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Desafortunadamente, la humanidad ya olvidó porqué alguna vez hubo Muro de Berlín
Este mes se cumplen tres décadas de que esa infame construcción sufriera un boquete poco antes que la tiranía que le dio origen también desapareciera del panorama. Asombrosamente, la intención de restaurar el comunismo en el mundo es más fuerte hoy incluso que en 1989. ¿Cómo fue que llegamos a ese ominoso momento? La respuesta es sencilla: dejamos que los perdedores escribieran la historia
Veo en este país a mucha gente despreocupada que dice "¡vamos, el comunismo nunca llegará aquí!" Pero créanme, si no aman ni aprecian ustedes su libertad, pronto descubrirán que el comunismo también puede llegar a sus costas
Alexandr Solzhenitsyn, Premio Nóbel de Literatura, 1970
Nadie en su sano juicio disfruta vivir bajo el socialismo, pero el hecho de que tanta gente siga votando por los socialistas es la muestra más clara de que el mundo está rematadamente loco
Mark Steyn, analista político canadiense
Los norteamericanos ya fuimos capaces de derrotar al enemigo externo. La gran pregunta ahora es sí seremos capaces de derrotar al enemigo que opera desde adentro
Ronald Reagan
NOVIEMBRE, 2019. Cualquier estudio frío y
ecuánime arrojaría una conclusión inevitable: el Muro de Berlín
atacaba los síntomas, no el origen, de lo que motivó se construyera
durante una madrugada de 1961, por tanto no impidió el colapso del
sistema soviético, algo similar a que alguien quisiera superar su
alcoholismo bebiendo gaseosas azucaradas como forma de compensación.
La caída del Muro era además una guía rápida, impecable, de cómo una
teoría económica vista como panacea se derruía en el más absoluto
descrédito.
La noticia sobre la caída del Muro de Berlín aquel 9 de noviembre de
1989 era tan desconcertante que
Jacobo Zabludovsky, por aquel
entonces al frente del noticiero 24 Horas, reconoció años después
cómo tuvo que esperar que al menos 5 agencias noticiosas
corroboraran el hecho; en esos tiempos sin Internet, tuvieron que
pasar varias horas para que millones de personas atestiguaran algo
que parecía impensable: desde Moscú, el entonces dictador
Mijail
Gorbachov había ordenado a Erich Honecker, por entonces dirigente
pelele de Alemania "Democrática", que retirara a los efectivos que
custodiaban el "muro antifascista", esto apenas dos semanas después
que Honecker asegurara que su régimen y el Muro "durarían mil años",
por cierto, la misma predicción hecha por Adolfo Hitler.
Cuando la bandera de la Unión Soviética fue izada por última vez en
1991, nadie habría imaginado que 30 años después la posibilidad de
que el socialismo volviera a ser considerado como opción de
desarrollo sería predominante entre los jóvenes y, menos aún, que
ello estuviera sucediendo en
Estados Unidos, el país que había ganado la guerra fría; y mucho
menos alguien habría adivinado que en muchos planteles
universitarios norteamericanos, las tradicionales imágenes de
Franklin, Washington y Jefferson serían reemplazadas por las del Che
Guevara.
En 1992, cuando las estatuas de Lenín comenzaron a
caer y a ser fundidas, nadie habría vaticinado que 27 años después,
las estatuas de héroes de la Guerra Civil como el General Lee serían
removidas en ciudades como Austin, o que el Partido Demócrata
tendría entre sus precandidatos a personajes con ideas abiertamente
socialistas.
¿Cómo se llegó a este punto?
A diferencia de lo ocurrido tras la caída del nazismo
en donde los países ganadoras iniciaron una campaña dedicada a
borrar toda memoria, recuerdo y añoranza del régimen derrotado, nada
se hizo en tal sentido para exponer la realidad del experimento
comunista.
Prácticamente desde el kínder, se advirtió a las nuevas generaciones
sobre el odio racial promovido por el nazismo y cómo éste llevó al
genocidio de millones de inocentes. Aun así, ello no ha evitado que
de vez en cuando surjan grupos supremacistas inspirados en Mi
Lucha. Pero su poder e influencia no ha crecido como ha ocurrido
con los simpatizantes del socialismo. Y ello no se consigue sin dos
elementos: la complicidad y el olvido deliberado que habría de
llevar a la erección del Muro.
En contraste con otros episodios importantes de la humanidad, se encargó a los
perdedores ideológicos de la guerra fría a que escribieran --o
reescribieran-- la historia sobre el Muro de Berlín. La encomienda
recayó, como ocurrió tras la segunda guerra mundial, en la comunidad
académica, Hollywood y la industria editorial, es decir, los
mismos que por décadas habían alabado sin cesar los logros del
comunismo soviético.
Esto llevo a una pasmosa relativización de la historia de socialismo
en el siglo XX: Sí, había presos políticos pero la población gozaba
de un excelente servicio médico; sí, no existía libertad de
expresión y la posesión de un libro "prohibido" podía llevara a
torturas, pero los índice de educación y alfabetización llegaban al
100 por ciento; sí, y había corrupción y era necesario dar "moches"
para agilizar cualquier trámite ante la burocracia, pero ningún
ciudadano estaba desempleado, etc. etc. Es decir, fue necesario
romper algunos huevos para cocinar un omelette.
Asimismo, casi de inmediato comenzó a "limpiarse" la imagen de lo
que realmente representaba el Muro: a los pocos meses, Roger Waters,
el ex bajista del conocido grupo de rock Pink Floyd realizó un
concierto en Berlín para celebrar ¡la derrota sobre el !"fascismo",
cuando la razón para levantar el Muro había sido, de acuerdo al
gobierno estealemán, evitar la infiltración de los "fascistas"
occidentales! (obviamente ni Rogers ni nadie jamás nos recordaron la
verdadera razón: evitar que más
gente siguiera huyendo del "paraíso socialista").
Fue así como Honecker y sus secuaces pasaron a ser considerados
"fascistas"; casi casi adoradores de Hitler, cuando lo cierto
es que eran comunistas adoctrinados que obedecían sin chistar todo
lo que les dictaba Moscú; en ningún momento se recordó al mundo que
lo que Churchill llamó "la cortina de hierro" fue para evitar que
los berlineses del este siguieran comparando la reconstrucción y el
éxito económico de Berlín occidental y sencillamente, para evitar
que la zona soviética terminar completamente vacía.
Los historiadores jamás recordaron que la creación del Muro obedeció
a una ferviente "defensa del socialismo", que Honecker, su antecesor
Walter Ulbritch, Ceaceuscu, Pol Pot y Stalin tenían como parte de sus
plataformas la "igualdad", la "abolición de las diferencias
sociales", el "combate a la burguesía" (lo que hoy llaman
"privilegio blanco"), la destrucción del capitalismo para
reemplazarlo por una "economía planificada", la abolición de la
propiedad privada en el campo para convertirlo en comunas, la
prohibición de todo "arte decadente", de libros que promovieran
"idea subversivas" (es decir, que argumentan la lógica y la
sensatez), el racionamiento, el adoctrinamiento en las escuelas...
todo eso cayó junto con el Muro de Berlín, pero según Waters, el
infaltable Noam Chomsky y decenas de "analistas más, la derrota fue
achacada a quienes habían sido originalmente derrotados en 1945.
¿Cómo era posible esto, si la creación de la República "Democrática"
de Alemania fue una consecuencia del triunfo sobre el fascismo
europeo?
Hollywood también cooperó gustosamente en esa distorsión histórica: en todas las películas de Stalin que se han filmado, se le suele retratar como un psicópata pero jamás se abordan las protestas reprimidas, los campos de concentración (en la URSS se les llamaba "reeducamiento" pero para el caso era lo mismo) y el régimen de terror que vivían millones de ciudadanos. El argumento suele quedar limitado a meras intrigas palaciegas.
Por ejemplo, en la película Penthatlon de 1994, el
conocido actor David Soul (el rubio de Starsky & Hutch)
encarna a un entrenador estealemán que se convierte en mercenario
que busca matar a su ex pupilo quien desertó a Estados Unidos antes
que cayera el Muro. Pero al desaparecer la RDA, el entrenado se
convierte en, adivinó usted, un militante neonazi.
Y aunque no fueron producciones hollywoodenses, Goodbye Lenin" y
La
Vida de los Otros realizan una certera descripción de cómo era la
vida en un país comunista, pero salvo un par de cortas escenas, no se
hace énfasis en que esa pesadilla fue consecuencia de la obsesiva
búsqueda por una sociedad igualitaria donde "nadie es mejor ni peor
que nadie,
ni nadie esta arriba ni abajo que nadie", como dijo alguna vez el
senador
marxista Víctor Serge.
Cuando se omiten y se dejan pasar los pecados,
basta una generación para que éstos sean totalmente olvidados. No es
casualidad, entonces, que tres décadas después y con una generación
graduada de las universidades, el socialismo esté de vuelta y se le haya imbuido a
jóvenes quienes creen que la URSS fue un experimento de sociedad
socialista copado y asfixiado por una hueste de burócratas que
finalmente tiraron el socialismo a la basura. Falso: hasta las
primeras horas del 9 de noviembre de 1989, los socialistas de todo
el mundo seguían habando maravillas de la RDA, a Bulgaria, a la
URSS, a Polonia y hablaban en susurros sobre la "sospecha" de que
Gorbachov era un traidor a la "causa" comunista.
Victor David Hanson, de la revista National Review, señala que "el socialismo es como una plaga. Tienes que combatirlo constantemente. Si dejas de hacerlo, crecerá y volverá a atacar". La diferencia fue que, en este caso, el dejar de combatirlo fue un asunto claramente deliberado. Nunca se explicó a las nuevas generaciones porqué fue erigido el Muro de Berlín. Si se hubiera hecho vividores como el senador Bernie Sanders seguirían arrinconados en su curul, Alejandra Ocasio Cortez seguiría trabajando en un bar y, en México, López Obrador seguiría viendo de lejos a la Presidencia de la República.
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