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Las encuestas vuelven a reflejar deseos, no la realidad ¿a quién extraña su desprestigio?

Fallaron al predecir la secesión de Escocia, el NO al Brexit, al acuerdo del gobierno colombiano con las FARC y ahora el triunfo de Donald Trump. Sus ánimos manipulatorios han mandado a las encuestas al descrédito. Sin embargo, siguen siendo necesarias... aunque ahora más equitativas

NOVIEMBRE, 2016. El que otra vez las encuestas hayan fallado miserablemente está lejos de ser asunto nuevo. Cuando la junta sandinista finalmente fue obligada a realizar elecciones en 1991, todas las encuestas, sin excepción, daban como amplio favorito a Daniel Ortega sobre Violeta Vargas, la directora del único periódico opositor de Nicaragua en ese momento. Asimismo, The New York Times daba a Daniel Ortega una ventaja de 7 puntos mientras el parisino Le Monde publicó a tres días de los comicios, que Ortega ya prácticamente tenía ganada la elección "aun antes que ésta se efectúe" dada la ventaja de 10 puntos sobre la señora Chamorro.

Sin embargo el día de los comicios Violeta Vargas ganó la elección con un 42 por ciento de los votos contra un 39 por ciento de Daniel Ortega, una proeza adicional ya que no tuvo acceso a los medios electrónicos ni a la prensa controlada por los sandinistas. Es el llamado efecto Chamorro.

Este espectro volvió a aparecer el pasado martes cuando los sondeos de intención del voto tuvieron yerros garrafales. La pifia fue tal que únicamente la encuestadora USC Tracking asociada al diario Los Angeles Times mantuvo consistentemente una ventaja de Trump sobre la señora Hillary Clinton.

Todavía el mismo martes el sitio web Real Clear Politics (a diferencia de otros países, en Estados Unidos las encuestas pueden difundirse hasta el momento que se abren las casillas) daba una ventaja promedio de 3.3 puntos porcentuales para quien en realidad se llama Hillary Rodham. FiveThirtyEight, otro sitio especializado en sondeos, pronosticaba un virtual triunfo para Clinton en la Florida, Carolina del Norte, Pennsylvania y Wisconsin. Esos cuatro estados fueron ganados por Trump.

FiveThirtyEight apuntaba que las posibilidades de Clinton de alcanzar la presidencia "eran cercanas al 70 por ciento". Upshot, encuestadora ligada a The New York Times, estimó que las posibilidades de triunfo para Clinton eran del 85 por ciento al tiempo que también predecía una victoria del 93 por ciento en Wisconsin.

Este fracaso de las encuestadoras se suma a los descalabros que pronosticaban que el SÍ ganaría para la separación de Escocia de Gran Bretaña, que los partidarios del Brexit saldrían derrotados y que el acuerdo de paz del presidente Santos con las FARC sería aprobado ampliamente por el plebiscito.

¿Qué está pasando? En opinión de Javier Lozana, especialista en Medios, "aparte de haberse asumido como inductivas para apoyar a determinado candidato, las encuestadoras suelen reflejar lo que quieren que ocurra, no lo que pudiera ocurrir". Añade:

"Puedo garantizarte que si se preguntara a todos aquellos que votaron por Donald Trump si se les había aplicado recientemente una encuesta, una abrumadora mayoría te habrían dicho que no. Las encuestadoras suelen rehuir o entrevistar a esos segmentos de personas que suponen podrían darles una respuesta contraria a la que ellos buscan".

Un gran error de las encuestadoras, dice, "es enfocarse en los segmentos urbanos de mediano y gran tamaño de los Estados Unidos, y no en esas poblaciones pequeñas del Medio Oeste que sienten cómo Washington los ha abandonado a su suerte".

Otro actor es la desconfianza de los encuestados. "Hasta el lunes pasado si le dijeras a un encuestadora que pensabas votar por Donald Trump te habría estigmatizado. La gente tiene temor a expresar lo que realmente siente".

¿Qué sigue entonces? La acumulación de tantos fracasos debe encender las luces de alarma. "Las encuestas a priori, es decir, tendenciosas de antemano, deberán desaparecer y dar lugar a encuestas que realmente reflejen lo que ocurre, le guste o no el resultado a quienes encargan hacerlas. Ya nos demostraron que no son muy efectivas para aumentar el sesgo o influir en la intención del voto; por el contrario, se les ve como fuente manipuladora. Pero necesitamos de las encuestas. Es urgente enderezar la forma en que se arman o se hundirán aún mas en el desprestigio", finaliza Lozana.

 

 

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