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'Ora si tuvieran cultura...

Con frecuencia escuchamos el estribillo de que Estados Unidos es un país que no tiene cultura, ante lo cual surge la pregunta: ¿entonces que habrán representado Poe. Twain, Steinbeck, Hemingway, Dos Passos, Warhol? Paradoja del país que hoy produce y exporta más cultura en todo el mundo. De que mucha de ella sea cuestionable, bueno, ya es otro asunto

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ABRIL, 2011. Semanas atrás acudí a una reunión bastante animada y donde tras la sesión de chistes surgió el tema de la cultura pop norteamericana. "¿Pero cuál cultura?", señaló alguien, a quien considero buena amiga, "los gringos no tienen cultura, no conocen eso..." La mayoría de los ahí reunidos coincidió en ello, menos yo, quien señaló que pocos países han producido tanta cultura como Estados Unidos en tan poco tiempo. Nadie me contradijo en hechos y en vez de ello abundaron las acusaciones de siempre, entre ellas "es que tu eres proyanqui", "el gringuito". Ni proyanqui, ni reaccionario, no tonterías afines, señalé. Simplemente quería cuestionar un viejo mito de infantilismo anttimperialista.

Es una idea que se ha convertido en cliché y a la cual todos asienten cuando el tema aparece en una conversación. La cultura, decimos, está en Europa, cuna del Renacimiento, de los grandes pintores, escultores, literatos y mecenas. Miguel Ángel, Rafael, Botticelli, Cervantes, Shakespeare, Goethe, Bach... eso sí es cultura, lo mismo que lo hecho por los incas, lo aztecas, los mayas. ¿Qué tienen que presumir los gringos en ese sentido? (Hemos llegado al extremo de llamar cultura a la Torre Eiffel, monumento que en un principio fue repudiado por los parisinos, y aun hoy hay quienes exigen que sea desarmada "por afear el paisaje de la ciudad").

¿Qué es lo que pasa, entonces? Que confundimos cultura con patrimonio. A la primera la imaginamos que existió únicamente en los tiempos de Mozart cuando todos usaban esas pelucas blancas, o en los pueblos aborígenes antes que llegaran los conquistadores, quienes paradójicamente eran mayoritariamente europeos, el continente más "cultural" del mundo. El patrimonio, en cambio, es aquel legado que debemos preservar para las generaciones venideras, y no necesariamente debe ser cultural. El respeto a las leyes y la convivencia forman parte de nuestro patrimonio, igual que la literatura, la música y las construcciones históricas. Cultura y patrimonio son parte de nuestra identidad, pero no necesariamente son sinónimos.

Aquello de que los norteamericanos "no tienen cultura" está lejos de ser novedoso. Ya Napoleón refería que en el norte de América "no hay más que asentamientos de salvajes y de iletrados", Víctor Hugo se quejaba que "dudo que un país como los Estados Unidos algún día alcance la sofisticación" mientras que Julio Verne, quien por un lado veía el enorme potencial de ese país "para tener un poder arrollador", por el otro desestimaba que llegara a tener algún valor cultural. "La tecnología progresará en los Estados Unidos, no así su cultura, que se encuentra en estado primigenio", esto escrito en momentos que Edgar Allan Poe era uno de los escritores más leídos en Europa. Oscar Wilde apuntó sobre su visita a Estados Unidos "vi muchas cosas, sorprendentes a inimaginables la mayoría. Lo que no vi fue la efervescencia cultural que hoy vibra en Europa..."

Resulta poco casual que casi todas las opiniones arriba referidas en torno al nulo entorno cultural norteamericano sean de autores franceses. La intelectualidad gala ha sentido un especial deprecio hacia la cultura norteamericana. De hecho fue ahí donde nació aquello de que L'Amerique carecía de cultura, idea que terminó por imponerse cuando los soldados norteamericanos llegaron a Francia y en vez de vino de mesa pedían una coca cola y escuchaban swing y no los autores locales. Pero como se ve, es una idea que ha prendido en prácticamente todo el mundo, especialmente en América latina donde se ve como una amenaza a la cultura local todo lo que venga del imperio. Y para no afectarla varios países restringen la transmisión de música y programas norteamericanos por considerar que son "extranjerizantes". Curiosamente hemos recibido gustosos a otros artistas igualmente extranjeros, como los Niños Cantores de Viena, el Ballet Bolshoi o el Cirque du Soleil.

Aquí no tenemos por intención discutir cuál cultura es mejor, pues creo que la respuesta es sumamente obvia y al lector no le costará mucho encontrarla. El punto aquí es que los norteamericanos tienen cultura. Perniciosa, excelente o mediocre, como sea: en tal sentido todos los países padecemos del mismo síndrome: 

La idea parte, en adición a lo expuesto líneas arriba, al hecho que asumimos que la cultura tiene que ser "ancestral" y "antigua" sin concebir que algo que tiene apenas décadas de haber sido creado pueda alcanzar semejante estatus. Hoy consideramos al Coliseo romano una de las obras más grandilocuentes de la cultura europea aunque seguramente en su tiempo --como ocurrió con la Torre Eiffel-- tal obra haya sido censurada o, simplemente, se le viera como un foro de desahogo igual que un estadio actual y no como un patrimonio artístico. Que se sepa, nadie ha dicho que el nuevo Yankee Stadium sea un patrimonio cultural, aunque bueno, si somos justos, tampoco eso se ha dicho del Maracaná ni del Azteca.

El país que "no tiene cultura" cuenta con más galerías de arte en San Francisco que en cualquier ciudad europea a excepción de Londres y París, ha ganado más Premios Nóbel de Literatura y prácticamente marca el rumbo de la cultura editorial mundial. Mencione el lector cualquier autor "respetado" europeo y verá en el la influencia innegable de un símil norteamericano, una influencia que ya lleva varias décadas. La llegada a Europa de los libros de Hemingway, Dos Passos, Steinbeck y F. Scott Fitzgerald dieron un nuevo aire a un campo cultural que languidecía tras los efectos de la primera guerra mundial. Un país "sin cultura" creó el jazz y el charleston y desató una revolución cuando esos ritmos llegaron a Roma y a Berlín. Ese mismo "país que no tiene cultura" atestiguó el nacimiento del blues el cual llegó a las costas inglesas y desató la beatlemanía, la cual jamás hubiera sido posible sin la aportación de ese país "inculto" fundado por un grupo de renegados que huyeron de Europa en el Mayflower.

Ese país "carente de cultura" dio a conocer a Andy Warhol, una influencia que ha llegado a todos los artistas plásticos de hoy, aun los más antinorteamericanos. Y ya más recientemente, ese país que "no tiene cultura" impuso el modo en que se desarrollan los programas de entrevistas; todos ellos basados en la premisa de David Letterman, quien aparece sentado en un escritorio del lado derecho y sus invitados aparecen del lado izquierdo mientras la banda toca un tema que los identifica y en el fondo se aprecia una ciudad de noche. Un amigo comentaba que en la antiimperialista Cuba existe un entrevistador que utiliza la misma técnica en su programa. Asimismo las emisiones de comedia de España, Argentina, México, Colombia o Chile todos siguen el mismo esquema de los sitcoms gringos.

Más bien lo que irrita a quienes nos dicen que los gringos "no tienen cultura" es que ésta esté masificada. A todos nos ha pasado: tenemos un poeta, un novelista o un músico favorito poco conocido pero cuando se hace megafamoso sentimos que perdemos la "exclusividad" y terminamos por repudiarlo. Eso le pasó a los integrantes de R.E.M. cuando "traicionaron" sus principios y firmaron con una disquera multinacional. 

Así pues y entre quienes menos disfruten a Bach, a Bertold Brecht y a las películas de Jim Jarmusch podrán presumir sus blasones culturales que aquellos que gustan de Beyoncé, tienen pósters de Michael Jordan y no se sonrojan al aceptar que ven a los Simpson. La masificación no es algo que se lleve bien con la cultura pese a que una sinfonía de Mozart sea una aportación cultural como lo es cualquier disco de REO Speedwagon. Una es muchísimo mejor que la otra, de acuerdo. Pero insisto: las dos son manifestaciones culturales válidas.

La última paradoja es que el país que "no tiene cultura" ha evolucionado mucho más en ese sentido que nosotros. Los latinoamericanos nos enorgullecemos de un pasado cuya aportación cultural es innegable pero cuya labor cultural pareció haberse detenido desde mediados del siglo pasado. En Europa no les ha ido mejor: en nombre del multiculturalismo y lo políticamente correcto, el continente está cometiendo un virtual suicidio cultural, y no por culpa de los gringos ni de su fast food sino de sus propias legislaciones absurdas. "Toda manifestación cultural debe tener cierta irreverencia", dijo Steve Martin, quien además de actor también es novelista. Tiene razón.

Ello quizá explique el éxito que la cultura norteamericana ha tenido no sólo dentro de sus fronteras sino fuera de ellas. La cultura gringa --esa que, se nos dice, no existe-- ha sido irreverente desde su nacimiento, y al ser irreverente tiende a romper los moldes más convencionales. Eso hicieron desde Poe hasta Twain, desde Mary Casett hasta Warhol, desde Louis Armstrong hasta Elvis Presley, desde Jim Morrison hasta Nirvana y desde Little Richard hasta el rappero Fifty Cent. Las obras de los clásicos eran igualmente irreverentes, lo que pasa es que el tiempo las ha hecho más "respetables". Por ello en los ochenta nos sorprendió ver en el cine a un Mozart petulante e inmaduro no muy diferente a Justin Bieber o a Hillary Duff.

En suma, los Estados Unidos sí tienen cultura, bastante vasta y prácticamente conocida en todo el mundo, con lo que cumple uno de sus principales propósitos, que es la propagación. No es la mejor, por supuesto, ni mucho menos la más sofisticada. Pero si la cultura es un elemento que identifica el perfil de un país, sin duda merece ese epíteto.

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