Nicholas O'Halloran

Volver al índice de relatos
subglobal1 link | subglobal1 link | subglobal1 link | subglobal1 link | subglobal1 link | subglobal1 link | subglobal1 link
subglobal2 link | subglobal2 link | subglobal2 link | subglobal2 link | subglobal2 link | subglobal2 link | subglobal2 link
subglobal3 link | subglobal3 link | subglobal3 link | subglobal3 link | subglobal3 link | subglobal3 link | subglobal3 link
subglobal4 link | subglobal4 link | subglobal4 link | subglobal4 link | subglobal4 link | subglobal4 link | subglobal4 link
subglobal5 link | subglobal5 link | subglobal5 link | subglobal5 link | subglobal5 link | subglobal5 link | subglobal5 link
subglobal6 link | subglobal6 link | subglobal6 link | subglobal6 link | subglobal6 link | subglobal6 link | subglobal6 link
subglobal7 link | subglobal7 link | subglobal7 link | subglobal7 link | subglobal7 link | subglobal7 link | subglobal7 link
subglobal8 link | subglobal8 link | subglobal8 link | subglobal8 link | subglobal8 link | subglobal8 link | subglobal8 link

Tetravirgorum

Liber A: Introito.

Se oye el murmullo del mar de fondo y, a lo lejos, hacia la derecha, se adivina un cierto resplandor. Estamos en una playa, de noche y casi sin luna. La arena, ahora fría pero hace tan sólo unas horas ardiente por el sol, acoge, allá a lo lejos, cuatro formas que se recortan en el vaivén rojizo de lo que suponemos una hoguera. Casi sin llama ya, casi en rescoldo, nos acercamos a ella.

Es cierto, son cuatro las formas, cuatro mujeres jóvenes, sentadas en torno a una pequeña fogata hecha con cuatro palos mal distribuidos que han recogido de la duna cercana. Si nos acercamos más, reconoceremos que lo que de lejos era un bulto informe en la arena, al lado de una de ellas, es en realidad una bolsa de plástico en la que entrevemos, gracias a la escasa pero suficiente luz, los cuellos de algunas botellas, una bolsa de hielo y vasos de plástico. Están de fiesta, por tanto, las muchachas. Estar de fiesta no es delito, y menos en una noche de verano, en vacaciones, y con la juventud que aparentan. Sí que es delito hacer hogueras. Quizá por eso sea tan pequeña la suya, casi sin llama ya, casi en rescoldo.

Distinguimos en la bolsa de hielos una lata barril de cinco litros de cerveza. Mucha cerveza para tan pocos comensales, podemos pensar. Y más sabiendo que en la bolsa hay ya algunas otras botellas que, ahora que estamos más cerca, sabemos que corresponden a una botella de whisky mezcla, una de ginebra barata y dos de bebida carbonatada, en concreto refresco de cola y tónica, muy posiblemente utilizadas para preparar combinados. Cada una de las chicas tiene, clavado en la arena, un vaso de plástico lleno de bebida. El color del contenido delata los gustos de las jóvenes: gin-tonic o whisky con cola. No era difícil de imaginar, para cualquiera que haya pisado algún bar en su vida, que esas iban a ser, y no otras, las posibilidades combinatorias elegidas.

Es viernes por la noche, cerca de la una de la madrugada, y se nos ha pasado un detalle: todas ellas están en top-less. El detalle era difícil de apreciar a lo lejos, pero no entiendo cómo no lo hemos captado al acercarnos. Freud diría cosas muy jugosas sobre el hecho de que hayamos identificado las bebidas y no las tetas. En fin. No somos Freud, o al menos, yo no.

¿Para qué la cerveza? Ahora que hemos reparado en sus pechos, podemos fijarnos bien, y de hecho lo hacemos, en que sus vientes son lisos, vientres de atletas. Nadie se las imaginaría bebiéndose litro y cuarto de cerveza cada una: sus cuerpos lo tendrían que padecer de alguna forma y, por el momento, no parece que sea el caso.

Por turno, cada una toma un vaso vacío y lo clava delante de sí en la arena. Mejor nos acercaremos más para captar todos los detalles de lo que va a suceder.

Es pelirroja, la que sostiene el barril de lata. Pelirroja quizá de bote, quién sabe. Realmente, a quién le importa. Está abriendo la lata. La ha abierto, pero no se la lleva a la boca. La sostiene con la mano izquierda y moja su mano derecha en el zumo de cebada. Aquello debería estar prohibido, desperdiciar la cerveza así. Pero lo está haciendo y ninguna la detiene. Moja su mano derecha, por tanto, y la acerca al pecho izquierdo de la compañera de la izquierda. Está acariciándole el pecho con cerveza fresca, un pecho generoso y bien contorneado, y naturalmente aquello provoca una reacción bastante natural: acertamos a ver cómo los pezones de la chica en cuestión se endurecen. La corona de sus pechos incluso se ha contraído lo suficiente como para apreciarlo. Son unos pezones pequeños, de un marrón muy oscuro. La lata de cerveza pasa ahora a la compañera endurecida.

Es morena. Melena por los hombros. Diríamos que posiblemente sea la más guapa de las cuatro. Repite la operación, mano izquierda derramando cerveza en mano derecha, y búsqueda del pecho izquierdo de la compañera de la izquierda con la mano mojada. Esta nueva compañera cuyo pecho está siendo bañado es castaña, con el pelo en media melena. Sus pezones también se endurecen, pero son de un marrón más claro que los de la anterior. Parece tener los pechos grandes y blandos, de corona generosa.

Pasa la lata y se repite la operación. La nueva mujer bañada en cerveza es también castaña, pero lleva el pelo corto, realmente muy corto. Sus pechos son pequeños, casi minúsculos, y los pezones apenas están rodeados de una mínima corona. Son muy oscuros.

Nuestra amiga la pelirroja, que es la que ahora es tocada, tiene el busto más atractivo de las cuatro. Todo parece indicar que son unos pechos turgentes, duros, que podrían muy bien mantener su posición erguida sin necesidad de sujetador. Sus pezones son desafiantes, demuestran todo su carácter en cuanto la mano de la castaña estimula el pezón izquierdo.

Cuatro voces de mujer recitan:

"Hermanas vírgenes vestales de la vieja Roma,
acudid en nuestro favor:
que no pase otro año sin hacer el amor,
y que si puede ser, sea sin goma".

De nuevo el silencio.

Todo esto necesita una explicación y, naturalmente, deberemos darla ya sin más demora. El grupo de las cuatro mujeres, que tienen entre 19 y 22 años son amigas, obviamente, si no, ¿cómo iba a ser posible la confianza de las manos en el pecho?. Y además de amigas, son vírgenes. Las familias respectivas son de las que se conocen de toda la vida. De hecho, las cuatro han pasado por el mismo colegio de B...., y las cuatro veraneaban en la misma urbanización cercana -se ven las luces desde aquí- hasta que empezaron a independizarse. Todos los años, desde hace cuatro, repiten el ritual. Se le ocurrió a la mayor, el año que estudiaba primero de carrera, Geografía e Historia, y el último que pasó en la urbanización. Desde entonces, se ven poco, ya no viven ni en la misma ciudad. Pero quedan todos los años en el mismo sitio, la misma noche, para el ritual.

Cada año lleva una las botellas y otra se encarga del fuego. Se encuentran sólo ya alrededor de la hoguera. El ritual comprende dos momentos: el vaso y la cerveza. El vaso se toma y se pone delante de una. Si continúa virgen, no lo rompe. Si lo rompe, no continúa virgen. En ese caso, puede elegir si cuenta o no su experiencia. El resto respetará su decisión. Después, las aún vírgenes proceden a la mutua excitación y el extraño baño, como símbolo de estar dispuestas al sexo y ser sabrosas para los hombres. De ahí lo de la cerveza. Redujeron al género masculino al vulgar estereotipo cervecero, pero... ¿qué se podía esperar de cuatro mujeres que no han tenido contacto íntimo con el sexo complementario? El ritual lo realizan la primera noche después de la primera luna nueva del verano.

- Aunque, tal y como nos ha ido estos últimos años, lo mejor sería que nos lo montáramos en plan lésbico entre nosotras - comenta sardónica la castaña de pelo corto.
- No seas burra - aporta la pelirroja.
- Niñas... Yo creo que este verano follo... pero seguro...

La última en hablar ha sido la morena. Es posible que tenga razón, porque a fin de cuentas ya hemos dicho que es la más guapa de las cuatro. Así que tampoco nos debería extrañar que fuera así.

- Ya... - dice de nuevo la pelirroja mientras se lleva el vaso a los labios. - También podría decir eso yo misma, que para algo soy la que más tiempo lleva sin catarlo.

Nuestra amiga de melena castaña está poniéndose en silencio la parte de arriba del bikini. Le da una cierta vergüenza que le vean el pecho descubierto porque, aunque no lo reconozca, tiene el miedo de que los demás piensen que es demasiado grande. A las otras les da bastante igual el tema, quizá a excepción de la del pelo corto castaño, porque al tener ella apenas nada, sí que ha pensado a veces que el mundo está muy mal repartido. Pero quien no se consuela es porque no quiere, y aunque de pecho pequeño, sabe de sobra que sus pezones son mucho más excitantes que los de la otra.

Pero... imagino que alguno se estará preguntando que cómo sabemos todo esto. Quizá se esté preguntando también por qué contamos la historia en plural. Y quizá, por último, alguien pueda preguntar cómo es que vemos sin ser vistos. Quizá debamos dar otra explicación, mi amigo y yo. Aunque os la daré yo, porque a fin de cuentas, estoy por encima de él. Amduscias, que así se llama mi compañero esta noche, es, como yo mismo, un espíritu. A mí se me conoce como Baal Zebuth, aunque en castellano se escribe más frecuentemente Belcebú. Pero no me gusta esa grafía. No sé si alguno nos conocereis, pero por si acaso es así, que sepais que la mitad de lo que os han dicho sobre nosotros es mentira, y la otra mitad, inexacta. Y justamente quiero contaros esta historia, para que veais que así es (*).

Porque, si hacemos caso a lo que por ahí andan soltando de nosotros, somos malos, malísimos, los peores... ¡Qué tontería! Es más, somos buenos, muy buenos. Tanto, que hemos decidido ayudar a estas muchachas en su necesidad. Pero no empeceis a calentar vuestra imaginación, que hay mucho guarrillo suelto. No se trata de que ahora nos materialicemos y nos las follemos al lado de la hoguera. ¡Por Dios, qué vulgaridad! Vamos a hacer las cosas bien. Hasta tal punto las vamos a hacer bien, que no contaremos lo que pasó esa misma noche (por si os puede la curiosidad, se bebieron el alcohol que llevaban, estuvieron charlando entre ellas y acabaron, borrachas perdidas, durmiendo en la playa). Ni siquiera nada de lo que sucedió aquel verano. Daremos un salto en el tiempo.

Ya hemos dicho que realizan el mismo ritual cada año, desde hace cuatro. Así que sabeis que durante cuatro años no les ha servido de nada. De hecho, este año tampoco les va a servir de nada el ritual, aunque alcancen su objetivo. Porque no somos, ni Amduscias ni yo, vírgenes vestales de la vieja Roma. La verdad es que hay que ser estúpido para encomendarse a las vírgenes vestales si lo que se quiere es dejar de ser una de ellas. Si ellas no perdieron la virginidad, ¿cómo te van a ayudar a ti a perderla? Habrían acabado mucho antes si la primera vez hubieran tratado con nosotros. En fin. Como iba diciendo, que desde hace cuatro años llevan haciendo lo mismo, el tirar la cerveza, el tocarse los pechos. Y nada.

Lo que vamos a hacer, es dar un salto al año que viene. A la primera noche después de la primera noche de luna nueva del verano. Si os apetece, podeis acompañarnos. Si no, vosotros mismos. No os voy a decir si debeis hacerlo o no porque muchos, por venir de mí estas palabras, pensaríais que miento. No en vano también me llaman el príncipe de la mentira.

LIBER B: DE THESAURO SEXUUM

------------------------------------------------------
(*) NOTA PARA LOS NO INICIADOS.

"Amduscias: Gran Duque infernal. Tiene figura de unicornio, pero cuando se le evoca se presenta con figura humana. Manda veintinueve legiones de diablos y los árboles se inclinan al oír su voz tonante (sic). De él se dice que cuando se le ha evocado y se le piden conciertos, accede siempre pero aun cuando se oigan los sonidos no se llegan a ver los instrumentos musicales, que permanecen invisibles y que callan en cuanto él desaparece.

Baal Zebuth: Belzebuth, cuyo nombre significa "Señor de las Moscas". El (sic) es, según las Escrituras, el más criminal de los demonios [...] y el actual jefe supremo de los infiernos, según la mayor parte de los demonólogos."

(Satán y las Misas Negras, Adam Nebles, Antalbe, Barcelona, 1988, págs. 68 y 71)

Sobre la página | Mapa del sitio | ©2005 Nicholas O'Halloran

Hosted by www.Geocities.ws

1