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CINE

Absorbidos por la oleada woke, los estudios Pixar se hunden en la mediocridad

Durante años nos ofrecieron obras maestras del cine animado, con historias que iban desde lo adorable hasta lo conmovedor. Pero hoy, la magia de los estudios Pixar se está perdiendo irremediablemente al anteponer posturas progres en vez de una historia bien contada que cautive a todos los espectadores sin importar sus convicciones políticas. El desastre en taquilla de Lightyear deja en claro cómo el romance de Pixar con el público se está cayendo a pedazos

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JUNIO, 2022. Después de haber visto Lightyear, no existen ya dudas de que, en alusión a esa vieja canción de los Buggles, lo woke mató a la estrella del cine animado. Me refiero, naturalmente, a los estudios Pixar. Es necesario enfatizar aquí que no hablamos de una decadencia tecnológica: los efectos especiales de Lightyear son inmejorables; el realismo y las imágenes son fantásticas y los efectos de sonido son igualmente plausibles. El tal sentido, Lightyear cumple con lo que Pixar nos ha consentido durante un cuarto de siglo.

Y aquí brinca el infaltable pero: el último lustro, los estrenos de Pixar nos han dejado a la mayoría de quienes amamos el cine animado una mezcla de insatisfacción y molestia. Este sentimiento difícilmente lo habríamos expresado en películas tan recientes como Toy Story 2 (la del 2010), la maravillosa Up (2009) y ni se diga Intensa-Mente (In and Out) del 2016 donde incluso se hace burla de una ciudad ultraprogre como San Francisco porque ahí únicamente se ofrecían pizzas vegetarianas.

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El argumento de Intensa-Mente --que, recordamos, presentaba los principales cinco sentimientos de una niña de Minnesota y donde su mente en realidad es una cabina de mando-- es sorprendente, un notable tratado de psicología pocas veces visto y desarrollado en el cine animado; Intensa-Mente fue además una cinta manejada con tal maestría que la Ira, uno de esos sentimientos, incluso cae simpático a  los espectadores. Es por tal razón que esa cinta, al igual que otras obras maestras de Pixar, es recordada y apreciada; la historia era tan buena que los efectos especiales pasaron a ser un agradable acompañamiento de la historia, alrededor de la parte central.

Y es aquí donde radica el principal problema de las últimas producciones de Pixar, imbuidas con el elemento woke: son anodinas, carecen de interés y evitan retar al espectador, horrorizadas con ofenderlo. Ese defecto lo comenzamos a percibir a partir de la --innecesaria-- cuarta cinta de Toy Story, indigna de una historia que ya había cerrado en forma redonda, y se agudizó con Soul (2020), el pianista que inesperadamente llega al mundo espiritual pero quien en ningún momento nos convocó con sus motivaciones para convencernos y seguirlo en su aventura, algo que "el viejito" de Up consigue cuando la película no lleva ni cinco minutos de haber arrancado.

El otro elemento, naturalmente, es la promoción de posturas sociales, políticas e ideológicas en lo que se supone es una industria creada para proporcionar entretenimiento. El cine ideologizado solamente ha sido rentable y celebratorio para los críticos y para los activistas, no para quien va al cine a distraerse de sus problemas, es decir, el 90 por ciento de los espectadores en países como México o Estados Unidos.

El cine "propositivo", que hasta hace poco estaba limitado a esas llamadas salas de arte o los videoclubes, ha brincado al mainstream y los resultados han traído consigo, entre otras cosas, la decadencia de estudios otrora brillantes y maravillosos como Pixar.

"Cuando mis hijos estaban chiquitos coincidió con el auge de películas de Pixar como Toy Story, los Increíbles, Ratatouille e Intensa-Mente", explica la psicóloga Verónica Celis. "En aquel tiempo podía estar segura que iban a recibir entretenimiento sano, infantil, y cuando comencé a acompañarlos para ver esas películas igualmente me quedaba 'picada' con las historias", claramente diseñadas tanto para divertir a los niños como los adultos. "Pero hoy que ya están más creciditos y uno de ellos está a punto de casarse y seguramente pronto me convertirá en abuela, veo con preocupación que la magia de Pixar se ha combinado con elementos ideológicos, políticos y propagandísticos, la mayoría de ellos ajenos a los principios y convicciones que le hemos inculcado a nuestros hijos".

Abunda: "Por ejemplo, me cuentan que en esta película de Lightyear, hay una escena donde la protagonista aparece abrazada y besando a su pareja del mismo sexo ¡por Dios, se supone que es una película para niños! Y no porque la homosexualidad esté bien o esté mal; simplemente existe y existirá mientras haya seres humanos en la tierra, pero un menor de edad carece de la madurez emocional para asumir ese hecho. Ya cuando crezca se le explicará a fondo el asunto. Presentar este tipo de imágenes en una cinta que se supone es infantil es nocivo y altera irremediablemente la psiqué y la percepción de un niño menor de 10 años..."

Para los amantes del cine, hay otro factor en Lightyear que los ha irritado sobremanera. Es el caso de Juan Sergio Almeida, coleccionista de objetos de Star Wars --"la saga tradicional, no la porquería que hoy está eructando Disney", dice-- y a quien entrevistamos en fasenlinea años atrás: "Como enorme admirador del trabajo realizado por Pixar, me indigna que Disney esté tirando estiércol sobre una maravillosa maquinaria de imaginación y virtuosidad como hasta hace poco eran esos estudios", dice. "Esta ideologización idiota, metida con calzador, y sobre todo, la ideologización en películas infantiles, debe ser rechazada por quienes amamos el cine y queremos proteger la estructura familiar".

En su opinión, la promoción de posturas "progresistas" no es asunto nuevo en Pixar, como mucha gente cree. "En Ratatouille, por ejemplo, el tema principal es el combate a la intolerancia y el prejuzgar a alguien por su mera apariencia ¿de qué otra forma iban a transmitir ese mensaje con una rata que viene de las alcantarillas y termina convertida en un magnífico cocinero? O la única chica que trabaja en ese restaurante, al ver Ratatouille un par de veces más comienza uno a sospechar que es lesbiana. Sin embargo en ese entonces el mensaje era muy sutil, los niños rara vez lo percibían y en lo mínimo alteraban los puntos más esenciales de la historia. Y como ése hay muchos detalles en todas las películas de Pixar, por ejemplo, el mensaje claramente inclusivista en Up, donde alguien nacido en unos Estados Unidos más tradicionalistas tiene que aprender a convivir con las nuevas generaciones, integradas por hijos de inmigrantes".

Se pregunta: "'¿Por qué en la primera película de Los Increíbles, en vez de papá y mamá, no nos presentaron a una pareja de lesbianas y sus dos hijos, naturalmente adoptados, uno era no binario? Sencillo: esa propuesta habría sido rechazada por los espectadores. ¿Por qué ahora esperan que el resultado en taquilla sea distinto con Lightyear? Los que han cambiado sus posturas son ellos, no los espectadores... los guionistas de estas películas se pasan de estúpidos..."

Agrega: "Se supone que esta película fue la inspiración para que Andy, el niño protagonista de Toy Story, adquiriera su colección de juguetes, ya sabes, el vaquero Woody, su novia Jenny, Vds. Lightyear ¡pero de ningún modo parece una película de 1996! Además con todo descaro, Lightyear toma retazos de otras películas, entre ellas Jumanji, Top Gun, Guerra de las Galaxias y muchas más... no tiene una pizca de originalidad".

En opinión  de la psicóloga Celis, "estos activistas piensan que una película, un producto, va a 'empoderar' a las minorías sexuales sin caer en cuenta que una película no es el mundo real. El concepto tradicional de familia que compartimos la mayoría de los seres humanos en este mundo no va cambiar porque dos mujeres aparezcan besándose en la pantalla. Lo peligroso es que este tipo de escenas se le presenten a mentes que no están emocionalmente preparadas... yo lo veo igual de ominoso a que repente, en una película para niños, aparezcan personajes a los que se les ve el vello público, el cual aún no se le ha desarrollado a un menor de 10 años".

"Me parece idiota agredir a tu público tradicional con este tipo de historias woke, y que como consecuencia pierdas millones de dólares invertidos en películas como Lightyear", agrega Almeida. "¿Dónde están los accionistas de Disney y Pixar, por qué no protestan al ver que los están llevando directamente al abismo económico? El querer comercializar posturas políticas radicales como si fueran desodorantes es una táctica que no funciona y nunca va a funcionar. Todos nosotros, seamos de izquierda, derecha, heterosexuales, gays o lo que sea, compramos desodorantes, champú, pasta de dientes o calzado, pero si a mí, que soy heterosexual, me insultas llamándome racista, homofóbico o intolerante y al mismo tiempo exiges que siga comprando tu producto, eres un auténtico pendejo. No se necesita ser experto en marketing para advertir que nadie compra un producto que no le ofrezca una satisfacción, esa es la mejor forma de recomendarlo con mi familia y con mis amigos. Es como si esperas que me coma la pizza que te compré aunque esté echada a perder y, pero aún, esperas que me la coma sin protestar y que no deje de comprar pizzas en tu establecimiento... Disney, de plano estás jodido", concluye Almeida.

 

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