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Los popotes antiecológicos, paranoia que vale sorbete

Ahora resulta que las pajillas no son tan inofensivas como se pensaba y representan un peligro contra la ecología. Sin embargo ese temor carece de fundamento y se basa en una cifra sacada de la nada. Pero eso es lo de menos: prohibir su uso es un argumento ideal para irnos arrebatando otras libertades individuales

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AGOSTO, 2018. Durante buena parte de la historia, las pajillas, o los popotes, como los conocemos en México, fueron parte importante de toda la historia juvenil, ya fueran las películas de César Costa, los cuentos de Archi o todo aquél momento en que dos enamorados tomaban de la misma malteada con sus popotes respectivos. Pues bien, toda esa imaginería está a punto de evaporarse debido a la inminente prohibición que se avecina sobre la venta de popotes. Ya hubo algunas ciudades californianas, como Santa Ana, donde el ayuntamiento anunció que no solo es ilegal ofrecer popotes a los clientes sino que el infractor podría recibir multas de hasta mil dólares o en su defecto tres meses en prisión. Y como toda medida que restringe las libertades individuales suele ser imitada, en Sydney Australia y en Londres ya existe un movimiento para exigir que dejen de venderse los malditos popotes antiecológicos.

Cualquiera podría pensar que semejante prohibición llegó luego de un minuciosos estudio y demoledores conclusiones donde se evidenciaba que el popote es enemigo declarado de la ecología. Este no es el caso, y de hecho en otros tiempos el asunto nos habría provocado risotadas. Fue en el 2011 cuando Milo Cress, por entonces un niño de 9 años, escribió en línea un texto donde,  alarmado, decía que en el norte de el Pacífico flotaba una descomunal mancha hecha de basura y desperdicios. Cress concluyó que en esa megaisla de porquerías había mucho plástico que estaba matando a los peces y a las ballenas, aparte de estar contaminando al planeta al punto que los posibles visitantes de civilizaciones extraterrestres no estarían muy animados para visitar la tierra.

La megaisla de porquería efectivamente existe y se le ha detectado al noroeste de Seattle y de Portland. Cress, quien hoy tiene 18 años, recordó cómo recopiló la información que lo llevó a concluir que en tan solo en Estados Unidos se utilizan 500 millones de popotes cada día: "En realidad no debería sorprender. Concluí que esa era la cifra porque no puede encontrar información en ningún lado. Si hay otra estadística sobre el número de popotes y que se base en investigaciones más rigurosas que las que hice yo, con gusto las acepto". ¿Cómo llegó Cress entonces a la alarmante cifra de los 500 miilones de popotes? Simplemente llamó a algunas compañías fabricantes y les preguntó la cantidad, ofreciendo números vagos. (Después de todo ¿qué obligación tenían para proporcionarle información verídica a un adolescente curioso?) Cress simplemente juntó las cifras que le proporcionaron y concluyó que cada día, tan solo en Estados Unidos, 500 millones de popotes se utilizan un par de minutos y son echados a  la basura; dado que la biodegradación del plástico es muy lenta, Cress considera que eso representa un daño terrible a la ecología y que debería prohibirse la fabricación y venta de popotes.

Y a partir de entonces la cifra comenzó a rodar en medios como el USA Today, CNN, The Washington Post, The Wall Street Journal  y aun The New York Times. Es evidente que ninguno de esos medios se preocupó en investigar o al menos corroborar la cifra; antes bien  se tragaron completita la historia de los 500 millones sin atreverse a cuestionarla. ¿Cómo hacerlo si se trataba de un niño de 11 años que estudiaba el cuarto grado de primaria en el estado de Vermont? ¿Semejante desinterés tendrá qué ver con el hecho que Bernie Sanders, sea senador por Vermont?

La cifra de los 500 millones luego fue difundida por varias celebridades y ello bastó para que algunas ciudades de California prohibieran ofrecer popotes a los clientes. Seattle fue la primera ciudad en anunciar la prohibición, le siguió San Francisco al tiempo que Starbucks anunció que ya no manejaría los popotes de plástico.

Ahora bien, Cress ha tratado de verificar los 500 millones de popotes pero ninguna investigación ha arrojado información definitiva. Por tanto y si el mismo Cress reconoce que los 500 millones de popotes siguen siendo "cifras especulativas" ¿cómo es posible que se ordene una prohibición basada en meras conjeturas

Veamos: si el más reciente censo arrojó que en Estados Unidos viven actualmente 325.7 millones de personas, esto quiere decir que cada día se utilizan más popotes que el total de su población. Ya desde ese momento la cifra de los "500 millones" nos suena un tanto exagerada, si no es que ridícula. Pero si multiplicamos ese total diario por, digamos, tan solo este mes de agosto que tiene 31 días, nos toparemos con que a fin del mes se habrán usado 15 millones 500 mil popotes. Y si sumamos todo un año tendremos que la gente que compra helados, barquillos, café y malteadas se habrá despachado 182 millones 500 mil popotes, suficientes para llenar por lo menos una cancha de futbol. ¿No suena extraño que, con semejantes ventas, las compañías de popotes sean tan poco conocidas por su potencial económico? Un conglomerado que vendiera anualmente 182 millones 500 mil de unidades de su producto estaría, por lo menos, cotizando en la bolsa. ¿Pero puede el lector citar el nombre de una compañía de popotes, ya no digamos de Estados Unidos, sino de México?

El fisco norteamericano tiene información exacta sobre la cantidad de popotes que estas empresas deben proporcionarle por ley. ¿Por qué Cress, que se dice abierto a que lo desmientan, se abstiene de acudir a esa fuente?

Adicionalmente, para llegar a la cifra diaria de los "500 millones" equivale a afirmar que casi tres cuartas partes de los norteamericanos utilizan diariamente uno o dos popotes, cifra bastante irreal.

Eso no es todo: si Cress llegó a la cifra de los "150 millones" en el 2011, desde entonces han pasado 8 años., Si multiplicamos los 182 millones 500 mil popotes anuales por esa cantidad, nos toparemos con que desde entonce se han tirado a la basura aproximadamente un billón 460 mil popotes, con un daño ecológico tremendo. ¿Pero porqué ese supuesto billón 460 mil millones de popotes no han provocado una hecatombe ecológica? (Aparte de todo, ¿nadie ha reparado en el hecho de cuántos de esos popotes son destruidos, yacen enterrados en los cientos de vertederos que hay en todo Estados Unidos, fueron incinerados o simplemente nunca se les echó a la basura o permanecen dentro de sus cajas?

John Stossel, de la página reason.com señala: "Por más que millones de esos popotes terminen en el océano, el problema de la basura plástica, aunque es genuino e innegable, proviene de Asia, específicamente China, y sobre ello hay información veraz, confiable, a diferencia de la especulación de los 500 millones".

Stossel entrevistó Angela Logomasini, del Instituto de Competitividad Empresarial y quien dice que "un aproximado más real de los popotes es alrededor de 179 millones de unidades al día, es decir, muy lejana siquiera de la mitad a la que consignó Cress. Y como suele pasar, a toda prohibición llega una "opción" por parte de la burocracia, una propuesta que suele ser peor: los activistas han exigido que en vez del popote se utilicen pajillas de papel o de bambú: "Los productos hechos de papel consumen más energía y esfuerzo para producirlos, y el papel tampoco se degrada. Todo lo que va a los vertederos de basura termina por momificarse. Además de ello, los popotes hechos de papel cuestan 8 veces más producirlos".

El motivo para prohibir los popotes tienen más bien un trasfondo común entre los activistas: quitar la libertad ciudadana a cambio de nada. Apunta Stossel: "Las pajillas son un mero pretexto pues el daño ecológico que provocan es mínimo. Lo que buscan activistas y gobierno es arrebatar tu poder de elección. ¿Por qué en vez de prohibir el uso de popotes no se da la opción a los clientes de rechazarlos o aceptarlos? Porque cualquier posibilidad de opción representa una amenaza al afán totalitario de estos activistas y burócratas que tanto les gusta restringir aquello que no les parece o que va contra sus ideas".

 

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