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LITERATURA/Libros
A una década de
su partida, el libro legado a Oriana Fallaci
Tras los atentados del
2001, la voz de una de las mejores periodistas del siglo XX fue
estigmatizada por decir algo que, diez años después, se ve más
claramente: la pasividad de occidente ante el fundamentalismo
islámico traiciona un legado que hoy nadie en Europa se ve dispuesto
a defender. Lectura indispensable
SEPTIEMBRE, 2016. Este mes se
cumple una década de la desaparición física de Oriana Fallaci, tal
vez la mejor periodista y entrevistadora del siglo XX. Fallaci
estuvo frente a
Moammar Khadafi ("hombre vulgar, cuando le hablo con
firmeza dice que el Islam no permite que una mujer se dirija a así a
un hombre le respondo '¿y eso qué?' yo no soy musulmana"), el
ayatollah Jomeini ("obcecado, atrapado en el medievo"), Mohammad Alí
(" comía melón y eructaba sin parar hasta que, exasperada, le arrojo
mi grabadora"), Henry Kissinger ("la peor entrevista de mi vida",
según el ex funcionario) y Bill Clinton, de quien Fallaci escribió
"al hablar no se le altera un cabello ante la evidencia que lo
contradice y sigue mintiendo con toda naturalidad". Algo le debe
haber aprendido su esposa Hillary.
Fallaci también cubrió las manifestaciones de Tlatelolco en 1968,
incluida la del 2 de octubre, donde recibió un rozón de bala en el
glúteo. En efecto, periodistas como esta recordada italiana
definitivamente ya no hay.
Mientras la carcomía el cáncer, Oriana Fallaci veía, entre la
frustración y la incredulidad (algo que claramente explica el título
de su libro) veía como otro cáncer avanzaba impunemente sobre la
sociedad occidental. Escribe: "Los atentados de Nueva York, que
debieron ser una clara señal de alarma sobre el peligro que
occidente tenía frente a sí, se transformó en una sarta de
justificaciones multiculturalistas, el tratar no solo de entender
sino de convertir al agredido en agresor" y más adelante llama al
terrorismo islámico --y al Islam en general; la Fallaci no se andaba
con miramientos-- como "una Cruzada al revés (...) el Islam busca la
destrucción de lo que somos, de nuestras libertades..."
Conforme uno avanza en la lectura de La Rabia, se sorprende de que
líneas como ésta se vean asombrosamente proféticas este 2016: "¿No
se dan cuenta de que los Osama bin Laden se creen autorizados a
matarlos a ustedes y a sus hijos, porque beben vino o cerveza,
porque no llevan barba larga o chador, porque van al teatro y al
cine, porque escuchan música y cantan canciones, porque bailan en
las discotecas o en sus casas, porque ven la televisión, porque
visten minifalda o pantalones cortos, porque están desnudos o casi
en el mar o en las piscinas y porque hacen el amor cuando les
parece, donde les parece y con quien les parece? ¿No les importa
nada de esto, estúpidos? Yo soy atea, gracias a Dios. Pero no tengo
intención alguna de dejarme matar por serlo".
Los musulmanes que llegan a un nuevo lugar rechazan adaptarse a las
reglas locales e intentan que los demás se adapten a las de ellos;
lo que indigna a un musulmán debe indignar al resto de la gente, lo
que es indecente para ellos debe también serlo para los demás, sean
o no sean musulmanes, la agresión sexual para aquellas mujeres que
visten provocativamente para que "se les quite"... ¿le suena
contemporáneo ese comportamiento tras le ola de inmigrantes a
Alemania y Suecia? Hace exactamente 10 años Fallaci advirtió con
claridad todo aquello: "Nos hundimos en todos los sentidos, querido
amigo. Y en el lugar de campanas, encontraremos muecines, en vez de
minifaldas, el chador, en vez de coñac, leche de camello. ¿No
entienden ni esto, ni siquiera esto?"
Asimismo, Fallaci apuntaba que tanta monserga multiculturalista
donde los atentados islámicos eran una forma de "respuesta" ante las
agresiones de Occidente, "es parte de una extraña alianza entre el
Islam y una izquierda que relativiza, desmoraliza, quiere derribar
conceptos que han estado sólidos desde la antigua Grecia y, al
final, busca la destrucción de la civilización que hoy tenemos,
imperfecta y todo, pero que es mejor a la opción que nos presenta
una Jihad sin libertades, donde pagas con la vida si te atreves a
decir cosas como 'lo siento, pero yo no creo en esto'. El problema,
señalaba más adelante, era si el Islam, ya vencedor absoluto,
seguiría jugando parte de esa alianza "de tontos útiles, donde, como
dijo Lenin, al final todos ellos también serán colgados..."
También eran cómplices de esa caída, según Fallaci, las democracias
que azuzaban el temor, el miedo a decir algo equivocado: "Creemos
vivir en auténticas democracias, democracias sinceras y vivas,
regidas por la libertad de pensamiento y opinión. En cambio vivimos
en democracias débiles, dominadas por el despotismo y el miedo.
Miedo a pensar, y al pensar, de llegar a conclusiones que no
coincidan con las de los lacayos del poder.
"Porque la censura más peligrosa no es la de los regímenes
absolutistas o dictatoriales", agregaba. "En las democracias inanes,
en cambio, en los regímenes inertemente democráticos, el despotismo
salva el cuerpo y ataca el alma, porque es el alma lo que quiere
encadenar". Y eso que en 1996 la mordaza políticamente correcta no
era tan fascistoide como lo es hoy.
Para Fallaci, la encrucijada es clara: "Con claras diferencias de
estrategia pero al final occidente luchó como un solo ente hasta
derrotar al fascismo alemán. Hoy no se ve ese espíritu, apagado o
sometido por la pasividad, por el 'no hay que hacer nada, respetemos
sus costumbres para que ellos nos respeten'. Lo siento, la jihad no
funciona así. Yo he estado dentro del mundo árabe y se los advierto:
ellos buscan la destrucción de lo que somos, de la sociedad libre,
es decir, de la sociedad infiel".
Libro provocativo, con duros ataques hacia esos "neoidiotas útiles"
como Noam Chomsky y Michael Moore, La Fuerza y la Razón. De estar
viva Oriana Fallaci, hubiera ido a golpear al primer ministro
italiano la vez que éste ordenó tapar unas estatuas al desnudo
cuando el presidente de Irán visitó un museo. En vida le tocó a
Oriana Fallaci la ingrata labor, "de ser una Casandra, la que le
habla al viento".
En los tiempos que corren, este libro resulta doblemente
indispensable.
La Rabia y el Orgullo
Oriana Fallaci
La Esfera/2015
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La novela irreverente, otra víctima del
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plaga toda actividad en este nuevo siglo ¿se superará este desafío o
caeremos en una literatura insípida, complaciente y sin chispa?
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