Otros textos de Y
Demás
Conclusión:
Estado mexicano obeso, corrupción grandota
La
Lady y el Gentleman, otra plaga en el mapa nacional
El
guarurismo, la prepotencia que no se irá
Los
economistas oficiales y su nuevo cuento: la inflación cero
¿Se
queda sin nombre la chilangabanda?
Humberto
Moreira: vergüenza de la calle, impunidad de su casa
Archivo
|
|
Nacional
Se repite la
máxima: suben los priístas al poder y sube el dólar
Todo lo que ocurre en
el mundo afecta al desventurado peso mexicano, generalmente para mal
cuando durante los 12 años de panismo la situación era diferente. No
lo achaque al brexit: es el reflejo de una crisis de credibilidad
del actual gobierno federal
Versión
impresión
JULIO, 2016. Si la economía mundial anda bien los efectos positivos nunca parecen repercutir en el peso. Y cuando ocurre algún brinco
internacional como el reciente brexit, el peso sufre las consecuencias de una decisión con la que nada tuvo qué ver. Curiosamente, estos vaivenes del pobre peso mexicano suelen agudizarse durante los gobiernos priístas, campeonísimos imbatibles cuando se trata de manejar, o mal manejar, las
devaluaciones de nuestro desventurado peso.
Cualquier repaso a una hemeroteca así lo refleja. Cuando Vicente Fox asumió la presidencia, en dólar se cotizaba a 10.22 pesos. Seis años después, en ese conflictivo primero de diciembre del 2006, Felipe Calderón dejó la paridad peso-dólar en 13.46 por uno, dentro del deslizamiento controlado que se siguió a lo largo de esos dos sexenios. Más aún, cuando se dio la caída bursátil y especulativa del 2008 que sumió a los Estados Unidos en una profunda crisis económica, el peso apenas y dio un brinco de 23 centavos los días subsecuentes pero fue bajando conforme disminuía la intensidad de esa crisis. Ello se debió, en mucho, a que
Agustín Carstens, director del Banco de México, "blindó" al peso para
protegerlo de posibles olas especulativas.
En un sexenio
convulsionado por la violencia como lo fue el de Felipe Calderón, el paso
mexicano se mantuvo relativamente estable.
Sin embargo, y luego de una desastrosa miscelánea fiscal en el gobierno de Peña Nieto que redujo la productividad
y las expectativas de crecimiento para muchas empresas, el peso comenzó a revivir
el calvario de la depreciación. Para el 2014 el peso llegaba a los 15 pesos por dólar
y hoy está arañando los 20 pesos con el inevitable deterioro del poder
adquisitivo que ello trae consigo y la inflación que, tarde que temprano,
comenzará a pegar con tubo nuevamente en México.
Analistas inteligentes como Macario Schettino, han tratado de ver con calma
el fenómeno devaluatorio. Para Schettino, según un artículo publicado en
elcato.org, "la devaluación del peso solo debe preocupar a quienes
necesitan dólares para viajar al extranjero". Sin embargo el argumento es falaz dado
que, se vaya o no el extranjero ni se viaje a otros países, muchos bienes de
consumo están sujetos a la paridad peso-dólar y ello necesariamente repercute en el precio al consumidor. Otros más, sobre todo los
economistas oficiales, han recurrido a la viejísima justificación de que la
devaluación "es benéfica para los exportadores", como si la
economía mexicana estuviera enfocada en buena parte de las
exportaciones.
¿Entonces por qué el dólar mexicano se ha despeñado más durante el
gobierno de Peña Nieto que con los dos sexenios anteriores que fueron panistas? Por la misma razón que Ernesto Ruffo Appel dejó el
gobierno de Baja California Norte con una deuda mínima y el de Humberto Moreira en
Coahuila endeudó a sus habitantes hasta por cinco generaciones: los priístas son pésimos
administradores y han sido incapaces de crear una ambiente de confianza entre los
inversionistas y el mercado.
Para el priísmo, toda decisión económica necesariamente depende de
una decisión política, mientras en otras partes del mundo sucede al
revés. Como muestra reciente, el primer ministro David Cameron antepuso una
decisión económica (el brexit) a las repercusiones que éste pudiera tener en su futuro político.
Jugó la baraja equivocada, perdió y enfrentó la consecuencias. En México, en cambio, el
ex presidente Salinas hizo lo posible para que el país entrara al TLC, no
tanto porque le conviniera al país sino porque lo veía como un escalafón para obtener la dirección
de la Organización mundial del Comercio.
Es una tradición esencialmente populista, como se ve. Cuando la política se antepone a la
economía los resultados son siempre desastrosos. Desafortunadamente para México, los
priístas son campeonísimos mundiales de esta modalidad.
Las finanzas y la estabilidad económica importan un pito al priísmo si no ven ahí ventajas políticas.
Así han evitado, por cierto, tener que enfrentar los problemas urgentes
heredándolos a los gobernantes futuros aplazándolos con canonjías a
sus aliados. Desafortunadamente para los priístas, la fórmula de está desgastando
dramáticamente en este sexenio.
Adicional a ello, si el peso sigue devaluándose, debe interpretarse como
consecuencia de que mucho dinero está saliendo del país por la desconfianza que produce entre los inversionistas el ver
cómo la política contamina toda medida económica por más buena y conveniente que pudiera ser para el desarrollo del país.
Y si bien la cantidad de dinero externo destinado a la inversión ha disminuido, ha
ocurrido lo contrario con el dinero por concepto de préstamos de la Banca
internacional, dinero que se ha acumulado al endeudamiento externo que en el
gobierno de Peña Nieto ha vuelto a los niveles desmesurados de otras décadas.
Evidentemente hay muchos otros factores pero estos son de los más importantes que
reflejan el porqué el peso mexicano sigue cayendo ante el dólar. La economía sigue enferma y antes de darle el
medicamento adecuado, se toman decisiones políticas que se administran aun si son contraproducentes para la
recuperación del paciente.
Textos
relacionados
¿Quieres ahorrar?
Mejor compra dólares [Diciembre, 2014]
El PRI y la
inflación, su gran compañera [Febrero, 2013]
¿Desea opinar sobre este
texto?
[email protected]
[email protected]
0 opiniones
|