Navega mar adentro
Conferencia Episcopal Argentina
Actualización de Líneas
Pastorales para
la Nueva Evangelización
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Capitulo I: El Espíritu
que nos anima
3. El Espíritu Santo que nos anima es el mismo que
impulsó a Jesús. Él nos hace participar
de la vida y de la misión del Salvador. Sin Él
la evangelización es imposible. Pero con su ayuda podemos
ser testigos de Jesús en medio del mundo, para transformar
la sociedad. Por eso, desde nuestras dudas, temores, cansancios
y debilidades le pedimos:
Ven, padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.
4. Como Iglesia nos preguntamos ahora cuáles
son las notas de la espiritualidad que ha de animar esta nueva
etapa misionera en nuestra patria. Dicho de otro modo, cómo
los bautizados debemos traducir la vida del Espíritu
para contagiar la alegría de la salvación de
Cristo en la Iglesia y en el mundo.
Amados por
Dios
5. Ante la tristeza de la soledad, la desilusión o
la insatisfacción, los cristianos no olvidamos que
Dios es amor (1 Jn 4, 8). Tenemos la certeza de ser amados
y de vivir cada día sostenidos en los brazos del Padre.
Esta convicción interior nos mantiene firmes en medio
de un mundo desbordado por la desconfianza, la inestabilidad
y la inseguridad. Aunque nos sabemos pobres y débiles,
nos fortalece el amor de Dios que siempre toma la iniciativa.
Porque nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene
y hemos creído en él (1 Jn 4, 16).
6. El Espíritu nos ilumina para que
reconozcamos el amor infinito del Padre contemplando el rostro
de Jesucristo. Así vislumbramos el sentido último
de nuestras vidas. Porque la máxima perspectiva de
la dignidad humana es el llamado a vivir en amistad con Dios
que Jesús nos hace.
Firmes en la
esperanza
7. Jesús está presente entre nosotros en su
Palabra, en la Eucaristía, en el hermano que sufre,
en las alegrías cotidianas y de otras maneras que nos
ayudan a encontrarlo y nos fortalecen para el camino. Él
lo prometió y en esa promesa confiamos: Yo estaré
siempre con ustedes (Mt 28, 20). Él ha triunfado sobre
el pecado y la muerte. Por eso, seguimos buscando construir
una historia más justa, y nos alentamos unos a otros
para no desanimarnos. En el trato frecuente con el Resucitado,
recibimos un verdadero impulso que nos sostiene. Él
es el manantial vivo de nuestra esperanza.
8. Un auténtico espíritu de
esperanza implica esfuerzo firme y creativo. No es lamento,
sino fortaleza que no se deja vencer; no es pesimismo, sino
confianza generosa; no es pasividad, sino compromiso lleno
de magnanimidad y de pasión por el bien (Rom 12, 9).
Ella misma nos ayuda a discernir y reconocer las semillas
del Reino que nunca faltan en medio de la oscuridad.
9. Además, el poder transformador
de Dios que se manifestó en la Pascua, nos invita a
esperar con toda la Iglesia su perfección en la gloria
del cielo. Porque el que resucitó a Jesús, también
nos hará participar de su vida sin fin y para siempre,
más allá de la muerte.
Con entrañas
de misericordia
10. No podemos olvidar que Dios quiere la felicidad de cada
ser humano. Él creó todo para que lo disfrutemos
(1 Tim 6, 17), para que a nadie le falte lo necesario. Imitando
su generosidad, que se manifestó hasta el fin en la
entrega de Jesucristo, los creyentes queremos ser instrumentos
de su vida para los demás. Por eso, venciendo la tentación
del egoísmo, intentamos salir de nosotros mismos, revistiéndonos
de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre,
paciencia (Col 3, 12) para procurar la felicidad de los hermanos.
11. La espiritualidad evangelizadora está
marcada por un intenso amor a cada persona. A veces se expresa
como compañía silenciosa y compasiva, otras
veces como palabra que alienta,
abrazo que consuela, paciencia que perdona,
disposición a compartir lo que se posee; también
se torna indignación por la injusticia y se expresa
proféticamente en la denuncia. Se trata,
siempre, de hacernos cercanos y solidarios
con el que sufre. En este mundo donde frecuentemente nos sentimos
desamparados, ignorados, utilizados, excluidos, ¿no
es indispensable oír el llamado del Espíritu
a cuidarnos y sostenernos unos a otros con entrañas
de misericordia?.
En la mística de comunión
12. Jesús, antes de entregarse a la
pasión, imploró ardientemente al Padre que todos
seamos uno para que el mundo crea (Jn 17, 21). La comunión
de la Trinidad nos interpela y nos convoca a estrechar vínculos.
Por eso, el Papa nos ha recordado que hace falta promover
una espiritualidad de la comunión, que parte de nuestra
comunión con Dios, antes de programar cualquier acción
pastoral en concreto.
13. Desde una cordial relación hacia
cada hermano y hermana, los cristianos aceptamos vivir en
fraternidad cuando oramos juntos, dialogamos, trabajamos,
compartimos fraternal-mente y planificamos. Esta espiritualidad
de comunión nos permite valorarnos unos a otros de
corazón y apreciar la riqueza de la unidad en la diversidad
de vocaciones, carismas y ministerios. Y cuando caemos en
la tentación de hacernos daño ella nos mueve
a optar una vez más por la reconciliación.
14. En un mundo donde reina la competencia
despiadada, que a veces nos contagia, los cristianos sentimos
el llamado de Dios a hacer juntos el camino, a buscar las
coincidencias y superar los desencuentros para convivir como
hermanos. De este modo podremos ser testigos de Jesucristo
en nuestra patria y ofrecer el signo del amor que estimule
un estilo de sociedad más fraterna, justa y solidaria.
Con fervor
misionero
15. Somos misioneros porque hemos recibido un bien que no
queremos retener en la intimidad. Es lo que todo ser humano
necesita encontrar. Lo que hemos visto y oído reclama
que lo transmitamos a quienes quieran escucharnos. La Iglesia
existe para evangelizar. Tiene como centro de su misión
convocar a todos los hombres al encuentro con Jesucristo.
16. Esta misión que Dios nos confía
exige luchar contra nuestras inclinaciones egoístas
y contra cualquier desánimo. La riqueza de la Buena
Noticia reclama evangelizadores convencidos y entusiastas,
como los primeros cristianos que daban testimonio de su fe
con clara coherencia. Cuando somos testigos valientes y fervorosos,
experimentamos que evangelizar es verdaderamente la dicha
y la vocación propia de la Iglesia. Porque somos depositarios
de un tesoro que humaniza, que aporta vida, luz y salvación.
Conservemos el fervor espiritual. No perdamos la dulce y confortadora
alegría de evangelizar. Nada en la Iglesia tiene sentido
si no se orienta a esta ardiente audacia misionera, ya que
ella es evangelizadora por naturaleza.
En la entrega
cotidiana
17. La santidad se vive especialmente cuando procuramos evangelizar
en medio de las actividades y preocupaciones de cada día.
El Espíritu Santo, a través de la Iglesia, suscita
en cada fiel un anhelo de santidad, un fuerte deseo de renovación
personal que no sólo se alimenta en la oración,
sino también en la misión cotidiana.
18. Toda la Iglesia crece en santidad comunitaria
y misionera gracias a la misión cotidiana de cada madre
o padre de familia, a la tarea incesante de catequistas, maestros,
misioneros de manzana, voluntarios de Caritas y a las otras
muchas formas de entrega como el laborioso empeño de
los laicos por realizar bien su trabajo, el testimonio heroico
y humilde de consagradas y consagrados, el ministerio fiel
de cada presbítero o diácono al preparar la
homilía o atender a un enfermo, la visita pastoral
del obispo y todo cuanto forma parte de la planificación
pastoral de la diócesis.
19. La clave de la espiritualidad de comunión
para la Nueva Evangelización es el amor fiel y perseverante,
vivido y comunicado en la pastoral ordinaria. En la simplicidad
de lo cotidiano, expresamos el ardor misionero e intentamos
responder comunitariamente a las exigencias de los tiempos
nuevos.
20. Esta es la mística que ha de impulsar
toda la acción evangelizadora de la Iglesia en la Argentina.
Desde este espíritu evangélico íntegro,
debemos discernir los grandes desafíos del mundo de
hoy, profundizar la verdad que comunicamos y asumir criterios
comunes para realizar, con humilde perseverancia, las acciones
destacadas.
Parroquia del Santísimo Calvario
y Nuestra Señora del Líbano
República del Líbano 4031 – Villa
Lynch
San Martín – Buenos Aires
Tel: 4755-3661 / 4754-9615
e-mail: [email protected] |
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