Un soplo de eternidad

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Cuentos cortos

José C. Martínez Nava

El hombre que llegó a ser Dios

Vulcano

A los mexicanos que cambian oro por cuentas de vidrio...

I

En el año 241 antes de la fundación de Roma, el faraón Nekao envió a un grupo de emisarios a Asia Menor; su objetivo era contactarse con el rey tiro, Hititas.

En esos tiempos el Imperio Egipcio tuvo muchos problemas con los pueblos mesopotámicos, debido a la enorme competencia por ganar el comercio del Fértil Creciente (Medio Oriente para los europeos). Fue entonces cuando los tres faraones predecesores de Nekao buscaron la posibilidad de comerciar hacia el occidente del continente líbico (África). Inauguraron nuevas rutas comerciales, desarrollaron la navegación marítima del Mediterráneo y del mar Rojo, y conquistaron muchas ciudades portuarias en ambos mares.

Ya para cuando Nekao subió al trono, las rutas comerciales por tierra eran una realidad, pero el Estado sufrió la incapacidad del domino de los mares. La corte hizo grandes esfuerzos para desarrollar la tecnología marítima, pero en este rubro siempre fueron dominados por los jonios, cretenses y fenicios.

Los fenicios gozaban de gran reputación como navegantes y comerciantes. Muy pronto, sus hazañas de descubrimiento y de habilidad negociadora sobrepasó los confines de la antigua Siria y del vetusto Líbano, cunas de esta civilización. Todo el mundo mediterráneo era bien conocido por los navegantes fenicios; tenían el monopolio de las empresas de exploración, descubrimiento y comercialización. Contaban con mapas que eran protegidos como verdaderos tesoros; a fin de cuentas la navegación marítima y el comercio fueron las bases de su economía y las cuidaban con celo.

Como verdaderos profesionales, los fenicios alquilaban sus conocimientos y prestaban servicios a los Estados más fuertes de su época: egipcios y persas. Los primeros, aunque intentaron muchas veces sojuzgar a las ciudades púnicas (fenicias), nunca concluyeron su dominio debido a la habilidad negociadora de sus gobernantes. Los segundos sí conquistaron a los fenicios, pero desafortunadamente para ellos, en la etapa en que los sometieron, constantemente fueron acosados por otros pueblos, lo que les hizo perder el dominio total de Biblos, Sidón, Tiro y Beiruh (las ciudades fenicias más importantes).

Frecuentemente a Tiro llegaban emisarios y mensajeros enviados desde tierras lejanas, con el único propósito de determinar una posible sociedad con otros imperios. En estas sociedades monopólicas, los tirios y los sidonios eran los encargados de llevar a cabo las transacciones comerciales con pueblos alejados. Pero, como es lógico, siempre obtenían las mayores ganancias. Puesto que ellos no constituían un pueblo netamente guerrero, los conocimientos geográficos que obtenían es estas empresas eran compartidos con los Estados socios. Y, como es evidente, aquellos gobiernos obtenían en ganancia, la posibilidad de conquistar militar y económicamente a los pueblos conocidos por los fenicios.

Este pueblo aventurero tenía conocimiento certero de las costas del norte del continente líbico, así como de las costas europeas. Habían explorado las rutas marítimas que se asoman al gran océano, tanto por el Atlántico, por el occidente, como el Índico, por el sureste.

Todas estas noticias eran bien conocidas por los integrantes de la corte de Nekao, quien muy pronto fue enterado. Inmediatamente comprendió que la única opción que tenía para salvar el imperio de los faraones, consistía en llegar a una sociedad con Hititas, para que le proporcionara el conocimiento más exacto del continente líbico, que consideraba como su dominio, pero sin tener noticias ciertas de naciones más allá del nacimiento del Nilo.

II

Ningún explorador egipcio se había atrevido a viajar más allá de los Grandes Lagos africanos, como tampoco habían atravesado el desierto del Sahara con rumbo suroeste. Mientras tanto, se suponía que las tierras no terminaban hasta donde dominaba el Imperio; existían muchos rumores de pueblos y civilizaciones ricas en piedras preciosas más al sur del territorio egipcio.

Cuando Hititas recibió a los mensajeros de Nekao, les hizo saber que la única opción de alcanzar aquellos territorios aún inexplorados era por mar, intentando rodear el continente, sí es que eso era posible. Para ello exigió un barco con características apropiadas, características que nunca barco alguno había tenido. Después de fijar las condiciones de la empresa los emisarios de Nekao partieron hacia Tebas, informándole al rey de todos los pormenores.

El gabinete de Nekao estudió las condiciones y el proyecto de Hititas y pronto dio como afirmativo su acuerdo. Se enviaron emisarios a las ciudades costeras del delta para que inmediatamente, con todos los medios posibles, construyeran la embarcación, la que quedó terminada después de tres meses.

Ya para entonces Hititas había seleccionado personalmente a los 13 tripulantes de la empresa de circunnavegación africana. Al mando de dicho grupo se había nombrado a Sitysi, pero a última hora fue nombrado Hamica, el más prestigiado y experimentado de los navegantes fenicios y fundador de Cartagena, ciudad del norte de África que posteriormente se desarrollaría como nación propia y de donde salieran grandes navegantes, dignos herederos de fenicia.

Por fin, la expedición partió del delta del Nilo con rumbo este y al sexto día cruzaba el cana de Suez, dirigiéndose al mar Rojo. El plan de Hamica era realizar una navegación de cabotaje todo el tiempo, pues de esta manera se aseguraría la empresa. Pero no faltó ocasión de que la embarcación se alejara de la costa africana hasta perderla en el horizonte a causa de los vientos que cambiaban de dirección constantemente. Esta situación se tornó más grave cuando la expedición dio vuelta a la península etiope y saliendo a mar abierto. El viento monzónico del oriente empujaba a la embarcación hacia la costa africana y la tripulación tuvo que trabajar horas extras para no estrellarse contra los peñascos. En tales circunstancias, Hamica tomó la determinación de alejarse de la costa y penetrar en el Índico, debido a que la experiencia le había mostrado que se evitarían las diferencias de presión atmosférica entre la franja costera y el océano, lugar donde el viento se arremolina causando grandes dolores de cabeza.

En repetidas ocasiones la tripulación tenía que desembarcar, principalmente cuando se hacían presentes las tormentas. A veces, estas situaciones les detenía en tierra firme semanas enteras, por lo que se adentraban al continente en busca de alimentos y habitación.

Después de seis meses de aventura cruzaron el ecuador de norte a sur y gradualmente comprobaba muy extrañados que el sol quedaba detrás de ellos, Esto fue muy comentado, pero ninguno encontró una explicación satisfactoria. Vaty, quien era el escriba del grupo, fue registrando en unas tablillas todos los hallazgos; sólo que desafortunadamente muchas de ellas se perdieron en medio de una tormenta poderosa.

Alrededor de tres meses tuvieron condiciones propicias para la navegación, lo que aprovecharon para avanzar lo más posible hasta que alcanzaron el extremo sur del continente. Entonces la navegación continuó en sentido oeste para azoro de Hamica, pues ahora el sol ya no estaba a sus espaldas sino a su derecha a mediodía. Ese hecho, aunado con la desesperación y la falta de alimentos, ocasionó un gran desaliento en la tripulación, hasta que desembarcaron en un cabo, que los portugueses 2200 años después volverían a descubrir, denominándoles cabo de Buena Esperanza. Allí compartieron con la tribu aborigen cerca de dos meses. Luego, entrando en pleno Atlántico volvieron a navegar con dirección norte.

Después de un año y ocho meses de iniciada aquella empresa, la embarcación penetraba en el golfo de Guinea. Entonces surgió el más grave contratiempo: el estado de salud de toda la tripulación era pésimo. Decidieron pasar en tierra firme el tiempo suficiente para recuperarse. Pero murió Renhke y Lubiane. Sitysi y Hamica quedaron demasiado débiles y enfermos para poder continuar. Casi delirante Hamica cedió el mando a Vaty y le recomendó continuar sin ellos. Vaty se rehusó pero pronto comprendió que era la única alternativa, y por fin, después de una semana, abandonaron a Sitysi y Hamica a su destino.

La empresa fenicia de circunnavegación de África, entró al Mediterráneo por las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar), y después de 35 meses y 24 días arribaba al puerto llamado posteriormente Alejandría, llevando grandes noticias para el Imperio Egipcio y para la humanidad...

III

Cuando Sitysi abrió los ojos y recobró el conocimiento, estaba rodeado de seres de piel negra y con costumbres extrañas. Se trataba de uno de los grupos de la África ecuatorial de aquellos tiempos. Consternado miraba a su alrededor como queriendo descubrir a su compañero Hamica, pero no tuvo éxito, en ningún lado pudo divisarlo.

Con el paso de los días Sitysi fue comprobando la bondad de aquella gente. En medio de su debilidad notaba que era atendido de sus males por una especie de "brujo" que utilizaba toda clase de menjurjes que le provocaban terrible malestar unos momentos pero que estaban dando resultado: poco a poco iba sintiendo mejoría.

Bastaron 23 días para que Sitysi recuperara la salud. A menudo preguntaba por el destino de Hamica al que él mismo daba por muerto, sólo que nunca pudo descifrar el contenido de las explicaciones de quienes parecían ser sus enfermeros. Gradualmente y en base a grandes esfuerzos e inventiva, Sitysi logró establecer una incipiente comunicación con esas gentes. Con una serie de dibujos en el suelo comunicó al sacerdote principal de la tribu las razones que lo hicieron emigrar a ese lugar. Burdamente dibujó un mapa de África y del Mediterráneo mostrando su lugar de origen y la posición aproximada en donde se encontraban.

Sitysi nunca se esperó que un día llegara una peregrinación que venía del oriente. La aldea en que se encontraba paró sus actividades para recibir respetuosamente la extraña caravana. Verdadera sorpresa causó cuando vio descender del carruaje a su compañero Hamica. ¡Se había convertido en "Señor" de aquellas tierras y de aquel grupo!

Desde entonces, los conocimientos que tenían Hamica y Sitysi, los iban convirtiendo en semidioses benefactores. Durante cinco años convivieron con la gente: Sitysi procreó 18 hijos con 9 mujeres y Hamica 11 con 5. Sin embargo, la añoranza por su antigua vida de aventureros los condujo a planear el regreso a su patria.

Enseñaron a los aborígenes las técnicas para la construcción de embarcaciones y para la navegación. Atendieron todas las tareas para la tala de árboles de maderas propicias para usarse en este proyecto. Ya para entonces el problema de la lengua no existía. Hamica supervisó la contrucción de un pequeño muelle y se encargó del aprovisionamiento de los víveres necesarios para unos cinco meses.

Después de un año, y luego de ser probada la embarcación, Hamica y Silysi dejaron las costas congolesas. Siguiendo la costa africana se dirigieron al occidente, por donde supuestamente había viajado la nao fenicia. Para ellos no era clara aún la forma y dimensiones del continente africano. Nunca supieron que habían embarrancado precisamente en la parte del continente donde comienza a ensancharse hacia el norte. La región donde habían vivido por cinco años correspondía al actual Camerún, unos 5º al norte del ecuador. Navegaron bordeando la costa hasta varar en las playas de la actual Ghana. Se aprovisionaron de alimentos y luego de seis días con sus respectivas noches continuaron su travesía siempre hacia el occidente.

Cuando se encontraban enfrente de la costa sureste de la actual Liberia fueron sorprendidos por una tormenta que los alejó de tierra firme. Los fuertes vientos los empujó al sur del ecuador, no sin antes pasar grandes peligros. Al reponerse de la situación, durante dos noches estudiaron el cielo para continuar al noroeste, esperando encontrar de nuevo la costa de África. Sólo que ellos ignoraban, precisamente, que donde fueron empujados hacia el sur la costa de África tiene dirección norte, y al seguir su ruta normal, pensando hallarla de nuevo, se adentraron en pleno océano Atlántico.

Luego de 21 días Hamica y Sitysi comenzaron a presentar los primeros síntomas del escorbuto. Ocho días después moría Sitysi. 44 días más tarde, muy débil a pesar de haber comido los 4 miembros del cadáver de su compañero y algunos pescados crudos, Hamica fue rescatado por un grupo de aborígenes en tierras desconocidas...

IV

En el palacete se llevaba a cabo una reunión urgente.

La sequía había exterminado a la mitad de la población y la corte imperial no encontraba la explicación natural de muchos acontecimientos que eran presagio de la inminente caída del Imperio. La Gran Teotihuacan estaba a punto se sucumbir.

-Hay tres acontecimientos que así lo indican -rezaba uno de los consejeros del jefe máximo.

-Es cierto -intervenía el segundo sacerdote, y agregaba-, la estrella de cola que aún no desaparece, la escasez del agua y de los alimentos por la terrible sequía y la enfermedad extraña que no hemos podido curar traída por el sacerdote blanco.

La preocupación se reflejaba en el rostro de aquellos individuos que se reunían en secreto, sin que lo supiera el sacerdote de la serpiente emplumada.

-Sí -contestaba en voz entrecortada el jefe máximo-, todas las calamidades que azotan nuestro pueblo fueron causadas por él, por sus designios, por su voluntad. Hace tiempo que he sospechado que su inteligencia celestial todo lo puede. Nos castiga por nuestros comportamientos. Primero nos envió su estrella con cauda como presagio de su ira.

El sacerdote viejo miró a todos con determinación, aunque sin ocultar su temor.

-Dos cosas tenemos -dijo-, y las dos son definitivas. Malas la una y la otra.

Tomó agua de la vasija y temblando miró hacia la puerta del palacete. Fijó su mirada en el altar construido para conmemorar a su nuevo dios.

-Es difícil -agregaba palideciendo-, si atenemos la situación al destino... nuestra cultura perecerá, por respeto a nuestro dios viviente...

En ese momento dejó caer el recipiente vacío y apoyó las manos en su cetro. Caminó hacia el altar y tomando la serpiente disecada se volvió a los demás, hablándoles con voz firme:

-Fuimos irreverentes y no tenemos solución. Huyamos con nuestra gente a las tierras que descubrimos al contrario del mar, montañas adentro. Vayamos al valle que hemos escogido. Huyamos de nuestro dios viviente...

Al final, acordaron huir sin el sacerdote supremo de la serpiente emplumada. Oraron a los dioses más pequeños para les aconsejaran si es que hacían muy mal y les dijeron que sí. Sin embargo, el espíritu de sus antepasados los obligó a entrar en conciencia de la futura sangre de sus descendientes, y ahí mismo destruyeron el santuario.

Esa noche entró al palacete el sacerdote máximo y vio los destrozos en el altar. Comprendió el significado. Sumido en profunda tristeza se dirigió al aposento del sacerdote viejo para anunciarle su partida. Al momento de que el sacerdote supremo se arranco el pectoral de plumas y piel de serpiente y se lo entregó al sacerdote viejo, este último exclamó:

-Pereceremos sin ti... Vete por el inmenso mar por el que un día llegaste. A pesar de todo te idolatramos y aceptamos tus designios.

El sacerdote máximo tomó el hombro del viejo y con los ojos llorosos sentenció:

-Por el mar vine; por el mar me iré y antes que otros como yo, volveré algún día y como ayer, vendré en paz y por el bien de tu pueblo.

Y, se marchó hacia Yucatán...

V

Todos esperaban confirmar el rumor que había llegado de la costa. En el palacio real, los súbditos de arremolinaban alrededor de uno de los consejeros de la corte, quien los instruía para que sacaran el tesoro de las cuevas.

Las gentes en las calles y plazuelas comentaban el suceso que los llenaba de gozo, pues se había cumplido la leyenda. Los templos eran insuficientes para albergar a tanto peregrino, mientras que los sacerdotes les hablaban de los viejos y nuevos tiempos.

Toda la población se sentía feliz y por tal motivo trabajaba con mayor ahínco. En este espíritu contagioso los pescadores del lago trabajaban horas extras, obteniendo más pesca que cualquier otro día.

El rey, impaciente, sentado en su trono, esperaba la llegada del mensajero que, según informes, ya estaba cerca. Mientras, los criados de palacio repartían alimentos al gabinete.

Pronto los murmullos fueron acallados por un sirviente.

-¡Ha llegado el mensajero, viene corriendo por la entrada de palacio!

Apresuradamente todos se acercaron al trono para escuchar. En ese instante, jadeante hasta casi la muerte, el mensajero se detuvo frente al rey, esperando la pregunta de éste.

-Yo, Moctezuma, a nombre del pueblo mexica, ¡exijo tu información!

Y, mirando al pobre hombre que desfallecía, precisó nervioso:

¿Ha vuelto Quetzalcóatl?..

Se hizo el silencio; tragando saliva, y respirando agitadamente, el mensajero contestó:

-Mi rey Moctezuma, ha llegado de nuevo el dios barbado, ahora viene acompañado de otros dioses que montan bestias; estos dioses ahora escupen fuego por sus brazos...

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