fasenlínea.com

Análisis, comentario Y Demás

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otros textos de Cine

Absorbidos por la oleada woke, los estudios Pixar se hunden en la mediocridad

Murmuren, víboras: Top Gun Maverick es campeonísima

Bruce Willis, la leyenda frente al mayor reto de su vida

 

El antisemitismo del Academy Museum: ¿y dónde está la indignación?

 

¿Será Amor sin Barreras la tumba artística de Steven Spielberg?

 

Spencer: real-mente soporífera

Archivo

 

 

 

 

 

CINE

Porqué el cine woke es inmasticable y seguirá fracasando

Una de las películas más interesantes en la primera década de este siglo amenaza con ser convertida en basura gracias a las "políticas de identidad" de los estudios Disney. Será un fracaso comercial, naturalmente. Ante la asombrosa terquedad de Hollywood, ¿cuánto tiempo pasará para que se den cuenta que, con estas propuestas absurdas el odio de los amantes del cine, es decir, sus clientela, hacia ellos es cada vez mayor?

Versión impresión

JULIO, 2022. Los fans esperaban una tercera parte pero lo que vieron cuando Disney estrenó el trailer les causó profunda irritación, en primer lugar porque el protagonista de las dos primeras cintas no aparece por ningún lado y, en cambio, el personaje central es una mujer latina, y  sus acompañantes son afroamericanos o asiáticos. Predeciblemente, el trailer estrenado en YouTube terminó por "cerrar" su sección de comentarios pero la indignación se resumió en el comentario de un tuitero: "Disney planea volver a cagarla".

La saga de marras se llama National Treasure, dos cintas donde el estelar lo lleva Nicolas Cage, quien encarna a Benjamin Franklin Gates, un nerd obsesionado con encontrar un monumental tesoro que varios miembros de la masonería metieron de contrabando a Estados Unidos durante la guerra de independencia. Gates va conformando varias pistas hasta dar con el tesoro, ubicado debajo del pleno Manhattan (tampoco perjudicó al éxito de la cinta la actuación, por lo general magistral, del actor inglés Sean Bean como el villano lan Howe, y Jon Voight, quien la hizo del padre de Gates. Años después hubo una segunda parte que igualmente le fue bien aunque esta vez se contó con otro villano espléndido a cargo de Ed Harris).

ESCUCHE AQUI NUESTROS PODCASTS FASENLINEA

Quizá los fans de National Treasure estén cometiendo el pecado de la ingenuidad. ¿Que podían esperar de Disney, que produjo las dos primeras películas, cuando anunció que planeaba estrenar la secuela de National Treasure (limitada este vez al streaming, específicamente Disney+) luego que la empresa del ratoncito con indumentarias del arcoiris ya destruyó a Buzz Lightyear y amenaza con llenar sus parques de diversiones de hades madrines?

De hecho, la emoción inicial de los fans se debió a que estaba hecho el anuncio de que para el 2024 sería estrenada la tercera parte de National Treasure con los actores principales, aunque aparentemente todo se fue por el caño con esta serie que, no hace falta ser pitoniso para adivinarlo, será un fracaso estruendoso; simplemente, nadie quiere ver a otro protagonista que Cage, del mismo modo que nadie anhela otro actor que no sea Harrison Ford en el papel de Han Solo (¿recuerdan la fallida precuela?) ni nadie jamás podría tomar el papel de Sigourney Weaver como la teniente Ripley en Alien. Son personajes emblemáticos y, por tanto, insustituibles.

El hedor woke que se percibe en esta serie de Disney+ es el principal elemento que avizora su fracaso, no tanto por su elenco multicultural, sino por el enfoque, erróneo y anticomercial, que se suele dar a estas producciones. Y cuando el enfoque para realizar una producción fílmica es equivocado, el resultado es un desastre artístico y económico, abismal. Por esa razón hemos visto tantas porquerías woke que fracasan los últimos años.

Por años Hollywood ha realizado producciones que promueven posturas claramente izquierdistas, desde Bonnie and Clyde (una clara apología de quienes quedan como mártires al enfrentarse a un poder establecido), Titanic (la lucha de clases, aunque esto jamás se lo habrían imaginado quienes suponen es una película romántica), Avatar (el imperialismo antiecologista) o American Beauty (el grotesco aburguesamiento de la clase media norteamericana). La diferencia radica en que entonces, por lo menos, los guionistas se molestaban en mantener la fórmula  (otros le llamarían "soportes) para que una película sea interesante, independientemente del color de  piel o el origen étnico de sus protagonistas.

Los wokes suponen, dentro de su sorprendente falta de cacumen, que el cine norteamericano ha sido preponderantemente un producto que promueve la cultura blanca. ¿Qué nadie les ha hablado de géneros como el blaxploitation donde rara vez aparecía un actor blanco en el elenco? ¿Que acaso nadie les ha mencionado esas películas de acción con judotecas, karatecas y estrellas como Bruce Lee? Hemos tenidodo películas hollywodenses donde los protagonistas son judíos, árabes, europeos, africanos y mexicoamericanos, entre ellas Selena y La Bamba? ¿Que acaso no se han hecho películas sobre Eva Perón, el Che Guevara, Fidel Castro y aun Salvador Allende?

La diferencia es que, hasta hace poco el mensaje era sutil o se leía entre líneas y al público no podía importarle menos, además que la mayoría de esas producciones tenían como objetivo central entretener, con leves mensajes "progresistas" casi al final de la película. Pero lo más importante era la estructura de los personajes que acompañan a los protagonistas; son ellos los que hacen que una película sea un éxito o un fracaso, y en ocasiones esos actores de reparto pasan a convertirse ellos mismos en estrellas.

Los actores de reparto son incluidos por una razón, no para llenar "políticas de género" sino porque éstos suelen ser piezas para que el protagonista comience a "abrirse" ante los espectadores. Un caso emblemático es el de Argyle, el simpático chofer en la película Duro de Matar, quien nos pone al tanto porqué el teniente McLane (Bruce Willis) ha viajado a Los Ángeles desde la lejana Nueva York. Más adelante el sargento Powell (Reginald VelJohnson) con quien McLane mantiene una conversación vía walkie talkie, nos permite entrar en el conflicto interno que sufre el protagonista. Dado que ambos son policías y recibieron entrenamiento similar, la mayoría de los fans de Die Hard consideran que Powell es igual de héroe que McLane, todo esto sin que el guión nos enfatice que uno de ellos "es negro" y el otro "es blanco".

Esa es una historia muy bien estructurada y que atrapa de inmediato al espectador, una fórmula que se uso, solo que a la inversa, en el caso de Hans Gruber (Alan Rickman) y sus secuaces, uno de los primeros villanos ambiguos" de Hollywood qiuen no era enteramente malo ni totalmente bueno, por cierto.

El guión de una película debe incluir personajes con los que el espectador logre identificarse, ya sea porque quiere ser como él (el caso de James Bond, por ejemplo) y en el proceso el espectador logre escapar de su propia realidad dado que en la vida real no podría, por ejemplo, salir sin un rasguño de un accidente automovilístico o conquistar mujeres con apenas un par de frases. La gente va al cine a fantasear, a imaginarse en otros lugares, a sentirse importante, a imaginarse que uno es parte de la historia, a sentirse en otro país, otra sociedad, otro tiempo en la historia.

Y sobre todo, el cine no fue creado para andar imponiendo agendas políticas, por eso el género más adecuado para ello, el documental, con rarísimas excepciones resulta lucrativo y logra recuperar la inversión; en este tipo de cine, el espectador ya sabe a lo qué va y, finalmente, un documental tampoco es exitoso si no se le agregan dosis de entretenimiento.

Quienes van al cine no les interesa el color de piel de los actores, sino su talento. Adicional a ello, el espectador busca ir armando la historia en su mente y adelantarse a las reacciones de los protagonistas de la película. Una cinta entretenida invita al cinéfilo a que participe en la historia, a que se empape de ella, a que disfrute el desarrollo y que, al final, se sienta satisfecho, inspirado, contento y ansioso por entrar de nuevo a ese mundo de fantasía.

En cambio, los wokes ofrecen al televidente un producto masticado, digerido y por tanto sin sustancia, similar al chef que cocina lo que conocemos como paella pero  ahora entre los ingredientes incluyen frijoles, y spaguetti por lo que su sabor queda muy lejos de lo que esperaba el comensal. El cliente sería un verdadero tonto si se le ocurriera volver a ese restaurante o pedir lo mismo.

Los espectadores que pagaron boleto para ver los últimos bodrios de Star Wars cortesía de Disney esperaban repetir con sus hijos la experiencia que ellos tuvieron cuando Han Solo aparece en pantalla en el Episodio IV y con solo unos minutos de diálogo se convirtió en un héroe osado, aventurero. Lo que encontraron, en cambio fue algo desconcertante: en vez de una cinta llena de aventuras y escapismo, les restregaron en la cara el ser racistas por el solo hecho de tener la piel blanca y unos misóginos simplemente por asumirse como heterosexuales.

Asimismo, los personajes tienen que ganarse al espectador, por ello Han Solo se enfrentó al caza recompensas Greedo en la cantina de Mos Eisley, de otro modo Solo no habría pasado de ser un traficante ordinario y nadie se habría preguntado quién diablos es Jabba the Hut, personaje que sería esencial en Retorno del Jedi. Del mismo modo, realmente el público comienza a respetar a Yoda hasta que Luke deduce su identidad luego que se conocieran en los pantanos donde Yoda se presentó como otro personaje chusco del Show de los Muppets.

En toda película exitosa que cautive al espectador, el protagonista irá descubriendo que es un personaje excepcional al mismo tiempo que lo van haciendo los espectadores, por ello en la primera historia de Superman con Christopher Reeve (1978) era esencial empezar la historia desde Kryptón, y por esa misma razón Harry Potter debía se presentado como una adolescente humillado hasta que aparece Hagrid --o Ben Kenobi-- quien le hace ver que su destino es único aunque para hacerse acreedor a esa grandeza deberá enfrentar incluso su propio origen sus propias raíces.

¿Qué interés tiene, en cambio, un personaje que sin ningún entrenamiento es capaz de manejar naves espaciales, tener puntería de francotirador y poseer fuerza y agilidad sacadas de quién sabe dónde solo por el hecho de ser mujer? El espectador sabe que a lo largo de la película esa situación no solo se mantendrá sino que quizá se agudizará Por ello hasta hoy no hemos visto que esos personajes "empoderados" en ningún momento pierdan sus poderes, así sea temporalmente: incluso Supermán tenía que rehuir la kriptointa para evitar convertirse en un humano debilucho y Batman, quien no posee poderes especiales, tiene que jugársela con la inteligencia de esos villanos que no pocas veces es superior, como lo han demostrado todas las versiones del Joker que se han hecho.

Finalmente, la mayor estupidez argumental: poner como elemento central de una película la raza del protagonista. Las películas de Hollywood no escaparán, ni jamás podrán hacerlo, de la dinámica de una economía de mercado: si en esa industria hasta mediados de los sesenta los actores eran en su mayoría blancos se debía a que ese sector poseía mayor poder adquisitivo que las minorías raciales; nadie iba a filmar una película enfocada en latinos cuando el precio del boleto le resultaba elevado a una persona de origen latino.

Indudablemente había muchos prejuicios racistas en la época, pero ya desde entonces comenzaban a cer: en 1939 Heather McDaniel, una actriz negra, apareció en Lo Que el Viento se Llevó (1939).

Conforme fue mejorando la situación económica de los Estados Unidos, y por ende la de las minorías raciales, éstas fueron adquiriendo mayor poder adquisitivo, la necesidad de incluir actores de otras etnias se hizo imperativa aunque (y éste es el punto que denota la mayor hipocresía hollywoodense que uno pueda concebir) generalmente se les trató como sirvientes que apenas y sabían masticar el inglés terminaban sus diálogos con un ridículo "sí, señor". Para mediados de los 80, cuando más y más afroamericanos fueron entrando al club de los multimillonarios, inclusos pugilistas, deportistas, músicos y actores, las mismas leyes de mercado obligaron a la inclusión de más minorías raciales en la industria del entretenimiento. No es coincidencia que un canal llamado Black Entertainment Television (BET) con programación exclusivamente dirigida al público afroamericano, saliera al aire cuando el poder adquisitivo de los afroamericanos era un 28 por ciento superior al que se tenía apenas 20 años antes.

El cine woke busca instituir de manera forzada sus "políticas de identidad", su versión de la cosas y su uniformidad de criterios, es decir, busca imponer sus dogmas a los espectadores. Sin embargo estos son dogmas que a los espectadores les administran forzadamente en los planteles escolares, en la televisión, en los medios impresos, en la publicidad y hasta en sus centros de trabajo. Y es ahí donde surge una diferencia enorme, descomunal, del cine respecto a  las otras áreas infestadas de wokeísmo: existe la opción de pagar un boleto para ver una película o para quedarse en casa; es el espectador, no los críticos, quien posee la billetera y decide si una cinta será un éxito o un fracaso monumental. Y difícilmente alguien estaría dispuesto a pagar un boleto para que se le eche en cara que es un racista, un misógino, un promotor del patriarcado; la gente paga para distraerse, para escapar del mundo real, no para recibir la misma medicina woke que hoy se respira hasta en los sanitarios en buena parte del mundo.

Sin embargo, y algo que no debemos olvidar, quienes hoy se asumen como wokes y amigos de las minorías raciales son los mismos que por décadas estuvieron promoviendo los peores clichés racistas y discriminatorios que hoy achacan a los amantes del cine. de ahí que lo woke esté fracasando no solo por sus guiones idióticos enfocados en el color de piel y no en entretenernos con una buena historia. El público no es tonto y sabe quiénes son los verdaderos racistas de la historia.

 

Textos relacionados

Absorbidos por la oleada woke, los estudios Pixar se hunden en la mediocridad [Junio, 2022]

 

 

¿Desea opinar sobre este texto?

[email protected]

[email protected]  

 

0 opiniones

 

Textos relacionados