Nicholas O'Halloran

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Tetravirgorum

Liber E: Conclussio.

 

Las chicas quedaron en silencio, en torno a esa hoguera en rescoldo que apenas sirve ya para dar un mínimo resplandor. Sus historias, cada una en su género, son el motivo de tal silencio. Luna sopesa la prudencia de haber contado la suya, y más cuando se encuentra enferma de amor por aquella semi-desconocida. Marta sigue esperando el momento en que el hombre canoso vuelva de su viaje y, aunque no lo ha comentado, pasa casi cada día por delante de su casa por si encontrase una luz encendida. Carla sería incapaz de entender a ninguna de las dos. Sólo piensa que debe ser más hábil este año, y no quedarse dormida en la playa, con la intención de marchar después a alguna zona de garitos costeros donde poder encontrar a algún veraneante bronceado con ganas de sexo. Del suyo, a poder ser.

Esperamos que el haberos descubierto estas historias sirva para aclarar vuestras ideas sobre nosotros.

Como ya explicamos, Amduscias y yo somos buenos. Y creo que ha quedado suficientemente demostrado en los distintos favores que les hicimos a las distintas chicas. Le dimos a cada una de ellas lo que necesitaba.

A Carla, le enseñamos el tesoro del sexo, esa cosa escondida entre sus piernas que, bien administrada, puede llevarle a sentir cosas difícilmente resumibles con palabras y, mejor administrada aún, podría llevarle a donde desease. Cuando abandonamos aquel garito en la que la desvirgamos, de vuelta a nuestro Reino, Amduscias iba renegando porque, aunque es y se sabe inferior, quería haber disfrutado de aquella carne. No le dejé, porque Carla no lo deseaba lo suficiente. Carla quería sexo, un sexo puro y duro, sin plantearse nada más. Fue la más fácil, por otro lado, justamente debido a sus ansias. Y no estuvo mal. Pero ya sabéis lo que pasa cuando uno trata con demonios inferiores como Amduscias: nunca están contentos. Ya le dije yo que no se preocupase, que tendría su oportunidad.

Marta lo deseó. El sexo, para Marta, es sentimiento, es percepción, es una experiencia vital. La vida, desde esta perspectiva, es un constante preguntarse por el sentido y la función de la carne. Necesitamos sentir, y es a través del cuerpo como lo hacemos. Amduscias tuvo su momento, porque Marta quería sentirlo realmente. La vida sentida tiene más sentido que la mera vida vivida, eso es cierto. Y, desde este punto de vista, aunque no goce de las experiencias de Carla, Marta ha vivido más. De hecho, posiblemente de las tres sea la que más ha vivido y, aunque esto sea adelantar acontecimientos, la que más vivirá. En todos los sentidos.

Luna… Luna tiene ese problema que vosotros llamáis amor. A Luna sólo podíamos acceder brindándole el acceso a ese delgado puente entre el mero sexo y el amor que atraviesa el abismo del sensualismo. Carla quedó sin cruzar el puente. Marta se precipitó desde su altura, y sólo Luna llegó a cruzarlo. El problema de cruzar ese puente es que no hay retorno. Una vez en el amor, no hay forma de salir de él. Esa es la grandeza y la gloria de Luna: quiso cruzar porque sabía que allí había algo importante para la vida, pero no supo interpretar lo que encontró. No llegó a entender que su experiencia era liberadora, y no esclavizadora. Accedió a la libertad de los sentidos y de la mente, sintiendo libremente y pensando con libertad. Pero se quedó anclada allí, no supo dar el paso que trasciende el mero amor para llegar al uno mismo. Se quedó -se ha quedado- esperándome… o esperando a la compañera… A Amduscias no le gustó Luna porque sólo accedió a ella de mi mano, y él prefiere actuar con más libertad. Pero para algo es un inferior. No vamos a dejar que se revolucionen las masas: están para lo que están. Y deben tenerlo claro.

¿Y la castaña de melena larga y pechos generosos, se puede preguntar alguien? Bueno, lo cierto es que no ha acudido a la cita porque está en avanzado estado de gestación. Pero no piense alguno que el fruto de su seno lo es también de nuestra semilla. No. Alguien -un vulgar mortal- se nos adelantó. Lo logró en una noche de borrachera, sin saber muy bien lo que hacía, y sin darse cuenta de que llevaba unos olvidos en la ingestión de la píldora. Así que va a ser mamá. Teníamos que haberla visitado a los tres meses de estar con Luna, a finales de junio, pero no pudo ser. De todos modos, mejor para ella.

Carla, Marta y Luna no lo saben, pero vosotros sí debéis saberlo. A Carla le quedan exactamente 256 días de vida. En una de sus orgías desenfrenadas, alguien le ofrecerá un licor casero que la llevará primero a un coma irreversible y después a reunirse con nosotros.

Luna vivirá aún tres días. El haber narrado su historia y los comentarios de sus compañeras ha hecho que recuerde aún más a aquella mujer que le enseñó a vivir en libertad. Está enamorada, ya lo hemos dicho, y no sabrá vivir sin ella, así que se quitará la vida. La suya propia. Lamentable. Se reunirá con nosotros, por tanto, en menos de una semana. No sé si le agradará saber que realmente está enamorada de mí, pero tendrá que aceptarlo por toda la eternidad.

Marta durará. Ha elegido el mejor sitio de ese puente del que hablábamos antes. Ha salido del mero sexo pero no ha llegado al absorbente amor. Encontrará el amor, desde luego… Pero más adelante, y sin mediación de ninguno de nosotros.

Por si a alguien le interesa, la castaña de melena larga y pechos generosos se va a casar dentro de poco, porque las familias de ambos no interpretan bien eso de la madre soltera. Y, quizá por no habernos dado la oportunidad, será infeliz el resto de su larga vida. Cosas que pasan.

En cuanto a Amduscias y yo… Bueno, ya sabéis cómo somos… Ahora andamos tras la pista de un tipo al que queremos hacerle un par de visitas este verano. Halloran, creo que se llama, que escribe unos patéticos relatos. Le visitaremos por su bien, para darle materiales sobre lo que escribir. Incluso vamos a pedir a la diablesa Lilith que nos acompañe, ¿verdad, Amduscias?

- Zí, zeñor…
- Joder, Amduscias… todo el rato calladito y cuando te dejo abrir la boca la cagas descubriendo que ceceas…
- Lo ziento…
- Calentito me tienes ya, demonio del infierno…

Aunque, por otro lado, eso también soy yo.

En fin, vamos a tener ocupado a ese Halloran este mes de agosto… Si nos sobrevive, quizá más tarde quiera contaros de primera mano cómo somos.

Si no lo hace -Lilith es muy salvaje para ciertas cosas- tendremos que buscarnos a otro a quien tentar…

¿Quizá a ti, lector?

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