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Precio único al libro, beneficios dudosos

Una ley básica de la oferta y demanda señala la importancia de los descuentos para depurar existencias y dar campo a los nuevos productos. Es algo tan lógico y racional que quizá por ello los señores de la Suprema Corte votaron en contra. Las grandes editoriales son las que aumentarán su tajada en el mercado y sacaran a las más pequeñas. Es una marca simbólica de muerte para las librerías de viejo


SEPTIEMBRE, 2011. Una de las más grandes delicias de quienes compramos libros con regularidad consiste en encontrar joyas a precios bajos, por eso visitar las "librerías de viejo" representa un gusto que solemos darnos al visitar otras ciudades. Pero de acuerdo al veredicto de la Suprema Corte de Justicia, la cual determinó que la aprobación del precio único en los libros no es violatoria de la Constitución, esos días pudieran estar extinguiéndose del mismo modo en que se acabó la paz social que hasta hace poco disfrutábamos en nuestras ciudades.

Con seis votos a favor y cinco en contra, lo cual nos una idea de lo reñida que estuvo la decisión, la SCJN dio de esa manera el cerrojazo al amparo impuesto por varias editoriales y libreros los cuales veían en la implantación del precio único del libro una manera segura de enviarlos a la quiebra. Y razón no les falta: lo peor que puede ocurrirle a una área productiva es que el Estado meta las manos con el afán de controlar los precios, situación que inevitablemente desemboca en monopolios pues los competidores más pequeños son echados del mercado, la industria se descapitaliza y los precios terminan por subir en detrimento de los consumidores. Así se ha visto con anterioridad y difícilmente el precio único va a arrojar resultados distintos.

¿En qué consiste la ley? Sus puntos e incisos son tan extensos que nos limitaremos en señalar que establece un precio fijo para cualquier libro que salga a la venta, una "congelación" del precio que no impide al librero subir el precio de acuerdo a los niveles inflacionarios pero que le prohíbe aplicarle un descuento mayor al 5 por ciento. ¿Por qué? Sencillo: con frecuencia aquellos libros que no se venden como se esperaba son rebajados más allá de su costo original para sacarlos del estante y dar espacio a las nuevas ediciones; es una ley de la oferta y demanda tan clara como lógica, y por ello quizá los magistrados votaron en contra de ella. 

A su vez, ello va en detrimento de las grandes editoriales que ven perder sus utilidades; para ellas, el precio único es la manera más a la mano de no ver que la inversión en publicar un libro se perderá con los descuentos aplicados por las librerías. ¿Quienes son, pues, los ganadores? Las grandes editoriales y las grandes cadenas de librerías, las primeras porque ya no verán disminuida su inversión y las segundas porque tendrán acceso a un mercado mayor una vez que las librerías más pequeñas tengan que cerrar ante la imposibilidad de ofrecer descuentos más allá de lo que les permitirá la nueva ley.

De ahora el adelante, las librerías tendrán que seguir ofreciendo el mismo libro con el precio al que salió a la venta, algo que difícilmente hará que se acaben las existencias; por el contrario,: harán que se acumulen más y más libros los cuales terminarán encerrados en bodegas, lo cual les representará una pérdida enorme al no poderlos vender. Naturalmente que una situación así obligará a las librerías más pequeñas a salir del mercado o a vender únicamente best-sellers, libros sobre narcotráfico y de superación personal, los cuales garantizan ventas mayores pero que poco aportan para promover la cultura y el conocimiento.

Nada hay de malo en deshacerse de lo viejo y lo inservible; al contrario, es algo bueno para la salud económica. Y es que si interpretamos correctamente esta nueva legislación, va a dar como resultado que obras "del momento" no puedan ser vendidas mediante descuento una vez que termine el tema que las hizo salir a la venta. Un ejemplo lo tenemos con el libro Yo Acuso que Mario Ruiz Massieu publicó en momentos que se asumía como víctima de un gobierno que lo perseguía por supuestamente habérsele enfrentado. Cuando se supo la verdadera historia (el ex procurador había encubierto a quienes orquestaron el asesinato de su propio hermano por lo que huyó del país), el libro quedó reducido a una desvergonzada mentira donde un bote de basura tenía más dignidad que el autor. ¿O de qué otra manera, si no es mediante el descuento a precios simbólicos, es como los libreros pudieron haberse deshecho de mamotretos como las Memorias de Carlos Salinas, las cuales vendieron en el 2004 apenas un 20 por ciento de lo que se había esperado?

Asimismo si los libros no bajan de precio ocurrirá lo mismo con otros productos que hoy tienen precios altísimos en su venta legal, como los CDs y los DVDs. Si se prohíbe el descuento formal, se dará impulso a la piratería, es decir, al descuento informal y a la fotocopia o envío de estos libros a través de Internet. Si las editoriales piensan que serán las ganonas absolutas con esta ley, se dirigen, a 200 kilómetros por hora, contra un chasco por demás espantoso.

En una economía de libre mercado para ganar hay que arriesgar. En tal sentido, las grandes editoriales deben estar conscientes que al poner a la venta una obra se asumen las posibilidades del éxito o del fracaso. Y eso es algo que no sólo se aplica a los libros sino que abarca a todas las áreas, desde una tienda de abarrotes hasta un puesto de tacos. El consumidor premia así a quien realiza un buen trabajo y obliga a los que fracasaron a perfeccionar la calidad de su producto.

Pero como en México no existe una economía de mercado sana, la nueva ley dará preferencia a los libreros y editoriales ya establecidos para que no pierdan ganancias, de paso sacando del mercado a los peces más pequeños.

Hay quienes dicen que el precio único al libro ha funcionado en países como Dinamarca, España y Suecia. Bueno, que entonces primero pongan a la economía mexicana al nivel de vida de aquellas naciones y entonces volvemos a tocar el tema.

La alteración de las leyes del mercado por parte del Estado siempre terminan en desastre... no existe una sola excepción en ese respecto. Por ello cuando se visite de nuevo una librería de viejo con precios de oferta será como asomarse a un negocio que ya está sentenciado a muerte. Cuando más falta hace diversificar a la industria librera mexicana, se consiente a los ya establecidos. Pobre país.

 

 

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