fasenlínea.com

Análisis, comentario Y Demás

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otros textos de Nacional

Una crónica y el sempiterno ya merito de todo un país 

El inglés como herramienta de desarrollo, una débil apuesta en México

De IFE A INE o cómo un cambio de letra nl sirve de nada

Vaya que tiene usted razón, señor López Obrador

El beisbol mexicano y la proeza de mantenerlo en base

Seamos francos: los impuestos apestan

Archivo

 

 

 

NACIONAL/Salud Pública

Con Peña Nieto, el Estado Niñera extiende su sofocante abrazo

Los gobiernos priístas han insistido en tratarnos como infantes, pero cuando se nos exige qué comer y qué no, se golpea el principio de consumir lo que uno quiera. Los pastellillos y las refresqueras no están exentos de culpa, pero el problema de sobrepeso puede, y debe, combatirse desde otras trincheras, no en aquellas que promueven el autoritarismo

Versión impresión

AGOSTO, 2014. Se le llama "Papa Gobierno" por una razón. A diferencia del paterfamilias tradicional, "Papá Gobierno" nos malviste, nos mantiene en la indigencia salarial y se lleva buena parte de nuestras ganancias. Pero ahora, convertido en niñera, nos ordena qué debemos comer, y para dejarlo en claro, aplica impuestos a la llamada "comida chatarra" para que se dejen de consumir, para que hagamos caso de la leyenda que forzosamente llevan los anuncios televisivos, aquélla de "come frutas y verduras". Y para dejarlo en claro, recientemente aprobó una iniciativa que prohíbe la transmisión por TV de esos pastelillos en horarios que van de las 4 a 7 de la tarde entre semana y de 7 de la mañana 7 de la noche los fines de semana. Queda claro que a Peña Nieto le cae gordo Chabelo, no sabemos por qué razón, pues el famoso conductor ya solo anunciará una conocida mueblería pues ya no podrá hacerlo con las golosinas que ha publicitado por más de 40 años.

Así pues, nada de churritos, papitas, refrescos, botanitas y tampoco comida para el chucho de la casa, que resultó gravada desde el pasado primero de enero. A alimentarse todos bien, a comer cosas saludables que pondrán a los niños mexicanos, actualmente hechos una sucursal de aspirantes al Weight Watchers, unos muchachos sanototes cuando crezcan. Quizá a Peña Nieto y a su secretario de Hacienda les gustaría algún día irrumpir en los hogares para corroborar que estamos comiendo bien, y que en las fiestas, en vez de los cacahuatitos, los chicharrones y el refresco, se consuma lechuga, tomate y agua de horchata.

¿Y cuál es la comida chatarra, a juicio de Peña Nieto y sus asesores? Si juzgamos por sus acciones, ésta viene a ser toda aquella que viene empaquetada en celofán especial para garantizar su frescura, aquella que paga sus impuestos y que emplea a más de 30 mil personas en todo el país. Son también los refrescos a los que la Secretaría de Salud aplica un largo listado de exámenes y análisis cada año, una industria de la que viven alrededor de 22 mil trabajadores. La comida chatarra no parece ser la que se vende en las calles, sin ningún control sanitario, con moscas revoloteando alrededor; tampoco parecen serlo esas aguas frescas de las que el gobierno federal no percibe un solo centavo en impuestos. No; la comedia chatarra, nos dice la Nana Federal, es únicamente la que se encuentra legalmente establecido. Ni los taquitos que engordan una barbaridad, ni las gorditas del que cada mañana las vende alguien subido en una moto y va de oficina en oficina, producen comida que nutre al organismo.

En un pueblo tan dulcero como México, el castigar a la comedia chatarra deja la imposibilidad de generalizar, pues tampoco nutren gran cosa las biznagas, las campechanas, las cocadas y un larguísimo listado de golosinas tradicionales. Pero hasta donde se sabe, sus productores han escapado a al aplicación del impuesto, lo mismo que cierta empresa refresquera que se fusiló la imagen del Pato Donald de la capital que, por ser "cooperativa", logró escabullirse del gravamen que afectó a sus compañeras. Aquí hay refresco encerrado.

No es nuestro rol defender a las refresqueras ni a las panificadoras que venden esos pastelillos. Durante mucho tiempo estuvieron exentas de IVA y hasta fueron consideradas parte de la canasta básica; incluso, Bimbo obtuvo un curioso --algunos dirían sospechoso-- privilegio cuando en 1980 entró el vigor el IVA, pues todos sus productos, incluidos los de sus subsidiarias Barcel y Marinela, quedaron exentos del gravamen. También es innegable que tenemos un problema de salud por los pésimos hábitos alimenticios. Basta con asomarse a cualquier primaria o secundaria para ver una cantidad de gorditos no solo entre el alumnado sino entre los maestros y el personal administrativo. Es más, váyase a cualquier oficina y rápido se dará cuenta que, a este ritmo, la diabetes y la hipertensión arterial se convertirán en problemas gigantescos dentro de algunos años. Y el tratamiento en ambos padecimientos, sobra decirlo, es bastante elevado.

¿Pero realmente necesitamos a un Estado Niñera que no dé un manotazo cada vez que vamos a la tienda a comprar unos chuchulucos? Los panecillos y los refrescos han existido en el mercado por más de medio siglo sin que antes se presentara un número escandaloso de gorditos en México. El problema de salud que se está cocinando en este país difícilmente se va a resolver aumentándole el precio a esos productos. Sus altas ventas se dan, en primer lugar, no tanto para matar el hambre sino para que el hambre no mate. Alguien debería decirle a Peña Nieto y a su escudero Luis Videgaray que en México, comer saludablemente resulta carísimo; pareciera que nuestros funcionarios de Hacienda jamás han puesto un pie en loos supermercados para ver, por ejemplo, que sale más barato atascar el carrito con alimentos chatarra que con manzanas --¿tendrá idea el presidente de lo que cuesta un kilo?--, que el aguacate, uno de los alimentos más nutritivos y saludables de la naturaleza, cuesta más que un Nito, nombre ridículamente cambiado a lo que por mucho tiempo conocimos como Negrito Marinela.


¿Qué sugiere el Estado Nana para suplir a los refrescos? En muchas comunidades apartadas, el agua potable apenas y está disponible., y cuando existe, resulta bastante cara (un servicio que suelen prestar los municipios, que igualmente es dinero público). ¿Hay que obligar a la gente a que tome café, te, aguas de frutas? Sorpresa, éstas tienen un precio más alto que un refresco de cola de litro y medio.

Cualquier ama de cada podría explicarle al Ejecutivo que la lonchera escolar para "comer frutas y verduras" representaría diariamente a la economía familiar alrededor de 35 pesos dado lo caro que nos resulta en México "comer saludablemente". ¿Quiere la Nana Estado que todos comamos más pescado, más carne, más pollo, más legumbres y menos frituras? Entonces ofrezca incentivos a los agricultores para que produzcan más y ello traiga consigo la baja en los precios, dele una capacitación a sus profesores --que incluya ponerlos a dieta, a manera de ejemplo-- para convencer, más que obligar a sus alumnos, de los beneficios de comer comida que no esté químicamente procesada. También combata el intermediarismo que tanto encarece el precio de las frutas y las verduras y otorgue incentivos fiscales a los comerciantes que promuevan el consumo de alimentos saludables. Y, más importante, que el Estado Nana vuelva a encerrarse en algún manicomio.

¿Por qué ninguna legislación obliga a los senadores y a los diputados a consumir únicamente alimentos nutritivos mientras tengan una curul? Eso beneficiaría su actividad cerebral y podrían pensar con más lógica y responsabilidad. Se prohíbe a los escolares que consuman alimentos chatarra en las escuelas pero los legisladores --muchos de ellos con evidente sobrepeso-- suelen darse comilonas acompañadas de vinos caros con un contenido calórico que da gusto... ah, y a costo de los contribuyentes.

Una economía de mercado debe ofrecer productos chatarra y restaurantes de fast-food. Ni modo. Es parte de la libertad del consumidor el ir a estos establecimientos si se le pega la gana Si se intenta prohubirlos, resurgirán en el mercado informal mientras exista una demanda. La manera de enfrentarlos y mermar sus ganancias no es con más tasas impositivas sino con la promoción de competidores que ofrezcan comida saludable, deliciosa y barata.

El Estado mexicano dejó crecer este problema con una política económica que deterioró el poder adquisitivo y obligó a muchas familias a tomar como parte de sus comidas básicas a los refrescos y a las frituras, y ahora nos manda una Niñera que nos exhorta a comer solo cosas nutritivas. Tenemos más gorditos en este país porque, primero, no se les convence para que aprendan a llevar una dieta adecuada y, segundo, si quisieran llevarla se toparán con que el comer saludablemente conlleva un desembolso financiero bastante alto.

Echarle la culpa a los pastelillos y castigar esa fuente de trabajo es populismo puro producto del Estado Niñera que padecemos. Y mejor aquí cerramos el texto porque con el hambre ya se nos antojaron una churritos.

 

 

 

Textos relacionados

Tras el  maquillaje, las reformas huelen al viejo PRI [Enero, 2014]

 

 

 

Previo

Una crónica y el sempiterno ya merito de todo un país 

Primero fueron las ilusiones, muchas de ellas desmedidas, luego la esperanza, la caída y la frustración seguida de una pegunta que podría ser válida para todo el país: ¿por qué todo se cae cuando más cerca de está de una victoria? Un relato del día del juego y una teoría sicológica 

 

 

¿Desea opinar sobre este texto?

[email protected]

[email protected]  

 

--------------------------------------------------

0 Comentarios

 

Inicio

Nacional

Internacional

Cibernética

 

Literatura

Cine

Medios

Y demás