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Conferencia Episcopal Argentina
Actualización de Líneas
Pastorales para
la Nueva Evangelización
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Capitulo V: acciones destacadas
La primacía de la gracia
en una pastoral orgánica centrada en la santidad
80. Nuestras Iglesias particulares están llamadas a
renovarse en el camino de la santidad comunitaria y misionera
que anime la actividad pastoral ordinaria en forma más
creativa y orgánica. Esto implica reconocer el primado
de la acción de la gracia en la vida pastoral, porque
nosotros sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, pero
es Dios el que hace crecer (1 Cor 3, 7). Reconocer la primacía
de la acción de la gracia de Cristo implica alentar
una renovada escucha de la Palabra de Dios en la oración,
de modo tal que sepamos alimentarnos de ella para ser sus
servidores en el compromiso de la evangelización.
81. La acción pastoral de la Iglesia
se alimenta en la fuente de la vida divina y alcanza su expresión
más plena y bella en la liturgia. Por consiguiente,
nuestras celebraciones han de expresar el profundo sentido
trascendente y religioso de la vida pastoral sobre todo en
la Eucaristía, que es fuente y culmen de toda la evangelización.
En efecto, compartida especialmente en el día del Señor,
es la fiesta pascual de la comunidad cristiana y el manantial
de su servicio evangelizador. En la celebración de
este sacramento, la Iglesia acrecienta la comunión
con Dios y entre sus miembros: Ya que hay un solo pan, todos
nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo (1
Cor 10, 17). La homilía, que celebra y actualiza la
Palabra proclamada en la Misa, tiene un fuerte potencial evangelizador.
82. Proponemos, a continuación, tres
acciones destacadas que expresan la viva conciencia de la
primacía de la gracia y el compromiso responsable que
como Iglesia en la Argentina queremos asumir para dar respuesta
de manera orgánica a los cinco desafíos descriptos
en el capítulo segundo. Destacamos tres acciones que,
por sus características abarcativas y englobantes,
son potencialmente muy evangelizadoras y tienden a alcanzar
al mayor número posible de personas. A través
de tales acciones procuraremos responder transversalmente
a los cinco desafíos, de un modo integral y complementario.
Cada Iglesia particular habrá de traducirlas en programas
e iniciativas concretas conforme a sus necesidades y a sus
posibilidades pastorales.
1. Hacer
de la Iglesia casa y escuela de comunión
83. Desde el umbral del tercer milenio, el Papa nos invita
a hacer de la Iglesia «casa y escuela de comunión».
Por tanto, el gran desafío de nuestras diócesis
consiste en abrir espacios de encuentro, reflexión
y fiesta, en generar un ambiente acogedor y cálido
donde todos los bautizados puedan vivir los diversos carismas
con verdadero y fecundo espíritu de caridad, de verdad
y de unidad en la diversidad, en plena comunión con
el obispo que preside. Esto significa, en concreto, recrear
los espacios eclesiales habituales para hacerlos suficientemente
atrayentes y aglutinantes: familias, comunidades parroquiales,
instituciones educativas, comunidades de consagradas y consagrados,
asociaciones, pequeñas comunidades y movimientos. Al
mismo tiempo es necesario que todos se sientan llamados e
impulsados a participar armónicamente en la misión
de la Iglesia diocesana. Solo así la Esposa de Jesucristo
resucitado, con el cautivante aroma de su testimonio de santidad
comunitaria, será un signo vivo y creíble en
medio de nuestra sociedad, y prenda alegre y humilde de reconciliación,
diálogo y encuentro.
84. Antes de programar iniciativas concretas,
es necesario promover una espiritualidad de comunión.
Se trata de un principio educativo y un camino espiritual.
Tiene su punto de partida en una actitud del corazón
del varón y de la mujer que contempla el misterio de
la Trinidad, manifestado en Jesucristo, reconoce su luz y
su huella en los seres humanos y es capaz de sentir al hermano
de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico como
alguien que le pertenece, valorando todo lo bueno que Dios
ha sembrado en él y dándole espacio en su propia
vida. Desde una espiritualidad de comunión, toda obra
pastoral se hace más verdadera y audaz, busca la raíz
de su inspiración evangélica y se proyecta confiada
para dar respuesta a las profundas indigencias del mundo.
85. Una auténtica espiritualidad de
comunión nace de la Eucaristía. Ella colma con
sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga
el corazón humano. No es casual que el término
comunión se haya convertido en uno de los nombres específicos
de este sublime sacramento. Del mismo modo, esta actitud del
corazón se alimenta en la escucha constante de la Palabra
de Dios, en la liturgia dominical, en la celebración
gozosa del sacramento del perdón, en la oración
personal y en la vida comunitaria con todas sus exigencias.
86. La espiritualidad de comunión
requiere de espacios originales e instituciones creativas,
donde se eduque en la convivencia humana, con un estilo cordial
y respetuoso. En primer lugar, la casa de familia, cuando
sus miembros viven la fe cristiana, se convierte en pequeña
Iglesia doméstica. De este santuario nace la vida aceptada
como don de Dios y es el lugar privilegiado donde los bautizados
reciben la fe de los padres y abuelos, viven su primera experiencia
de comunión con el Dios Trino y aprenden a compartir
generosamente sus vidas con los hermanos. Por tanto, una pastoral
ingeniosa y oportuna, que anime a las familias a perseverar
en su vocación educadora, garantiza la mejor escuela
para iniciar a los hombres en el arte superior de la comunión
en la Iglesia y en la sociedad. Para esto, también
la pequeña Iglesia doméstica, como la gran Iglesia,
tiene necesidad de ser evangelizada continua e intensamente.
De allí deriva su misión de educar permanentemente
en la fe y en el amor.
87. Es necesario, además, crecer en
el sentido de pertenencia a la Iglesia particular con sus
diversas estructuras de comunión organizada, donde
se realiza y manifiesta la Iglesia universal. Para adelantar
en este camino de comunión eclesial, es imprescindible
una sabia planificación y programación pastoral
que sume, integre y brinde orientación coherente a
tantos esfuerzos que se vienen realizando en las diócesis
del país. Del mismo modo, aspiramos también
a crecer en la pastoral orgánica tanto a nivel regional
como nacional. Así, mediante una creativa renovación
de la pastoral ordinaria, la Iglesia en la Argentina estará
ofreciendo un invalorable servicio a la patria: el testimonio
de la comunión con la Trinidad a la que todos estamos
llamados.
88. A partir de la comunión dentro
de la Iglesia, la caridad se abre por su naturaleza al servicio
universal, proyectándonos hacia la práctica
de un amor activo que incluya a todos los excluidos. La caridad
de las obras corrobora la caridad de las palabras. Un lugar
privilegiado donde la Iglesia se hace casa y escuela de comunión
es Caritas. Al unir en su acción, de un modo indisoluble
y estable, las exigencias de la asistencia, la promoción
y la evangelización, es la organización de la
caridad eclesial que expresa de modo concreto el amor preferencial
a los pobres y es agente de transformación en la sociedad.
En la medida que canalizamos nuestra solidaridad efectiva
de modo orgánico e institucional, hacemos más
cierta la expresión: «Caritas somos todos».
89. La comunión de las personas y
las comunidades se logra también mediante el espíritu
y la práctica de poner en común los bienes,
con nuevas estructuras de participación y solidaridad.
La colecta Más por Menos es un signo muy valioso. En
este marco queremos afianzar el desarrollo del plan Compartir,
una acción apostólica iniciada con la carta
pastoral Compartir la multiforme gracia de Dios sobre el sostenimiento
de la obra evangelizadora de la Iglesia en la Argentina. Hemos
de procurar que este proyecto, que exige un cambio de mentalidad,
avance mediante una adecuada y perseverante catequesis. Llevar
adelante tal conversión requiere un cambio de mentalidades,
actitudes y prácticas. La reforma económica
de la Iglesia ha de pasar, necesariamente, por la conversión
al Evangelio de Jesús.
2. Acompañar
a todos los bautizados hacia el pleno encuentro con Jesucristo
90. La iniciativa del Bautismo proviene de Dios. Él
por una libre y amorosa elección no deja de inspirar
a las familias, especialmente a las más humildes, a
pedirlo con gozo a la Iglesia para sus hijos recién
nacidos. Con matices en distintas zonas de nuestro país,
podemos decir que una gran mayoría de los argentinos
están bautizados. Sin embargo, en los últimos
años se percibe una disminución en la cantidad
de niños que reciben este sacramento. Tal realidad
se hace más evidente en los centros urbanos de las
grandes ciudades. Nuestra acción pastoral habitual
llega a atender un porcentaje pequeño de los bautizados.
La Nueva Evangelización se dirige, primaria y principalmente,
a los bautizados no practicantes que todavía no se
sienten Iglesia, pero tienen derecho a recibir de ella la
plenitud del Evangelio y de la gracia de Jesucristo.
91. Es un hecho alentador y un regalo de
Dios que un gran número de bautizados expresa su fe
católica mediante los gestos de la piedad popular,
con hondo sentido de la trascendencia, y de esta forma mantienen
su vínculo con la Iglesia católica. Casi connaturalmente
expresan una profunda vivencia de criterios que provienen
del Evangelio, encarnados en espontáneas muestras de
solidaridad: muchas veces compartiendo lo poco que tienen;
cuidando y atendiendo a los enfermos y a los más débiles;
haciendo causa común ante las injusticias y las postergaciones;
organizándose para aliviar la dolorosa realidad del
hambre y la indigencia. No obstante la vigencia de estos valores,
por los peligros a los que está expuesta la fe sencilla
de nuestra gente, es necesario orientar los esfuerzos pastorales
para que cada bautizado pueda vivir plenamente su dignidad
de hijo de Dios y, aun en medio de una existencia muy dura,
experimente la alegría de pertenecer a la Iglesia.
92. La caridad pastoral de la Iglesia, que
entre sus recursos cuenta con una gradual pedagogía,
tiene la misión de conducir a sus hijos hacia una vida
cristiana plena. En efecto, muchos no participan en la vida
de las comunidades cristianas, debilitándose su sentido
de pertenencia y el crecimiento en la fe. Ante esta realidad
de fragilidad espiritual, cada vez más acentuada, tenemos
que poner un particular empeño para que, mediante un
vigoroso anuncio del Evangelio, ningún bautizado quede
sin completar su iniciación cristiana, facilitando
la preparación y el acceso a los sacramentos de la
Confirmación, la Reconciliación y la Eucaristía.
Con suave pero firme persuasión pastoral, hemos de
invitar a participar de una vida cristiana que se distinga
por el arte de la oración, y ponga su mirada en alcanzar
la plenitud de la participación eucarística,
sobre todo en la celebración dominical. En tal sentido,
las familias, parroquias, colegios, movimientos y otros organismos
eclesiales, han de ofrecer los ámbitos concretos donde
los bautizados puedan nutrirse de la Palabra de Dios y descubrir
fácilmente la atrayente belleza del seguimiento de
Cristo en sus diversas manifestaciones. Todos los esfuerzos,
mediante la implementación del itinerario catequístico
permanente y el asiduo recurso al Catecismo de la Iglesia
Católica, han de dirigirse a una renovación
de la catequesis para que cada uno de los bautizados experimente
cada vez más la presencia y cercanía de Cristo
vivo en su Iglesia en la participación en el Sacrificio
eucarístico.
93. Cuando el seguimiento de Jesús
se profundiza y fortalece, son numerosos los frutos de conversión
y santidad. Así se abren para la Iglesia enormes posibilidades
en el campo de la pastoral vocacional, porque las personas
se disponen con mayor prontitud a la obediencia de la fe (Rom
1,5), y por tanto, a escuchar la voluntad de Dios que invita
personalmente a cada uno a ser testigo de la propia fe y a
ocupar su lugar irreemplazable en la evangelización.
Una pastoral de la espiritualidad bautismal ha de complementarse
con los esfuerzos que actualmente realiza la pastoral de juventud
y vocacional y priorizarla en el orden de la acción.
Las vocaciones son un don de Dios, una manifestación
de su iniciativa de amor. Surgen ante todo entre los niños
y jóvenes de las comunidades de fe: en la familia,
en la parroquia, en las escuelas católicas y en otras
comunidades, en las que se experimenta la vida de la Iglesia.
94. En esta acción destacada queremos
indicar dos acentos complementarios:
a) Acoger cordialmente a quienes se acercan
a nuestras comunidades: algunos cristianos participan en diversas
celebraciones y así expresan su sentido de pertenencia
a un pueblo que vive y celebra la fe comunitariamente. Otros
se acercan más ocasionalmente a solicitar algún
servicio pastoral o asistencial. Ambas son oportunidades invalorables
para ofrecer el rostro cordial de la Iglesia y aprovecharlas
como lo que son: encuentros privilegiados para la evangelización.
Resaltar su importancia y con espíritu de acogida valorar
esos encuentros, abre las puertas a un proceso de insospechables
consecuencias para la vida cristiana.
b) No podemos contentarnos con esperar a
los que vienen: Dios tomó la iniciativa de nuestra
salvación, amándonos primero. Por tanto, imitando
al Buen Pastor que fue a buscar a la oveja perdida, una comunidad
evangelizadora se siente movida continuamente a expandir su
presencia misionera en todo el territorio confiado a su cuidado
pastoral y también en la misión orientada hacia
otros pueblos. Para ello, cabe destacar la importancia de
las misiones populares y de los misioneros de manzana; la
creación de comunidades de base y de grupos de oración
en las casas; la multiplicación de capillas, centros
de culto y de catequesis; los movimientos eclesiales. Otra
manera de llegar a todos puede canalizarse a través
de una pastoral sectorial que ayude a vivir la fe en los lugares
de trabajo, de estudio, de recreación y deportes. Ámbitos
tan importantes como los que ofrecen los medios de comunicación
social también han de ocupar esmerada atención
por parte de los agentes de pastoral.
3. Iglesia
servidora para una sociedad responsable y justa
95. El primer servicio de la Iglesia a los hombres es anunciar
la verdad sobre Jesucristo. La crisis constituye para la Iglesia
un gigantesco desafío a la impostergable tarea de proseguir
la Nueva Evangelización. Ella nos exige responder con
todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr la inculturación
del Evangelio, que propone una verdad sobre el hombre, la
cual implica un estilo de vida ciudadano comprometido en la
construcción del bien común.
96. En esta perspectiva se concreta la cosmovisión
cristiana del hombre y del mundo. Aparece en toda su riqueza
el humanismo cristiano que permite generar la «civilización
del amor», fundada sobre valores universales de paz,
verdad, solidaridad, justicia y libertad, que encuentran en
Cristo su plena realización. Una conversión
es incompleta si falta la conciencia de las exigencias de
la vida cristiana y no se pone el esfuerzo de llevarlas a
cabo. Esto implica una formación permanente de los
cristianos, en virtud de su propia vocación, para que
puedan adherir a este estilo de vida y emprender intensamente
sus compromisos en el mundo, desarrollando las actitudes propias
de ciudadanos responsables.
97. Para lograr este servicio educativo a
nuestra sociedad hemos de centrarnos en dos instituciones:
la familia y la escuela-universidad. Además, destacamos
la Doctrina Social de la Iglesia como el mejor medio para
encarnar los principios evangélicos en la compleja
realidad cultural, política, social, ecológica
y económica.
a) La familia: pequeña Iglesia doméstica
donde los padres, mediante la palabra y el ejemplo, transmiten
los valores de la fe y las fundamentales reglas de convivencia
entre los hombres, es una auténtica escuela de humanidad.
Cumpliendo su vocación y misión puede educar
en las virtudes el corazón de los hijos. Aún
golpeada, la familia sigue siendo un ámbito de contención
y apoyo ante el dolor de sus miembros. La Nueva Evangelización
requiere destacar la importancia central de la familia y desplegar
una pastoral familiar que sirva de ayuda en la fragilidad,
a la vez que anime programas y proyectos en orden a una acción
preventiva y educativa. Esto se orienta a que los esposos
vuelvan a fortalecer sus lazos afectivos y existenciales,
y así, recuperando la autoridad moral, transmitan a
sus hijos la fe cristiana y los valores fundamentales, mediante
el lenguaje y los gestos domésticos del amor y la sencillez.
Para ello será necesario implementar caminos de seguimiento
evangelizador a los padres que llevan sus hijos a bautizar,
y afianzar las diversas formas de catequesis familiar. Ante
un clima de violencia generalizado, que suele comprometer
la misma estructura familiar, se habrá de velar para
que siga siendo el lugar más apto donde educar en la
pasión por la paz.
b) La escuela y la universidad: el mundo
de la educación es un campo privilegiado para promover
la evangelización de la cultura y la inculturación
del Evangelio. No podemos menos que alentar a quienes trabajan
en la pastoral educativa de la Iglesia, que desde el nacimiento
de nuestra nación siempre estuvo al servicio de la
educación en la escuela pública, sea de gestión
estatal, privada o confesionalmente católica. Destacamos
como decisiva acción pastoral procurar que ningún
educando egrese de nuestras instituciones sin una adecuada
cosmovisión cristiana. Ella habrá de conducirle
a interiorizar el amor y la fe, firmes en Jesucristo, unidos
a un activo sentido de participación y pertenencia
a la Iglesia, que no ha de estar disociado del compromiso
personal y solidario para construir una patria de hermanos.
c) La Doctrina Social de la Iglesia: participar
activamente en la construcción del bien común
en nuestra patria es hoy una necesidad impostergable. Para
caminar en esta dirección, se requiere el conocimiento
y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia,
inculturada en las nuevas circunstancias históricas
del país, como uno de los elementos constitutivos de
la Nueva Evangelización. Existen, pero es necesario
renovar los esfuerzos para multiplicar la organización
de cursos, jornadas, publicaciones de diversos niveles, grupos
de estudio y otras iniciativas prácticas, tendientes
a la divulgación y conocimiento de la doctrina social.
La catequesis, en especial la impartida a jóvenes y
adultos, es un lugar privilegiado para formar la conciencia
moral a la luz del pensamiento de la Iglesia, incluyendo también
los grandes temas de la responsabilidad ciudadana: cultural,
política, social, ecológica y económica.
Esta formación no se orienta sólo al conocimiento
de valores y principios sociales, sino también a la
transformación de la sociedad mediante el testimonio
de un trabajo honesto, eficiente y responsable. El itinerario
catequístico ha de impulsar la presencia de los laicos
en la acción política y en las diversas estructuras
de la vida social.
Parroquia del Santísimo Calvario
y Nuestra Señora del Líbano
República del Líbano 4031 – Villa
Lynch
San Martín – Buenos Aires
Tel: 4755-3661 / 4754-9615
e-mail: [email protected] |
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