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Si todos somos Juanito, ya no tenemos remedio

Con una postura de me-voy-me-quedo-me-voy, este pintoresco personaje logró enfrentarse a su antiguo protector. Pero ello no es suficiente para ser optimistas en torno a sus capacidades políticas. En el fondo, Rafael Acosta  sólo busca, como muchos otros diputados, gobernadores y demás, vivir del presupuesto público

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DICIEMBRE, 2009. La capital mexicana abunda en tipos folclóricos, desde Chucho el Roto y el "Púas" Olivares hasta Superbarrio. El más reciente de la saga, por supuesto, es Rafael Acosta "Juanito", a quien todo el país identifica por una banda roja sobre la cabeza que no parece quitarse ni para cuando va a dormir. Sus bandazos han sido increíbles, con un discurso lleno de contradicciones y promesas huecas parecidas a las de esos boxeadores que juran retirarse luego ser noqueados pero a las pocas semanas regresan al ring reclamando lo que, dicen, es suyo.

El folclorismo de estos personajes con frecuencia los liga a la política. Después de todo cuentan con arrastre electoral entre las clases bajas, o al menos eso piensan quienes buscan patrocinarlos desde un partido. Irma "La Tigresa" Serrano fue más allá al convertirse en amante de un ex presidente de la República al tiempo que el "Púas" se postuló, sin éxito, como asambleísta por el desaparecido Partido Socialista de los Trabajadores. "Juanito", que hasta ya tiene su propia canción cortesía del Tri, es la versión más fresca que, de no ser por sus andanzas y anhelos políticos, provocaría carcajadas o, mínimo, sería visto como un caso ad hoc para exponer nuestro subdesarrollo como país.

En días pasados "Juanito" regresó, según dijo, a "retomar" su posición como jefe de una delegación que apenas tres meses atrás entregó mansamente a Clara Brugada. En aquel entonces alegó "problemas de salud", cuyos síntomas sospechosamente aparecieron tras una plática de 60 minutos con el Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard. En apariencia recuperado, a finales de noviembre se adueñó de los edificios de la sede delegacional y no permitió la entrada del personal de la señora Brugada. Y para que no lo echen aseguró que promoverá un amparo.

Este folclorismo de "Juanito" tiene un punto destacable, que por segunda vez desobedezca a Andrés López Obrador, algo que no es común ni en el PT, ni en el PRD, organización que no ase ha atrevido a expulsarlo como miembro pese a su abierto proselitismo dentro de otra organización. Cierto que "Juanito" es hechura total del tabasqueño, quien lo puso como tuerca de "mientras", una especie de remache durante el proceso electoral pero que, según el acuerdo, debería hacerse a un lado para ceder el paso a la verdadera candidata de López. Sólo que "Juanito" quedó deslumbrado con el puesto y no lo quiso abandonar. O quizá lo dejó mudo el presupuesto de la delegación Iztapalapa, cercano a los 30 mil millones de dólares en este año fiscal. O tal vez se vio obligado a cumplir la promesa a los amigos de darles un puestito burocrático. 

De hecho, hasta entonces esa parecía haber sido la medicina con la que lograron asilenciarlo y sacarlo de su terquedad. El acuerdo con Ebrard quedó sin efecto, para todo fin práctico, la noche del 28 de noviembre (ya se puso de moda dar golpes mediáticos los sábados por la noche, a la manera de John Travolta).

Suena a ineludible lugar común: "Juanito" es el primer Frankenstein serio que se para frente a López Obrador. Simplemente, el hombre se le salió de control y no sabe cómo hacer que no vuelva a hablar frente a los hambrientos micrófonos de la prensa. Esto debe ser doblemente irritante para el tabasqueño, acostumbrado desde sus días como Jefe de Gobierno a que nadie pudiera disputarle el convertirse en manantial de la información y las primeras planas.

Pero el hecho que a López le haga pasar corajes no equivale a justificar o a defender a "Juanito" o, menos aún, considerarlo como opción política viable. Desde provincia pudiera decirse que el el juanómeno es un show meramente chilango, totalmente ajeno al resto del país. Pero también desde la capital surgieron las aspiraciones de López o, más aún, de casi todos los mandatarios que ha tenido este país. Sin duda nos encontramos ante un personaje poco ilustrado, con pocas nociones de lo que ocurre fuera de la delegación que afirma gobernar "legítimamente". "Juanito" es alguien que hasta hace poco había tenido una vida gris, de mil empleos, todos ellos malpagados, y que en cierto momento buscó --y sigue buscando, como se ve-- hacer fortuna rápida mediante el presupuesto público; el asumirse como "hombre de izquierdas" y demás parafernalia es sólo el pretexto para treparse al tiovivo presupuestario. En tal sentido el pasado de "Juanito" difiere poco al de muchos diputados actuales cuyo único deseo es ganar mucho trabajando poco.

En suma, si opciones como "Juanito" pueden llegar a contemplarse como las que se enfrentarían al montruo del populismo lopezobradorista --o ebrardista, si a esas vamos--, equivaldría a irnos a alta mar con el propósito de enfrentar el huracán.

Seguramente y en cuestión de días, "Juanito" será nuevamente ordenado callar, quizá esta vez de un modo más severo. Pero quedará el referente de cómo individuos como él, y como su otrora mentor Andrés López pudieron alcanzar palestras tan altas dentro de la política mexicana. Si en realidad queremos ser "Juanito" o "López", con toda justicia merecemos el alto y vergonzoso escalafón dentro de la incompetencia mundial.

.© copyright, Derechos Reservados, 2009

    

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1 comentarios

felipillovox escribe 4.12.09

Me da gusto que estén de vuelta en línea, esta vez quisiera comentar sobre el mentado Juanito, es una total vergüenza que gente sin preparación alguna y simplemente porque fueron apadrinadas por López Obrador lleguen a puestos tan importantes; Iztapalapa es una delegación mucho más grande que varis ciudades importantes del país, si tenemos más Juanitos en nuestro futuro lo cierto es que estamos fritos

 

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