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Estúpidos de la historia: Idi Amin Dada

Así como hay quienes brincan a la historia por sus logros y sus aciertos, hay quienes dejan un legado de infortunios y torpezas, Este es el primer artículo de una serie preparada por fasenlinea

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ENERO, 2014. ¿Un Rey de Escocia que tenía su reino a 6 mil kilómetros de ahí? En los años setenta, época de esplendor de los tiranuelos africanos, Idi Amin Dada sobresalía entre sus colegas no solo por su estatura, cercana a los dos metros, ni a su tamaño (pesaba cerca de 120 kilos). Por supuesto, nadie podría acusar a otros tiranos, como Mohamar Jaddafi, José Stalin o Saddam Husein de haber sido unos estúpidos superlativos. El apelativo le queda, con talla X Large, a quien hundió a su desdichado país a punto tal que cuando terminó su brutal dictadura se añoraban los años en que Uganda era colonia inglesa. El analista político Lawrence Wright lo escribió claramente: "Idi Amin demostró que es posible que un país retroceda en el tiempo hasta tres siglos, y todo en menos de un decenio".

Lo insólito es que Idi Amín era un anglófilo que orgulloso se había alistado en el ejército inglés durante la era colonial. Se sentía escocés e imitaba las costumbres británicas, incluso el té de las seis, y pensaba que el paisaje ugandés --por lo demás, uno de los países más bellos de África-- era una reproducción de la campiña escocesa.

Cuando Uganda alcanza su independencia, Idi Amín quedó como un general obediente, servicial y atento. Su primo Milton Obote se hizo del poder con la bendición inglesa, y entre lo primero que hizo Obote fue iniciar una ola de nacionalizaciones y gasto público que dieron como resultado un repunte inflacionario. Temerosos porque Obote parecía estar perdiendo la chaveta (en realidad estaba destruyendo la débil pero significativa estructura económica dejada por los ingleses) Londres ponderó la posibilidad de apoyar al primo, quien aprovechó un viaje de Obote al exterior para asestarle un cuartelazo en 1971. A orillas del Támesis se brindó porque Idi Amin reencauzaría a Uganda al progreso que le aguardaba.

¡Tremendo, gigantesco error!

Londres se dio cuenta de la pifia cuando en sus primeros discursos, quien parecía ser el súbdito más aventajado de Inglaterra en África se estrenó con un discurso antioccidental que sonrojaría a Hugo Chávez, un discurso expresado en inglés, por cierto. Ya desde ese momento quedaba claro que algo no le funcionaba bien en la tatema a Idi Amín pues más tarde decretó que Kampala, la capital, debería parecerse lo más posible a Londres; importó camiones rojos de dos pisos y en Navidad llenó el centro de la ciudad con luces y detalles navideños multicolores --no, él no se disfrazó de Santa Claus-- y uniformó a la policía como los famosos bobbys, ¿Incongruencia? Idi Amin no lo veía así según una entrevista con el semanario TIME: "No queremos lucir como un país colonizado, queremos lucir como un país que coloniza su futuro". Tremenda paradoja, o escaso cacumen, según se quiera ver. Era obvio que, en su cabecita, Idi Amin veía a Gran Bretaña como parte del futuro. ¿Entonces por qué infiernos, en vez de imitar el look urbano de Londres, mejor no copiaba lo mejor del sistema democrático inglés? 

Porque no le convenía, claro. Y porque en tal caso, quedaría expuesto como un bufón o como un idiota; el tipo más bien quería copiar a la Inglaterra absolutista, la del siglo XVII, no la de la posguerra del siglo XX.

En adelante Idi Amín ya no volvería a aparecer en público sin su uniforme militar del cual se despojaba, se decía en Uganda, "únicamente para tomar un baño o para hacer el amor". De que se bañara, es dudoso; de lo segundo, es indudable; el señor tuvo cuatro hijos con cuatro esposas diferentes pero poseía un harén de concubinas que se estima le dieron unos 25 hijos, todo un semental. El problema es que dejó de preocuparse por ellos al poco tiempo de engendrarlos.

Para mediados de 1972 la inflación comenzó a salirse de control. Idi Amín encontró a los villanos ideales ¡los extranjeros! Ya había corrido a las empresas gringas y europeas de Uganda, las culpables, según él, de "nuestra decadencia económica". ¿Entonces por que el país seguía yéndose a pique? ¡Ah! Bueno, el botarate sacó su siguiente carta: por los comerciantes hindúes y paquistaníes, faltaba más. En agosto de ese año Idi Amin decretó la expulsión de 50 mil ciudadanos de ese origen con la acusación de "explotar y pagar bajísimos salarios a ciudadanos ugandeses, de acaparar productos para luego reetiquetarlos a su antojo". El edicto no solo les revocaba su ciudadanía sino que les prohibía vender sus bienes a los locales, y al no poder hacerlo, el estado les expropió sus propiedades.

Esta medida sería letal para Uganda pues estos "hambreadores" dejaron sin empleo a millón y medio de ciudadanos que recibían una "miseria" de sus ahora exiliados expatrones. Seis meses después la capital estaba hundida en el saqueo, la delincuencia y el vandalismo, la mayoría de estos actos cometidos por quienes de un día para otro se quedaron sin ingreso y no hallaban otra forma de sobrevivir. A partir de ese momento el PIB de ese país se fue en picada, hundido en la hiperinflación.

Uno de los tantos ministros de economía (Jim Collough, autor de una biografía sobre el tirano, estima que en su gobierno hubo 34, y muchos no terminaron bien), dijo en una audiencia con Idi Amin que el país se encontraba en bancarrota y que ni siquiera había dinero para los sueldos de la burocracia para su siguiente quincena: "¡Pues imprime más billetes, idiota!", ladró el bufón ugandense, quien era más ignorante que Nicolás Maduro en lógica financiera, lo cual ya es bastante decir.

La desaparición de los opositores fue otra cuestión seria. Idi Amin tenía la piel bastante sensible a la crítica. Los editores de los periódicos temblaban cuando eran citados y tenían razón pues muchos de ellos ya no regresaron. Asimismo, y con el fin de ahorrar en gastos carcelarios, Idi Amín obligaba a los presos a matarse a martillazos entre sí.

Pero la práctica más ominosa e increíble del sátrapa fue su canibalismo, que era considerado un rumor mientras gobernaba Uganda pero que se confirmó cuando dejó al poder al encontrarse en enormes refrigeradores restos de carne humana. Ello se supo después que este carnicero ya había huido una vez que, ya desahuciado, ordenó invadir a su vecina Tanzania. Pero se confirmaban los temores cuando en 1979 Idi Amin dejaba el poder: se trataba de un gangster, un insensato que en menos de destruyó las finanzas públicas de Uganda, y para terminar de describir a semejante fichita, caníbal. Si le aguantaron tanto fue porque Idi Amin se perfilaba como un anticomunista, máscara que se quitó casi de inmediato. La medicina resultó más letal que la enfermedad.

Su estupidez salió bien librada. Se refugió en Arabia Saudita y se le asignó una pensión mínima mensual. Pero su herencia siguió siendo nefasta: Tres años después comenzaron a registrarse en Uganda los primeros casos de Sida. Según un estudio de The Cato Institute, el 72 por ciento de las jóvenes recurrieron a la prostitución pues solo se les permitía trabajar como enfermeras (y no fueron pocas ocasiones en que realizaban ambas labores). El "negocio" había sido copado por el rubicundo "general" quienes obtuvo millones de dólares que rápido transfirió a sus cuentas en Suiza. En los últimos tres años de su gobierno, Uganda se había convertido en un burdel para los países vecinos.

Uganda había retrocedido en esos años su nivel de vida pero Idi Amin tenía una fortuna personal estimada en 60 millones de dólares. En el exilio desarrollo diversas enfermedades hasta que falleció en el 2003 a los 80 de edad. Una voluminosa caldera ya le esperaba en el infierno a uno de los gobernantes más estúpidos que registra la historia.

 

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