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En Estados Unidos, ser comediante ya no es tan divertido

Por décadas ese país exportó su humorismo a través del cine y la TV pero hoy, y con el afán de hacer inofensivos sus chistes, los cómicos de hoy se han vuelto insípidos, robotizados y con idéntico guión entre ellos. Se han  convertido, pues, en un corresponsal más de los medios desinformativos liberales

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MAYO, 2019. Chris Rock (en la foto) mencionó algunos meses la razón por la cual ha estado haciendo cada vez menos sesiones de stand up que fueron enormemente populares hasta principios de la década pasada: "Ya no es la misma emoción, la reacción del público ha pasado de la celebración abierta al silencio reprobatorio. Mis chistes siguen siendo los mismos, es el público el que ha cambiado. Simplemente ya no es tan divertido hacerlo..." De hecho esa ha sido la misma reacción durante la entrega de los Óscares donde le ha tocado ser el anfitrión: "En las primeras ocasiones cuando acababa la ceremonia algunos asistentes se acercaban y me increpaban por no mencionar un tema durante la ceremonia, pero las últimas veces se acercaban para increparme por mencionarlo".

El único tema que Rock puede abordar sin recibir ese alud de censura es Donald Trump aunque, admitió el comediante, "Ya me cansé de estar con ese mismo tema, incluso los espectadores se acercan y me dicen 'hay muchas otras cosas aparte de Trump de las que te puedes burlar', y les respondo, 'lo sé, pero si abordo esos temas estaré cruzando una raya y me quedaré sin trabajo..."

La "raya", naturalmente, es la que los activistas gestapolíticamente correctos han impuesto no solo en los planteles escolares, las redes sociales y Hollywood sino a la industria del entretenimiento en general de modo que las bromas y chistes que gente como Rock habían manejado por años se han convertido en "discursos de odio" que "ofenden" a las minorías raciales y a otros grupos sociales. Eso sin olvidar por un momento que Rock es un comediante liberal, de izquierda, y afroamericano.

"Indudablemente existe una férrea intentona de censura contra el gremio de los comediantes", dijo recientemente Dennis Miller, una de las principales figura stand up en los 90. "Se ha convertido en una pesadilla pararse frente a un público que se ofende con facilidad cuando juzga tus chistes desde una perspectiva racista... pensé que desde los tiempos de Martin Luther King habíamos dejado atrás toda esa porquería de 'no es gracioso ese chiste porque te burlaste de alguien que tiene el mismo color de piel que yo...'"

Miller comparó esta nube de censura contra los comediantes con los años de la Prohibición. "La diferencia, claro, es que ahora está legalmente permitido beber alcohol pero se te advierte que no puedes beber ni whisky, ni ginebra, ni ron y ciertos tipos de cerveza, y si te atreves a consumirlos serás castigado. Cierto, aun tienes la libertad de seguir bebiendo, pero es una libertad muy relativa, delimitada por alguien más, así nadie podría hablar de una verdadera prohibición..." Por supuesto que en caso de Miller, un comediante de tendencia conservadora, "con estas restricciones prácticamente me están convirtiendo en abstemio...", dice medio en broma.

Este parece ser el panorama menos probable para el país que quizá ha producido más comedia el último medio siglo. Es verdad que mucha de esa comedia es cuestionable pero la mayoría ha sido aceptada en otros países, desde series televisivas y 'películas donde los comediantes suelen llevar el papel estelar. Son de Estados Unidos series legendarias como Saturday Night Live, las revistas MAD y National Lampoon --la que luego daría nombre a una serie de películas estelarizadas por Chevy Chase-- y una larguísima lista de comediantes para todo tipo, desde aquellos para un público de gustos peculiares (Lenny Bruce, Andy Kaufman), los gigantes de la comedia (Robin Williams, Eddie Murphy, el mismo Chase), otros más bien infantiloides (Adam Sandler, Johnny Knoxville), los gesticuladores (Gene Wilder, Jackie Gleason) los brillantes (Steve Martin, George Burns) y los irreverentes que le pegan a  todo (Chris Rock, Richard Pryor).

Por supuesto también ha ha habido grandes comediantes dentro del gremio femenino como Gilda Randner, Joan Rivers y Frank Drescher. Todos ellos tienen o tuvieron algo en común: la mínima preocupación porque alguien del público se angustie, se preocupe o los denuncie por cualquier cosa que digan frente al público. Después de todo se trata de comediantes, no políticos ni activistas sociales.

Los embates de la censura políticamente correcta han cambiado las reglas del juego por lo que, como dice Rock, la comedia está muriendo en Estados Unidos, Gran Bretaña y en Europa. "Ahora ya todo mundo se siente ofendido", refiere Miller, "lo más preocupante y molesto del asunto es que esos ofendidos son gente que ni idea tiene del concepto de lo que es ser comediante y hacer stand up... son personas que jamás se han parado en uno de esos lugares.

En consecuencia, la comicidad actual se ha desbarrancado por dos pendientes, una, la agresión y la ofensa abierta, algo en  lo que ocurre prácticamente en cada emisión el legendario programa Saturday Night Live y otra, la "comedia" insípida, la de "comediantes" como Jimmy Kimmel y Seth Myers; el primero incluso ha lloró frente a las cámaras, dolido porque el gobierno de Trump "ha enjaulado" a los niños hijos de inmigrantes ilegales (por supuesto que ese asunto no preocupaba gran cosa a Kimmel cuando lo mismo ocurría en los años de Barack Obama).

"El asilenciamiento de los comediantes es otro tentáculo de la policía del pensamiento", escribe Mick O'Rourke --no confundir con el patético precandidato demócrata "Beto" O'Rourke-- de la página americanthinker. "Lo que ignoran estos enemigos de la libertad de expresión es que la comedia en sí misma debe de ser sutil, nunca alusiones directas... los mejores comediantes y humoristas saben que el secreto radica en burlarse de los absurdos ocurren en mundo aparentemente racional , y no tanto en atacar al causante de ese absurdo, de absurdos cómo, por ejemplo, un pueblo tan brillante como el alemán confiara en Adolfo Hitler o tan culto como el argentino cayera a los pies del matrimonio Perón", y agrega, "el humorismo es la manera más efectiva de criticar a algo o alguien y tu público hace uso de su intuición para de ahí reírse al llegar a una conclusión".

Completamente de acuerdo. Por eso los sketches anti Trump de programas como Saturday Night Live son tan tediosos, de mal gusto e incluso molestos. ¿Qué necesidad tiene  un televidente para sintonizar esos programas supuestamente cómicos si va a escuchar los mismos ataques, los mismos argumentos y aun el mismo lenguaje en cualquier noticiario y programas de "análisis" donde las opiniones son idénticas?

"Cuando la comedia era realmente divertida en este país es cuando cada comediante tenía su propia identidad, lo cual lo hacía completamente impredecible", dijo Dennis Miller. "El humor de Robin Williams era distinto al de Richard Pryor y nadie cometería el error de confundir el estilo de George Carlin con el de Eddie Murphy. Ahora todos suenan igual, como si les hubieran dado el mismo guión. De ahí que la comicidad stand up y los comediantes en general se encuentran camino ala extinción".

De hecho Carlín, uno de los comediant5es más ácidos y sarcásticos lo advirtió poco antes de morir en el 2008: "Lo políticamente correcto y no los políticos, es el principal enemigo de la libertad que se avizora en el horizonte; la peor censura ocurre cuando alguien quiere asumirse en autoridad de lo que puedes decir y lo que no puedes decir bajo el argumento de que no hay que ofender a nadie". Que es precisamente donde la comicidad norteamericana se encuentra actualmente.

"Los chistes no pueden ser selectivos, hay que pegarle a todo, a quien se deje pero en especial a quien no se deje", dijo hace años el comediante mexicano Polo Polo. O como lo resumió en los años 70 el  fallecido Sammy Davis Jr.: "El mundo necesita del humor y de las bromas, especialmente cuando esos chistes van dirigidos a tu persona. Si no te ríes cuando alguien hace mofa de ti, no estás disfrutando la vida", razón que pudiera explicar, coincidentemente porqué las feminazis y demás enemigos de la labor de un comediante sean a la vez activistas a favor del aborto.

 

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