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Cómo Boris Johnson traicionó a sus electores y se ahogó en el ridículo

Cuando ganó abrumadoramente las elecciones para primer ministro se pensaba que sería un digno sucesor de Margaret Thatcher pero ya en el poder dio un giro, utilizó al Covid como pretexto para aplicar medidas semidictatoriales y cedió a la agenda woke a las que se había declarado contrario cuando estaba en campaña. Un escándalo bastó para echar del poder a Boris Johnson quien trató de congraciarse con sus enemigos políticos quienes, ante su caída, no han dudado en darle de puntapiés... triste destino, la verdad

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JULIO, 2022. A diferencia de los analistas de izquierda, incapaces de aceptar que se equivocaron en sus apreciaciones, aquí reconocemos abiertamente que erramos en ubicar a Boris Johnson como una alternativa válida del conservadurismo británico. Y es que, la verdad, no se veía venir: cuando fue alcalde de Londres, su labor fue bastante buena, de otro modo a nadie se le hubiera ocurrido barajarlo para primer ministro, en sustitución de Theresa May, cuyo desempeño mediocre y timorato la orilló a una renuncia temprana al puesto.

Apenas tres días antes del anuncio, Boris Johnson expresó que "no había intención alguna" de renunciar, algo que se interpretó como un hecho inminente, un formalismo tácito diseñado para no afectar a los mercados. Y aunque medios como The Guardian y aun el otrora respetable semanario The Economist interpretaron la renuncia como "la catastrófica caída del conservadurismo en Gran Bretaña" cuando fueron los mismos conservadores quienes presionaron para echarlo, algo que debiera proceder por parte de un partido cuando sus líderes no cumplen lo que se espera de ellos.

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Las cosas parecían tan diferentes hasta hace poco en relación con Boris Johnson, un político ciertamente peculiar, rechoncho y quien aparentemente jamás ha tocado un cepillo de pelo. Boris Jonson fue uno de los artífices en conseguir que el brexit fuera una realidad. De hecho fue éste el que garantizó que Johnson ganara las elecciones con una aplastante ventaja; la mayoría de los británicos estaban hartos de lidiar con los burócratas de Bruselas y con la imposición de políticas multiculturales que claramente atentaban contra la identidad inglesa, además de votar por él en una oleada que los conservadores no habían gozado desde los años de Margaret Thatcher.

"El problema con ustedes los laboristas es que no saben interpretar las señales del electorado", dijo Johnson en uno de los debates con el candidato laborista Jeremy Corbyn para añadir más adelante, "mi gobierno se distinguirá por la congruencia". Es evidente que Johnson mintió a los electores; de hecho fue la falta de congruencia la que ha puesto la carrera política del ex primer ministro en punto final.

Al poco tiempo de tomar posesión, Boris Johnson traicionó a quienes emitieron el voto a su favor. Se manifestó a favor del "Plan Verde", paradójicamente impulsado por la Comunidad Europea, la misma a la que el país le había dado un rotundo "NO" apenas meses atrás, un plan, por cierto, no solo arruinaría a los agricultores de la isla sino que eventualmente los convertiría en peones corporativistas del Estado, como bien hemos sabido en México.

Cuando se soltó el Covid por Europa, Boris Johnson inicialmente tomó la misma decisión de Suecia en torno a mantener abierta la economía y limitarse a exigir el uso de tapabocas en sitios cerrados y concurridos, pero a los pocos días el ministro se echó para atrás y ordenó el cierre de comercios, escuelas y otorgó poderes excepcionales a los elementos policiacos para "acatar" las disposiciones, lo que llevó, por ejemplo, a que miles de ciudadanos fueran arrestados sin derecho a fianza por caminar por las calles sin mascarillas. Esto dio como resultado que los casos se dispararan en Gran Bretaña mientras que Suecia, luego de un "pico" inicial mantuviera el número de infectados a niveles razonables.

Otra de las acciones que contradijo su discurso en el sentido de que había que "poner freno al gasto público desenfrenado" se dio con el significativo incremento del Estado británico en el que ciertamente influyó la pandemia pero que en otros aspectos fue el mero pretexto para agrandar el tamaño de la burocracia lo que trajo como consecuencia una subida de impuestos, algo que Johnson jamás mencionó en ningún momento de su campaña.

En otro de sus discursos, Johnson exigió a los británicos "cambiar algunas costumbres si es necesario, para revertir el cambio climático",  exigencia que tampoco jamás fue tema mientras buscaba convencer al electorado. Durante una cumbre que tuvo con Joe Biden a principios de año, Johnson refirió al inicio que "aquí somos inclusivistas y damos preferencia a las minorías raciales y sexuales", esto luego que grupos como LGBT y Black Lives Matter --así es; éstos tienen su "sucursal" en Gran Bretaña-- hicieron hasta lo indecible para atacarlo, llamarle "Boris el nazi", "hijo putativo de Trump" y, por supuesto, "homofóbico" pero al final Johnson terminó poniéndose de su lado, quizá pensando, ingenuamente como se vio luego, que ninguno de ellos lamentó su renuncia, de ganarse su buena voluntad si es que la tienen.

Ese afán de hacerse el simpático con la izquierda abarcó su hipocresía pues pese a imponer a la población una serie de draconianas prohibiciones para erradicar la pandemia, el primer ministro organizó una fiesta en Downing Street donde se le vio conviviendo sin su tapabocas puesto. Asimismo se sabe que Johnson también organizó otras reuniones sociales que más bien terminaron en bacanales. Sin embargo lo que terminó por hundirlo fue uno de sus colaboradores más cercanos.

El Club Carlton de Londres es conocido porque anteriormente era la sede del Partido Conservador, o torie. El 30 de junio, un diputado llamado Chris Pincher se tomó unas copas de más y comenzó a pellizcar el trasero de dos asistentes. (Lo gracioso del asunto es que el apellido de ese legislador, "pincher", se traduce como "pellizcador").

El Partido Conservador dio de baja a Pincher, éste se convirtió en diputado independiente aunque está en proceso una investigación en su contra por parte del Parlamento. Y aunque en principio Johnson afirmó desconocer la reputación de Pincher, más tarde se supo que, por el contrario, había indicios de que el "pellizcador" ya había actuado en otras ocasiones, incluso sin estar ebrio, desde el 2019 y que aún así el primer ministro trató de protegerlo.

De cualquier modo ya se le venía encima otra investigación a Johnson, la del "partygate", realizada como ya se dijo, en momentos que la población estaba encerrada en casa sin poder salir so pena de sufrir arresto.

Ese fue apenas el detonante. Luego vendría la denuncia de los ministros d  Economía, Salud y Finanzas ante lo cual Johnson "pidió perdón" a los electores mientras el poder de le escapaba de las manos. Como reacción, otros 53 ministros presentaron sus renuncias y un 41 por ciento de los legisladores conservadores mostraron su abierto rechazo al rechoncho y desaliñado primer ministro. Finalmente, el 6 de julio, Johnson anunció que daría "un mensaje importante" por televisión y radio del cual ya se sabía su contenido horas atrás: Johnson anunció su renuncia al cargo el cual mantendrá hasta otoño cuando se realicen nuevas elecciones. De cualquier manera la presión persiste dentro de su mismo partido para que "mejor" abandone el puesto de una vez.

Justo es decir que las renuncias ya se han vuelto cosa común entre los primeros ministros británicos, desde Tony Blair hasta la misma Theresa May. Por lo visto es uno de los puestos políticos más complicados del planeta y que igual afecta a ministros sean laboristas o sean tories.

Hasta dónde afectó este golpe al conservadurismo británico es algo que se pondrá a prueba en las elecciones donde surgirá el sucesor de Boris Johnson. La ventaja de la que gozan hasta hoy es que los laboristas aún no logran recuperarse de la devastadora herencia que les dejó Jeremy Corbyn, sobre quien pesan fuertes acusaciones de antisemitismo y  a que en su interior existe una lucha feroz entre quienes buscan que el laborismo se haga más woke --lo cual los hundiría más, como hoy ocurre a sus primos demócratas en Estados Unidos-- y los moderados quienes saben perfectamente que la mayoría de los británicos no comulgan con  esos postulados absolutistas e intolerantes cocinados en las aulas universitarias.

Los tories deberán escoger con mayor cuidado a su candidato esta vez. Al igual que Mariano Rajoy en España, Boris Johnson resultó ser una caricatura de semiprogre que allanó el camino a sus adversarios políticos aunque éstos nunca dejaron de sentir desprecio por él.

 

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