INDICE GENERAL

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Bibliografía -Las fuentes -
La alimentación en la historiografía - El Código alimentario bajomedieval -
Las minorías religiosas - Hambre y consumos de crisis -
Alimentación y enfermedad- Conclusiones


La Alimentación en la Castilla Bajomedieval: Mentalidad y Cultura Alimentaria
Teresa de Castro

Introducción


El trabajo que ahora presentamos, resultado de la elaboración de nuestra Memoria de Licenciatura, pretende ser una pequeña contribución al estudio de la historia de la alimentación española. No aspiramos, desde luego, a descubrir nada nuevo, sólo a ofrecer la imagen que un grupo social determinado -aquél dominante- tenía de la alimentación y de su alimentación en unos ámbitos, temporal y geográfico, concretos. Al mismo tiempo, se pretenden sistematizar las características que presentaba la alimentación de aquellos otros grupos sociales, étnicos y/o religiosos.

El ámbito de estudio es el del reino de Castilla en los siglos finales de la Edad Media, el XIV, XV y parte del XVI, precisamente aquéllos de los mayores cambios, que vieron, finalmente, culminar el proceso de anexión de los territorios musulmanes aún existentes en la Península.

Las fuentes utilizadas son la biografía y la cronística castellanas de los siglos mencionados, en una selección de obras importante. Fuentes narrativas que, aunque presentan límites evidentes, como veremos más adelante, procuramos analizar de forma diferente a la habitualmente seguida.

Hasta el momento, contamos con el antiguo trabajo de María del Carmen Carlé, Alimentación y abastecimiento, que es el único, que sepamos, que se ha servido de un buen número de crónicas para su realización. Parece que, desde entonces, este tipo de historiografía ha sido marginada, quizás porque todos daban por supuesto que, dada su masiva utilización y disfrute por otro tipo de Historiografía, tenían poco o nada que decir en otros ámbitos de estudio diferentes a los tradicionales. Es bastante posible, también, que haya influido el hecho de que el estudio de los aspectos materiales ha sido el que ha primado en la investigación histórica -incluida la alimentación- en los últimos quince años. La actitud adoptada por la Historiografía respecto a este tipo de obras la podemos resumir con las palabras que Piero Camporesi dedica a los historiadores que ignoran la tratadística eclesiástica:

"...fuentes demasiado injustamente desperdiciadas por los beneméritos investigadores en archivos, que suelen caer en la ilusión pseudo-científica según la cual una serie de datos más o menos justos, más o menos comprensibles, son más reales (y por ello más fascinantes) que una página impresa, descuidada no precisamente por ignorancia, sino por un desdeñoso e inexplicable rechazo programado de un texto que no sea una fuente escrita cuantificable en cifras y porcentajes".

Nuestro estudio se inscribe dentro de lo que actualmente ha dado en llamarse Historia de las Mentalidades, al centrarse más en el estudio de la mentalidad alimentaria que en el de la práctica alimentaria cotidiana. Ello se debe al propio carácter que presentan las fuentes, pero también a una voluntad consciente de nuestra parte. Desde el principio, nos pareció claro que resultaba inadecuado embarcarnos en la realización de un estudio amplio para comprobar cuál era la alimentación de aquellos hombres: basta con abrir cualquiera de nuestras obras para comprobar como ellas mismas nos cuentan lo que consumían los hombres de estos siglos. Además, aun si no consultamos éstas u otras obras, no descubrimos nada nuevo cuando decimos que en aquellos tiempos se comía pan, vino, carne, pescado o vegetales, o que los ricos consumían grandes cantidades de alimento y los pobres mucho menos. Está claro que todas estas nociones forman parte del saber popular. Nos pareció, así, más interesante estudiar por qué la alimentación de esos siglos era de una determinada manera, que ofrecer un elenco analítico, producto por producto, de los diferentes alimentos.

En realidad, cuando decimos que nuestro estudio es un trabajo de Historia de las Mentalidades lo hacemos sólo por la comodidad que presenta el término para ser entendido. A pesar de todo, nosotros no somos partidarios de la parcelación del conocimiento histórico en compartimientos estanco. Por ende, al hacer esto, no nos estamos olvidando del aspecto primero o fundamental que tiene la alimentación: el servir de alimento, el de satisfacer las necesidades materiales, orgánicas, del cuerpo humano. Ahora bien, se hace necesario, entonces, explicar cuáles son las bases teóricas en las que nos apoyamos.

Este trabajo se inscribe dentro de una línea de investigación atenta al estudio de las realidades materiales del pasado que valora de igual manera los diferentes tipos de fuentes disponibles. Pensamos que tan reales son la llamada Historia de las Mentalidades como la Historia de la Economía o de los procesos económicos. Nos basamos, al realizar esta afirmación, en dos concepciones históricas diferentes pero no opuestas.

En primer lugar nos ha influido una concepción histórica que ha vuelto a redimensionar la importancia del hombre dentro del desarrollo histórico. Mucho antes de que se "pusiera de moda" la antropología histórica, los cultivadores de la llamada Historia Social, a la cabeza Marc Bloch, evidenciaron que no se puede hacer Historia olvidando el elemento más importante de ésta, el que la hace posible: el hombre. En los últimos años tenemos el ejemplo de Vito Fumagalli, el cual, a lo largo de toda su obra, ha puesto de manifiesto de manera evidente que el hombre -incluido el historiador-, entendido como entidad individual o colectiva, es fruto de un tiempo determinado, "hacedor" de Historia, de una historia determinada, e interpretador de ésta, de una manera también determinada.

Asimismo importante, aunque en menor medida, ha sido la influencia de los presupuestos del Materialismo Histórico, porque tienen el valor de haber recuperado los aspectos materiales del proceso histórico y ofrecer una imagen de éste como el de un todo imbricado, dando lugar, igualmente, al desarrollo de la investigación arqueológica entendida de forma no erudita. El  el gran error del Marxismo ha sido olvidar la dimensión humana de la Historia, su faceta antropológica. Sin embargo, si volvemos los ojos hacia las obras históricas de tipo marxista y hacia los presupuestos originarios, comprobamos que ha existido una inadecuación entre ambos, al menos a nivel general, y una malinterpretación de estos últimos. Federico Engels comentaba, a finales del siglos pasado, en una de sus cartas a Borgius que "El desarrollo político, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., descansa en el desarrollo económico. Pero todos ellos repercuten también los unos sobre los otros y sobre su base económica. No es que la situación económica sea la causa, lo único activo, y todo lo demás efectos puramente pasivos. Hay un juego de acciones y reacciones, sobre la base de la necesidad económica, que se impone siempre en última instancia", mientras que escribía a J. Bloch que "si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis -la concepción materialista de la Historia- en una frase vacua, abstracta, absurda". Todos estos presupuestos no pueden entenderse mas que como resultado de unas condiciones históricas precisas -aquéllas de finales del ochocientos y principios del novecientos-. Tampoco pueden interpretarse como "dogma de fe" porque, como sabemos, ni Marx ni los primeros teóricos marxistas elaboraron nunca una teoría de la Historia, y, por consiguiente, no se debe interpretar el Materialismo Histórico como algo cerrado que no puede sufrir adaptaciones a medida que las necesidades reales lo requieran, eso sí, no olvidando los principios que lo inspiraron.

Creemos que la realidad influye no sólo en los aspectos materiales de la vida humana sino también en la manera de ver e interpretar el mundo. Aunque intangible, las realidades mental y psicológica del ser humano tienen mucho que ver con la realidad material existente. El hombre puede o no aceptar la realidad que lo rodea pero, la acepte o no, el motivo que más claramente le habrá condicionado habrá sido esa misma realidad. En efecto, ¿no sería tan real para el hombre del bajo Medievo la comida que consumía cada día como el sentimiento que se producía al recibir una oferta alimentaria de otra persona? La diferencia está, pues, en la tangibilidad o no de ésta, la cual depende, no de los datos, que no tienen por sí mismos una "existencia" propia, sino de la técnica con la que se obtienen. El problema más importante que se nos plantea en un estudio como éste es saber distinguir un análisis histórico que tiene en mente las realidades de un grupo humano determinado y un mero análisis psicológico, el cual puede subsanarse, pensamos, con un análisis riguroso de las referencias textuales disponibles.

En la elaboración de este trabajo ha jugado un papel importante la labor de consulta bibliográfica. Pensamos que no se puede afrontar un tema como el de la alimentación -como tampoco ningún otro- sin ponerse en contacto, primero, con las obras y los autores más significativos que han tratado y tratan el tema, observando cual ha sido la evolución general que ha sufrido este tipo de investigaciones, fuera y dentro de nuestras fronteras. Hemos consultado, pues, un buen número de obras, empezando por las tradicionales publicaciones de los años sesenta, pasando por los trabajos publicados en las actas de diversos congresos dedicados al tema, y por aquéllos recogidos en diferentes publicaciones españolas dedicadas a la alimentación cristiana y musulmana de la Península. No hemos olvidado, tampoco, aquellas obras de tipo general que hablan de la alimentación como objeto histórico o de aquellos elementos que la han determinado históricamente.

El estudio que ahora iniciamos se abre con el elenco de las obras, crónicas y bibliografía actual, utilizadas. Dedicamos, luego, dos apartados de tipo general a examinar, primero, las características que presentan la cronística y biografías bajomedievales insertas en un marco histórico preciso. A continuación examinamos la evolución seguida por los estudios históricos sobre la alimentación, hablando de las tendencias imperantes, de las épocas más estudiadas en los últimos 35 años y de las características específicas que éstas presentan al ocuparse del período medieval. Realizamos, seguidamente, un análisis de las referencias textuales encontradas para deducir cuál debía ser el código alimentario imperante entre los diferentes grupos sociales bajomedievales, y, por otra parte para intentar comparar esta información con aquélla que las propias fuentes ofrecen sobre la alimentación real de esos mismos grupos. Examinamos, también, los elementos configuradores de la realidad alimentaria de los otros dos grupos sociales que conformaban asimismo aquélla sociocultural hispana: musulmanes y judíos. Los dos últimos capítulos se ocupan de dos aspectos que intentan poner de manifiesto cuales eran las adaptaciones a las que se vería sometido el régimen alimentario de una población cuando existían o se producían determinadas condiciones de vida. Son, respectivamente, el capítulo dedicado a los consumos de épocas de crisis y a la relación existente entre alimentación y enfermedad.


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