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El nacimiento de la tragedia
Friedrich Nietzsche


Ensayo de autocr�tica (1886)

uno

Sea lo que sea aquello que est� a la base de este libro problem�tico: una cuesti�n de primer rango y m�ximo atractivo tiene que haber sido, y, adem�s, una cuesti�n profundamente personal - testimonio de ello es la �poca en la cual surgi�, pese a la cual surgi�, la excitante �poca de la guerra franco-alemana de 1870/71. Mientras los estampidos de la batalla de W�rth se expand�an sobre Europa, el hombre caviloso y amigo de enigmas a quien se le depar� la paternidad de este libro estaba en un rinc�n cualquiera de los Alpes, muy sumergido en sus cavilaciones y enigmas, en consecuencia muy preocupado y despreocupado a la vez, y redactaba sus pensamientos sobre los griegos, - n�cleo del libro extra�o y dif�cilmente accesible a que va a estar dedicado este tard�o pr�logo (o ep�logo). Unas semanas m�s tarde: y tambi�n �l se encontraba bajo los muros de Metz, no desembarazado a�n de los signos de interrogaci�n que hab�a colocado junto a la presunta �jovialidad� de los griegos y junto al arte griego; hasta que por fin, en aquel mes de hond�sima tensi�n en que en Versalles se deliberaba sobre la paz, tambi�n �l consigui� hacer la paz consigo mismo, y mientras convalec�a lentamente de una enfermedad que hab�a contra�do en el campo de batalla, comprob� en s� de manera definitiva el �nacimiento de la tragedia en el esp�ritu de la m�sica�. - �En la m�sica? �M�sica y tragedia? �Griegos y m�sica de tragedia? �Griegos y la obra de arte del pesimismo?  La especie m�s lograda de hombres habidos hasta ahora, la m�s bella, la m�s envidiada, la que m�s seduce a vivir, los griegos - �c�mo?, �es que precisamente ellos tuvieron necesidad de la tragedia? �M�s a�n - del arte? �Para qu� - el arte griego?...

Se adivina el lugar en que con estas preguntas quedaba colocado el gran signo de interrogaci�n acerca del valor de la existencia. �Es el pesimismo, necesariamente, signo de declive, de ruina, de fracaso, de instintos fatigados y debilitados? - �como lo fue entre los indios, como lo es, seg�n todas las apariencias, entre nosotros los hombres y europeos �modernos�? �Existe un pesimismo de la fortaleza? �Una predilecci�n intelectual por las cosas duras, horrendas, malvadas, problem�ticas de la existencia, predilecci�n nacida de un bienestar, de una salud desbordante, de una plenitud de la existencia? �Se da tal vez un sufrimiento causado por esa misma sobreplenitud? �Una tentadora valent�a de la m�s aguda de las miradas, valent�a que anhela lo terrible, por considerarlo el enemigo, el digno enemigo en el que poder poner a prueba su fuerza?, �en el que ella quiere aprender qu� es �el sentir miedo�? �Qu� significa, justo entre los griegos de la �poca mejor, m�s fuerte, m�s valiente, el mito tr�gico? �Y el fen�meno enorme de lo dionis�aco? �Qu� significa, nacida de �l, la tragedia? - Y por otro lado: aquello de que muri� la tragedia, el socratismo de la moral, la dial�ctica, la suficiencia y la jovialidad del hombre te�rico . �c�mo?, �no podr�a ser justo ese socratismo un signo de declive, de fatiga, de enfermedad, de unos instintos que se disuelven de modo an�rquico? �Y la �jovialidad griega� del helenismo tard�o, tan s�lo un arreblo de crep�sculo? � La voluntad epic�rea contra el pesimismo, tan s�lo una precauci�n del hombre que sufre? Y la ciencia misma, nuestra ciencia -s�, �qu� significa en general, vista como s�ntoma de viada toda ciencia? �Para qu�, peor a�n, de donde - toda ciencia? �C�mo? �Acaso es el cientificismo nada m�s que un miedo al pesimismo y una escapatoria, frente a �l? �Una defensa sutil obligada contra la verdad? �Y hablando en t�rminos morales, algo as� como cobard�a y falsedad? �Hablando en t�rminos no-morales, una astucia? Oh S�crates, S�crates, �fue �se acaso tu secreto? Oh ironista misterioso, �fue �sa acaso tu - iron�a? - -

 

dos

Lo que yo consegu� aprehender entonces, algo terrible y peligroso, un-problema con cuernos. no necesariamente un toro precisamente, en todo caso un problema nuevo: hoy yo dir�a que fue el problema de la ciencia misma - la ciencia concebida por vez primera como problem�tica, como discutible. Pero el libro en que entonces encontraron desahogo mi valor y mi suspicacia juveniles - �qu� libro tan imposible ten�a que surgir de una tarea tan contraria a la juventud! Construido nada m�s que a base de vivencias propias prematuras y demasiado verdes, todas las cuales estaban junto al umbral de lo comunicable, colocado en el terreno del arte - pues el problema de la ciencia no puede ser conocido en el terreno de la ciencia -,�acaso un libro para artistas dotados accesoriamente de capacidades anal�ticas y retrospectivas (es decir, para una especie excepcional de artistas, que hay que buscar y que ni siquiera se querr�a buscar ...), lleno de innovaciones psicol�gicas y de secretos de artista, con una metaf�sica de artista en el trasfondo, una obra juvenil llena de valor juvenil y de juvenil melancol�a, independiente, obstinadamente aut�noma incluso all� donde parece plegarse a una autoridad y a una veneraci�n propia, en suma, una primera obra, tambi�n en el mal sentido de la expresi�n, que, pese a su problema senil, adolece de todos los defectos de la juventud, sobre todo de su �excesiva longitud�, de su �tormenta y arrebato� (Sturm und Drang): por otra parte, teniendo en cuenta el �xito que obtuvo (especialmente en el gran artista a que ella se dirig�a como para un di�logo, en Richard Wagner), un libro probado, quiero decir, un libro que, en todo caso, ha satisfecho �a los mejores de su tiempo�. Ya por esto deber�a ser tratado con cierta deferencia y silencio; a pesar de ello yo no quiero reprimir del todo el decir cu�n desagradable se me aparece ahora, cu�n extra�o est� ahora ante m� diecis�is a�os despu�s, -ante unos ojos m�s viejos, cien veces m�s exigentes, pero que en modo alguno se han vuelto m�s fr�os, ni tampoco m�s extra�os a aquella tarea a la que este temerario libro os� por vez primera acercarse - ver la ciencia con la �ptica del artista, y el arte con la de la vida.

 

tres

Dicho una vez m�s, hoy es para m� un libro, imposible, - lo encuentro mal escrito, torpe, penoso, fren�tico de im�genes y confuso a causa de ellas, sentimental, ac� y all� azucarado hasta lo femenino, desigual en el tempo, sin voluntad de limpieza l�gica, muy convencido, y por ello, eximi�ndose de dar demostraciones, desconfiando incluso de la pertinencia de dar demostraciones, como un libro para iniciados, como una �m�sica� para aquellos que han sido bautizados en la m�sica, que desde el comienzo de las cosas est�n ligados por experiencias art�sticas comunes y raras, como signo de reconocimiento para quienes sean in artibus parientes de sangre, - un libro altanero y entusiasta, que de antemano se cierra al profanum vulgus  de los �cultos� m�s a�n que al �pueblo�, pero que, como su influjo demostr� y demuestra, tiene que ser tambi�n bastante experto en buscar sus compa�eros de entusiasmo y en atraerlos hacia nuevos senderos ocultos y hacia nuevas pistas de baile. Aqu� hablaba en todo caso, -esto se admiti� con tanta curiosidad como repulsa - una voz extra�a, el disc�pulo de un �dios desconocido� - todav�a, que por el momento se escond�a bajo la capucha del docto, bajo la pesadez y el desabrimiento dial�ctico del alem�n, incluso bajo los malos modales del wagneriano; hab�a aqu� un esp�ritu que sent�a necesidades nuevas, carentes a�n de nombre, una memoria rebosante de preguntas, experiencias, secretos, a cuyo margen estaba escrito el nombre Dioniso como un signo m�s de interrogaci�n: aqu� hablaba -as� se dijo la gente con suspicacia- una especie de alma m�stica y casi men�dica, que con esfuerzo y de manera arbitraria, casi indecisa sobre si lo que quer�a era comunicarse u ocultarse, parec�a balbucear en un idioma extra�o. Esa �alma nueva� habr�a debido cantar - �y no hablar!  Qu� l�stima que lo que yo ten�a entonces que decir no me atreviera a decirlo como poeta: �tal vez habr�a sido capaz de hacerlo! O, al menos, como fil�logo: - �pues todav�a hoy para el fil�logo est� casi todo por descubrir y desenterrar a�n en este campo! Sobre todo el problema de que aqu� hay un problema, - y de que, ahora y antes, mientras no tengamos una respuesta a la pregunta ��qu� es lo dionisiaco?�, los griegos contin�an siendo completamente desconocidos e inimaginables...

 

cuatro

S�, �qu� es lo dionis�aco? - En este libro hay una respuesta a esa pregunta - en �l habla alguien que �sabe�, el iniciado y disc�pulo de su dios.  Tal vez ahora yo hablar�a con m�s cautela y menos elocuencia acerca de una cuesti�n psicol�gica tan dif�cil como es el origen de la tragedia entre los griegos.  Una cuesti�n fundamental es la relaci�n del griego con el dolor, su grado de sensibilidad, - �permaneci� id�ntica a s� misma esa relaci�n?, �o se invirti�? la cuesti�n de si realmente su cada vez m�s fuerte anhelo de belleza, de fiestas, de diversiones, de nuevos cultos, surgi� de una carencia, de una privaci�n, de la melancol�a, del dolor. Suponiendo, en efecto, que precisamente esto fuese verdadero - y Pericles (o Tuc�dides) nos lo da a entender en el gran discurso f�nebre -: �de d�nde tendr�a que proceder el anhelo contrapuesto a �ste y surgido antes en el tiempo, el anhelo de lo feo, la buena y rigurosa voluntad, propia del heleno primitivo, de pesimismo, de mito tr�gico, de dar imagen a todas las cosas terribles, malvadas, enigm�ticas, aniquiladoras, funestas que hay en el fondo de la existencia, - de d�nde tendr�a que provenir entonces la tragedia? �Acaso del placer, de la fuerza, de una salud desbordante, de una plenitud demasiado grande? �Y qu� significado tiene entonces, hecha la pregunta fisiol�gicamente, aquella demencia de que surgi� tanto el arte tr�gico como el c�mico, la demencia dionis�aca? �C�mo? �Acaso no es la demencia, necesariamente, s�ntoma de degeneraci�n, de declive, de una cultura demasiado tard�a? �Existen acaso - una pregunta para m�dicos de locos - neurosis de la salud?, �de la juventud y juvenilidad de los pueblos? �A qu� apunta aquella s�ntesis de dios y macho cabr�o que se da en el s�tiro? �En raz�n de qu� vivencia de s� mismo, para satisfacer a qu� impulso tuvo el griego que imaginarse como un s�tiro al entusiasta y hombre primitivo dionis�aco? Y en lo que se refiere al origen del coro tr�gico: �hubo acaso arrebatos end�micos en aquellos siglos en que el cuerpo griego florec�a, y el alma griega desbordaba de vida? �Visiones y alucinaciones que se transmit�an a comunidades enteras, a asambleas enteras reunidas para el culto? �Y si ocurriera que los griegos tuvieron, precisamente en medio de la riqueza de su juventud, la voluntad de lo tr�gico y fueron pesimistas?, �qu� fue justo la demencia, para emplear una frase de Plat�n, la que trajo las m�ximas bendiciones sobre la Helade?, �y que, por otro lado, y a la inversa, fue precisamente en los tiempos de su disoluci�n y debilidad cuando los griegos se volvieron cada vez m�s optimistas, m�s superficiales, m�s comediantes, tambi�n m�s ansiosos de l�gica y de logicizaci�n del mundo, es decir, a la vez �m�s joviales�  y �m�s cient�ficos�? �Y si tal vez, a despecho de todas las �ideas modernas� y los prejuicios del gusto democr�tico, pudieran la victoria del optimismo, la racionalidad predominante desde entonces, el utilitarismo pr�ctico y te�rico, as� como la misma democracia, de la que son contempor�neos, - ser un s�ntoma de fuerza declinante, de vejez inminente, de fatiga fisiol�gica? �Y precisamente no - el pesimismo? �Fue Epicuro un optimista - precisamente en cuanto hombre que sufr�a? - - Ya se ve que es todo un fardo de dif�ciles cuestiones el que este libro carg� sobre sus espaldas - �a�adamos adem�s su cuesti�n m�s dif�cil! �Qu� significa, vista con la �ptica de la vida, - la moral?...

 

cinco

Ya en el �Pr�logo a Richard Wagner� el arte -y no la moral - es presentado como la actividad propiamente metaf�sica del hombre; en el libro mismo reaparece en varias ocasiones la agresiva tesis de que s�lo como fen�meno est�tico est� justificada la existencia del mundo.  De hecho el libro entero no conoce, detr�s de todo acontecer, m�s que un sentido y un ultra-sentido de artista, - un �dios�, si se quiere, pero, desde luego, tan solo un dios-artista completamente amoral y desprovisto de escr�pulos, que tanto en el construir como en el destruir, en el bien como en el mal, lo que quiere es darse cuenta de su placer y su soberan�a id�nticos, un dios-artista que, creando mundos, se desembaraza de la necesidad implicada en la plenitud y la sobreplenitud, del sufrimiento de las ant�tesis en �l acumuladas.  El mundo, en cada instante la alcanzada redenci�n de dios, en cuanto es la visi�n eternamente cambiante, eternamente nueva del ser m�s sufriente, m�s antit�tico, m�s contradictorio, que �nicamente en la apariencia sabe redimirse; a toda esta metaf�sica de artista se la puede denominar arbitraria, ociosa, fantasmag�rica -, lo esencial en esto est� en que ella delata ya un esp�ritu que alguna vez, pese a todos los peligros, se defender� contra la interpretaci�n y el significado morales de la existencia. Aqu� se anuncia, acaso por vez primera, un pesimismo �m�s all� del bien y del mal�, aqu� se deja o�r y se formula aquella �perversidad de los sentimientos� contra la que Schopenhauer no se cans� de disparar de antemano sus m�s col�ricas maldiciones y piedras de rayo, -una filosof�a que osa situar, rebajar la moral misma al mundo de la apariencia y que la coloca no s�lo entre las �apariencias� (en el sentido de este terminus technicus idealista), sino entre los �enga�os�, como apariencia, ilusi�n, error, interpretaci�n, aderezamiento, arte. Acaso donde mejor pueda medirse la profundidad de esta tendencia antimoral es en el precavido y hostil silencio con que en el libro entero se trata al cristianismo, - el cristianismo en cuanto es la m�s aberrante variaci�n sobre el tema moral que la humanidad ha llegado a escuchar hasta este momento.  En verdad, no existe ant�tesis m�s grande de la interpretaci�n y justificaci�n puramente est�ticas del mundo, tal como en este libro se las ense�a, que la doctrina cristiana, la cual es y quiere ser s�lo moral, y con sus normas absolutas, ya con su veracidad de Dios por ejemplo, relega el arte, todo arte, al reino de la mentira, - es decir, lo niega, lo reprueba, lo condena. Detr�s de semejante modo de pensar y valorar, el cual, mientras sea de alguna manera aut�ntico, tiene que ser hostil al arte, percib�a yo tambi�n desde siempre lo hostil a la vida, la rencorosa, vengativa aversi�n contra la vida misma: pues toda vida se basa en la apariencia, en el arte, en e engaf�o, en la �ptica, en la necesidad de lo perspectiv�stico y del error. El cristianismo fue desde el comienzo, de manera esencial y b�sica, n�usea y fastidio contra la vida sentidos por la vida, n�usea y fastidio que no hac�an m�s que disfrazarse, ocultarse, ataviarse con la creencia en �otra� vida distinta o �mejor�. El odio al �mundo�, la maldici�n de los afectos, el miedo a la belleza y a la sensualidad, un m�s all� inventado para calumniar mejor el m�s ac�, en el fondo un anhelo de hundirse en la nada, en el final, en el reposo, hasta llegar al �s�bado de los s�bados� - todo esto, as� como la incondicional voluntad del cristianismo de admitir valores s�lo morales me pareci� siempre la forma m�s peligrosa y siniestra de todas las formas posibles de una �voluntad de ocaso�; al menos, un signo de enfermedad, fatiga, desaliento, agotamiento, empobrecimiento hond�simos de la vida, - pues ante la moral (especialmente ante la moral cristiana, es decir, incondicional) la vida tiene que carecer de raz�n de manera constante e inevitable, ya que la vida es algo esencialmente amoral, - la vida, finalmente, oprimida bajo el peso del desprecio y del eterno �no�, tiene que ser sentida como indigna de ser apetecida, como lo no-v�lido en s�.  La moral misma -�c�mo?, �acaso ser�a la moral una �voluntad de negaci�n de la vida�, un instinto secreto de aniquilaci�n, un principio de ruina, de empeque�ecimiento, de calumnia, un comienzo del final? �Y en consecuencia, el peligro de los peligros?... Contra la moral, pues, se levant� entonces, con este libro problem�tico, mi instinto, como un instinto defensor de la vida, y se invent� una doctrina y una valoraci�n radicalmente opuestas de la vida, una doctrina y una valoraci�n puramente art�sticas, anticristianas. �C�mo denominarlas? En cuanto fil�logo y hombre de palabras las bautic�, no sin cierta libertad - �pues qui�n conocer�a el verdadero nombre del Anticristo? - con el nombre de un dios griego: las llam� dionis�acas. -

 

seis

�Se entiende cu�l es la tarea que yo os� rozar ya con este libro?... �Cu�nto lamento ahora el que no tuviese yo entonces el valor (�o la inmodestia?) de permitirme, en todos los sentidos, un lenguaje propio para expresar unas intuiciones y osad�as tan propias, -el que intentase expresar penosamente, con f�rmulas schopenhauerianas y kantianas, unas valoraciones extra�as y nuevas, que iban radicalmente en contra tanto del esp�ritu de Kant y de Schopenhauer como de su gusto! �C�mo pensaba, en efecto, Schopenhauer acerca de la tragedia? �Lo que otorga a todo lo tr�gico el empuje peculiar hacia la elevaci�n� - dice en El mundo como voluntad y representaci�n, II, 495 - �es la aparici�n del conocimiento de que el mundo, la vida no pueden dar una satisfacci�n aut�ntica, y, por tanto, no son dignos de nuestro apego: en esto consiste el esp�ritu tr�gico-, ese esp�ritu lleva, seg�n esto, a la resignaci�n�. �Oh, de qu� modo tan distinto me hablaba Dioniso a m�! �Oh, cu�n lejos de m� se hallaba entonces justo todo ese resignacion�smo! - Pero en el libro hay algo mucho peor, que yo ahora lamento m�s a�n que el haber oscurecido y estropeado con f�rmulas schopenhauerianas unos presentimientos dionis�acos: a saber, �el haberme echado a perder en absoluto el grandioso problema griego, tal como a m� se me hab�a aparecido, por la injerencia de las cosas modern�simas! �El haber puesto esperanzas donde nada hab�a que esperar, donde todo apuntaba, con demasiada claridad, hacia un final! �El haber comenzado a descarriar, bas�ndome en la �ltima m�sica alemana, acerca del �ser alem�n�, como si �ste se hallase precisamente en trance de descubrirse y de reencontrarse a s� mismo - y esto en una �poca en que el esp�ritu alem�n, que no hac�a a�n mucho tiempo hab�a tenido la voluntad de dominar sobre Europa, la fuerza de guiar a Europa, acababa de presentar su abdicaci�n definitiva e irrevocable, y, bajo la pomposa excusa de fundar un Reich, realizaba su tr�nsito a la mediocrizaci�n, a la democracia y a las �ideas modernas�!  De hecho, entre tanto he aprendido a pensar sin esperanza ni indulgencia alguna acerca de ese �ser alem�n�, y asimismo acerca de la m�sica alemana de ahora, la cual es romanticismo de los pies a la cabeza y la menos griega de todas las formas posibles de arte: adem�s, una destrozadora de nervios de primer rango, doblemente peligrosa en un pueblo que ama la bebida y honra la oscuridad como una virtud, es decir, en su doble condici�n de narc�tico que embriaga y, a la vez, obnubila. - Al margen, claro est�, de todas las esperanzas apresuradas y de todas las err�neas aplicaciones a la realidad del presente con que yo me ech� a perder entonces mi primer libro, permanecer� en lo sucesivo el gran signo de interrogaci�n dionis�aco, tal como fue en �l planteado, tambi�n en lo que se refiere a la m�sica: �c�mo tendr�a que estar hecha una m�sica que no tuviese ya un origen rom�ntico, como lo tiene la m�sica alemana, - sino un origen dionis�aco?...

 

siete

Pero, se�or m�o, �qu� es romanticismo en el mundo entero si su libro no es romanticismo? �Es que el odio profundo contra el �tiempo de ahora�, contra la �realidad� y las �ideas modernas�, puede ser llevado m�s lejos de lo que se llev� en su metaf�sica de artista? - �la cual prefiere creer hasta en la nada, hasta en el demonio, antes que en el �ahora�? �No se oye, por debajo de toda su polifon�a contrapunt�stica y de su seducci�n de los o�dos, el zumbido de un bajo continuo de c�lera y de placer destructivo, una rabiosa resoluci�n contra todo lo que es �ahora�, una voluntad que no est� demasiado lejos del nihilismo pr�ctico y que parece decir ��prefiero que nada sea verdadero antes de que vosotros teng�is raz�n, antes de que vuestra verdad tenga raz�n! �? Escuche usted mismo, se�or pesimista y endiosador del arte, con un o�do un poco m�s abierto, un �nico pasaje escogido de su libro, aquel pasaje que habla, no sin elocuencia, de los matadores de dragones, y que sin duda tiene un sonido capcioso y embaucador para o�dos y corazones j�venes: �o es que no es �sta la genuina y verdadera profesi�n de fe de los rom�nticos de 1830 bajo la m�scara del pesimismo de 1850?, tras de la cual confesi�n se preludia ya el usual finale de los rom�nticos, - quiebra, hundimiento, retorno y prosternaci�n ante una vieja fe, ante el viejo dios... �O es que ese su libro de pesimista no es un fragmento de antihelenidad, de romanticismo, incluso algo �tan embriagador como obnubilante�, un narc�tico en todo caso, hasta un fragmento de m�sica, de m�sica alemana?  Esc�chese:

 

Imagin�monos una generaci�n que crezca con esa intrepidez de la mirada, con esa heroica tendencia hacia lo enorme, imagin�monos el paso audaz de esos matadores de dragones, la orgullosa temeridad con que vuelven la espalda a todas las doctrinas de debilidad del optimismo, para �vivir resueltamente� en lo entero y pleno: �acaso no ser�a necesario que el hombre tr�gico de esa cultura, en su autoeducaci�n para la seriedad y para el horror, tuviese que desear un arte nuevo, el arte del consuelo metaf�sico, la tragedia, como la Helena a �l debida, y que exclamar con Fausto:

 

�Y no debo yo, con la violencia m�s llena de anhelo, traer a la vida esa figura �nica entre todas?

 

��Acaso no ser�a necesario?�... �No, tres veces no! , j�venes rom�nticos: �no ser�a necesario!  Pero es muy probable que eso finalice as�, que vosotros finalic�is as�, es decir, �consolados�, como est� escrito, pese a toda la autoeducaci�n para la seriedad y para el horror, �metaf�sicamente consolados�, en suma, como finalizan los rom�nticos, cristianamente... �No! Vosotros deber�ais aprender antes el arte del consuelo intramundano, - vosotros deber�ais aprender a re�r, mis j�venes amigos, si es que, por otro lado, quer�is continuar siendo completamente pesimistas; quiz�s a consecuencia de ello, como re�dores, mand�is alguna vez al diablo todo el consuelismo metaf�sico - �y, en primer lugar, la metaf�sica! O, para decirlo con el lenguaje de aquel trasgo dionis�aco que lleva el nombre de Zaratustra:

Levantad vuestros corazones, hermanos m�os, �arriba! �m�s arriba! �Y no me olvid�is tampoco las piernas! Levantad tambi�n vuestras piernas, vosotros buenos bailarines, y mejor a�n, �sosteneos incluso sobre la cabeza!
Esta corona del que r�e, este corona de rosas: yo mismo me he puesto sobre mi cabeza este corona, yo mismo he sgntificado mis risas. A ning�n otro he encontrado suficientemente fuerte hoy para hacer esto.
Zaratustra el bailar�n, Zaratustra el ligero, el que hace se�as con las alas,
uno dispuesto a volar, que hace se�as a todos los p�jaros, preparado y listo, bienaventurado en su ligereza: - 
Zaratustra el que dice verdad, Zaratustra el que r�e verdad, no un impaciente, no un incondicional, s� uno que ama los saltos y las piruetas: �yo mismo me he puesto esa corona sobre mi cabeza!
Esta corona del que r�e, esta corona de rosas: �a vosotros, hermanos m�os, os arrojo esta corona!  Yo he santificado el re�r; vosotros hombres superiores, aprended - �a re�r!

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