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La pobreza se reduce con inversiones, no con donaciones

Varios de los hombres más ricos del planeta se propusieron donar la mitad de sus fortunas para combatir la pobreza. Por más plausible y bienintencionada que suene esta idea, difícilmente solucionará el problema. ¿Por qué en este asunto tales magnates se abstienen de aplicar el sentido común que usan para sus negocios?

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AGOSTO, 2010. Cinco años después del concierto Live8 donde varias figuras del rock pidieron a las grandes potencias donar una parte de su presupuesto para combatir la pobreza en África, un grupo de empresarios han decidido tomarles la exigencia. Tarde, pero ocurrió. Y si bien varios países incrementaron esas erogaciones --se estima que tan sólo Estados Unidos lo hizo en más del 250 por ciento desde el 2002-- varios genios de las finanzas, del entretenimiento y de la computación se pusieron de acuerdo hace unas semanas para anunciar que donarán la mitad de sus fortunas para combatir la pobreza.

Es así como Bill Gates, Warren Buffett, Ted Turner y George Lucas, entre otros, anunciaron que donarán la mitad de sus capitales con el fin de combatir la pobreza mundial. Durante el anuncio, Gates refrendó lo dicho hace un par de años cuando señaló que tenía la "responsabilidad moral" por regresar a la sociedad parte de lo que le ha quitado", como si, más que megaempresario exitoso, fuera un cobrador de impuestos. Por su parte Buffet afirmó "tenemos el deber moral de repartir nuestra riqueza entre los menos afortunados para que ellos también avizoren un mejor porvenir". No quedó claro cómo se va a realizar esa repartición. ni quién la va a administrar ni cómo llegará a los más desprotegidos. Lo que sí puede asegurarse desde hoy es que, si llega a concretarse, terminará en fracaso y habrá beneficiado muy poco a quienes supuestamente busca ayudar.

Lo que tenemos con esta actitud es lo que podríamos llamar "paternalismo empresarial". Por décadas el Estado se ha asumido como nuestro papá, el que proveerá nuestro bienestar y procurará que tengamos todos comida, vestido y educación. Pero el Estado benefactor, o su embajador, el gasto social, no han paliado la pobreza pues la mayoría del presupuesto es consumido por las burocracias encargadas de repartirlo. El analista Alan Reynolds, de The Cato Institute, lo resume claramente: "el gasto social es como una manguera llena de agujeros: lo que sale al final es apenas un ligero chorro de agua".

Gates y Turner destinan cientos de miles de dólares a organizaciones no gubernamentales; en el caso del primero, cuenta con una fundación dedicada por completo a la investigación sobre los efectos del calentamiento global mientras que Turner financia medio centenar de escuelas en Ecuador, Argentina, Brasil y varios países africanos. Es una labor loable y ejemplar. Pero al parecer estos potentados están confundiendo la labor filantrópica con la de reducir el número de pobres. En la primera se busca prevenir que haya más pobres mediante la educación y otras actividades mientras que la segunda debe tener como objetivo el corregir el daño que ya existe. Y esto último, desafortunadamente, no se resolverá con que se arroje dinero sobre las zonas afectadas. Lo que sucede en África --donde, de acuerdo con la economista Dambisa Moyo, autora del libro Dead Aid, se han canalizado 7 mil trillones de dólares desde 1967-- debiera dejar en claro que, por más bienintencionada la propuesta de estos magnates, se maneja desde una óptica errada.

El porqué es muy claro: la mejor manera de reducir la pobreza es creando más riqueza, no repartiéndola.

Supongamos que el día de mañana todos los magnates del planeta se pusieran de acuerdo en distribuir sus fortunas y a cada familia le tocaran, en promedio unos 5 mil dólares habría una indudable reducción en los índices de pobreza, tanto así que alguien podría decir que se habría abatido por completo. Pero en menos de un año y con toda seguridad, al menos el 90 por ciento de esas familias serían pobres de nuevo. La razón es tan sencilla que extraña cómo gente que se mueve diariamente en la lógica de las finanzas no reparen en ella o prefieran ignorarla: repartir dinero estimula el consumo, no la creación de riqueza, algo que fácilmente puede comprobarse en México cada año con los aguinaldos pues quienes lo reciben optan por comprar televisores, estéreos, laptops, ropa o bien se van de viaje pero rara vez invierten el dinero con el fin de crear riqueza. Y como podría comprobarlo todo economista sensato, a mayor la erogación, mayor el despilfarro en bienes de consumo.

De hecho y como Gates, Buffett y Turner lo han hecho cientos de veces, la mejor manera de incrementar sus capitales es mediante la reinversión de éstos; los lujos que suelen darse, ya sean aviones, yates, autos último modelo y comidas en los restaurantes más caros son parte de sus ganancias netas (profits) de esas reinversiones, pero difícilmente son parte de su capital inicial; cuando se dejan de reinvertir las ganancias es el primer paso para irse a la quiebra. Por ello el endeudarse arriba de la capacidad de pago --es decir, de producir riqueza que se retribuirá en capital--- es la manera más segura de matar la fortuna de un magnate.

Si estos millonarios no hubieran reinvertido sus primeros capitales habrían terminado igual que muchos actores, boxeadores y demás celebridades quienes se comieron sus ganancias directas. "Un centavo ahorrado es un centavo ganado", dice una frase norteamericana, y la mejor manera de hacerlo cuando se manejan estratosféricas cantidades.

Lo curioso es que estos potentados, que poseen empresas que llegan a contratar hasta 30 mil empleados a la vez, apliquen criterios muy distintos cuando quieren ayudar a quienes menos tienen. Difícilmente ninguno de ellos emplearía a alguien que no haya mostrado sus capacidades o que reciba sueldo aunque no cumpla satisfactoriamente sus horas de trabajo. Es como si a los pobres se les viera como menores de edad que no saben cómo salir adelante, es decir, la misma actitud que suele asumir un Estado ante quienes menos tienen.

¿Por qué no mejor, y en vez de reducir sus fortunas (lo que evidencia que entre ellos predomina un absurdo sentimiento de culpa) mejor no pugnan por desarrollar aquellas ideas que puedan resultar redituables y que, en consecuencia, produzcan riqueza? El problema con las donaciones es que quien las recibe se convierte en dependiente de ellas; lo recomendable es que estos magnates financien ideas, muchas de las cuales no pueden echarse a andar por falta de fondos; después de todo eso fue lo que ocurrió con Gates, fundador de una de las empresas más exitosas de la historia humana.

Quizá porque suena políticamente incorrecto promover la creación de riqueza, aunado a que muchos consideran que ello desata el "capitalismo voraz", y porque defender actitudes "progresistas" les crea cierta coraza ante los medios de comunicación, estos magnates prefieren nadar en contra de sus propios instintos que crearon sus fortunas. estos megaempresarios optan por cerrar a otros el camino que ellos mismos crearon. Por ello al única esperanza que se cierne para que aquí alguien salga de pobre será para los intermediarios que desde hoy ya se saborean las jugosas rebanadas que podrían caerles. 

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