La
Madre: La Paz del Señor está con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Madre.
La Madre: Ave María
Purísima.
PUBLICO: Sin pecado Concebida.
El
Hermano:
Por el camino el cual Yo he venido, un camino grande y enorme por
donde tantas y tantas almas han pasado, muy pocas almas llegan hacia
allí, de donde Yo he venido. Almas que
llegaban hasta Dios acompañados así por quien Dios haya previsto para
ello, para así Dios poderles mandar a su lugar según sus obras en el
mundo.
Un camino que tanto a Dios, como a
mis Reyes y a mí, nos gustaría que siempre estuviese lleno: lleno de
almas con corazón que se dirigen hasta Dios para adorarlo, igual que
hicieron una vez en el lugar señalado, allá en Belén.
Todo
es diferente en este mundo: Vosotros os sacáis vuestras propias
leyes, y la Ley que dejó Dios no sirve para nada aquí. ¡Qué triste
es...! Es muy triste hermanos, porque está dicho: «Aquél
que se fabrica su propia Ley, también se fabrica su camino y su destino,
cuando llegue su hora.»
Es muy triste hermanos: Tanto los
jóvenes como los mayores quieren hacer de sí mismos almas grandes e
importantes. No cometáis ese error hermanos. Lo importante no está
aquí, lo importante está junto a Dios, junto a aquéllos
que se han merecido aquel premio.
Los jóvenes hacen sus leyes
y cometen errores enormes, errores que algún día ante Dios tendrán que
llorar. Si todos abrieran su corazón como
Maria, mi Reina, dice, se darían cuenta de todo cuanto hacen, y sería
diferente, puesto que verían reflejado en sí mismos el sufrimiento de
ellos, y no permitirían que así fuera.
De la Ley que Dios dejó al hombre
faltan cinco, cinco que nadie supo cuáles eran, y tampoco se sabrán
hasta que llegue el momento dictado por Dios. Estáis en un mundo de confusión, y
todos juegan a ser el más fuerte y vencer. Y con eso no se consigue
nada hermanos. ¡Nada!
La fuerza no está en el
exterior, está en el interior de cada uno, y esa fuerza es para
luchar contra el enemigo, y poder derrotarlo en su batalla, la batalla
que ya ha emprendido. Una batalla que pronto tendrá fin:
«Los soldados del abismo llegaron en
aquélla noche, empezaron así a torturar a todos aquéllos que tenían
corazón. Los que amaban a Dios no tuvieron ningún miedo y pidieron ayuda
al Señor, y enseguida el Señor les concedió
esa ayuda, pero aquéllos que tuvieron miedo y dudaron se perdieron, y
fueron a formar parte así de aquel lugar: el abismo.»
«Se cubrió toda una noche completa, y se vió una puerta
enorme, llena de mucho resplandor. Un hombre y una mujer pudieron
abrir esa puerta, y entrar en aquel lugar. Oyeron el llorar de una
mujer y se dirigieron hacia el lugar: vieron una mujer arrodillada
que miraba con tristeza la bola del mundo.»
«El hombre joven levantó la cabeza de aquella mujer,
y vió expresado en su rostro dulzura y tristeza.
Las lágrimas de aquella mujer eran sangre viva de dolor eterno, que
caía sobre la bola del mundo. La mujer joven, la
mujer que lloraba, y el hombre joven, se arrodillaron entonces ante
la Suma Majestad. »
«El hombre y la mujer joven agacharon
sus rostros porque aún no podían ver la Luz del Eterno Dios.Y lloraron juntos por el principio de una Nueva Era. Lloraron
juntos por todos aquéllos que ofendían a la Suma Majestad, y
consiguieron con todo esto, que muchos, muchos, les siguieran hacia
aquella puerta enorme, hacia aquella mujer que lloraba, y hacia la Suma
Majestad: María y el Dios-Yahvé.»
«Fué entonces cuando se oyó el rugir como el de una fiera, un
rayo cayó sobre el Cielo enorme. Su ruido fué tremendo, todos
escuchaban una voz que decía palabras que nunca olvidarán. Todos,
con temor, se arrodillaron, y la voz repetía: "Yo soy el único
Dios..., el tiempo ya está agotado; ahora he enviado a aquéllos que
cumplen con mi palabra. Los que me améis seguidles. Los que no, quedaos en el lugar,
porque está escrito:
Lo que Yo he
dicho, está dicho, y lo que el hombre dice, no se obra."» (1)
Todo lo dicho tiene un significado: tanto
uno como otros, hermanos. Solo hay que abrir un poco el corazón, y el
sentimiento que todos tenéis en vuestro interior para poder ver con
claridad lo que está ocurriendo aquí. No dejéis
que os venza la Bestia hermanos, porque vosotros seríais
perjudicados.
Dios está con vosotros para ayudaros, y
también los Príncipes, y Yo;
y tantos ngeles, estamos para vosotros:
Sed muy
fuertes, y no os olvidéis que hoy es un día señalado, en el
cual mi Reina, vuestra Madre, os dará así la bendición que estáis
esperando:
La Madre: ¡Levantad
los objetos, hijos míos!
Todo lo que alzáis queda bendecido...
Padre Eterno: En mi
Nombre.
El
Maestro:
En el Mío.
La Madre: Y con la
Luz de mi amado esposo, el Espíritu Santo, ya está bendecido hijos
míos.
PUBLICO: Gracias Madre.
La Madre: Bendigo
vuestras almas, para que sepáis seguir la Luz, y lo hago así: en el
Nombre del Padre y del Hijo y con la Luz de mi amado esposo el Espíritu
Santo, ya estáis bendecidos hijos míos.
PUBLICO: Gracias Madre.
La Madre: Pedidme
hijos míos.
PUBLICO: ¡Madre!
La Madre: ¡Díme!
PUBLICO: (No se entiende lo que dice. )
La Madre:
Eso no depende de Mí, hija mía. En caso, Yo
estoy con vosotros, viviendo con vosotros, Yo estoy dentro de
vosotros. Sois vosotros mismos. Yo solo puedo orar ante el Padre, y
acaso a eso le tenéis miedo...
El
Hermano:
¡Hermanos!, Cristo no tuvo miedo a la muerte, y fué
provocada por vuestros pecados. Y si ahora vosotros vais a tener miedo
de algo que el hombre intente hacer, no es correcto. No debéis de tener miedo, porque la vida no se acaba, todo es
continuo. Después de aquí, hay otra vida allí.
No hay que tener
ningún miedo. Nadie tuvo miedo a morir en aquel tiempo, y fueron
torturados, quemados, azotados, clavados, apedreados y traspasados.
Y no tuvieron miedo.
Aquél que tiene miedo, hermanos, es el que tiene la conciencia
intranquila de cuantos errores cometidos, pero aquél que no tiene miedo
es el que su conciencia está tranquila, porque se ha arrepentido de sus
errores.
La Madre:
Así es hijo mío. No tengáis miedo al hombre, porque el hombre no es
vuestro Dios. Temed a Dios, porque El es vuestro Rey hijos míos. No
temáis ni tengáis ningún miedo: «Lo que el hombre haga es
indiferente a lo que Dios haga.»
Dios tiene mucho poder, por eso no
tengáis miedo hijos míos.
¡Seguid
pidiendo hijos míos!
PUBLICO: ¡Madre!
La Madre:
¡Díme!
PUBLICO: (No se entiende lo que pregunta. )
La Madre:
No hay porqué preocuparse de aquéllos que no escuchan. El príncipe de
las almas, Santiago Apóstol, dijo: «Yo ya he dicho lo que tengo
que decir, si no escucháis en vosotros queda. Yo ya lo he intentado,
si no ponéis de vuestra parte, yo no puedo hacer nada.»
Quiero que así seáis vosotros
también hijos míos:
«Vosotros ya lo habéis intentado, si no escuchan
en ellos queda.» El intento ya está hecho, si no ponen su grano,
no conseguirán formar la montaña.
«Dios también les mira a
ellos, pero la palabra de Dios es abundante y
corre rápida como un río, como un arroyo, como un
manantial: limpio y claro.»
Adiós hijos míos.
PUBLICO: Adiós Madre.
El
Hermano: Adiós
hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.
El
Hermano: Adiós
hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.
El
Maestro: Adiós
hijos.
PUBLICO: Adiós Maestro.
Padre Eterno: Adiós
hijos.
PUBLICO: Adiós Padre.
El
Hermano: Adiós
hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.
El
Hermano: Que
la paz del Señor Yahvé, y la fuerza del príncipe de las almas quede con
todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Hermano.
El
Hermano: Ave
María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado concebida.
El
Hermano: Adiós
hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano. ________
(1) "Aunque hablen en tiempo pasado", decían a veces,
"para vosotros está aún por venir".
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