estaba lejos, lejísimos, del celebrado "grito de desesperación" de un espíritu adolescente.

¿Cuándo comenzó a cambiar la opinión hacia el Nevermind, entonces? 

Solo los fans más avezados de Nirvana saben que antes del Nevermind estuvo Bleach, un EP producido por Steve Albini, a quien muchos llaman "el Phil Spector del grunge". Fue un álbum producido por Sub Pop, una minidisquera de Seattle por donde habían desfilado otros protagonistas del género, desde Soundgarden hasta Flipper pasando por Mother Love Bone, el grupo que luego se reciclaría como Pearl Jam tras la muerte de su vocalist Andy Wood. Nirvana fue lanzado por DGC, la compañía que David Geffen fundó tras vender Geffen dos años antes. Las reglas ahí eran un tanto distintas pues con SubPop bastaba con presentarse en el área cercana a Seattle; con DGC en cambio, las giras por todo el país, y aun internacionales eran una exigencia. A Cobain, quien desde el principio juró defender la "integridad" de Nirvana, no debió hacerle mucha gracia aquello.

Efectivamente, y si se le compara con la música que imperaba en ese momento, Nevermind era el estruendo que el rock no había dado en mucho tiempo dentro de las listas que hasta entonces se habían hecho muy complacientes y convencionales, tanto o más que como lo son hoy, por ello el hecho que este álbum haya desbancado al Bad de Michael Jackson tiene tanto significado. 1991 fue el peor año para el rock en mucho tiempo, en un ambiente donde Mariah Carey y Vanilla Ice se disputaban la supremacía en las listas. La llegada del Nevermind a ese territorio representó una sacada de lengua con algunas altisonantes a ese ambiente acomodaticio, lo cual incluía, por supuesto, a MTV, que sentía que estaba rompiendo las reglas con caricaturas como Beavis and Butthead y Ren and Stimpy.

El Nevermind era (y sigue siendo) un disco excepcional, no sólo porque demostraba en sus composiciones el estado mental de su autor, una bipolaridad que comenzaba con suaves acordes y luego se transformaba en guitarrazos de ira, factor clarísimo en su "Feel Like Teen Spirit". Pero no era la única canción interesante del disco pues también estaban "Lithium", "Territorial Pissings" y "Penny Royal Tea". Quien diga que se trata de canciones chafas y sin sustancia tampoco sabría distinguir entre David Cassidy y Bruce Sprinsgteen. Ese es el mayor logro del Nevermind, el decirle al público, y los artistas, que había cosas mucho mejores en vez de someterse a la conformidad y la mediocridad que ofrecían las disqueras.

Los críticos desempolvaron el Nevermind una vez que vieron cómo comenzaba a tener éxito un disco cuyas letras eran deprimentes y de autoflagelación, producto, por cierto, de la imaginación de Cobain y no del supuesto "vocero de su generación" que le endilgaron; de hecho, el mismo Cobain comentó a Michael Azerrad, autor de una biografía autorizada sobre el grupo, "me ha llegado a molestar que algunos vean en lo que escribo mensajes e intenciones que nada tienen qué ver con lo que pasaba por mi cabeza al componer esas canciones", y lo recalcó en una entrevista con Spin al apuntar que "vocero de su generación" era "algo que nunca solicité ni pedí... no quiero ser Dylan (...) quienes piensen que lo soy se pueden ir a la mierda..." Los críticos, sin embargo, jamás captaron la indirecta. O se hicieron tontos.

Pero hay que entender el porqué del súbito enamoramiento: para muchos de esos críticos --baby-boomers que entonces eran cuarentones-- la caída del Muro de Berlín significaba el fin de todo lo que habían creído, la desaparición de sus utopías y todo ese menjurje que hizo que muchos de ellos abrazaran en hippismo dos décadas atrás. De repente sale un grupo de rock que, según ellos, traía de vuelta el espíritu de aquellos años y se levantan, emocionados y escriben hinchados de contentos "los sesenta regresan con una inusitada revancha", como escribió el crítico Robert Christgau en torno al grunge. De poco sirvió que Cobain refiriera en una célebre cita que "sólo me pondría una cabeza si estuviera teñida con la sangre de Jerry García". No tardaron en mezclar con sus propias inquietudes políticas lo que era simplemente el alarido de queja de un talentoso artista como Cobain quien, sin embargo, no había madurado emocionalmente como para darse cuenta que lo suyo eran pataleos de adolescente a los que convenientemente colocó la fachada del "rock punk". En cambio, la disquera promovía el producto como grunge.

Los alcances que tendría ese disco tampoco fueron previstos por Butch Vig, quien lo produjo y que poco después sería uno de los fundadores de Garbage junto con la escocesa Shirley Manson. Según Vig, "había en el aire la sensación de que lo que estábamos haciendo en nada se parecía a lo que se escuchaba en la radio, y eso puede ser bueno, o puede ser malo, depende del timing. Cuando el disco salió a la venta se vendió muy lentamente pero en cuestión de días ¡zoom! los chicos iban a las tiendas de disco a exigirlo". La explicación radicaba en MTV que puso en video en lo que se llama "rotación pesada", un video que, por cierto, Cobain rechazó hacer por un tiempo; para él todo lo que estuviera fuera del círculo Nirvana era un intento corporativista para destruir al grupo.

Y es aquí donde se cruza la máxima ironía de Nirvana: romper el cerco conformado por los intereses de las disqueras aunque al final la terceta se convirtió, quizá involuntariamente, en parte de ese mismo cerco. Sería ingenuo suponer que Cobain desconocía las reglas de ese juego aunque es muy probable que (al final un "espíritu adolescente") pensó que podría derrotarlas. La lucha de Cobain, dentro de su cabeza, era a favor de su integridad, de no dejarse seducir por los "monstruos" ansiosos de despojar de su dinero a los talentos musicales que salían de Seattle y de mantener pura la esencia del punk rock. Sabía que antecesores suyos, como The Ramones y The Sex Pistols terminaron sometidos unos y destruidos otros por aquel ente. 

El intento por zafarse quedó de manifiesto con su siguiente disco, titulado Incesticide con el cual Nirvana intentó volver a sus raíces. No sólo trajo de vuelta a Albini sino que incluyó varios temas mucho más oscuros lo cual le valió la prohibición de Wal Mart para vender en álbum en sus tiendas. De nada sirvió pues Incesticide se convirtió en el segundo número uno del grupo. Lo peor para Cobain era que cada noche estaba obligado a interpretar canciones que dejaron de representarle algo para él y que de hecho detestaba; muchos asistentes a los conciertos de nirvana recordaron cómo Cobain alteraba el tema "Teen Spirit" hasta hacerlo irreconocible, algo que desagradaba a sus fans pero que para el guitarrista venía a ser una forma de desquite. "En ocasiones nos sorprendían estas alteraciones, hechas sin que se nos advirtiera", refirió el batería Dave Grohl, "pero así era Kurt; él detestaba estar sometido a las exigencias comerciales aunque hubiera firmado estar de acuerdo con ellas". En tal sentido no es casual que su Unplugged, publicado póstumamente, hubiera dejado fuera al tema que identifica de inmediato a Nirvana pero que incluyera canciones insospechadas para los nuevos fans del grupo, entre ellos una nueva versión de un tema grabado por David Bowie, a quien Cobain consideraba héroe por jamás haber doblegado su integridad artística.

Los críticos siempre han admirado a los músicos de rock con "almas atormentadas" y Cobain no fue la excepción. El problema es que esa "alma atormentada" había buscado escape y consuelo en el consumo de drogas, particularmente heroína, todo con el argumento por haber vendido su alma al averno tras la grabación del Nevermind. ¿Pero realmente fue así? ¿No sería que lo alternativo, la "integridad" y la acechanza corporativa solo hubieran estado en la cabeza de Cobain y que detrás del escopetazo que se apegó hubiera algo que tenía más que ver con una personalidad inestable?

Es triste que ese sentimiento haya imperado y costado la vida al talento más grande que el rock dio en los años noventa. Quizá Kurt Cobain debió esperarse un par de años para ver el boom del Internet y la posibilidad de lanzar discos en línea sin "venderse" al sistema, Quizá ello lo habría hecho más feliz... si es que alguna vez aspiró a serlo. De cualquier manera, feliz cumpleaños Nevermind. Cuando ese álbum desplazó a Vanilla Ice, a quien se le llegó a considerar un artista talentoso, se ganó más de un agradecimiento.

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