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Introducción - Bibliograf&iacuute;a
La alimentación en las historiografía - Las fuentes
El código alimentario bajomedieval - Las minorías religiosas
Hambre y consumos de crisis - Conclusiones


La Alimentación en la Castilla Bajomedieval: Mentalidad y Cultura Alimentaria
Teresa de Castro

CAPÍTULO SEXTO

Hambre y Consumos de Crisis 


ÍNDICE
I. Los datos disponibles 

II. ¿La alimentación causante de enfermedad? 
** 1. Las enfermedades 
** 2. Las causas:
---- A) Por envenenamiento
---- B) Accidentes diversos
---- C) Cansancio o agotamiento físico
---- D) Motivos psicosomáticos 
---- E) Falta de higiene y contagio
---- F) La alimentación
** 3. Alimentación y enfermedad :
---- A) Enfermedad por carestía de alimentos
---- B) Sobrealimentación y enfermedad
III. ¿La enfermedad sanada con la alimentación? 
** 1. Medicina y enfermedad en la Edad Media
** 2. La curación de la enfermedad:
---- A) La alimentación es el primer medicamento
---- B) La farmacopea es consumida en forma de alimento


"Le malattie costituiscono, dunque, un indice abbastanza fedele del tenore di vita e dello stato alimentare di una popolazione, assumendo ai nostri occhi il valore di un sintomo, rivelatore di condizioni che sono largamente strutturali".

Estas palabras del historiador italiano nos sirven para iniciar un análisis en el que intentaremos demostrar la estrecha interdependencia que existía, en un período concreto del Medievo, entre la línea formada por enfermedad, medicina y farmacopea, y la que describe la historia de la alimentación. Dos líneas, éstas, que tienen por objeto un idéntico sujeto histórico: un hombre que está marcado por los condicionantes y vaivenes del período específico en el que se desenvuelve su ciclo vital: la baja Edad Media.


I. LOS DATOS DISPONIBLES

Los datos de los que disponemos sobre este tema no son nada despreciables. El número de referencias encontradas sobre enfermedades supera ampliamente la centena, a las que hay que añadir las halladas sobre la, llamada genéricamente, peste, que suman aproximadamente una treintena. No obstante, no debemos dejarnos engañar por este abultado número de ejemplos ya que el tipo de información que ofrecen presenta una serie de inconvenientes notorios. Existe, en primer lugar, una marginación de los grupos sociales no pertenecientes a la aristocracia, pues los males descritos son en su mayoría aquéllos que sufrían los grupos dominantes, por lo que no podemos saber, tampoco, si éstos eran también los que ellos sufrían. Éstos, por su parte, aparecen en los momentos en que la enfermedad, en sentido genérico, golpea violentamente a amplios grupos de población. En contrapartida, la información es muy rica para otros muchos aspectos: consiente ver la sintomatología de muchas dolencias, los métodos de curación de éstas, los "principios activos" usados para ello, etc., a la par que nos ayuda a elaborar un catálogo de aquellas afecciones sufridas por la aristocracia castellana de la época, permitiéndonos ponernos al corriente del estado de salud general del grupo de población considerado.

No nos engañemos, otra serie de trabajos que utilizan diferentes tipos de fuentes: tratados médicos, actas notariales, actas de procesos, fuentes de tipo religioso, etc., presentan límites parecidos a la hora de estudiar este tema. En realidad, los estudios paleopatológicos, hoy por hoy, están en grado de informarnos verazmente de los males reales sufridos por grupos humanos concretos, independientemente de su estatus social, de sus usos alimentarios, etc.. Desgraciadamente, el desarrollo de este tipo de investigación en España es escaso, por lo que no nos permite acudir a la extensa bibliografía de la que disponen otros países.


II. ¿LA ALIMENTACIÓN CAUSANTE DE ENFERMEDAD?

1. LAS ENFERMEDADES

La existencia de un régimen alimentario específico, de todos es sabido, guarda una estrecha relación con la aparición o difusión de la o de una enfermedad. Y esta interdependencia es percibida como realmente efectiva ya en la Edad Media. No podía ser de otra manera, porque, como veremos más adelante, las concepciones médico-dietéticas del Medievo -musulmanas y cristianas- son, en gran parte, dependientes y deudoras de aquéllas del mundo clásico. Hecha esta primera verificación, comprobemos -usando un método querido por los tratados médicos árabes- cuál es la topografía del cuerpo enfermo de los hombres medievales considerados por la cronística castellana:

La cabeza.
General: Modorra.
Cara: Cáncer y ulceraciones cancerosas.
Ojos: Cataratas, ceguera.
Boca: Dolor de muelas, caída de dientes y muelas, flemones.
Quijada: Desprendimiento de ésta.
- Cuello. Apostema de garganta.
- Pecho. Empiema, tisis, romadizo, angina, comezón de pecho
- Extremidades inferiores y superiores. Gota, perlesía, hinchazón de piernas, callos, bultos.
- Abdomen. Cólicos de origen diverso, ataques intestinales, hidropesía, torozón.
- Huesos. Reuma.
- Órganos internos. Mal de piedra, mal de ijada, mal de corazón, muermo, abscesos.
- Aparato genital. Fístula.
- Conjunto del cuerpo. Terciana, cuartana, fiebres diversas, viruela, peste, dolencias sin especificar.

Las enfermedades descritas parecen, pues, afectar al conjunto del cuerpo humano y ofrecen una tipología muy variada: respiratorias, de tipo funcional, motoras, de los órganos internos, de los tejidos blandos, de origen infecto-contagioso, epidémicas, cancerígenas, etc. Las dolencias que más afectan a este grupo de población son, por orden, la gota, las fiebres cuartana y terciana, apostemas diversos y mal de costado o ijada, siendo el grupo más numeroso el compuesto por aquéllas sin especificar. Hemos dejado voluntariamente para el final el tema de las epidemias o "fiebres pestilenciales", que a veces nos permiten obtener información sobre la pregunta que hacíamos al principio, aunque pocas veces es explícita.

2. LAS CAUSAS
 
El origen de los males enumerados se muestra, por lo general, cuando se mencionan los motivos de la muerte de diversas personas, por lo que nos escapan la mayor parte de aquéllos que sufrirían cotidianamente esos mismos hombres. A la luz de las propias consideraciones de la época, son las que siguen.

A) Por envenenamiento. La administración de venenos, generalmente compuestos vegetales, producía casi siempre la muerte. El proceso que conducía a ésta, dependiendo del tipo de preparado, podía dar lugar a síntomas de males propios de la época, sobre todo en los asesinatos. Es el caso de la muerte del príncipe Alfonso de Castilla, hermano de Enrique IV, que, en 1468, aparece con los síntomas de la peste, al igual que el duque francés Carlos de Guyena en el año 1472; o el papa Paulo II que parece haber muerto de romadizo. El envenenamiento se producía también cuando se consumían voluntaria o involuntariamente productos tóxicos.

B) Por accidentes diversos. Como, por ejemplo, la opilación que le sale al Marqués de Cádiz yendo a la guerra contra los moros, o la herida que le ocasiona un comensal a Alonso Enríquez.

C) Por cansancio o agotamiento físico. Así, los embajadores castellanos que van de viaje al imperio de Tamerlán, sufren dos bajas por los afanes del camino. Es el caso, también, de los ejércitos, al tener que soportar duras condiciones de subsistencia: Sancho IV fallece en 1295 por el "afán y lacería" que sufrió en la toma de Tarifa; los soldados de Carlos V hacen frente a una situación difícil durante el invierno de 1525 mientras están cercados en Italia; finalmente, el adolescente Duque de Medina-Sidonia muere, en 1513, de una enfermedad causada por "gran quebrantamiento o trabajo".

D) Por motivos psicológicos o somáticos, es decir, por la inquietud que diferentes sucesos provocan en las personas. La reina Juana de Aragón fenece en 1468 debido a las preocupaciones e impotencia que le originaron la salud de su marido. Igualmente, el Marqués de Cádiz enfermó debido al pesar ocasionado por la pérdida de la villa de Montecorto. Por su parte, la reina Isabel murió "de dolençia e muerte natural, que se creyó recresçérsele de los enojos e cuchillos de dolor de las muertes del prínçipe don Juan e de la reina de Portugal, prinçesa de Castilla, sus fijos, que traspasaron su ánima e coraçón". Pero, para finalizar, el ejemplo más llamativo es el de Pedro de Avila, que indispuesto a causa de sus estudios, recibe las atenciones de su preocupada madre.

E) Por falta de higiene y contagio. Un gran número de dolencias venían determinadas por el consumo de agua, que debía ser de todo menos potable. Generalmente todas las fiebres entéricas (diarreas, disentería intestinal, cámaras, etc.) se transmitían a través de los microorganismos nocivos que contenía el agua bebida, al igual que otro tipo de males en las que, además, intervenía un virus específico: tifus, malaria, fiebres palúdicas (de este último tipo son las tercianas y cuartanas medievales), viruela... A éstas hay que añadir aquéllas de tipo contagioso que se difundirán, sobre todo, a fines del siglo XV: la influenza o gripe, que bajo ciertas formas llega a ser mortal; como la epidemia que afectó a parte de Europa -incluida España-, en los años 1426-1427. Afecciones todas ellas, que encontraban un idóneo caldo de cultivo en la insalubridad de las formas de vida y de consumo imperantes. Si a éstas añadimos las que se esconden bajo los términos generales de "calenturas", "dolencias graves" y peste, podemos concluir con el profesor Gottfried que "en términos biomédicos la Edad Media fue el período más variado e importante para la formación y establecimiento de enfermedades contagiosas".

F) El otro motivo que aducen los cronistas es, como cabía esperar, la alimentación. De estos dos últimos nos ocuparemos de forma más extensa a continuación.
 

3. ALIMENTACIÓN Y ENFERMEDAD

Dos tipos de relaciones pueden establecerse entre el régimen alimentario de una población y los males que éstos padecen. Una de interdependencia, que es aquélla que se instituye entre la carestía total o parcial de alimentos, transitoria o endémica, y ciertas afecciones. La otra, causal, quizás más visible a través de los textos, es la que existe entre sobrealimentación y enfermedad. No nos olvidamos del tema de la subalimentación, pero la información que estamos manejando no nos permite establecer parangones entre ambos términos de análisis. Sólo en un caso se nos habla de avitaminosis, pero se refiere al escorbuto que sufren los marineros de la flota castellana en 1278, el cual les provoca "grandes dolencias y caída de dientes".

A) ENFERMEDAD POR CARESTÍA DE ALIMENTOS. EL PROBLEMA DE LA PESTE
"Entre todas las acechanzas que conspiraban para la descomposición y la destrucción del cuerpo humano, el hambre era la más cruel pero, al igual que las demás calamidades, escapaba a todo mecanismo de control".

Éste es un hecho que ya hemos tenido ocasión de comprobar al hablar del tema del hambre. Ésta provocaba, de forma inmediata, dos efectos sobre el cuerpo humano, ambos conducentes a la muerte. El primero consistía en un rápido y progresivo debilitamiento corporal que acababa con la vida de las personas "por hambre". El otro se producía cuando el consumo de alimentos de sustitución nocivos provocaba una serie de estados morbosos que podían o no conducir a la muerte. Sin embargo, la consecuencia más negativa era, sin lugar a dudas, el debilitamiento general de la población, ya que los supervivientes de las grandes carestías -o los que se veían sometidos a crisis no muy graves pero que se presentaban de manera repetitiva- veían bajar sus defensas corporales y alimentarias de forma palpable. El resultado final era, casi siempre, la aparición y extensión de las "pestes", es decir, de las enfermedades de tipo epidémico que afectaban a grupos de población o zonas amplias. El efecto más temible era, no obstante, la aparición de la Peste Negra, o "gran mortandad", que afectaba duramente a todos los grupos y categorías sociales, independientemente de su posición económica: sabemos de la muerte del rey Alfonso XI y de muchos de sus soldados en el sitio de Gibraltar en 1350; o de los castellanos en el sitio de Lisboa; o de los ingleses, que bajo las órdenes del Duque de Lancaster, entran en Castilla el año 1387. Es también el caso de los "clérigos, canónigos, frailes, monjas, doctores, letrados" de la epidemia que golpeaba toda España en el año 1506, etc.

Ahora bien, estos dos tipos de epidemias afectaban sobre todo a grupos humanos ya débiles. En primer lugar a las clases inferiores -por la debilidad física que derivaba de su propia situación económica-, pero especialmente a niños, jóvenes, viejos, embarazadas, y enfermos en general:

"Y por la mayor parte morían más los flacos açiçionados, e los que avían estado de modorra o de otras enfermedades, e los çetrinos amarillos, que no los sanos. De las mugeres preñadas, a quien dava por maravilla escapava una; de las mugeres que criavan e davan leche, por maravilla moría una, (...), y morían las criaturas. Murieron infinitos viejos...", y "que en los más viejos y dolientes y de flaca complexión, y en los coléricos y devilitados, fizo muy mucha más impresión y murieron más que no de los otros".

Para poner de manifiesto la conexión que existe entre esta peste negra y alimentación usaremos dos ejemplos de la época, uno español y otro italiano. El texto español nos lo proporciona la crónica de Bernáldez y se sitúa en la Castilla del año 1504-1507:

"En cinco días de abril año de MDIV, Viernes Santo, entre las nueve y las diez del día tenbló la tierra de España muy espantosamente, e fué el mayor torromoto en esta Andaluzía (...): Fué oido muy grand ruido, junto con el aire, e junto con él todos los edifiçios de fortalezas e iglesias e casas se estremeçieron e dieron dos o tres vaivenes a un cabo y a otro (...).
Y el que esto escrivió lo vido ansí en la iglesia de los Palaçios (...). Todo pasó en poco conpás de tienpo, en poco más de cuanto dixe el salmo De profundis. No cayó en el dicho lugar nengund edifiçio, ni fendió (...).
En la çibdad de Sevilla (...) cayeron algunos edifiçios (...).
En la villa de Carmona se sintió este torromoto más que en toda España, ca fué tan terrible y espantoso, que paresçió que todos los edifiçios andavan en gonçes y que la tierra no tenía asiento (...).
Y en algunos lugares de çerca de Guadalquevir, desde Alcalá del Rio arriba (...). Fue en toda Castilla; y en Medina del Canpo (...). Sintióse tanbién en Africa en las partidas de Allende, entre los christianos e los moros. Siguióse después (...) mucha fortuna y muchos trabajos y hanbres y pestilençias y muertes. Y la primera (...) fué la muerte de la reina doña Isabel, que murió aquel propio año, e adelante, en el mes de nobienbre. La segunda, las innumerables y muchas aguas que llovió en el invierno, los meses de novienbre e de dizienbre del año MDIV, enero e hebrero e março e abril del año de MDV; que fueron tantas las aguas que no pudieron bien senbrar, e todo lo más de lo senbrado en España se perdió por muchas aguas. Y de aquí escomençaron las grandes hanbres, y después las secas de los años de MDVI e DVII, e la innumerable pestilençia del año de DVII (...). E ansí fué esta pestilencia general y universal. E fué hambre este dicho año, también de manera que en muchas partes tanbién de hambre se morían".

El texto italiano es la obra de Vizani sobre la historia de Bolonia, referido al año 1505-1506:

"...ya había comenzado una gran escasez vital (...). Además de esto, estaban los ciudadanos compungidos porque veían repetidas veces algunos signos espantosos, que eran indicio de una inminente ruina; de tal modo que soplaron fieros e impetuosos vientos que arruinaron muchas casas y arrancaron árboles numerosísimos: y bajó agua del cielo y granizo en tanto acopio y acompañada por tantos rayos, truenos, centellas que cada cual atónito se quedaba (...).

En este año, en el mes de diciembre pareció que quisiera despuntar la dulce primavera (...) en el último día de aquel año comenzó de noche a temblar la tierra y duró aquel temblor alrededor de un cuarto de hora, haciendo mucho daño y ruina de casas por toda la ciudad (...); y estando así cada uno asustado al entrar el año quinientos cinco y reforzándose cada vez más gallardo el terremoto, duró cuarenta días, que se veían a cada hora nuevas ruinas y estragos (...).

Crecía también en aquel mismo tiempo la carestía de vivir, de tal guisa que muchos hombres pobres, no pudiendo hallar de qué sustentarse, morían de hambre; (...). Empezando luego en el mes de junio a madurar los granos, comenzó también poco a poco a debilitarse la escasez; y finalmente, al hacerse una buenísima cosecha, hubo abundancia de todas las cosas. Más, habiéndose en aquel tiempo descubierto la pestilencia en muchas ciudades de Italia, y al final también en Bolonia, no podían los ciudadanos vivir sin mucha molestia, tanto por esto como también por otra enfermedad llamada mal de locos".

Estos dos episodios, a pesar de pertenecer a la Edad Moderna, son un claro reflejo de la explicación que existía en el Medievo sobre la peste, la cual se apoyaba en dos tipos de valoraciones: una divina, el castigo de Dios a las malas acciones de los hombres, y otra basada en la concepción de la salud predominante que se aplicaba para explicar el origen inmediato del contagio. Este último se producía a través del aire corrupto, el cual lo era por la alteración de sus cualidades normales debido a la acción de diferentes elementos o sucesos naturales: conjunciones de astros, eclipses, terremotos, temporales de diverso origen, volcanes, etc., considerados de origen sobrenatural. A ello se sumaban motivos basados en la teoría humoral, los cuales explicaban cómo pasaba la enfermedad del aire al cuerpo humano y cuál era su etiología. La información que ofrecen ambos nos habla, también, de la relación directa que existe entre carestía, pestilencia y otros sucesos extraordinarios.

Es bien sabido que las consecuencias de estas epidemias de peste fueron desastrosas en aquellos siglos a todos los niveles, sobre todo, en lo referente a la población. Pero, la cuestión esencial para nosotros es explicar por qué éstas tuvieron tan grave incidencia en los siglos del bajo Medievo, tanto en Europa como en los diferentes reinos peninsulares. Si dejamos de lado los factores de tipo epidemiológico, aquéllos climáticos, y aquéllos de tipo propiamente histórico, esto es, las causas a las que se debe la penetración en Europa de la epidemia -el desarrollo del comercio y de las redes comerciales, por ejemplo-, nos quedan los de tipo económico, dentro de los cuales deben insertarse los factores alimentarios. ¿Cómo se explica la violencia con la que se manifestó la peste en estos siglos? El propio Montanari responde a la cuestión: "Il motivo di fondo che spiega il sucesso della Peste Nera non può non essere individuato nella debolezza strutturale del sistema economico e nella debolezza biologica di una popolazione malnutrita". ¿En qué reside esta debilidad? El régimen alimentario de la alta Edad Media se surtía de fuentes de aprovisionamiento muy variadas, por lo que existiría un mayor grado de salud del conjunto de la población y una mayor resistencia del cuerpo humano en épocas de crisis. Al contrario, la baja Edad Media se caracterizó, como sabemos, por el dominio de una alimentación mucho más uniformizada, basada en el consumo de productos elaborados con cereales -especialmente trigo-, por ello, el estado de salud general sería mucho más deficiente: existiría una menor resistencia a las enfermedades, dando pie a la aparición de otras provocadas por este consumo monótono. Estos dos tipos de alimentación no se explican de forma aislada. Ambos son el resultado de dos tipos de economía agraria y comercial: basado en la importancia paritaria de cultivos y productos silvo-pastoriles, y en un sistema de intercambio relativamente autárquico, el primero; y, en una agricultura de monocultivo y una gran dependencia de los organizados sistemas de aprovisionamiento y distribución, el segundo. Los efectos son evidentes: la crisis, la carestía y la enfermedad golpearán más y más fuertemente al sistema bajomedieval, al ser éste menos flexible.

En España las cosas no debían ser demasiado diferentes. No es muy difícil tantear el estado general de salud de la población castellana bajomedieval a través de la información directa que tenemos. Nos hemos servido, para ello, de un análisis somero de los datos que proporcionan, sobre hambres y epidemias, las crónicas y los trabajos utilizados en la elaboración de este capítulo, teniendo como punto de referencia la Andalucía cristiana. Aunque se trata de un método ciertamente criticable y poco riguroso, responde a nuestro objetivo general de comprobar grosso modo que las hambres y pestes -a las que hay que sumar las numerosas guerras del período- se sucedían con una frecuencia a veces demasiado pequeña como para no dejar los cuerpos consumidos y las ánimos preocupados ante la oleada sucesiva de catástrofes. Ángel Vaca nos lo resume con las siguientes palabras: "la sociedad medieval por su propia estructura social, se hallaba expuesta a menudo a la crisis alimentaria y de subsistencia", realidad que se hace más patente en el siglo XIV, justo en los años anteriores a la llegada de la Peste Negra.

B) SOBREALIMENTACIÓN Y ENFERMEDAD

Como hemos visto anteriormente, una vida desordenada tenía un reflejo directo en el microcosmos que era el hombre, en su cuerpo y en su espíritu. En su físico el resultado era la enfermedad e incluso la muerte: Pedro I que era muy templado no padecía una serie de males determinados, mientras que, por el contrario, el rey Juan II sufría de frecuentes dolencias provocadas por ser muy comedor y mal regido. El ejemplo más claro lo tenemos en la figura de Enrique IV de Castilla:

"Su comer más fué desorden que glotonía, por donde su complexion en alguna manera se corrompió, e así padecía mal de la ijada, y á tiempo dolor de muelas", y, al final, "un súpito flugio de sangre le vino, que ninguna cosa le pudo aprovechar", muriendo "de cólica".

Pero no se trata sólo de comer mucho, sino también de comer mucho ciertos productos, es decir, de tener una alimentación desequilibrada. Desgraciadamente sólo sabemos del desorden de los potentes, aunque seguramente, las consecuencias de éste en otros grupos de población serían a los ojos de aquellos hombres las mismas: la enfermedad. Como quiera que sea, las concepciones de la época apoyaban la diferenciación social del consumo en la teoría médico-dietética imperante, la hipocrático-galénica, respondiendo a la imagen que del orden y el equilibrio establecía ésta.

Las dolencias que según los cronistas están provocadas por la alimentación se intuyen en algunos casos y se confirman en otros. En aquéllos no explícitos, consumo y enfermedad aparecen juntos en la narración, aunque no exista, aparentemente, relación de causalidad. Generalmente se trata de desorden alimentario, pero también, y sobre todo, de incontinencia, cuyas consecuencias directas son, en primera instancia, la gordura y los efectos que ésta ocasiona. Observamos, así, las dificultades motoras de la reina Blanca de Navarra y de la Condesa de Plasencia, o los efectos de ésta en Juan Ulloa que al final parecen costarle la vida. Además, ¿cómo no relacionar que el hijo de Tamerlán sea un hombre grueso y grande y padezca gota? ¿Cómo no pensar que la gordura y la mocedad de uno de los hombres de Alonso Enríquez de Guzmán tengan que ver con el dolor de costado descrito? La obesidad debió ser, de otro lado, el elemento identificativo del grupo social dominante, el reflejo corporal de su posición privilegiada. Este hecho no debe inducirnos a error. Parece claro que, la intemperancia alimentaria no conduce necesariamente a ésta, si bien, según las crónicas, casi siempre conlleva una serie de problemas específicos para la salud. En los episodios en los que se establece una correspondencia directa, vienen confirmadas las impresiones antes señaladas. En efecto, Pedro I no padecía una serie de males porque era muy templado, y, al contrario, Enrique IV sufría continuos achaques por sus excesos alimentarios. Pero el ejemplo más claro nos lo ofrece Francesillo de Zúñiga en su crónica, al afirmar que el rey dio una encomienda de la Orden de Alcántara a Alonso de Toledo, "y porque este caballero tuvo que comer y dende a cinco meses luego enfermó y se volvió gotoso". Pese a todo, debemos distinguir entre dos tipos de situaciones. Una es la de los consumos exagerados ocasionales. Es el caso del hermano de la reina de Castilla, Alfonso, en 1308:

"vino a la noche a la villa e cenó mucho, e desque ovo cenado e se echó a dormir, tomólo una calentura tan fuerte, que le hizo perder el entendimiento (...) e a cabo de tres días recudióle muy grand postema con gran dolor de costado (...), commo quier que nunca le dejó la fiebre (...) e desque vió que non podía mejorar, mudose ende a unas casas del Abad de Santander (...), e nascióle una nacencia en el anca derecha, e salió tanto vevino ende en guisa que fincó muy sano".

O del rey Enrique IV que, después de una gran "comilona" enferma de mal de costado:

"despues que así ovieron comido, (...) se retruxiseron á una cámara á oir música; fuéles dada una suntuosa colación, e pasado algun espacio de tiempo, el Rey se sintió malo de dolor de costado; de tal son, que fue necesario irse a reposar a su Palacio (...) aunque siempre le quedaron reliquias de cámaras é gómito, y echar sangre por la orina hasta que murió".

El otro tipo de incontinencia es la que es habitual en una persona, aquélla que forma parte de un comportamiento alimentario cotidiano. Ésta, conllevaba, inevitablemente, bien la existencia de males permanentes bien la dureza o violencia con la que se mostraban ciertas afecciones. Como ya hemos dicho, Juan II era normalmente inmoderado en la mesa, y cuando se vió afectado de fiebre cuartana "rigió muy mal", es decir, la evolución de la enfermedad no fue buena. De igual forma, Enrique IV, que sufría de mal de ijada, dolor de muelas y de mal de piedra, se explica porque en toda su vida fue mal "rigido".

De esta manera, comprobamos que aquellas dolencias que más directamente se relacionan con la sobrealimentación del grupo social considerado son: mal de ijada o de costado, que puede identificarse con un cólico acompañado de fiebre que presenta pérdida de conocimiento y aparición de apostemas en los casos más graves; mal de piedra, aunque no se especifica si es hepático o renal; dolor de muelas; y, sobre todo, gota, enfermedad abanderada de la clase dominante. Tanto es así que aún en el siglo XVII el diccionario de Sebastián de Covarrubias sigue considerándola padecimiento de ricos, provocada por el mucho comer y el no hacer ejercicio. El análisis de otras fuentes de información, como por ejemplo los tratados médicos y dietéticos parece ofrecer un elenco morboso muy semejante al descrito en las crónicas. El trabajo de la profesora A. M. Nada Patrone lo demuestra. Ésta asigna a este mismo grupo social la gota, litiasis o mal de piedra, arterioesclerosis, parálisis cerebral, hidropesía, trastornos cardiaco-circulatorios, etc., las cuales, según ella, son debidas al desequilibrio del régimen alimentario, al exagerado aporte de proteínas y grasas, y a la escasez de minerales y vitaminas que se produce a medida que se sube en la escala social.

Para finalizar, queremos citar, a modo de resumen, la balada 853 de Eustache Deschamps en la que se describen los males existentes en la Edad de las Pestes. Se trata de la maldición que una cierta señora hace a quienes la habían obligado a casarse con su celoso marido:

"La fièvre quarte et la double tierçaine,
le mau Saint-Maur et le Saint-Matelin (locura),
la rage ès dents, au chief, goute, migraine,
Les tranchoisons du ventre et l'avertin (locura),
la goute es flans et le mau Saint-Quentin (hidropesía).
Thèsiques soit et éthiques enfin,
la gravelle ait XVIII foiz la sepmaine,
Esquinance soit son corps palasin (paralizado),
E à tous mauls soit offert et enclin".


III. ¿LA ENFERMEDAD SANADA CON LA ALIMENTACIÓN?

Piero Camporesi nos da la medida, también en este caso, de la forma de afrontar la enfermedad que existía en los siglos finales de la Edad Media:

"La vida estaba fatalmente destinada a la corrupción y a la muerte -según la creencia popular- por culpa de los primeros padres, Adán y Eva: Corpus morti destinatum. Al pecado original se le añadían la acción cotidiana del demonio y el desdén divino hacia las barbaridades perpretadas por los hombres. A esta primera y fundamental causa de la enfermedad y la muerte se sumaban la maligna influencia de las estrellas y la agitada convivencia de los humores" y "Además, todo el mundo sabía que el gobierno de la sanidad estaba confiado en su mayor parte las cosas que generan buen humor y sangre exaltada".

El primer paso que seguía a la aparición y diagnosis de la enfermedad era, evidentemente, el intentar curarla. Para ello se usaban una serie de métodos y técnicas que se apoyaban en los conocimientos y teorías médicas imperantes en esta época. Por tanto, antes de pasar a ver los puntos concretos en los que se centraba la curación, entre ellos la alimentación, haremos un breve repaso de las particularidades que presenta la medicina "oficial" de estos siglos, que es la que se recoge en estas obras.

1. MEDICINA Y ENFERMEDAD EN LA EDAD MEDIEVAL

A pesar de que el formato en que se estudiaba la medicina era medieval -aquél popularizado por Pedro Abelardo- su inspiración era esencialmente clásica. Las teorías y prácticas médicas de entonces llegaron al Occidente cristiano pasadas por el tamiz de los comentadores árabes -Ibn Sina (Avicena) y los médicos andalusíes: por citar sólo a los más importantes, Abu-l-Qasim Jalaf al-Zahrawi (Abulcasis), Ibn Bayya (Avempace), Ibn Zuhr (Avenzoar), Abu- l-Walid Muhammad Ibn Rusd (Averroes) y Maimónides- y, en menor medida, por el de los analistas cristianos de las diferentes escuelas médicas y filosóficas europeas. Pero, los dos grandes pilares de la medicina medieval seguían siendo, como siglos antes, Hipócrates y Galeno. Sus respectivas maneras de entender la medicina se combinaron con elementos filosófico-cristianos para dar lugar a la visión que aún dominaba la Europa del XIV, uno de cuyos ejemplos lo tenemos en la figura de Arnaldo de Villanova. No extraña, así, que los tratados médicos cristianos y musulmanes occidentales coincidiesen en tantos aspectos al describir, valorar y aconsejar los mismos fenómenos. En España, las arabistas Vázquez de Benito y Herrera han puesto de manifiesto la clara dependencia de algunos tratados médicos castellanos de aquéllos musulmanes. Además, es sintomática la similitud de los textos cristianos de Guy de Chauliac o Gentile de Foligno sobre la peste con los de Ibn Al-Jatib o Ibn Jatima.

La base de la medicina era la teoría humoral. El cuerpo humano tenía 4 humores -sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra- que a su vez se relacionaban con órganos particulares (corazón, cerebro, hígado y bazo), a los cuales se atribuían ciertas cualidades elementales (calor y humedad como el aire para el primero; frío y humedad como el agua para el segundo; calor y sequedad como el fuego para el tercero; y frío-sequedad como la tierra para el último humor). El cuerpo es, pues, un microcosmos, una representación a escala reducida del mundo en general. La enfermedad o dyskrasia era el resultado del desequilibrio de estos humores. Para la recuperación de la armonía perdida el médico se servía de cuatro métodos: el reposo, la alimentación, la farmacopea, y el uso de otras técnicas que incluimos bajo el término de cirujía, con los cuales se pretendía devolver a su estado natural el humor alterado. El primero surtiría efecto sólo en casos muy leves, siendo, sobre todo, un requisito que permitía la actuación de los otros principios curativos. La intervención directa del físico, por su parte, debía ser rara. Los cirujanos eran pocos y tenían una formación esencialmente teórica, y, por lo demás, atendían a grupos de población reducidos, aquéllos que tenían los medios económicos para pagarlos. Sus intervenciones consistían, sobre todo, en sangrías, aplicación de ventosas, flebotomías, operaciones de ciertos miembros o suturación de heridas de diversa etiología.

La cronística que utilizamos ofrece poca información directa sobre la evolución del pensamiento y prácticas médicas bajomedievales. Vemos la autoridad que aún en el siglo XVI sigue teniendo Avicena: "Que me veo tan enfermo de tantas enfermedades lleno de congoxas que estoy para dar consejo en medicina al propio Avicena" afirmaba Alonso Enríquez de Guzmán. O la pervivencia de la teoría humoral testimoniada por el mismo personaje:

"Quien orégano deshecha
mucho ignora su virtud.
A siete cosas aprovecha
e a otras muchas da salud:
ver, oyr e memorar;
la flema gasta y desiste;
el rostro amarillo y triste
presto haze colorar.
Esta yerba singular
da calor a la cabeça
quando quiere resfriar".

Sin embargo, se vislumbra que algo está empezando a cambiar. Si la teoría humoral es la imperante ¿cómo es que los médicos desaconsejan a Enrique IV que use purgas y vomitivos? ¿Cómo explicar las discrepancias de algunos doctores a la hora de aconsejar remedios para una misma persona? Cambio que también advierte Anna Maria Nada Patrone al estudiar los tratados médicos bajomedievales. Como quiera que sea, un hecho es evidente: la medicina medieval no era efectiva resolviendo los problemas prácticos que se le planteaban, hecho éste que se acentuó con el advenimiento de las pestes, de ahí que el consejo más útil fuese el de la huida del lugar o la plegaria. No obstante, debemos reconocer que ciertas valoraciones médicas, como el señalar las causas psicosomáticas de la enfermedad, presentan ya ciertos rasgos de modernidad.

2. LA CURACIÓN DE LA ENFERMEDAD

A) LA ALIMENTACIÓN ES EL PRIMER MEDICAMENTO. La medicina de la época y las concepciones en la que ésta se sustentaba daban un lugar predominante al alimento a nivel preventivo y curativo. La prevención seguía el principio aristotélico de la moderación en todas las fases de la vida, y, por ello, se recomendaban o desaconsejaban ciertos productos con el fin de mantener una dieta equilibrada.

Los alimentos curativos, es decir, aquéllos a los que se recurría en momentos de debilidad física eran, como dijimos en el apartado dedicado a los códigos alimentarios, el pan, el vino y la carne. Todos ellos se caracterizaban por ser portadores de fuerza, aunque los dos últimos también de enfermedad. En efecto, nuestras fuentes nos informan de dos casos en los que el consumo de carne y vino aparecen como factores negativos para la evolución favorable del mal de costado -que se presenta, aquí, con apostema y bulto en la pierna- o de otras dolencias graves. A pesar de ello, los tres eran una constante en la dieta de los enfermos que se hallaban muy debilitados. A estos productos esenciales añaden las crónicas almendras, huevos y frutas.

La información sobre cuidados alimentarios concretos se circunscribe a dos enfermedades precisas: la cuartana y la peste, precisamente dos de las que más golpearon los entecados cuerpos de aquellos hombres. Para la cuartana se recomienda consumir melón, cerdo, alcaparras, camuesas y carne de caza, especialmente perdiz, conejo, puerco, venado y, sobre todo, lobo. Las bubas -entiéndase peste o cualquier otro tipo de enfermedad infecto-contagiosa- no se curan consumiendo pescados salados y carnes cecinadas. Llama la atención, sin embargo, que no se mencione ningún tipo de consejo médico para mejorar o evitar la aparición de la gota, el mal que parece golpear más persistentemente a los grupos poderosos.

Esta escasez de datos podemos paliarla con aquéllos que nos ofrece la profesora Nada Patrone, la cual nos dice que los productos aconsejados serían, a tenor de lo que cuentan los tratados médicos de la época: animales jóvenes y aves alimentadas de manera no artificial, caza de zonas abiertas y salubres, pescado fresco, lácteos, huevos frescos, algunas hortalizas -muy lavadas y cocidas-, poco vino, mejor si es aguado o de poca graduación; se desaconsejan legumbres y hortalizas, la fruta fresca o aquélla ácida o poco jugosa, los frutos secos, agua sana -de fuente, de río con fondo arcilloso, de lluvia o hervida-. Además, los consejos básicos eran la higiene y sanidad de los alimentos, la frugalidad de la alimentación y la abstención de viandas grasas y demasiado pesadas o la limitación en el uso de dulces y salazones. En cualquier caso, la atención real a estos consejos dietéticos no debió ser muy alta entre el grupo de población al que iba dirigida, dadas las características que hemos visto que presentaba la alimentación.

B) LA FARMACOPEA ERA ASUMIDA EN FORMA DE ALIMENTO. Este es el caso de los productos antes mencionados, a los que hay que añadir ciertas hierbas medicinales, como el orégano, la jirapliega y las malvas, el diaquilón, el aceite rosado y la miel, o el agua de palo, el agua de palomina y la conserva de ortiguilla que se utilizaban para las purgas. Aquélla de las clases dominantes se basaba en la utilización de productos exóticos de origen diverso: piedras preciosas, minerales raros, partes de animales mitológicos o extraños, plantas raras, etc. Por oposición, aquélla más usada, a la que recurría la mayor parte de la población, estaba compuesta, esencialmente, por plantas o productos ofrecidos por la naturaleza, bien de forma espontánea bien cultivados con este fin. Esta farmacopea, en la que los amuletos, los elementos mágicos y los secretos jugaban un papel tan importante pasará a ser absorbida, en parte, por la medicina docta de los siglos posteriores. Mientras que la primera era ejercida fundamentalmente por hombres letrados, la segunda estaba en manos de hombres, y sobre todo de mujeres, cuya única cultura era el saber popular. Aún así, no hay duda de que esta última era mucho más eficiente y menos peligrosa que la primera, y así lo reconoce en el siglo XVI L. Fioravanti en su De capricci Medicinali:

"Tienen (los aldeanos), tanta experiencia en las cosas naturales y conocen las virtudes de tantas pócimas que se saben medicar para muchos tipos de enfermedades ¡que poca cosa es la salud de los hombres! En verdad es como para volvernos locos a los médicos y mandar a Hipócrates y Galeno al burdel y dejarles allí por siempre, ya que las enfermedades cuya curación consideran ellos casi desesperada las cura un simple desconocido con suma facilidad y rapidez".


NOTAS SOBRE LA PESTE

62. E. CARPENTIER en Autour de la Peste Noire...p. 1081, advertía en los años sesenta que, las epidemias anteriores a la peste general del año 1348 eran "presque toujours filles de la famine", en las cuales "il est imposible d'attribuer le nom d'une maladie déterminée" ya que "leur description par les chroniqueurs ne présente jamais de détails précis qui puissent s'appliquer à la peste". Fenómeno, éste, perfectamente aplicable a la información que, sobre los diferentes reinos de la Península Ibérica, nos ofrece la cronística de los siglos XIV y XV.

63. Es éste un problema sumamente delicado y largamente debatido. En realidad, nosotros nos movemos dentro de los esquemas de un tipo de razonamiento que podemos llamar clásico, que parece haber perdido parte de su fuerza después de la publicación, en 1975, de la obra del francés J. N. BIRABEN, Les hommes et la peste..., pp. 147-154. Según el profesor Biraben no existe una relación directa entre el hambre y la peste, ya que la buena alimentación no constituye inmunidad alguna frente al morbo, ni la mala influye en una mayor virulencia de ésta. La peste engendra los medios de su propia propagación, encuentra en sí misma los mecanismos de su desarrollo y de su detención. A conclusiones semejantes llega A. Rubio al analizar la extensión de la peste en la Valencia del siglo XIV (citado en VACA LORENZO: La peste negra en Castilla..., p. 90) ya que concluye que, en este caso concreto, las condiciones alimentarias de la ciudad no estuvieron en el origen del mal, explicándose su extensión por motivos epidemiológicos. Una cosa es cierta, el origen de la enfermedad no se encuentra en la malnutrición de una población determinada sino, como es lógico, en la cepa bacteriana Yersinia pestis. Por otra parte, es bien sabido que la peste se presenta, sobre todo, bajo dos formas: la bubónica, que conduce a la muerte en el 50-60% de los casos, y la neumónica que afecta mortalmente al 95-100% de los contagiados. En este último es casi imposible que se pueda establecer una relación entre la resistencia a la enfermedad y la situación alimentaria del afectado. En el caso de la peste bubónica la situación es diferente, ¿no puede ser que aquéllos que no morían presentasen una mayor fortaleza por poseer una alimentación mejor que la de las personas que fallecían? ¿Cómo se explica la resistencia al contagio de algunas personas si no es porque poseen un mejor estado alimentario y de salud? Son dudas que, desgraciadamente, no podemos resolver porque nos conducirían a un análisis médico-histórico que escapa a nuestros límites y objetivos, y que, en su caso, presentaría gran cantidad de problemas. A pesar de todo, creemos que es bastante plausible que el tipo de alimentación influyera de forma importante en la difusión del morbo, al igual que otra serie de factores como la ropa, la respiración -en el caso de la peste neumónica- y, sobre todo, la movilidad inevitable de las personas a través de la red de comunicaciones existente. En cualquier caso, hay un hecho que no es discutible. Para los hombres del bajo Medievo la relación entre hambre, alimentación y peste estaba clara, y así aparece reflejado en las crónicas, pero no sólo en éstas: véase DRUMMONT, F.: Le pain et la peste..., p. 211.

80. La primera pandemia general empieza en el siglo XIII y termina en el año 1350-1351, es la llamada Muerte Negra. La segunda se inicia aproximadamente en el año 1361 y finalizará en el siglo XVII:

1301 ------------- hambre general.
1331-1333 ------ atisbo de crisis agraria en Castilla..
1343-1346 ------ atisbo de crisis agraria en Castilla..
1345-1350 ------ peste y hambres generales.>
1348 ----- Muerte Negra.
1350 ----- peste general.
1358-1359 ------ peste en Castilla.
1363 ------------- peste en Andalucía.
1367-1369 ------ atisbo de crisis agrícola en CCastilla.
1376-1377 ------ atisbo de crisis agrícola en CCastilla.
1387 ------------- peste en Castilla.<
1399 ------------- peste general en Europa.
1399-1400 ------ atisbo de crisis agrícola en CCastilla.
1410 ------------- peste en Andalucía.
1413 ------------- hambres generales.<
1434 ------------- hambres generales.<
1470 ------------- carestía general.
1477 ------------- hambres.
1480-1489 ------ peste en Castilla y Andalucía..
1481 ----- peste en Andalucía.<
1502-1507 ------ hambres, peste, enfermedades pestilennciales generales.
1507-1510 ------ hambres y peste en Castilla.
1527 ------------- peste en toda Europa.
A ellas habría que unir los episodios de pestes o hambres focalizadas en lugares concretos.


Introducción - Bibliograf&iacuute;a
La alimentación en las historiografía - Las fuentes
El código alimentario bajomedieval - Las minorías religiosas
Hambre y consumos de crisis - Conclusiones


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