ABRIL, 2008. ¿Cuál es la mejor manera de vender un libro? La fórmula es sencilla: añádase un tufo paranoico y luego preséntese como una conspiración, que si es organizada por el gobierno norteamericano, mejor. Claros ejemplos los tenemos con Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, Para leer al Pato Donald de Hoffman y Mattelart y el más reciente, La genial impostura de Thierry Meissan, donde niega que un avión se estrellara en el Pentágono. No importa que al final se trate de mamotretos llenos de disparates; lo importante es cuestionar la verdad oficial, y para ese mercado existen cientos, más bien miles de lectores.

Recientemente cayó en mis manos un libraco de esa calaña. Sabía que por años se había manejado el asunto como un "complot" pero sin haber consultado una fuente que se antojaba un chiste, un chascarrillo que fue tomado en serio por este autor, un abogado que ha publicado un par de novelas de escasa repercusión. Sin embargo este libro se vendió bastante bien por las razones comentadas en el primer párrafo.

Y no hace falta cavar mucho para saber de qué se trata: hubo mano negra por parte de la CIA para eliminar a John Lennon. ¿Las razones? Se le consideraba un elemento subversivo, un simpatizante del Ejército Republicano Irlandés --se sospecha que llegó a ser parte del financiamiento a mediados de los setenta-- y alguien a quien Richard Nixon ubicaba como "un peligro nacional". Por ello se aplicó a Mark David Chapman un operativo tipo Manchurian Candidate para asesinar al músico y luego hacerse el demente.

Si hay quienes creen que el hombre no ha llegado a la luna o creen que el estirado y no muy brillante Príncipe Carlos armó un plan para eliminar a Diana de Gales, igualmente se tragarán las patrañas de Bresler. Como perla tenemos la "prueba irrefutable" de la conspiración cuando el autor señala que Chapman no viajó directamente de Hawai a Nueva York sino que hizo una escala en Chicago y de la cual el boleto jamás fue encontrado. Pese a que el mismo Chapman acepta que utilizaba varios nombres distintos en sus boletos de avión. Los supuestos agentes con los que el magnicida se encontró en Chicago, obviamente, jamás aparecieron.

Es verdad que desde principios de los setenta el FBI realizó una labor de rastreo en contra de Lennon, más que nada porque ya había iniciado su proceso de residencia, y se trata de una modalidad que en tiempos de guerra fría el FBI realizaba, a petición de las autoridades migratorias, a quienes tuvieran antecedentes de cooperar con grupos que el gobierno norteamericano consideraba subversivas. Muchos otros países también realizaban es actividad --en Estados Unidos dejó de llevarse a cabo en 1990--, aunque en este caso el autor aumenta la paranoia por tratarse de una celebridad.

Con todo, el poder político de Lennon era bastante limitado. Cierto que se había declarado simpatizante de las Panteras Negras y de los movimientos "libertarios" en África, pero se trataba más de un discurso que el compromiso. Considerar peligroso a alguien que sólo utilizaba el adjetivo "locura" para referirse a la guerra de Vietnam sonaba francamente patético, no sólo para el ex beatle sino para la misma FBI.

Al final del asunto tenemos que a John Lennon lo mató un desequilibrado mental llamado Mark Chapman, quien antes del asesinato pudo haber pasado, sin ningún problema, como un fan que se consideraba parte de la "contracultura" y que veía en Lennon a un ángel que, con tal de protegerlo, había que matar. Buscarle más aristas resulta, más que francamente, ocioso.

Me parece precipitado llamar "tontería" a un libro que cuestiona una versión oficial. En lo personal sí creo que a John Lennon lo mandaron matar por sus ideas inconvenientes para el gobierno norteamericano además de una venganza por lo que dijo contra Jesucristo pero no lo han logrado pues el mensaje de John Lennon es hoy más fuerte que nunca.