Así pasa cuando se es fan de algo o de alguien. Por ello, para los seguidores de The Simpsons esta película viene a ser el estreno más impresionante del año. Pero para quienes la serie nos causa algunas risas y nada más --es decir, quienes vimos la película como tal, y no como la extensión de un programa televisivo--, el resultado es decepcionante, y convencional, pues basa su historia en hechos y situaciones que sólo son aptas para el cine.

La idea de una cinta rondaba en la mente de Groening, pero éste aseguraba que ésta se realizaría "cuando tuviera un guión lo suficientemente divertido. Es obvio que éste fue el momento para Groening, tanto así en la historia colaboraron 11 personas.

Hay gags divertidos, pero la trama no lo es tanto. Lo que ha hecho tan atractivos a los Simpson en TV es que es una familia típicamente norteamericana que es considerada "rara" por los pobladores de Springfield pero que por ello es capaz de sobrevivir como familia. Asimismo, desde hace tiempo quedó claro que la verdadera estrella de la serie es Homero, un tipo inepto en todo lo que hace y un padre disfuncional aunque dueño de un gran corazón.

La película conserva los dos primeros elementos y aplaza el último hasta el final, cuando ya sucedió el daño hecho a su reputación. Peor aún, por primera vez Groening cae en algo que había evitado por tanto tiempo, esto es, el mal gusto. Los Simpsons son críticos feroces del American Way of Life, pero sabemos que el objeto de sus burlas es real, palpable. Cuando Homero es acusado de contaminar a Springfield con su excremento combinado con los de un cerdo el mensaje es que nos encontramos en el cine, donde se permiten más tonterías para tapar las debilidades argumentales.

En suma, el presidente Schwarzennegger ordena tapar la ciudad con un enorme domo de vidrio para evitar una catástrofe ecológica. Pero los habitantes de Springfield se hartan de tolerar a la familia y la obligar a escapar a Alaska, lo que además marca la separación de Homero con su padre pues Bart es adoptado por Smithers, el fanático religioso que tienen de vecino. Cuando éste se lo lleva a pescar Bart le rehuye, recordando las palizas que su padre le daba cuando salían juntos. Homero queda expuesto como un padre desobligado y abusivo.

La inutilidad de la burocracia ecológica de Estados Unidos nos causa algunas risas, pero por lo demás, la crítica se centra más hacia el gobierno de George W. Bush; si no se le echa la culpa en esta película por el puente que se cayó en Minneapolis se debió a que para entonces The Simpsons ya había sido estrenada.

Pero como acotábamos en un principio, los fans de la serie encontrarán excelsa su versión fílmica pese a que queda muy lejos de los estándares que uno pudiera esperar de Groening y el director Silverman. En suma, este no fue un capítulo de hora y media de un programa exitosísimo; fue más bien, una película animada mediocre que pronto será echada al olvido.