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Las lecciones del viejo cine mexicano por TV

Los fines de semana nos presentan a actores que, en su mayoría, ya solo viven en la pantalla y en el recuerdo con películas rodadas hace más de medio siglo. Esa ventana nos permite asomarnos a lo que alguna vez fuimos y a un país que solo existió en la menta de los guionistas. Como sea, su rating sigue siendo indiscutible

MARZO, 2013. Sintonice usted la TV en red nacional los sábados por la mañana antes del amanecer o los domingos por la tarde y encontrará una película de la llamada época de oro del cine nacional. Los frecuentes invitados son Joaquín Pardavé, Viruta y Capulina, el infaltable Cantinflas y de repente hasta Los Polivoces o Mauricio Garcés sin faltar, claro, Pedro Infante cuando se acerca la fecha de su aniversario póstumo (que pronto serán 53 años aunque se nos insista ¡aún hoy! que todavía vive).

Hace tiempo un amigo comentó que la transmisión de esas películas obedece, más que el deseo de suspirar por el México que ya se evaporó, a cláusulas sindicales que obligan a las televisoras a presentar estos filmes, si bien se da el caso en que la Asociación Nacional de Actores, la ANDA, que representa a los histriones que trabajan en Televisa, a cubrir determinados espacios al cine nacional. Tal vez sea cierto y más hace algunos años cuando cada sábado el Canal 2 difundía, en horario estelar, cintas como A Toda Máquina, siempre con altísimo rating, aunque tras la aparición del DVD --y más con Netflix, asociado con Televisa-- Pedro Infante ya no aparece tan seguido en red nacional.

Conviene aclarar que nada tenemos contra la transmisión en TV de esos filmes mexicanos y que su difusión es preferible a cualquier otro bodrio que Televisa y Televisión Azteca producen actualmente. Es un cine sano, familiar, sin palabrotas, que muestra el tierno detalle de una era en que los guiones y los diálogos eran directamente supervisados por la SEP, de ahí que los actores se expresaran con tanta propiedad. Son también vestigios de un cine populachero, muy accesible y altamente rentable, con un atractivo que incluso hoy atrae a los adolescentes; era un cine muy lejos de la perfección hollywoodense pero esencialmente ajeno.

Y era, no lo olvidemos, un cine que ofrecía una versión falsa con charros cantores, mujeres de trenzas bailando al ritmo de Manuel Esperón y con los pleitos de cantina que Tito Guízar hizo célebres. También fue un cine pretencioso, como Tizoc, un mero pretexto para hacer descarada promoción turística al estado de Michoacán con sus tomas al Lago de Pátzcuaro. Además de ello y siendo un cine criado dentro de un sistema de partido único, solía ser apolítico aunque sí oficialista; en algún momento llevó a convocar más gente a las salas que los grandes estrenos hollywoodenses.

Lo que sí es cierto es que al ver hoy esas producciones en la TV nos preguntamos a dónde se fue la inocencia mexicana. En las películas de Cantinflas el malo era el cacique del pueblo o el influyente papá de un júnior; en otras cintas los malhechores tenían modales y hasta hablaban propiamente y no dañaban a sus víctimas más allá de un par de golpes (y vestían bien, con sombrero de fieltro y gabardinas). Todavía en los setenta, cuando el cine mexicano empezó a presentar más escenas de balaceras, nos parecían hechos lejanos: recientemente vimos a Canfinflas en un ataque a tiros en El Patrullero 777 (1976) y ojalá hubieran ocurrido así de suavecitas las cosas en la vida real.

Pero al ver esas películas en televisión también nos queda claro que las cosas se hacían por gusto y con cierto compromiso con el espectador. Quizá por ello, el público aún adora a Pedro Infante, a Cantinflas, a Sara García y a muchos más que hoy ya solo viven en la pantalla. Si alguna vez este cine fue rentable y atiborraba las salas era porque nosotros éramos también más inocentes.

Y pese a que no refería totalmente la realidad, el cine mexicano de otrora se sigue viendo y disfrutando tanto porque entretenía y nos hacía olvidar nuestro entorno. Algo irónico su asumimos que ese debió haber sido su propósito original hace más de medio siglo.

 

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