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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Y demás/Artilugios

El Sony Walkman

 

 

El pasado de lo que una vez fue el futuro

 

Acompáñenos a este recordatorio humorístico de aquellos artilugios que en su momento nos parecían indispensables para nuestro esparcimiento y trabajo pero hoy ni siquiera alcanzan estatus de piezas de museo.

ABRIL, 2006. 

 



Carretes

¿Ha visto el lector esas viejísimas cintas de James Bond, Santo o el laboratorio de El Túnel del Tiempo donde al fondo se ven unos cintas de carrete que giran sin mostrar mayor utilidad? Pues bien, las cintas de carrete eran en los sesenta el símbolo de la sofisticación, del buen gusto y de lo exigente que podría ser un oído experimentado. Las cintas de carrete se grababan cuidadosamente, se colocaban con esmero en la tocacintas, se disfrutaban y luego se hacía el mismo proceso en reversa para luego enrollarlas con total dedicación como si fueran esas cintas secretas que hundieron a Nixon; acto seguido se colocaban en un estante, muy alto, con temperatura adecuada y fuera del alcance de rapazuelos curiosos. 

Aquella parafernalia hacía que el individuo se sintiera como en un estudio de grabación, al lado de George Martin o Phil Spector, sobre todo cuando adquiría una cinta de carrete que incluía la música de sus favoritos. Había tragedias en el camino: no pocos fanáticos sucumbieron de un infarto al enterarse que las cintas se habían “desmagnetizado”, esto es, borradas por estar cerca de un imán, una brújula o cualquier otra fuente, lógico, magnética. Hoy vemos con benevolencia aquellos tiempos aunque no hay que restarle mérito a quienes atesoraban las cintas de carrete: uno solo de ellos amaba más la música que 5,000 fans de Eminem o Britney Spears.

El sonido cuadrafónico

¿No estaba usted conforme con que la música se expandiera sólo mediante dos bocinas? Para llegar mucho más lejos, los equipos de sonido cuadrafónico ofrecían el disfrute de sus canciones favoritas a través de cuatro bocinas, lo cual distribuía las notas de manera impresionante. "Este disco también puede ser tocado en equipos convencionales", rezaba una nota en los acetatos que disponían de tan maravilloso aditamento.

Sin embargo el sonido cuadrafónico nunca despegó del todo, entre otras razones, porque los equipos que disponían de cuatro bocinas tampoco bajaron de precio y porque, sencillamente, los humanos sólo contamos con dos oídos. Sin embargo los discos cuadrafónicos continuaron produciéndose hasta mediados de los setenta.

 



Proyectores 8 y Super 8 de Kodak

Pobre Kodak. Durante los sesenta y setenta tenía en su poder casi todo el mercado de la fotografía, en especial el de las cámaras y proyectores. Pero las nuevas tecnologías tienen a la empresa más allá de la inanición.

Los tipos de cinta más populares para consumo doméstico eran el de cintas 8 y Super 8, que ofrecía filmaciones con sonido estéreo. Las cintas duraban alrededor de 9 minutos, posteriormente se llevaban a un centro de revelado y en menos de una semana podía verse la película, eso, claro, si no se cometía el error de exponerla inconscientemente al sol y dejarla “velada”. Mientras tanto, el proyector constaba de dos carretes y un pasadizo por el cual había que colocar el rollo antes de exhibirlo. Con frecuencia el mecanismo se trababa y dejaba que el celuloide se quemara, y con él, las memorias familiares.

La cámara de video no tardó en enviar a la obsolescencia a los proyectores 8 y súper 8 y con ellos, los activos de Kodak, empresa que aún no ha logrado ajustarse a los nuevos tiempos.

8 Track

¿Cómo olvidar aquellos cartuchos enormes que había que darles un empujón para que entraran bien? Tenían un sistema bastante parecido al de los cassettes sólo que su calidad de sonido era mayor y con únicamente apretar un botón era posible cambiar de canción. Pero había dos problemas: uno, que una melodía que durara más de cinco minutos corrìa el peligro de quedar “cortada” por cuestiones de espacio y otro, que si el tocacintas de 8 Track se descomponía lo preferible era comprar uno nuevo pues rara vez quedaban bien tras una reparación. Sin embargo fueron populares entre los camioneros por varios años más. Tal vez porque consumían poca energía.

Cámaras Polaroid

“Los hermanos Lumiére estarían sorprendidos”, decía la publicidad de las cámaras Polaroid. En principio, con este aditamento ya no había que llevar el rollo al revelado pues se tomaba la instantánea, había que esperar un par de minutos y la imagen quedaba lista. Aparte de ese flash que dejaba viendo bolitas incandescentes a los fotografiados, las Polaroid eran conocidas por ser portátiles y porque no se necesitaba mayor ciencia para manejarlas. Todavía a mediados de los ochenta las Polaroid eran indispensables para el turista hasta que la llegada de las cámaras incluidas en los celulares terminó por enviarlas a la extinción.

En 1999 Polaroid anunciaba que su cámara salía del mercado, y con ella, esas fotografías que con el tiempo se fueron haciendo opacas o empezaron a cuartearse.

Videocasettes Beta

Esta es una historia donde lo convencional superó a la calidad. Quien haya tenido oportunidad de ver una imagen en beta y luego compararla con la de una cinta VHS se dio cuenta de ello. Sin embargo la Sony Betamax pereció víctima de su propio éxito, en especial los videocassettes Beta, que nunca parecían trabarse ni atorarse. Era una maquinaria perfecta de modo que, bueno, se decidió sustituirla por otra videocassetera que no lo fuera tanto.

Pero el formato beta fue el soberano todavía a mediados de los 80, cuando el formato VHS terminó por imponerse. Fue uno de los reinados más largos en el a menudo ingrato mundo de la electrónica pues fue hasta inicios de esta década en que los cassettes VHS siguieron al formato Beta rumbo a la ignominia.

Video Disc

“¡Usted verá las películas con mejor calidad que en el cine!”, nos advertía la publicidad. Era un monitor de tamaño regular al cual se le abría la parte posterior donde se colocaba el videodisco que era tocado por una aguja. Inconvenientes: la pantalla era bastante pequeña como para ver una cinta “igual que en el cine”, si el disco se rayaba era mejor utilizarlo como pisapapel mientras que la aguja era carísima y difícil de conseguir, además, tenía dos lados. Por cierto, antes que saliera en VHS, George Lucas lanzó una edición “exclusiva” de Star Wars en Video Disc. Si usted conserva alguno de esos discos entonces atesora un artículo de colección (siempre, claro, que esté en buenas condiciones).

Computadoras Commodore

Cuando las minicoputadoras Texas Instruments no terminaban de sorprendernos, aparecieron las computadoras Commodore, con un monitor metálico y pantallas con colores verde y negro. El cursor era un pequeño punto y luego, para cambiar los tipos de letra, era necesario teclar unas extrañas claves. Vaya odisea. ¡Y la memoria que tenía una Commodore! ¿Cómo diablos íbamos a hacer para llenar una memoria de 50k? (Para darnos una idea: una modesta agenda con calculadora y reloj tiene, mínimo, 250k)

Las Commodore fuera desplazadas por las Apple McIntosh, con similares características pero mucho más sencilla de utilizar. Actualmente ambas habitan el limbo de los equipos computacionales que alguna vez fueron considerados útiles.

Long Plays de doble surco

No es necesario enfatizar la desaparición de los Long Plays (¿han visto ustedes alguno recientemente en la tienda?) pero sí recordar que hubo un momento en que la industria discográfica consideraba que la nueva revolución tecnológica se encontraba a unos pasos. ¿El motivo? Unos discos que contenían dos lados A y dos B, o en el caso de los sencillos, dos canciones en una. Ello era posible gracias al doble surco de estos acetatos: al terminar una canción se colocaba una aguja nuevamente al inicio y ¡voilá! Se escuchaba otra composición distinta. 

Esta fue una estrategia sobre todo de las compañías que promocionaban música disco, angustiadas cuando las ventas comenzaron a caer dramáticamente –hubo en México cierta cantante, una tal Alondra, que se sumó al “doble surco” con "Emociones", que era, vaya, un “cover” discotequero— pero al final no hubo poder que detuviera la caída. Pero eso no era todo pues si un surco se rayaba pasaba a la otra canción lo cual producía un efecto que daba mareos en unos y en otros ganas de convertirse en DJs. Con todo, para 1983 el doble surco había desaparecido del mercado. Años después los acompañarían en el cementerio los mismos LPs. 

 

View Master

 

A mediados de los 50 brotó una obsesión por todo lo tridimensional; La Casa de Cera fue vista por millones de personas en el cine, y no tanto por su calidad (mínima) sino por ser la primera cinta exhibida en tres dimensiones. Aquel furor era alimentado por un artilugio con apariencia de catalejos al cual se le colocaba un disco de cartón que, al girar, permitía ver fotografías como si fueran en vivo, desde muñequitos de Walt Disney, escenas de películas famosas, historia, vistas a presas famosas y, ya en las postrimerías, material pornográfico (ilegal, cabe aclarar: AGFA Inc. la empresa que fabricaba el View Master, siempre defendió la “orientación familiar” del aparato). Había desventajas, entre ellas, que los carretes eran carísimos, sólo permitían disfrutar 10 gráficas cada uno, y si una diapositiva se desprendía, el efecto tridimensional quedaba nulificado.

Para 1982 y con la llegada del vídeo, el View Master dejó de interesar al consumidor tras lo cual AGFA fue declarada en quiebra al poco tiempo. Pero quienes llegamos a disfrutar la experiencia del View Master difícilmente la olvidaremos.

Newton

Corría 1990 y Apple Computers, cuyas ventas de la McIntosh caían más rápido que la reputación actual de TV Azteca, trataba de sobrevivir sin ayuda de Steve Jobs, quien por su parte laboraba en NeXT, otro proyecto fallido. Meses después apareció Newton, una maquinita portátil que servía de agenda, calendario, calculadora, se podía escribir en ella, consultar textos y tenía una capacidad de almacenaje ¡de 100k! (para qué quiere uno tanta memoria ¿eh?). Pero el Newton pronto se precipitó a tierra como esa manzana que inspiró a Sir Isaac Newton a desarrollar su célebre Teoría sobre la Ley de Gravedad.

Digital Audio Tape

En 1993 se abrió el telón para mostrarnos la novedad: un cassette de proporciones menores al convencional capaz de reproducir música con igual calidad a la de un CD y no sólo eso, se podía borrar cuantas veces se quisiera. Tan amenazador era el asunto que las compañías disqueras pusieron a trabajar a sus abogados para que impidieran la comercialización del Digital Audio Tape, más conocido como DAT. Al final las disqueras perdieron pero el DAT consiguió una victoria ilusoria pues apareció en su peor momento, es decir, los inicios del Internet y, con ello, la posibilidad de intercambiar archivos musicales. Con eso los DAT envejecieron a velocidad luz, sobre todo cuando el Discman les dio el último puntapié hacia la obsolescencia. Todavía se utilizan en algunos estudios de radio y televisión, pero el DAT fue definitivamente derrotado por otras tres siglas que, igualmente, hoy atormentan a las disqueras: MP3.
 

 

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