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Perdón, pero Mijail Gorbachov fue una parte, no el todo

La perestroika y el glásnost le dieron fuera de su país un status de rock star e incluso la Academia lo recompensó con el Nóbel de la Paz. A tres décadas de distancia, cabe preguntarnos si no acaso Mijail  Gorbachov le jugó una broma al mundo

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ENERO, 2015. Durante los festejos por el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín el pasado noviembre asistieron muy pocos mandatarios actuales, algo que favoreció a Mijail Gorbachov para que las cámaras lo enfocaran por más tiempo. Cuando se paró frente al podio, el último jerarca que tuvo la Unión Soviética dijo entre otras cosas, "en este momento Occidente nos está llevando de nuevo a una guerra fría ante la falta de entendimiento con el gobierno ruso".

Fue un discurso por demás extraño. ¿Entonces el culpable de los arranques de Vladimir Putin eran los países occidentales? ¿Que no se suponía que acabar con la "guerra fría" había sido un compromiso de ambas partes? En ningún momento Gorby habló del avión de Malaysia Airlines que fue derribado sobre territorio ucraniano y que fue perpetrado por guerrilleros financiados por Rusia. ¿Quién estaba realmente dándole de "picotazos" al surgimiento de otra "guerra fría"?

Por momentos pareciera que Gorbachov le jugó una broma al mundo que lo sigue considerando un paladín de la libertad. Cierto que al final ordenó abrir el Muro de Berlín pero difícilmente lo habría hecho sin el apoyo garantizado de Washington, Londres y el Vaticano, los cuales nunca han recibido el crédito como engranajes para que ello pudiera conseguirse. Gorbachov sigue siendo la estrella principal del show, mucho mejor aceptado en Occidente, por cierto, que en su propio país.

Conviene revisar algo de historia en torno a este personaje a quien la primera ministro Margaret Thatcher definió como "un hombre capaz de taladrarte con su mirada y sin mediar palabra alguna".

Cuando realizó su primera visita a Estados Unidos en 1986, Mijail Gorbachov ya había adquirido estatus similar al que se suele dar a las estrellas de rock. Jóvenes universitarios que creían que Ronald Reagan era la peor desgracia que le había ocurrido a su país recibieron con delirio a Gorbachov y a su esposa Raisa, convirtiéndolos en la "pareja reformadora" del momento. (En Gran Bretaña ocurrió algo similar cuando los Gorbachov realizaron ahí una visita).

Otra extraña similitud entre la prensa y los admiradores de quien cariñosamente apodaban Misha consistía en juzgar a Reagan y a Margaret Thatcher como unos intolerantes en comparación; incluso el líder de la Cámara de Representantes, Tip O'Neil, afirmó que el presidente "debía disculparse" ante Gorby --otro apodo cariñoso que le endilgaron-- por sus declaraciones hechas frente al Muro de Berlín donde exigía a Gorbachov que lo derribara, cosa que Reagan, inteligentemente, se negó a hacer.

Pero el "reformador" Gorbachov siempre tuvo en claro su objetivo, como lo puede corroborar todo aquél que se asome a su libro Perestroika: "Se equivocan rotundamente los ilusos que piensan que la Unión Soviética abrirá sus puertas al capitalismo con sus reformas. El socialismo es el camino correcto a seguir y nunca habrá de ser cambiado ese rumbo", para más adelante agregar "el capitalismo es un modelo caduco; la Perestroika, lejos de debilitarlo, tiene como objetivo fortalecer al modelo socialista".

Los acontecimientos posteriores demostraron que Gorbachov simplemente no pido contener la oleada que se derramó una vez que se abrieron las compuertas del totalitarismo soviético. Pero la realidad es que Gorbachov se adelantó al desenlace, primero, para salvar su pellejo de los "duros" del Partido Comunista --jamás le preocupó ser sometido a juicio en Occidente-- y, segundo, lograr que los demás países aliados de la URSS cayeran para debilitar aún más a sus potenciales enemigos de línea ortodoxa. 

De lo que no existe constancia es que Mijail Gorbachov en algún momento se haya "desencantado" del socialismo o de sus cacareadas virtudes.

En 1990 Gorbachov recibió el Premio Nobel de la Paz una vez que ya había caído el Muro de Berlín, la Unión Soviética estaba en el crepúsculo de su existencia y el bloque oriental ya comenzaba a ser un mal recuerdo. Pero como escribió el historiador y analista Lawrence Wright: "Haberle dado a Mijail Gorbachov el Nóbel de la Paz equivaldría a habérselo otorgado a Adolfo Hitler por haberse retirado de Polonia en 1940. La reputación del personaje y sus afanes totalitarios fueron totalmente desoídos por la Academia sueca".

El Premio Nóbel dio a entender que Gorbachov era el autor intelectual del proceso cuando lo cierto es que se trató de una acción cuyas partes esenciales fueron también aportadas por Reagan y Thatcher, el Papa Juan Pablo II, quien intercedió y presionó para lograr la liberación del líder sindical astillero Lech Walesa así como del ex primer ministro Helmut Kohl, quien garantizó a Misha que los miembros de su gabinete más cercano no serían sometidos a juicios tipo Nuremberg, que Alemania desembolsaría una indemnización a la URSS por "regresar" la RDA y que el gobierno germano cargaría con todos los gastos de la reunificación.

Según un artículo del ya fallecido periodista William F. Buckley, con esa información puede verse más claro porqué Rumania, el país comunista que más se había distanciado de Moscú, provocando un odio personal entre Gorbachov y el sátrapa Nicolae Ceaceuscu, éste sufriera una suerte similar a la de Benito Mussolini, fusilado cuando trataba de huir. En contraste, ningún político afín a Gorbachov recibió castigo. 

El Nóbel ignoró todos estos esfuerzos sin importar que, pese a sus discursos de Perestroika y Glásnost, el gobierno soviético siguió encerrando a los disidentes políticos, la KGB continuaba allanando y destruyendo las fotocopiadoras que distribuían los samizdat, como se llamaba a los textos mimeografiados engrapados críticos del régimen de Gorby, o que hasta el final de la URSS no se autorizó otro partido más que el Comunista.

El mayor e innegable mérito de Mijail Gorbachov fue tragarse el dogmatismo comunista para evitar una potencial guerra civil que habría costado millones de vidas así como el de enfrentar lo inevitable: el comunismo soviético ya no tenía remedio. Por ello Buckley sostenía que, a cambio e recibir el Nóbel, Gorbachov optó por comerse su libro Perestroika.

Sorprenden entonces los comentarios de Misha en torno a denunciar una nueva "guerra fría", pero hace un par de años había afirmado rotundamente que "el capitalismo no trajo prosperidad a Rusia", cuando bien debería explicarnos desde cuándo ese país adoptó una economía de mercado similar a la de Canadá, Australia o Alemania.

La Unión Soviética cayó debido a su inoperancia y corrupción que terminó por devorarla, pero Gorby sigue viendo las cosas a su modo, Hubiera sido mejor que en su discurso en Berlín que empleara las mismas mediciones en torno a Vladimir Putin.

Pero no lo hará. Mijail Gorbachov seguirá riéndose del mundo occidental que no solo lo salvó sino que además le pagó millones de dólares, muchos de ellos por parte de empresarios que lo consideraban un campeón de la libertad o algo así. Simplemente, se trató de un alto burócrata que supo conseguir la confianza y el apoyo de sus enemigos políticos para librarse de un linchamiento en su propio país.

 

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