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ANÁLISIS COMENTARIO Y DEMÁS

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Y DEMÁS/Experiencias

Crónica de un infierno blanco

Parece harina, pero es más brillante. Es consumida para tener aceptación social pero luego excluye socialmente. Es el romance que estrangula, refiere alguien que rinde su testimonio sobre sus cuatro años de relación con la cocaína

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DICIEMBRE, 2008. Miguel lo compara con un romance destructivo como esa película, dice, de La Guerra de los Roses donde un matrimonio se destruye mutuamente. Las huellas que aún perduran de aquellos años son esos tics que siente en el ojo izquierdo de vez en cuando y una leve comezón en las fosas nasales. Por lo demás se considera un sobreviviente de su encuentro con la cocaína, y además, afortunado: "Sé de casos donde el adicto ve insectos que recorren su piel o tienen la sensación de arañazos bajo la piel", consecuencia de una alteración del sistema nervioso cuando se le priva de la droga.

"Soy un adicto y lo seré hasta el final de mis días", reconoce Miguel, "únicamente estoy posponiendo el consumo de más droga". El proceso fue bastante costoso pero siente que gracias a ello pudo rehacer parte de lo que había perdido; "no quiero sermonear a nadie.. lo que pasó fue culpa enteramente mía pero de cualquier manera quiero contar mi experiencia... espero que sirva para quienes hayan querido o quieran coquetear con esta droga."

La siguiente trascripción es textual, sin preguntas ni interrupciones, por parte de Miguel.

Todo comienza de una manera tragicómica. En primer lugar no piensas que te vaya a pasar a ti. Cuando escuchas la palabra drogadicto te imaginas a alguien tirado en la calle o a una celebridad. Creo que esto último es lo que hace que muchos intentemos por primera vez la cocaína, para sentirnos alguien importante, alguien que entra en el gran mundo.

Recuerdo perfectamente el día, más bien una noche de sábado en julio del 2002 en una fiesta. Sacamos los cigarros y el brandy. De rato el anfitrión, alguien a quien había tratado muy poco hasta entonces, nos propuso un double shot ¿Y eso que es? ¿A poco no sabes?, un pericazo y un trago. La propuesta me dio temor y me aceleró el corazón... ¿sabes qué? no le entro, gracias...  Todavía temblando sigo al anfitrión, y a los otros dos al cuarto, el tipo abre el ropero, saca una cajita metálica, la abre y nos muestra la coca... nomás no soplen si están cerca. Lo esparce con cuidado sobre una repisa, le hace varios cortes, enrolla un billete y le da un toque... órale, el que sigue, ésta va de cortesía...

Vista de cerca, la cocaína parece harina, sólo que más brillante. Me pasan un billete, lo enrollo, me agacho, le doy el primer toque y todos aplauden. Siento una excitación tremenda, cero preocupaciones, con la cabeza llena de ideas e imágenes; águilas que vuelan, gorilas gruñendo, pensamientos de hace muchos años, pero ante todo, una sensación muy parecida al 
placer sexual, sólo que más prolongada. Enseguida alguien me acerca la botella, le doy un trago y el placer se incrementa...

Me despierto y está amaneciendo. Alguien abre la puerta... es el anfitrión ¡vaya, por fin, lirón! ¿Cómo estuvo el agasajo? La cabeza me da vueltas, mientras me habla veo como su cuerpo va girando pero yo tengo la mirada fija y empiezo a sentir una mezcla de culpa y depresión. Mi anfitrión se acerca y me arroja una bolsita blanca; es la última de a grapa, me advierte, si llegas a querer más te la proporciono pero te va a costar una lana, no mucho pero sí para pa' sacar pa' mis sodas...

Desde siempre se nos advierte sobre las drogas, de que son peligrosas, traicioneras, que arruinan tu vida... yo estaba consciente de todo ello pero a veces no basta. Puedo sonar cínico al decirlo pero antes de aspirar cocaína por primera vez estaba consciente que no estaba bien.

Cuando probé la droga por primera vez trabajaba como auxiliar de contador. No era un sueldo malo pues en un año me había permitido ahorrar para poder enganchar mi primer carro el cual estaba a punto de comprar unas tres semanas antes de asistir a esa fiesta. Tenía poco de haber terminado con mi novia y por ello con frecuencia creo que fue una razón para dar un pericazo, no sé. Lo irónico del caso es que por esos días tenía pensado dejar el cigarro.

Mis padres fumaban pero no lo hacían en exceso. Mi papá sí le entraba al trago pero no se ponía agresivo conmigo ni con mis hermanos, cuando llegaba a casa tomado simplemente se acostaba en un sillón y se quedaba dormido, así que por ese lado no veo incitación alguna que me hiciera inclinarme por la cocaína.

Total y de vuelta a la mañana siguiente de la fiesta, un domingo, conforme se acercaba el mediodía comencé a sentir una profunda depresión que a las dos de la tarde se hizo insoportable. Las imágenes de sobrevaloración y animales orgullosos en mi mente se convirtieron en la de accidentes, aniquilaciones y de algunos videos gore que había visto en Internet... hasta cuando recordé lo ocurrido en las Torres Gemelas me hizo sentir mal por quienes habían muerto; era un acontecimiento reciente y yo me veía arrojándome por una de las ventanas hacia al vacío.

En eso sentí un bulto en la bolsa derecha de mi chamarra, era la bolsita de coca que me había dado el anfitrión de la fiesta; concluí que para superar la depresión nada mejor que volver a probarla para sentirme como en la noche anterior. Con cuidado abrí la bolsita, derramé algo de polvo en la mesa, lo esparcí y le di el toque. Sentí un tremendo cosquilleo en la nariz, como si me hubieran echado agua mineral hirviendo por las fosas nasales, pero de ahí siguió una sensación de éxtasis mucho mejor que la de la noche anterior. ¡Dios, esto es grandioso!, recuerdo haber pensado.

La sensación duró hasta el lunes siguiente. Apenas dormí un par de horas, llamé a la oficina, me fingí enfermo y colgué feliz de saber que todo el día lo tendría para mí mismo. Al avanzar la mañana regresó la depresión y una profunda nostalgia, hasta por las cosas más absurdas, como por ya no poder jugar con mis juguetes como cuando lo hacía de niño. No tenía hambre pero sí una sensación de hinchazón en la lengua y las fosas nasales. Al mediodía pensé en dar otro tercer y último toque que me quedaba pero quise contenerme. Fue inútil: poco antes de las seis de la tarde y sólo con los boxers puestos, di otra aspirada que me hizo sentir invencible. Extrañamente esta vez la depresión no regresó sino un sentimiento de calma que me hizo dormir por casi 13 horas seguidas. Al día siguiente sí fui a trabajar aunque me costó algo de trabajo concentrarme.

Ni falta hace mencionar que regresé a la casa del anfitrión de la fiesta por más droga. Había sacado parte del dinero del cajero que tenía ahorrado para el carro, ai luego lo repongo, pensé. Le di los billetes y unos minutos después volvió con una bolsa blanca un poco más grande. "Pero es de poquito en poquito porque si te avorazas te puede hacer daño". me dijo y yo hasta se lo agradecí, "mira este sí es cuate, se preocupa por mi salud".

Es en ese momento cuando piensas que puedes dejar de consumirla cuando tu quieras, en que la caricia de la cocaína comienza a convertirse en estrangulamiento. Aunque ya iba cada tercer día a casa del anfitrión a comprar más bolsitas, en ningún momento se me ocurrió pensar que ya era un adicto ¿yo? Vamos, los adictos son los que están tirados en la calle o son celebridades de Hollywood.

Otra paradoja de la cocaína es que quienes la probamos es porque queremos ser socialmente aceptados pero ya cuando eres adicto ésta te margina socialmente. Recuerdo que tras una junta de negocios con unos contadores y contadoras realizamos una reunión-cena en casa de uno de ellos. Para ello en una escapadita al baño me di un pericazo. La charla se hizo más informal y comenzó a romperse el hielo. No tardé en tomar la palabra y comencé a hablar de muchos temas, me creía el experto, el que tenía a todos con la boca abierta por la admiración; veía las caras de los demás y cómo se les distorsionaban. Entre risas me excusé y fui al baño.

No noté que me seguía Jonás, mi compañero de trabajo, me volteó y me empujó con fuerza hacia la pared. "¡Si no dejas de portarte como un pendejo te voy a romper la madre!". Pero qué hice, pregunté muy inocentemente. Pues nada, que le había hecho yo una propuesta sexual a una de las damas e incluso hice un comentario sobre su menopausia. No recordaba nada de eso, le dije a Jonás, quien reaccionó golpeándome el estómago, tumbándome al piso. Ya no regresé a la sala donde estaban los demás. Tampoco regresé a mi empleo pues fui despedido a la mañana siguiente.

Aquella laguna mental me alarmó pues no recordaba haber hecho ningún comentario sexual. Sin embargo el despido me alegró, hasta ese punto había llegado mi cinismo. Que al cabo tengo mis ahorros y mi coca, pensé, sólo que al ir al cajero me quedaban menos de ocho mil pesos de los casi 42 mil que tenía. Menos de un mes después ya no tenía un solo peso en la cuenta.

Un amigo del despacho fue días después a visitarme, a mi no me engañas, güey, dijo, además te ves de la chingada, todo ojeroso y lleno de lagañas. Esa mañana había dado otro golpe y me sentía Brad Pitt, y de hecho había salido así a comprar unas cosas a un Oxxo. Me vi al espejo y era cierto, mi rostro parecía como el de momía de Guanajuato. Tenía los ojos vidriosos y la barbilla ya me temblaba levemente.

Seis meses después del pericazo había perdido todo, incluso mi "amigo", el anfitrión, me pegó una patada cuando fui a pedirle cocaína fiada, al cabo estoy a punto de conseguir otro trabajo y te pago... ni madres que te van a dar trabajo si eres un pinche drogadicto, me dijo.

Aquí entras en lo que yo llamo la tercera etapa. Sabes que estás mal pero no puedes detenerte, si lo haces tu cuerpo puede sufrir un shock por la falta de droga, en ese momento tienes dos caminos: seguirle y convertirte pronto en cadáver o variarle con otras drogas, ya sea la morfina, la mariguana, el LSD, las pastillas y aun el chemo. Increíblemente muchos aún no reconocemos nuestra adicción en ese punto. Recuerdo que dije si te puedo sustituir por la heroína es que puedo vencerte. Sin embargo opté por seguir con la coca, en una especie de autoderrota.

Comencé a pedir prestado dinero por todos lados, a mi familia, los amigos que me quedaban, hasta un respetado abogado amigo de mi papá, es que fíjese que me robaron, me retuvieron un pago en el banco, ya tengo empleo nuevo y muchos pretextos más. Así logré reunir casi 12 mil pesos que a los 20 días se habían ido por el caño. Cuando necesitas cocaína no falta quien te la surta, e incluso me invitaron a convertirme en puchador. Pero asumí que en una de esas iba a terminar consumiendo mi mercancía y acabaría con una bala dentro de modo que le di vueltas al asunto hasta que desistieron.

Un día desperté y vi unos puntitos blancos que recorrían mis ojos y brillaban como estrellas. Alarmado, pregunté a un amigo y dijo que probablemente se me habían roto algunos vasos capilares dentro del ojo, seguro por la coca, dijo. Llegué a ver un florero que se transformaba en la figura de una bruja y pensé que ya me estaba volviendo loco, pero con un golpe todo desaparecía, lo malo es que las dosis de antes ya no me hacían ningún efecto.

Cierta noche soñé con que me perseguían unos soldados nazis y cuando me disparaban a la cabeza despertaba, sobresaltado. Otra noche tuve un sueño en que volvía el estómago y al despertar las sábanas estaban llenas de vómito. Entonces comencé a pensar en el suicidio o que soñara que moría y que fuera cierto, cualquier cosa menos seguir viviendo enganchado a la cocaína.

¿Pero cómo hacerlo? Si la dejaba de repente terminaría vuelto loco. Finalmente reconocí que soy un drogadicto y que sólo nunca iba a poder solucionar el asunto. La coca hizo pedazos mi vida social, mi empleo, mis amistades, mi reputación; sentía que alguien se carcajeaba dentro de mi cabeza, sufría más alucinaciones, 

Por fin decidí entrar a una clínica de rehabilitación. Uno espera compasión, que te digan pobrecito, caíste en las drogas, ven acá, mi cuate... por el contrario, los primeros días fueron terribles, te sientes solo en el mundo, te hacen sentir como mosca aplastada pero al final te das cuenta que esa es la verdad que debes enfrentar. Todavía estoy pagando por la deuda que dejó el tratamiento pero pienso que fue lo mejor que pude haber hecho.

© copyright, Derechos Reservados, 2008 

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2 comentarios

reyezuelo_mc escribe 16.12.08

La mayoría de quienes caen en drogas como la cocaína lo hacen para sentirse socialmente aceptados pero no tienen excusa, felicito a esta persona que supo dejar atrás este infierno que afecta a muchas personas que a veces ni nos imaginamos

felipillovox escribe 16.12.08

De todas las drogas, la cocaína es la que produce peores efectos en quienes la consumen, ojalá este texto sirva para quienes han pensado en probarla

 

 

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