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NACIONAL/Obituario

Comparado con los líderes sindicales actuales, lo de La Quina fueron travesuras

Cuando amenazó con apoyar a otro candidato, la furia del presidente electo fue tal que lo sacó de su puesto sindical en medio del aplauso general. En realidad se trataba de una vendetta que, a la larga, trajo líderes petroleros mucho más cuestionables que el recientemente fallecido Joaquín Hernández Galicia

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NOVIEMBRE, 2013. Faltaban unos días para los comicios presidenciales y el líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, apodado "La Quina" desde sus años de estudiante, dijo a un diario capitalino: "En caso de resultar electo, el licenciado Salinas deberá colaborar con el sindicato petrolero". La palabra clave era "deberá", y el contexto de que el mandatario era el que debería colaborar con el sindicato, y no al revés. Era un inusitado signo de rebeldía hacia la designación de un candidato que había propiciado un rompimiento interno en el PRI y que había dado lugar a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, con quien "La Quina" había buscado acercamientos.

Con la elección de Carlos Salinas el emporio de "La Quina" quedó sentenciado. Y efectivamente, el 8 de enero de 1989 un bazucazo derribó la puerta principal de su casa; el ejército detuvo al líder bajo la acusación de almacenar armas de uso exclusivo de las fuerzas armadas y, posteriormente, de "manejos turbios" de dinero al interior del sindicato. Su inseparable subalterno Salvador Barragán Camacho, apodado "El Burro", también fue detenido pero se le hospitalizó a las pocas horas cuando le subió la presión.

Todo México celebró la detención: ¡Por fin el gobierno iba contra los corruptos! ¡Se enviaba a prisión a una lacra del sindicalismo mexicano! ¡Se acababa la corrupción en Pemex...!" Bueno, no precisamente. El presidente Salinas había cobrado la afrenta a un líder que hizo su berrinche una vez que Alfredo del Mazo, su "gallo" para la grande, se quedó a mitad del recorrido. "La Quina" acusó que la elección interna estaba "amañada" e insinuó que con Salinas de Gortari la "tecnocracia terminaría por hundir al movimiento obrero". Un fúrico Salinas (sus constantes etapas de mal humor se supieron hasta que dejó la Presidencia) lo removió de su cargo con argumentos endebles y en su lugar impuso a Sebastián Cabrera, quien más tarde sería sustituido, imagínense, por Carlos Romero Deschamps.

Hasta entonces "La Quina" había sido un líder adorado en Ciudad Madero, población gemela de Tampico. Durante décadas el líder abrió líneas de crédito a los empleados petroleros para que construyeran sus casas y a mediados de los ochenta creó una burbuja que reactivó a la economía local mediante la entrega de unos bonos pagados por el sindicato y que podían usarse en todas las tiendas departamentales. También donó millones de pesos a hospitales, centros de asistencia y asilos de ancianos. La única condición, claro, era votar por el PRI en todas las elecciones, desde la presidencial hasta la de alcaldes.

Con frecuencia "La Quina" visitaba los barrios pobres y, como Santa Claus sindical, escuchaba peticiones que iban desde empleos, sillas de ruedas, electrodomésticos, tinacos y aun artículos para bebé. Semanas después llegaban los camiones y tráilers y repartían los obsequios. "Sobra para eso y más"", se ufanó el líder, y alegaba que de esa manera, se repartía el ingreso petrolero entre los mexicanos (naturalmente, siempre y cuando pertenecieran al sindicato de Pemex).

"La Quina" también benefició a Ciudad Madero con obras de pavimentación y alumbrado público y remozamiento de lugares como plazas dado que el dinero del ingreso petrolero superaba al que recibía de la Federación sin olvidar que ningún alcalde ocupaba su puesto sin su consentimiento. Era un cacique pero uno que vivía con relativa modestia y quien cubría por su cuenta los gastos funerarios de los miembros del sindicato.

Ello no quiere decir que con "La Quina" las corruptelas fueran desconocidas en Pemex. Se firmaron jugosos contratos de embarque y transportación y cuando un funcionario cercano al líder, apodado "El Trampas" amenazó con hablar tras una acusación por malversación de fondos y poco después falleció en un accidente de automóvil. Otros allegados huyeron a Chile, que entonces no tenía relaciones con México y, por tanto, no existía un tratado de extradición mientras varios funcionarios más se hicieron multimillonarios a la sombra del sindicato para desaparecer de escena poco después. Por esta razón, la opinión pública estalló de gusto cuando se detuvo a "La Quina" sin asumir que todo fue una vendetta que nada tenía que ver con limpiar la corrupción ene se armatoste.

La alta votación a favor de Cárdenas en toda la franja petrolera del Golfo que va desde Tabasco hasta Tamaulipas --éste último tradicionalmente priísta-- y el peligro tangible de que otros sindicatos quisieran apoyar a Cuauthémoc Cárdenas hizo que Salinas, de tajo, cortara las ínfulas del líder. Tras el "quinazo" otros líderes que habían amenazado con desertar del edil priísta se apaciguaron, entre ellos Francisco Hernández Juárez, de Telmex, por entonces propiedad del Estado.

A casi un cuarto de siglo y al ver cómo la corrupción en Pemex se multiplicó tras la caída de "la Quina" --con líderes que se han enriquecido hasta el insulto pero protegidos por el fuero legislativo) las andanzas del recientemente fallecido Joaquín Hernández Galicia quedan como un mero anecdotario de travesuras. Por querer liquidar a un Igor, Carlos Salinas creó un Frankenstein apellidado Romero Deschamps.

 

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1 Comentarios 

belton.situs escribe .15.11.13

Si somos cinicos, podríamos decir que ya ni los corruptos son como antes, la Quina fue un pillo pero también benefició a muchas personas ayudándoseles a financiar sus viviendas y con los gastos médicos, en cambio Romero Deschamps no ayuda ni con un solo peso a las familias necesitadas mientras su hija se pasea con su perrito por todo el mundo a costa de nuestro petróleo. Por los menos los líderes sindicales de antes tenían cierta responsabilidad social

 

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