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Brezhnev: ¿rehabilitación en puerta?

No permitamos que limpien a la URSS

Por un lado el gobierno ruso, y por el otro los académicos que intentan reivindicar a sus líderes, son parte de un proceso en busca dejar a la Unión Soviética como mera anécdota histórica. Aún es tiempo de despejar la amnesia ante quienes desean glorificar uno de los episodios más negros del siglo XX

SEPTIEMBRE, 2007. Pocas veces el mundo repara en la rapidez conque desapareció el imperio soviético, desde ese 9 de noviembre de 1989 en que Moscú autorizó la apertura del Muro berlinés, hasta 1991 en que la bandera de la URSS se izó por última vez, es un periodo asombrosamente corto si asumimos que se trataba de un país cuya consigna casi desde su nacimiento como Unión Soviética, era la conquista del mundo. "Sus nietos vivirán bajo el comunismo", dijo Nikita Kruschov durante una visita al estado norteamericano de Iowa, que en los cincuenta producía más cereal que la toda la extensa región de los Urales.

No existen fechas precisas, pero se estima que, en comparación, el Imperio Romano tardó casi 25 años en languidecer. La explicación más inmediata en torno a porque la URSS se derruyó casi de inmediato se debe al nulo respaldo popular de ese gobierno y a que sus altos dirigentes abandonaron el país a su suerte cuando vieron que el desastre era inminente. El rechazo era tal que, todavía en 1993 cuando se dio un frustrado golpe de Estado --del cual, por cierto, seguimos esperando una película de Hollywood-- miles de ex-soviéticos-luego-rusos se opusieron al regreso de ese gobierno, o lo que quedaba de éste. Poco después el Partido Comunista fue proscrito en Rusia.

Tres lustros después las cosas parecen ir en reversa. Vladimir Putin se ve empeñado en glorificar el reciente pasado ruso, e incluso ha manifestado su "nostalgia" por "una Rusia respetada, la Rusia de la posguerra", o lo que es lo mismo, la Rusia estalinista, mientras que Mijail Gorbachov --quien en los noventa cobró miles de dólares por dar conferencias en organismos empresariales alrededor del mundo-- lamentó la ausencia de la URSS "en vista de las tropelías e impunidad de la política exterior del gobierno norteamericano". También señaló que "la libre empresa no ha traído la prosperidad" a su país (habrá que ver, en otro artículo, hasta dónde llega la supuesta libertad económica rusa).

El interés por rehabilitar a las figuras del comunismo también ha sido evocado, por supuesto, en el lado occidental. Hace una semanas el historiador y ensayista Geffrey Roberts publicó Stalin's Wars: From World War to Cold War (Las guerras de Stalin: de la Guerra Mundial a la Guerra Fría) donde sostiene que la figura del ex dictador debe ser vista como la de un "gran estadista" que luchó "a favor de la democracia" quien fue "el más grande héroe de la posguerra".

Si ello no fuera suficiente para provocar agruras, Roberts reconoce que sí, hubo matanzas reprobables, como la masacre de Katin en 1945, donde fueron ejecutados 20 mil polacos pero que fueron "errores" que al final quedaron recompensados por "la liberación del yugo nazi". Por supuesto que semejantes barbaridades harían dudar del equilibrio mental del autor, quien, sin embargo, es considerado uno de los historiadores más "serios" de Estados Unidos. Se trata, claro, del añejo axioma de la izquierda donde el fin justificaría los medios. Sin embargo ¿cuál habría sido la reacción si un respetado historiador nos dijera que la muerte de 6 millones de judíos en Alemania tiene su justificación dado que para los jerarcas nazis fue un "error" que, al final, conduciría a un mundo más democrático?

Los jerarcas sobrevivientes del ex mundo comunista rara vez han sido castigados por sus crímenes. Escribió la periodista Anne Applebaum en The Washington Post: "En las calles de la ex RDA hay decenas de puestos que venden gabardinas, insignias, sellos y hasta pasaportes viejos de lo que se llamaba 'el paraíso comunista', y se venden como si se tratara de souvenirs de Eurodisney mientras toda referencia al pasado nazi está restringida hasta con penas corporales. Cuando sabemos de la brutalidad de ambos regímenes, es difícil explicar cómo uno es visto como una aberración y el otro como una divertida (amusing) anécdota histórica".

No hubo el equivalente a un juicio de Nüremberg para los sátrapas del comunismo, la mayoría de los cuales dejaron impunemente este mundo, y los que sobreviven reciben pensiones estatales, como es el caso de Margot Honecker, viuda del dictador Erich Honecker, quien actualmente radica en Chile y cada mes recibe 1,500 euros del gobierno alemán. Solamente el déspota rumano Nicolae Ceacescu fue fusilado tras un juicio sumario en la Navidad de 1989, y eso porque no pudo escapar a tiempo. De lo contrario, seguramente él y su esposa disfrutarían hoy de las regalías de sus Memorias en alguna isla tropical.

Parte de la culpa de esta amnesia histórica radica en que los historiadores, como refiere Applebaum, ven al comunismo como mero "accidente histórico" y no como un brutal experimento que borró de la tierra a 100 millones de personas. Como argumento, éstos señalan que la teoría comunista está basada en principios humanísticos y la fascista en la superioridad de raza. Pero hay otra razón: la mayoría de ellos defendieron y aun justificaron la existencia y comportamiento de la URSS, y cuando ésta cayó, en un principio la achacaron al "sistema fascista" imperante en el bloque oriental (difícil olvidar como llamaron a la desaparición del Muro, "una victoria sobre el fascismo).

Pero ahora, en que curiosamente va a cumplirse la primera generación desde que se hundió la URSS --y cuya historia parece haber sido omitida a propósito de los libros de historia universales-- lo que era un "imperio fascista" vuelve a asumir tonos románticos para los historiadores como Geoffrey Roberts. Es obvio que en vez de referirse a figuras más recientes del comunismo, como Brezhnev, prefieran llamar "gran estadista" a Stalin, apelativo que, por cierto, siempre llevó en vida por sus admiradores. Es mucho más seguro y distante en la memoria colectiva.

Son varios los indicativos que llevan a pensar que se encuentra en marcha una "rehabilitación histórica" de la URSS, no sólo por un Putin resuelto a reinstalar el autoritarismo en Rusia. Son intentos que difícilmente prenderían en Polonia, aplastada por la "democracia" estalinista y donde el comunismo ha sido diseccionado a fondo para evitar que regrese a este flamante miembro de la Comunidad Europea.

Pero en Estados Unidos y otros países de Europa donde la lejanía histórica de Ronald Reagan con la de Napoleón es difícil de distinguir por parte de estudiantes que creen que El Muro es un disco de Pink Floyd, los adeptos a reciclar uno de los más negros episodios del siglo XX son más fáciles de conseguir. Es momento de pensar en que los académicos, embriagados por una mezcla de romanticismo y abierta mala fe, se salgan con la suya, por lo menos en el campo de la verdad histórica.

 

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2 comentarios

raúl:gomezparra escribe 25.09.07

El hecho de que haya fracaso la Unión Soviética no indica necesariamente que hayan fracasado los ideales que llevaron a su creación en búsqueda de una sociedad mejor. Y es que esa llama no podrá extinguirse mientras exista un sistema como el capitalista cuya estructura se encuentra basada en la injusticia social. Tan sencillo como eso. Yo tengo confianza que en el futuro va a ver quién lo vuelva a intentar, y esta vez sí tendrá exito. Un abrazo.

ronaldo_estevez escribe 23.09.07

Allá en mis años de universidad un compañero dijo que el comunismo no había sido condenado tanto como el nazismo y el capitalismo porque el primero sugería la superioridad racial, el segundo la superioridad del dinero y el tercero la superioridad del humanismo. Años después llegué a la conclusión de que toda ideología que promueva una superioridad, seáse la que sea, está condenada a convertirse en una tiranía. Los nazis enviaron a las cámaras de gases a las "razas inferiores", el capitalismo exprimió, o exprime a los trabajadores para ganarse unas monedas y el comunismo enloquecía a sus ciudadanos con torturas mentales traducidas en policías secretas y el aprender a delatar aun a los amigos íntimos, Pero al final, y ésta es otra conclusión a la que he arribado, todas estas ideologías tiene como objetivo el que unos pocos hablan sin trabajar y una mayoría trabaje sin hablar.

Como se ve, no comparto ninguno de estos totalitarismos. Este siglo apenas empieza de modo que no podemos descartar un planteamiento político-económico que rescate lo mejor de por lo menos el socialismo y el capitalismo, pues el nazismo no tiene absolutamente nada que merezca ser tomado como ejemplo. La "tercera vía" de Tony Blair pudo haber sido un intento, más no fue suficiente.

 

 

 

 

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