La Madre: La
Paz del Señor está con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Madre.
La Madre: Ave
María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado concebida.
La Madre:
”Yo no quiero hacer lo que tengo que hacer, pero me obligan a hacerlo."
"¡Hazlo!, haz lo que tengas que hacer y acaba ya.”
Viene un hombre a España, por mandato de Dios,
iluminado por el Espíritu Santo.
Viene a dar a conocer un Nombre. Lucha por los españoles, lucha por Dios,
¡muere...!
Sus familiares, sus seres más queridos ven aquel suplicio, y muere. Muere
por dar a conocer un Nombre, por dar a conocer una palabra y una verdad. Y
muere por vosotros hijos míos.
El fué el primero de los Apóstoles, el que entregó
su vida sin temor. Aquí dejó muchas cosas en este mundo, pero se marchó a
reunirse junto a Dios. Se dirigió al pueblo
español.
Hice mi presencia en Zaragoza junto a él, para que
no estuviese triste. Os habla de una libertad que no está en este mundo,
os habla de un amor que pocas veces se encuentra, y sobre todo os habla de
su amigo, un amigo que perdió y que le presencia desde el cielo: Su
Maestro Jesús.
Recorre España de arriba a abajo, pueblo por pueblo, para que ahora
en este tiempo, en el Tiempo Final,
sea olvidado como Patrón, y más como Apostol. El
está presente, está de nuevo en este mundo para acabar con la maldad que
de nuevo os ataca. Aquel hombre, amado por aquéllos que le conocían
muere. Dice adiós al mundo para ver a sus familiares junto a Dios.
Amados hijos, lo que ocurrió en aquel tiempo ahora ya no ocurre: Ninguno
de vosotros daríais la vida por Dios, como El
lo hizo. ¡Sí!, podéis decir que sí, hijos míos, pero si viéseis de cerca
ese sufrimiento, rechazaríais ese cáliz...
JOSÉ-LUIS: ¡Yo no!
La Madre:
¡Tú no, hijo mío!, porque esa fuerza y ese amor sigue aún en tu corazón.
Dejó a sus familiares y se marchó junto a su Maestro para aprender y luego
enseñaros y así lo hizo. Lo hizo por vosotros hijos míos. Y ahora es
olvidado, ya nada se sabe de él.
Cuando fuísteis atacados por paises extranjeros que querían mezclar su
religión con la vuestra, y que reinasen sólo ellos, los españoles pidieron
su ayuda y él acudió. Ya no os acordáis de esa
historia hijos míos, ya todo se ha acabado quizás.
Ese hombre fué decapitado, su cabeza rodó
hasta los piés de una criatura que no volvió a hablar, a la criatura que
él tanto amaba. Yo también presencié el suplicio de
mi hijo.
Pero os da igual hijos míos. Si Yo os contase, os contaría mucho, muchos
secretos que hay guardados en mi interior, pero ¿para qué hijos
míos...?, si luego os olvidaréis de cuanto os digo, y preferiréis vivir en
este mundo y olvidaros de los que vivimos más allá.
¡Sí!, hijos míos: Preferís marcharos de este lugar y olvidaros de
Nosotros. ¡Triste estoy! Pero Dios de nuevo ha
enviado a ese Patrón olvidado, a Santiago Apóstol
para que derrote la maldad que está viviendo entre vosotros.
¡Sé fuerte hijo mío!, no tengas miedo ni retrocedas ante nada. Eres el
único, hijo mío, que puede dar fin a una pesadilla comenzada por el
hombre. ¡No!, no eres ningún héroe hijo mío, eso ya no existe.
Que no te consideren así, que te consideren un enviado de Dios.
Aún no saben la fuerza que hay en tu interior. Tu palabra y tu fuerza es
como un rayo, hijo mío: Toca piedra y destroza.
¡Qué tristeza...! No me creen hijo mío. Vengo a buscar tu consuelo hijo
mío, estoy muy triste. Vengo a que tú me consueles.
JOSÉ-LUIS:
Señora mía..., ¡Madre!, multa en mí cuanto tengo y si yo puedo
consolarte, ven a mí. No quiero que estés triste más, que ya es
suficiente de tanto y tanto como te hacemos, y no queremos ver lo que te
hacemos. ¡Madre!, estoy en este lugar para
ayudarte, pero Tú también ayúdame a mí. Estoy muy dolido Madre, Tú lo
sabes y aquéllos que viven cerca de mí también lo saben.
No me encuentro sólo, porque no estoy sólo, pero tú sabes que sufro
mucho. Tú lo sabes, y si nadie me cree no me importa. Sé que Tú sabes mi
realidad, sé que Tú sabes cuanto te digo. ¡Ayúdame Madre! No a ser fuerte,
sino a sufrir contigo.
Esto que sufro es poco y quiero más. ¡Sí Madre!, más para poder ayudarte a
llevar tu sufrimiento. Yo también quiero cargar con la Cruz de tu Hijo, la
que día a día el hombre rechaza.
La Madre:
Hijo mío, todo lo que has dicho tiene mucho sentido, nadie hablaría como
tú, porque nadie está capacitado para ello. ¡Sí hijo mío!, si no me creen,
a Mí me duele. El Príncipe de las almas demostró ser quién es, su llanto
de agonía entró en muchos de vuestros corazones. Hoy volverás a
hablarles...
JOSÉ-LUIS: Y ¿qué les digo?
La Madre: Nada
hijo mío, porque no serás tú quien hable, sino tu corazón. Hijo mío,
sufre conmigo...
JOSÉ-LUIS: Eso quiero Madre, y que tú me des tu sufrimiento.
La Madre: Sé
fuerte hijo mío...
JOSÉ-LUIS:
Para eso estoy, para ser fuerte por vosotros y luchar por vosotros.
La Madre: Tú
eres el que derrotó el mal...
Padre
Eterno:
Y el que volverá a derrotarlo.
La Madre:
Prefieren marcharse y olvidarse de cuanto sufro. Ellos se marchan y Yo
día a día contemplo el Sol que renace en vuestro mundo y mis lágrimas
trascurren al día y mi sufrimiento a la vez.
La Madre:
Tú sabes que esté donde esté y haga lo que haga..., estoy contigo.
La Madre: Quisiera
que ellos estuviesen contigo también...
JOSÉ-LUIS: Estarán, no te preocupes, estarán.
La Madre: ¡Pedidme
hijos míos!
PUBLICO: ( Hablan varios a la vez, no se entiende. )
La Madre: ¡Pedidme hijos
míos!
PUBLICO: ( Piden varios. No se entiende. )
La Madre: Estoy
muy triste hijo mío; éste es mi llanto. Háblales de Mí..., diles cómo
estoy.
JOSÉ-LUIS:
¡No Madre!, ¿para qué hablar de Tí?, si ellos no pueden ni hacerse una
idea de cómo Tú estás... Prefiero sufrirlo yo, por ellos y por Tí.
La Madre:
Muy bien hijo mío. Lo que ellos no entienden tú lo entiendes por ellos.
¡Bien!, ha llegado la hora de marcharme hijos míos.
Éste es tu día, un día como otro más, dictado así por los hombres. ¡Sé muy
feliz !, junto a tus familiares y seres queridos.
JOSÉ-LUIS:
También quiero ser feliz junto a Tí y que Tú también lo seas hoy.
La Madre: Está
muy lejano, tú lo sabes...
JOSÉ-LUIS: ¡Sí!
La Madre: Háblales
a ellos y después, hijo mío, que vengan y besen el manto de mi Imagen.
Sé fuerte mi pequeño, Yo no te olvido...
JOSÉ-LUIS: ¡No te vayas ahora...!
La Madre: ...Necesito
mucho de tí.
JOSÉ-LUIS: ¡Y no me dejes aquí!
La Madre: ¡Si
hijo mío!, tienes que quedarte aquí para estar con ellos, y sufrir, y
llevar la misión que Dios te encomendó.
JOSÉ-LUIS: Gracias Madre.
La Madre: ¡Pedidme
hijos míos!
PUBLICO: (Piden varios a la vez.)
La Madre:
Hoy quiero hablar de tantas cosas olvidadas hijo mío: ¡Hay tanta mentira
en vuestro mundo...! Almas que se llaman videntes, que quitan la
fé a aquellas almas que tienen Fé de verdad. Hablo
de tí hijo mío.
”Muchos cuando necesitan ayuda
espiritual claman al gran Guerrero, y su
espíritu acude; pero cuidado, a aquél que vive en este mundo no se le
puede ver en otro lugar, ni en visión, presentándose así, a los hombres.”
Hablo así porque confunden. Hablo así porque ignoran el daño que me
hacen. No existen curanderos, porque es Dios el
que da su fuerza sobrenatural para sanar, no se la da a nadie, no existe.
Cuidado hijos míos, vivís en un mundo de engaño, y estáis siendo
engañados.
”Santiago, aquel hombre que sufrió por vosotros
españoles, que luchó por retirar la maldad, que entró por el Sur de
España..., que eliminó la maldad y la echó fuera de vuestra España, ahora
está aquí, en vuestro mundo, es la batalla final.”
¡Adiós hijos míos!
PUBLICO: Adiós Madre.
Padre
Eterno: Adiós
hijos.
PUBLICO: Adiós Padre.
El Hermano:
Adiós hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano
El Hermano:
Que la Paz del Señor-Yahvé,
y la fuerza del príncipe de las almas, quede con
todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu.
El Hermano:
¡Háblales!, ave maría Purísima.
PUBLICO: Sin pecado concebida.
El Hermano:
Adiós hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.