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¿La justicia en Minneapolis también incluirá a los políticos demócratas? El actuar inexcusablemente racista de un policía local trajo una oleada de saqueos, protestas y, por supuesto, los infaltables ataques contra Donald Trump. Pero se percibe un olvido deliberado: el gobernador de Minnesota, el alcalde de Minneapolis y la mayoría de los congresistas estatales pertenecen al Partido Demócrata. A ellos, y al corrupto sistema judicial que permite a tipejos como Derek Chauvin trabajar como policías, es a quienes deben exigirse cuentas MAYO, 2020. En lo que parecía ser una revisión de rutina, cuatro agentes del Departamento de Policía de Minneapolis detuvieron a un afroamericano con el fin de interrogarlo. En apariencia el hombre, que se identificó como George Floyd, portaba un billete falso pero respondió con altisonantes y se resistió al arresto por lo que los agentes, en especial uno de ellos, llamado Derek Chauvin, se enfureció y sometió a Floyd colocando su rodilla izquierda sobre su cuello. Posteriormente Floyd fue metido a empellones a una patrulla y más tarde se reportó su muerte. Horas después surgieron los primeros videos que se habían tomado del hecho, pero fue en especial una imagen la que resultó más indignante donde se ve al agente Chauvin hincado y oprimiendo el cuello de Floyd. Hacia el anochecer comenzaron los primeros desórdenes; a cientos de personas súbitamente dejó de importarles el encierro forzado y salieron a las calles donde las protestas rápidamente se transformaron en saqueos, incendios y ataques a los habitantes de una ciudad, por lo general tranquila, en un verdadero infierno, sobre todo para quienes tienen piel blanca y quienes para su infortunio se toparon con los rijosos quienes apedrearon restaurantes, sobre todo los McDonalds, objetivos preferidos pese a que la ya fallecida viuda de Ron Croc, uno de los fundadores de esa cadena hamburguesera, gastó millones de dólares para financiar a los entonces llamados globalifóbicos de Seattle. Desde 1967 y en 1968 tras el asesinato de Martin Luther King, Minneapolis no había visto algo similar: los otros incidentes, mucho menos violentos, se habían dado en el 2001 luego del triunfo del equipo local de hockey y, en el 2016 hubo una protesta contra Donald Trump cuando visitó el área durante su gira proselitista. Muy pronto la frase "¡No puedo respirar!" (I can't breathe!) que Floy supuestamente dijo mientras era oprimido por la rodilla de Chauvin, se convirtió en lema de las protestas y la indignación. Para el fin de semana los desmanes se habían diseminado a otras ciudades; en Houston, la ciudad natal de Floyd, se reforzó la vigilancia en el centro de la ciudad aunque eso apenas y matizó los desmanes. Y en un detalle surrealista, se registraron protestas en Londres, aunque nadie hasta el momento haya podido explicar qué tienen en común el Departamento de Policía de la capital británica y el de Minneapolis. ¿Acaso el hecho de que en ambos lugares laboran policías blancos? A diferencia de Los Ángeles en 1992, cuando la ciudad estalló en furia luego que se dictaminó la inocencia de los policías que habían golpeado a Rodney King, las protestas se expandieron como gasolina por todo Minneapolis, sin duda porque hace 29 años no existían las redes sociales, como tampoco existían el cinismo y la hipocresía de los políticos demócratas o, por lo menos, entonces aún se veían obligados a guardar las formas. Como ejemplo, el alcalde de Minneapolis, un tal Jacob Frey, advirtió a quienes salieron a las calles que "no olvidaran sus cubrebocas". Frey nunca mencionó que se restablecería el orden y que, independientemente que Chauvin reciba su merecido castigo, también se harían acreedores a éste todos aquellos que violaran la propiedad privada. Por supuesto que no, eso habría sido "políticamente incorrecto". Al principio se dijo que Floyd había muerto por asfixia, aunque en un video se le ve subiendo a la patrulla. Luego se supo que Floyd falleció horas después de un mal cardiaco y al consumo de estimulantes, aunque es muy probable que la rodilla de Chauvin haya contribuido a que empeorara su condición. Lo que no tardó en surgir una vez que las protestas se hicieron noticia mundial, fueron las acusaciones de "racismo" contra el presidente y lo acusaban de estar promoviendo el "discurso de odio"; ese mismo viernes por la tarde, cientos de manifestantes se concentraron a las afueras de la Casa Blanca en Washington para exigir la "renuncia" de Trump al tiempo que la cantante Taylor Swift escribió un tuit donde advirtió al mandatario "te echaremos en noviembre". Es curioso cómo nadie, mucho menos esos periodistas y "analistas" que achacan el caos a Trump pero no han hecho mención alguna sobre la responsabilidad que los demócratas han tenido en el deterioro de las ciudades que gobiernan. Por ejemplo, nadie ha recordado que el alcalde de Minneapolis es demócrata y que sus antecesores, por lo menos desde 1963, han sido demócratas también, y que con excepción del ex luchador Jesse Ventura --quien se asumía como "independiente" pero durante muchos militó en el partido del burro-- todos los gobernadores de Minnesota han sido demócratas por lo menos desde que Ike Eisenhower era presidente de Estados Unidos. Está lejos de ser casualidad que en las elecciones de 1972, solo Minnesota y el Distrito de Columbia hubieran sido ganados por los demócratas y el resto se las hubiera llevado Richard Nixon. Tampoco estos acérbicos críticos del mandatario se han molestado en observar cómo todas las ciudades gobernadas por los demócratas --entre las principales Seattle, San Francisco, Los Ángeles, Nueva York y Chicago-- se ha disparado la tensión racial, cada vez hay más gente durmiendo en sus calles y sus finanzas cargan con un monstruoso déficit que las mantiene en sempiterno deterioro. (A ello debe agregarse que esas urbes fueron, particularmente, aquellas donde se registraron iguales o peores desórdenes a los de Minneapolis tras la muerte de Floyd, lo cual da a pensar que alguien dentro de ese partido está organizando algunas de estas de protestas). Asimismo, ni la NBC, ni CNN, ni The New York Times ni las cadenas hispanas de televisión (como ya hemos dicho, todas ellas vergonzosamente vendidas a la causa demócrata) han señalado cómo el Departamento de Policía de Minneapolis es uno de los pilares electorales más fuertes del Partido Demócrata y que proporciona votantes en abundancia, entre agentes y sus familias cuando hay elecciones locales, estatales y federales, dado el férreo control sindical, dominado enteramente por los demócratas. Hay también preguntas que ninguno de esos "expertos" y "analistas" se han formulado: ¿por qué no hemos sabido nada hasta hoy de la página personal del agente Chauvin en Facebook, por qué ningún periodista ha entrevistado a sus vecinos, por qué han circulado más fotos suyas además de esa donde se le ve oprimiendo el cuello de Floyd? ¿Por qué nadie ha indagado en sus tweets o en sus preferencias políticas? ¿Por qué toda esa información "súbitamente" desapareció de las redes sociales? ¿No será que buscan ocultar que Chauvin tiene ideas políticas muy claras y específicas? De hecho existen indicios de que no era la primera vez que Chauvin se excedía en sus funciones pues, de acuerdo a información en poder del New York Post, este agente tenía tras de sí por lo menos 17 denuncias en su contra por abuso de autoridad. ¿Quién o quiénes permitieron que Chauvin siguiera trabajando? Hay otro asunto que los "preocupados" medios norteamericanos tampoco se han molestado en escarbar: Anne Klobuchar, una de las "suspirantes" demócratas para la vicepresidencia fue procuradora del estado de Minnesota. Si el Departamento de Policía de Minneapolis depende del Departamento de Justicia en ese estado ¿puede concebirse que Klobuchar no se haya enterado en lo mínimo del comportamiento de ese sujeto, activo por casi 16 años? Alguien protegió a Floyd y desoyó las protesta contra del Departamento de Policía en la también llamada Ciudad de los Mil Lagos. Si asumimos que Minnesota está totalmente copada por los demócratas --es uno de los primeros estados en abrazar de lleno la ominosa cultura woke-- lo que ha sucedido en Minneapolis apesta más a burro que a elefante. La protección y seguridad de una ciudad dependen de la policía con la que cuenten. Cuando sus agentes realizan claras violaciones a los derechos humanos, muestran actitudes claramente racistas y dejan a la ciudadanía a merced de vándalos, echar la culpa al gobierno federal, o más específicamente, al presidente, es vergonzoso y humillante. Lo que ocurrió en Minneapolis es culpa directa de los gobiernos demócratas, no de Donald Trump. Solo que los principales medios jamás van a revelárselo a sus seguidores.
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