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La Alimentación en la Castilla Bajomedieval: Mentalidad y Cultura Alimentaria
Teresa de Castro

CAPÍTULO TERCERO 

El Código Alimentario - 1


 
ÍNDICE
I. LIBERALIDAD Y TEMPLANZA

** 1. LA LIBERALIDAD:
A) Qué se entiende por liberalidad 
B) Elementos a destacar
C) La liberalidad en la sociedad bajomedieval
D) Variedad de Significados 
** 2. LA TEMPLANZA: // A) La Templanza es buena por sí misma/
/ B) La Templanza es buena porque no es mala
** 3. ¿Dos valores contradictorios?
** 4. Conclusiones
II. LOS PRODUCTOS ´SÍMBOLO
** 1. El pan 
** 2. La carne y el vino:
**** A) La carne 
**** B) El vino
** 3. El pescado
** 4. Conclusiones
III. DIFERENCIACIÓN SOCIAL DEL CONSUMO
** 1. La diversidad alimentaria en las crónicas
** 2. La alimentación de los pobres
** 3. La dieta de la nobleza
** 4. Conclusiones
IV. PARÁMETROS DE CRÍTICA MÓVILES

Para la realización de este capítulo nos hemos servido de todas aquellas referencias realizadas explícita o implícitamente por los cronistas para intentar deducir los elementos básicos conformadores de la ideología alimentaria de aquella época. Se trata de la mentalidad de la clase social del narrador la que aparece, pero, en ella, se recogen también todos aquellos elementos no personales imperantes en aquel tiempo que han condicionado a las personas individuales, y que ellos reflejan cada vez que se alimentan o hablan del alimento. Un análisis rápido de la información disponible nos ofrece una serie de elementos configuradores del código de valores de los siglos XIV, XV y parte del XVI: 1.- Liberalidad y generosidad. 2.- Templanza y rechazo de la gula. 3.- Valor simbólico de los productos más representativos de la alimentación: pan, carne, vino y pescado. 4.- Diversidad de significados de la oferta alimentaria. 5.- El valor predominante de la comida es la socialización. 6.- Diferenciación social del consumo. 7.- Determinismo religioso. 8.- Existencia de parámetros de crítica móviles.


I. LIBERALIDAD Y TEMPLANZA ¿DOS VALORES CONTRAPUESTOS DEL CÓDIGO ALIMENTARIO?

1. LA LIBERALIDAD


A) La liberalidad, entendida como generosidad en el dar y en el gastar, como largueza, es uno de los elementos caracterizadores de las clases dominantes -y no sólo de éstas- durante todo el período medieval. Hace algunos años, el historiador francés Georges Duby señalaba que, en los primeros siglos del Medievo, el dar era una parte esencial de los procesos económicos, ya que "una parte considerable de la producción se hallaba incluida en una amplia circulación de generosidades necesarias". Era, pues, un canal o vía de intercambio de riquezas en una sociedad en la que el comercio todavía no jugaba un papel importante. La munificencia de los señores, incluidos los reyes, permitía, además de la redistribución de la riqueza, de la que ésta era una manifestación, la existencia de unas relaciones sociales pacíficas, de amistad, en las que se producía, paralelamente, una posición de sumisión del dependiente hacia el señor o de supremacía del señor hacia el dependiente. A través de ella, la sociedad realiza la justicia y suprime, dentro de una pobreza generalizada, su indigencia total. Con todo, estas ofrendas debían ser compensadas por la largueza de los que la recibían.

A partir del siglo X, en la llamada Época Feudal, estos mecanismos de intercambio continúan existiendo, aunque, sobre todo, a nivel social más que económico. Esto es, juegan más un papel de manifestador de una posición que de forma de intercambio económico. Una cosa es cierta, en el siglo XII, al igual que en los siglos anteriores, el prestigio estaba en función de la generosidad y viceversa, y el señor debía contribuir a satisfacer las necesidades de los huéspedes, permanentes o temporales, dando a cada uno según su necesidad.

B) Al analizar nuestras fuentes observamos dos hechos dignos de destacar. En primer lugar, la información que éstas nos ofrecen es, con mucho, la más abundante. Disponemos de cerca de 200 referencias, índice de que la importancia que tendría la liberalidad en estos siglos no debía ser nada despreciable. En segundo, resulta impresionante que esta situación, que Duby aplica a los siglos VII-XII, perviva todavía en los siglos finales de la Edad Media, aunque parece claro que se trata de una cuestión de principios, ya que, como sabemos, la situación histórica real es, en estos siglos, muy diferente de la de aquéllos, incluso en España. Igualmente a principios del siglo XVI, el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdova, "holgava de comunicar con sus cavalleros y comer con ellos, por los quales decía: ¿si honramos a los agenos por qué mejor no trataremos a los que son subjetos?" Vemos, aquí, el deseo explícito de atender a los dependientes, para ganarse la voluntad y el respeto de éstos y demostrar quién ejerce el poder. En el siglo anterior, el rey Enrique IV decía a su tesorero, Diego Arias, respondiéndole al comentario de los excesivos gastos que se hacían en alimentar a los muchos y no muy fieles dependientes, que:

"Y pues no es magnanimidad dar y perder, salvo perder y dar, quiero é cuando que dedes de comer, á unos porque me sirvan, é à otros porque no hurten y mueran desonrados. Tampoco me place que para esto mis pueblos sean despechados, ni tampoco les pongan nuevos tributos, pues (...) tengo rentas y tesoros para ello grandes".

En este texto aparecen recogidas de manera clara las mismas razones que tenían, según Duby, los reyes de los siglos anteriores: la generosidad, alimentaria en este caso, pretende garantizarse la adhesión y la fidelidad de muchos hombres. Ello no extraña si tenemos en cuenta los avatares del reinado de Enrique IV, marcado por la existencia de complots y alianzas nobiliarias derivados del desprecio de la figura real, tremendamente desprestigiada en estos años por la política de apoyo a la baja nobleza. Otro de los motivos citados es el de la distribución de la riqueza entre los más necesitados, siendo los bienes personales del rey la base de la que se obtendrán los fondos para ello. En palabras de Georges Duby: "Toda reunión alrededor de un soberano se presenta como el momento más importante de un sistema regular de intercambios gratuitos que se ramifica por todo el cuerpo social y que hace de la realeza la verdadera reguladora de la economía general". Enrique IV aparece, pues, como un rey medieval "a la antigua".

C) Las características que presenta este valor en una sociedad en la que priman las relaciones feudales nos indican la posición concreta que ocupan una persona o grupo dentro de la escala social. El grado de liberalidad ejercida está directamente relacionada con la posición económica y el poder de aquél que la ejerce, ya que el volumen de bienes excedentarios disponible para repartir es mayor cuanto más alta es aquélla. Por lo que sabemos, en los siglos que nos ocupan, la largueza, si bien fue ejercida por todos y en diferentes ámbitos, fue aprehendida como valor identificativo por los grupos sociales dominantes, pasándose, después, a elaborar el código de uso de éste: cuándo, dónde, cómo y con quién debía ejercerse. No obstante, la generosidad alimentaria no es una prerrogativa de los grupos sociales más poderosos. Afecta al conjunto de la población, si bien la manera de ejercerla será, obviamente, diferente, por la cantidad o calidad de los bienes ofrecidos y, también, por los diversos significados que asumirá ésta en los diferentes casos.

Al contemplar algunos de los casos de los que disponemos podríamos pensar que el ofrecer o no es una simple cuestión de cortesía o descortesía del oferente, y de ahí el elogio o la crítica del cronista. Observamos que se subraya el hecho de que el Arzobispo de Toledo dé bien de comer a sus invitados y siempre esté bien proveído, o que el Duque de Medina-Sidonia, cuando acoge a la reina en Sevilla, ofrezca "opíparos manjares", o cuando el Conde de Oliva recibe en Valencia al Gran Capitán. Al contrario, se critica a Álvaro de Luna porque hacía al rey un servicio de mesa muy pobre, o al Adelantado de Canarias cuando ofrece una parca comida al rey Carlos. Es cierto que el atender bien o mal a un huésped muestra claramente el aprecio o desprecio que se siente por ellos, pero el "quid" de la cuestión está en saber qué consideraban los castellanos del bajo Medievo atender bien o mal en la mesa.

La obra de Fernán Pérez de Guzmán, Generaciones y Semblanzas, es una preciosa fuente de información sobre el tema. El Almirante de Castilla, Alfonso Enríquez, "tenía honrrada casa, ponía muy buena mesa". Juan de Velasco, camarero mayor del rey Enríque III, "Tenía grande estado e fazía grandes conbites". Por su parte, Lope de Mendoza, Arzobispo de Santiago "Tenía manificamente su estado, ansí en su capilla como en su cámara e mesa...". También el Arzobispo de Santiago, Alonso de Fonseca, mostró su generosidad con el Gran Capitán atendiéndolo durante su enfermedad: "Este arzobispo de Santiago usando de su ánimo liberal proveyó tan abundantemente de todo lo necessario a su dolencia no solo de la ciudad mas de Portugal y Castilla mandó traer cosas necessarias para su cura (...)". Pero Afán de Ribera, "como quier que en vasallos no fuese tanto heredado nin de tanto estado como los otros grandes, pero era de grant coraçón e presumía bien de sí e igualávase e conponíase con otros de muy mayor estado que él (...). Era onbre de grandes gasajados e conbites, (...), bien regido en su comer e beber".

Podemos comprobar que se cumple el axioma de dar a cada uno según su estado: la entrega de alimento de un noble a otro, sobre todo si éste es rey o un superior, nunca será igual ni de la misma manera que el de un noble a un campesino o viceversa. ¿Por qué, entonces, habría de sentirse ofendido Alonso Enríquez de Guzmán cuando el Alcaide del Pardo le presentó de comer sólo "dos quesillos asaderos y muchas aceitunas"? A pesar de que él mismo reconoce que se debió a que aquél no tenía otra cosa que ofrecerle, su enfado no es menor; se siente herido en su "orgullo de noble" por el tipo de alimento ofrecido y por la escasa cantidad de éste, lo cual significaría un desprecio hacia su persona. Por otra parte, la relación entre la posición económica y la liberalidad se pone de manifiesto cuando una persona que no posee el "estado" que desearía intenta aparentar que lo posee emulando las ofertas alimentarias de aquél.

Atender bien significa, ante todo, ofrecer grandes cantidades de alimento, gran número de platos, derrochar, en resumen. Pero es también una cuestión de calidad. Los productos ofrecidos deben ser aquéllos propios de la clase social de los que comparten la comida, y, al mismo tiempo, ser apetecibles, que satisfagan los gustos de los comensales, y provoquen sorpresa. Como afirma Georges Duby, el renombre de una corte depende de la abundancia de productos insólitos presente en su mesa. Ilustrativa en este sentido es la actitud del Arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo de Acuña, ante la llegada del legado papal Rodrigo de Borja:

"Este prelado, espléndido por carácter, además de lo mucho que gastó en alhajar el hospedaje, mandó hacer tal requisa de gallinas en los pueblos y aldeas circunvecinos, que apenas quedó gallo que no se mirase con espanto á la mañana solitario en los desiertos peldaños del gallinero. Para el mantenimiento de los numerosos caballos y mulas de la comitiva vino á Alcalá gran provisión de cebada. Además fueron llegando rebaños de carneros y terneras; multitud de pavos, capones y otras aves cebadas; muchos moyos de vino; todo á fín de que entre los catalanes -el prelado lo era- los más sobrios de los españoles, cundiese la fama de la glotonería castellana. Pero los dispendios del fastuoso Arzobispo, con ser tan considerables, no consiguieron captarse de tal modo el ánimo del Cardenal que le diese preferencia en su afecto sobre el prelado saguntino".

Este episodio muestra diferentes niveles de lectura aunque se trata, sobre todo, de un ejemplo claro de utilización del hecho alimentario como método para atraerse la voluntad o simpatía del huésped invitado, si bien no siempre, como en este caso, tenga éxito. Más ilustrativo es el comportamiento del mencionado Arzobispo de Santiago cuando atiende al Gran Capitán: "ca era tan abundantemente lo que la despensa y casa del arzobispo se dava de todo linage de pescados de mar y río, carnes, aves, vinos, conservas, frutas, con todo lo a mantenimiento necessario, de lexos y cerca traydo, que avía para proveer a mucho número de gentes". Por su parte, la Crónica de Pero Niño al narrar las atenciones que éste recibió durante su estancia en Francia nos dice: "comían e dexaban lo que querían" y encontraban "los manjares muy dibersos e muchos, e de muchos buenos adovos, de todas las biandas".

Puede decirse, pues, que el volumen de sobras es directamente proporcional al grado de largueza del anfitrión, al ser un reflejo de que la cantidad de alimento entregada es considerable. Atender mal será, por consiguiente, no presentar una comida adecuada, ofrecer poco alimento o no ofrecer, es decir, no ejercer la largueza. Y, dado que ésta parece ser el valor positivo por excelencia en el campo alimentario -aunque no sólo en éste-, atender mal debía ser interpretado como muestra de desprecio o menosprecio hacia la persona hospedada o un signo de depravación moral del anfitrión.

D) La generosidad alimentaria presenta en estos siglos de la Edad Media una gran variedad de significados, evidenciando que lo que los grupos sociales y las personas cambian no son sólo bienes y riquezas, sino, también, "maneras de comunicarse, signos corteses...". El alimento es, entonces, un instrumento de la representación de las relaciones entre las personas, los grupos o las instituciones. Ello se realiza a través de dos hechos fundamentales: la posición en la mesa y el ofrecimiento de alimentos. Este último, identificado como liberalidad en las referencias examinadas, posee gran importancia dentro del código de comportamiento de la nobleza bajomedieval, pues, el intercambio alimentario crea lazos mientras que la ostentación sin más divide y provoca envidias. La entrega y su negativo, la aceptación del alimento, tienen su concreción en la "comida", cuyos tres elementos básicos son el alimento, el anfitrión y el huésped, y el escenario en el que se desarrolla es la mesa.

Las formas en las que se manifiesta la existencia de la largueza, o la falta de ésta, son, a tenor de los datos disponibles, las siguientes: 1.- Como expresión de poder y/o supremacía. 2.- Como manifestación de sumisión y/o obediencia. 3.- Como signo de concordia y amistad. 4.- Como pago o agradecimiento por servicios o ayuda. 5.- Como mecanismo de engaño. 6.- Como elemento de súplica. 7.- Como gracia especial antes de enfrentarse a la muerte. 8.- Como forma de atención al visitante: hospitalidad "strictu sensu". 9.- La liberalidad aparece como momento de agregación y asociación, resultado, normalmente, de la celebración de fiestas o acontecimientos de alegría. Todas estas variantes pueden resumirse, no obstante, en tres tipos de intercambios básicos: verticales (arriba-abajo/abajo-arriba), horizontales, y, los que nosotros hemos dado en llamar diagonales, esto es, aquéllos que se ofrecen al representante del huésped. Los dos primeros pueden establecerse entre ricos y pobres, ricos y ricos, y pobres y pobres, mientras que el tercero presenta una posición aislada con respecto a éstos ya que el que recibe el alimento lo hace en beneficio de la persona que representa aunque sea él el consumidor efectivo.

Pero ¿cuál es la faceta de la liberalidad que más aparece representada en nuestras crónicas? Los tres aspectos sobre los que hay más información son, en orden descendente, la largueza entendida como momento de agregación y asociación; como elemento que sirve para mostrar la existencia de relaciones pacíficas, de concordia, entre diferentes personas o grupos humanos, y como ejemplo de poder y supremacía. Es de suponer, por tanto, que éstos serían los elementos más representativos de la valoración de la generosidad en el código alimentario de la nobleza, si bien, como vemos, los matices a los que está sujeta son de gran utilidad para entender mejor la multiplicidad de apreciaciones diferentes existentes sobre un mismo hecho o elemento alimentarios. A través del análisis de estas manifestaciones podremos matizar y ampliar la monótona información hasta ahora ofrecida por nuestras fuentes.

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