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Charles Lindbergh, héroe humano

Brillante ingeniero y osado aviador, fue el primero en cruzar el Atlántico en una frágil nave. Sería mundialmente admirado, después víctima, luego criticado por sus ideas políticas y posteriormente pasó a fomentar el pacifismo y el ecologismo. Fue un héroe tan humano como todos nosotros

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ABRIL, 2010. Cada día normal miles de personas cruzan hoy el Atlántico sin reparar que hubo un momento en que por lo menos una docena de personas perdieron la vida al intentar viajar de América a Europa por vía aérea, y más riesgoso aún, de poniente a oriente. Pero en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial el espíritu idealista volvió a permear entre la sociedad occidental, todo ellos el ánimo de realizar hazañas, en especial a bordo de un avión. Uno de esos idealistas era Charles Lindbergh, un muchacho nacido en un barrio de clase media de Detroit e hijo de inmigrantes. Lindbergh soñaba con realizar un vuelo sin escalas desde Nueva York a Europa aunque la empresa era considerada algo menos que una chifladura, un viaje donde las posibilidades de tener éxito eran escasas.

Eso no desanimó a Lindbergh, un estudiante de ingeniería quien tras estudiar la ruta, perfeccionar su pericia como piloto y someterse a duras pruebas de resistencia buscó y ganó una convocatoria para convertirse en el primer piloto norteamericano en cruzar el Atlántico, con un premio en efectivo de 25 mil dólares, casi 100 mil de los actuales. "Sabía perfectamente de los riesgos. Pero en la vida quien no arriesga no consigue nada. Sabía que sería capaz de hacerlo", escribió Lindbergh años después.

Finalmente, el 20 de mayo de 1927 y tras varios intentos en falso, The Spirit of St. Louis despegó del aeródromo Roosevelt en Long Island para tomar Terranova y el norte del Atlántico. A bordo llevaba apenas lo suficiente para unos 6 termos de café y una cantidad de emparedados de los cuales no podía desperdiciar ni una migaja; su paracaídas tuvo que dejarlo en tierra pues era bastante pesado, lo que consumiría más combustible. Horas después aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget, a las afueras de París lo que lo convirtió en héroe instantáneo. El gobierno norteamericano le entregó la medalla del Honor y fue invitado a dar conferencias en las principales universidades de Estados Unidos. El Spirit realizó más vuelos a el Caribe, México y Centroamérica hasta finalmente ser donado al Instituto Smithsoniano de Washington.

La proeza de Lindbergh hizo que varios inversionistas finalmente se animaran a jugarse sus capitales en la industria aeronáutica. Aunque pasarían algunos años para que los vuelos comerciales trasatlánticos se hicieran cotidianamente, el vuelo de Lindbergh impulsó notoriamente la industria aérea militar norteamericana que hasta entonces había recibido relativamente poco apoyo por considerársele estratégicamente poco importante. Fue una de las últimas buenas noticias que los estadounidenses recibieron en esa década pues dos años después inició la Gran Depresión que dejó sin empleo a millones de personas. Por ese entonces Lindbergh hizo migas con el magnate automovilístico Henry Ford, quien le proporcionó una copia de su libro El Judío Internacional donde culpaba a la comunidad hebrea de haber especulado con la bolsa y provocado la recesión. Esas ideas influirían fuertemente en Lindbergh los siguientes años, aunque contrajo matrimonio con Anne Morrow, hija de Dwight Morrow, embajador de Estados Unidos en México y quien a su vez ostentaba un importante cargo dentro de la masonería, a la cual Ford acusaba de estar ligada con la "conspiración judía mundial".

De este matrimonio nació Charles Jr. Lindbergh, el que a los dos meses de edad fue raptado en su casa y por quien los captores pidieron 5 mil dólares de recompensa,, unos 20 mil de hoy. El matrimonio Lindbergh pagó el rescate pero nunca recuperó con vida al bebé, cuyo cuerpo fue casualmente descubierto a unos tres kilómetros de la residencia de los Lindbergh. Aquel fue un golpe devastador para el aviador pese a que posteriormente fue capturado al responsable; gracias a este hecho el secuestro pasó a convertirse en delito federal. El incidente y el morbo de la prnesa hicieron que Lindbergh optara por irse a radicar en Gran Bretaña donde, afirmó en su biografía, "pude disfrutar nuevamente la felicidad del anonimato". Otra razón de su emigración fue la llegada a la presidencia de Franklin Roosevelt a quien consideraba tener ideas "de izquierda radical". Sin embargo varias veces regresó a Estados Unidos a ofrecer conferencias en universidades donde reafirmaba su espíritu pacifista, algo que en los años treinta (y a diferencia de lo que ocurriría muchas décadas después) era visto como algo reprobable. El gobierno de Roosevelt le ofreció un alto puesto burocrático, pero al declinarlo insinuó que Lindbergh tenía "simpatías con el nazismo". El aviador fue condecorado por Hermann Göering por su "contribución al entendimiento entre los hombres", y aunque se trató de un acto indiscutiblemente criticable, lo cierto es que en aquel momento Alemania y Estados Unidos aún sostenían relaciones diplomáticas.

Meses antes de estallar el conflicto Henry Ford se disculpó públicamente por lo escrito en El Judío Internacional, a lo que llamó "conceptos erróneos" y "prejuicios fuera de toda justificación" y prometió donar las regalías del libro a instituciones hebreas de beneficencia. Sin embargo Lindbergh cambió poco su posición y todavía a mediados de 1941 pedía a Washington que firmara una alianza con Alemania ya que, dijo, "nuestra herencia étnica y cultural está mayormente emparentada con Europa y no con Rusia", país al que llamó "semiásiático" y "cuyo sistema político amenaza con destruir nuestras instituciones democráticas"; se le declaró personna non gratae en varias instituciones públicas, asimismo se le marginó como consultor militar. Algo que dañó más su reputación es que aun en los años de la guerra no dejó de visitar Alemania y aun fue recibido por Hitler y Göering --quien lo llamaba "mi amigo Charlie"-- en reuniones privadas.

Al terminar la guerra Lindbergh retornó a Estados Unidos como asesor militar y particular en Pan Am, por entonces la empresa aérea privada más grande del mundo. Pese a la derrota nazi sostuvo que había tenido razón "pues la mitad de Europa está hoy en poder de los comunistas y nadie podría decir, sin asomo de cinismo, que Inglaterra y Francia se sienten hoy más seguras". En 1952 publicó sus Memorias que le valdrían el Pulitzer, y si bien durante los años de Truman Washington lo ignoró olímpicamente, el presidente Eisenhower reivindicó su imagen al revelar que en los años previos a la guerra Lindbergh había proporcionado información esencial a los servicios militares de Inteligencia sobre la fabricación de los aviones Messerschmitt nazis, que él se había encargado de supervisar. "Quienes vibramos de jóvenes ante la hazaña del Espíritu de St. Louis nos convencimos que para este país no hay imposibles. Charles Lindberegh es un héroe americano", declaró Eisenhower en un discurso. De cualquier manera el aviador optó por declinar hablar sobre el Holocausto nazi al que se limitaba a llamar "terrible horror racial doctrinario".

Un viaje al archipiélago Samoa, donde se efectuaron algunos de los combates más feroces del Pacífico, dejó consternado a Lindbergh pues, escribió "en un lustro se había destruido el ecosistema de un modo que no se hizo en millones de años"; decenas de playas estaban contaminadas, valiosísimos arrecifes quedaron arrasados y buena parte de lo que era jungla intensa mostraba daños irreversibles producto de los bombardeos. Culpó igualmente a ambos bandos de la catástrofe y propuso crear hábitats donde especies en peligro de extinción pudieran reproducirse libremente. Lindbergh ya era un ecologista preclaro --y más honesto-- cuando Al Gore aún usaba pañales y cuando esa actividad era considerada un exoticismo.

A principios de los sesenta y semiretirado, Lindbergh se mudó a Hawaii donde asumió un ecologismo más radical pues utilizaba lo menos posible la luz eléctrica y se dedicaba a cultivar hortalizas. Lamentaba que la aviación se hubiera enfocado en objetivos bélicos que incrementaron la carrera armamentista. Una de sus últimas apariciones en público ocurrió durante el lanzamiento de la primer nave Apollo, y se le recibió entre una enorme ovación.

Charles Lindbergh falleció en Hawaii el 26 de abril de 1974. Años después de la muerte de su esposa Anne, en el 2001, se supo que había formado otra familia en Alemania con una mujer que conoció en la década de los cincuenta. La noticia no pasó más allá de la anécdota pero dejó en claro que Charles Lindbergh, pese a haber realizado un acontecimiento heroico, seguía siendo tan humano como todos nosotros.

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