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Un repaso al antithatcherismo de Billy Elliot

Considerada un clásico de culto, esta cinta inglesa fue desempolvada poco después de la muerte de Margaret Thatcher y sin duda, es referencia obligada de muchos quienes quemaron fotos de la otrora Dama de Hierro. Una historia tierna y aleccionadora, cierto, pero con clara muestra de querer limpiar la desastrosa labor de los laboristas cuando fueron gobierno en los setenta

Billy Elliot DVD Edition
Jamie Bell, Jean Heywood, Jamie Draven, Gary Lewis, Stuart Wells 
Dirigida por Stephen Daldry
Universal/2000


ABRIL, 2013. Si asumimos que los tipos que quemaron fotografías y efigies de Margaret Thatcher al son de the witch is dead (ha muerto la bruja), cuando ella dejó su puesto como primera ministro eran unos bebés que todavía manchaban pañales, es fácil concluir que mucho de lo que creen saber sobre la llamada Dama de Hierro se basa mucho en la especulación, o la tergiversación histórica. Lo anterior no puede atribuirse en su totalidad a la reciente cinta estelarizada por Meryl Streep, sino más atrás, a una cinta de culto, con una historia muy bien hecha, sin duda, pero con un tufo antitathatcherista que en buena parte intenta relativizar la irresponsabilidad de los gobiernos laboristas.

Billy Elliot es, ni espacio para la duda, una bella película, una historia inspiracional sobre los alcances del espíritu humano ante las contrariedades tanto familiares como del entorno social. Dirigida por Stephen Daldry, quien estuvo detrás de otros éxitos como Dos Bodas y un Funeral, se le llegó a llamar "la respuesta inglesa a Forrest Gump" con un protagonista igualmente carismático aunque con un IQ normal. Pero, que se sepa, nadie ha hecho un musical de Mr. Gump como ocurrió con Billy Elliot, que además critica la homofobia y el racismo. Una cinta políticamente correcta en estado puro.

Para quienes no la hayan visto, Billy Elliot (Jamie Bell, un niño que luego de este papel prácticamente se apagó) es enviado por su padre a tomar clases de boxeo donde rápido se da cuenta que ese lugar no es para él, pero logra colarse a un cuarto adjunto donde un grupo de niñas practican ballet. Billy queda impresionado y se las ingenia para hacer creer a su padre que sigue asistiendo a las clases de boxeo. Su potencial es detectado por su maestra que acepta darle clases a regañadientes. La relación entre ambos es dura, y más lo es con su padre, quien quedó desempleado tras el cierre de las minas ordenado por la señora Thatcher. El sindicato ya casi no tiene recursos por lo que deberá decidir entre traicionar a sus compañeros asumiéndose como esquirol o continuar la lucha hasta el final.

Inevitablemente el padre se entera de lo que realmente hace Billy. De las golpizas iniciales y la presión de la profesora pasa a una mediana comprensión de las aspiraciones de su hijo y lo acompaña a Londres para presentarse como aspirante a la Academia Nacional de Ballet. Ahí las cosas tampoco son fáciles: de nuevo, los recortes presupuestales de la señora Thatcher a los centros culturales británicos han hecho que todo se convierta en una carrera sin clemencia donde solo podrán entrar los que tengan padres con "palancas", es decir, con dinero. Pero Billy Elliot se impondrá a todo ello y se convertirá en exitoso bailarín profesional, sin nunca olvidar a su amigo de la infancia, un gay de clóset.

El caso de los mineros británicos, por cierto, es muy parecido a lo que ocurrió en México cuando se decretó la desaparición de Luz y Fuerza del Centro. Su sindicato había arrancado al Estado descabelladas "conquistas" que incluían comilonas en Navidad ofrecidas a los trabajadores y sus familias, boletos para ir a los partidos de futbol y una sobresaturación de empleados, con el agravante que, entre más "conquistas" se lograban, mayor era el número de huelgas por parte de los sindicatos insaciables. Claro que nada de eso lo menciona Billy Elliot, donde solo vemos la reacción thatcherista a ese derroche pagado por los contribuyentes, sometidos a un sistema fiscal igualmente voraz e ineficiente.

Irónicamente, la película fue estrenada cuando Tony Blair, un laborista, estaba al frente del gobierno y la Gran Bretaña pasaba por un momento de prosperidad que no se veía desde los años cincuenta consecuencia de muchos cambios de la ex primera ministro. Si la señora Thatcher era el demonio encarnado ¿por qué Blair tan pocos cambios a la política económica de la "Dama de Hierro si solo traían miseria"? (en muchos casos incluso reforzó esas propuestas).

Cierto también que Thatcher cortó el subsidio a muchos centros culturales aunque, en el caso de los conservatorios y academíias de baile, los reinstauró --y exigió equidad de género en las inscripciones, algo que las feministas se niegan a reconocerle-- aunque con un manejo más claro de las cuentas. Otros centros más cerraron definitivamente porque por años no habían producido absolutamente nada, ni siquiera un cantante, esto en un país de donde han surgido muchos de los mejores músicos del mundo, la mayoría de los cuales nunca han recibido subsidio oficial para ejercer su creatividad.

Es menester tener todo eso en cuenta al ver Billy Elliot, ahora en DVD. Por lo demás, es una historia disfrutable, no tanto una comedia, como se le suele manejar, sino el reflejo de la lucha por cosas que en un momento nos parecen imposibles e inalcanzables.

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